📖Capítulo 9: Reliquias que consuelan📖

Luego de que Dominic tuviera acceso público a la vida de su hermana gemela, su realidad dio un giro de ciento ochenta grados; sacudió cada uno de sus rizos, alertó hasta a la más diminuta peca y temió que este nuevo descubrimiento confirmara sus terribles sospechas hacia sí mismo. 

Pasó días enteros frente a la pantalla de su ordenador hurgando el perfil de Elizabeth hasta que no quedó fotografía que no hubiera ya visto. En un principio, se dijo que el parecido entre los dos era hasta escalofriante, pero con el correr del tiempo se fue fijando en detalles que los separaban y los volvían individuos, si bien genéticamente semejantes, independientes y distintos. Por ejemplo, su hermana casi no tenía pecas, su tono de ojos era más oscuro, casi rozando el azul marino, y su cabello era moderadamente ondulado, mucho menos que el de Nick. Además, vestía simple y con colores pastel; Nick prefería los tonos más oscuros. Ella andaba en patineta, Nick jamás se subiría a una a menos que quisiera morir.

Elizabeth se quejaba también, de la religión, acto que incomodaba muchísimo a su hermano, quien asistía a misa todos los domingos, y que se consideraba católico a pesar de estar en desacuerdo con varias cosas que estipulaba la iglesia. En resumidas cuentas, eran dos chicos adolescentes que compartían intereses y bastantes rasgos físicos, pero fuera de eso, si los llegabas a conocer personalmente, entendías sus diferencias y que ambas personalidades no eran una fotocopia de la otra.

¿Pero qué fue lo que remeció a Nick con la fiereza de un terremoto en Japón? ¿Fue el saber que a ella la adoptó una familia más rica que medio país? Bueno, sí, pero no principalmente. ¿Fue descubrir que era capitana de voleibol, mientras que él le rehuía a los deportes como Patrick a las personas? También, aunque en menor intensidad.

En realidad, el culpable de su creciente pavor poco y nada tenía algo que ver con su hermana. Se trataba de algo que ella tenía, o mejor dicho, alguien que salía en prácticamente todas las fotos que Elizabeth subía, tanto a Instagram como a Facebook. Al principio, Nick hizo caso omiso a su corazón latiendo como caballo despotricado. "Deben ser las tres tazas de café", se dijo. Sin embargo, y aunque intentaba engañarse, él sabía que se trataba de algo más, algo de lo que no podría seguir huyendo, como había hecho durante los últimos años. Y es que cada vez que él aparecía, Dominic empuñaba las manos y apretaba los dientes, aguantándose las ganas.

Claro que no fue hasta que vio una fotografía del susodicho en traje de baño, cuando la sangre se vino abajo (ustedes podrán asumir a qué órgano exacto), y comprendió la gravedad de la situación. Quiso pasar de él, de verdad que lo intentó, pero la imagen ya se había impregnado en lo más recóndito de su cabeza; una vez que lo sientes dentro de ti, rehuirle al amor es una tarea inútil, por decirlo menos.

Ustedes se preguntarán, ¿no es muy superfluo hablar de un sentimiento tan profundo y complejo como lo es el amor? A fin de cuentas nos referimos a un chico que él ni siquiera había visto en persona. Y sin embargo, sentía que llamarlo como una simple atracción no acababa por describir el cúmulo de sensaciones que le provocaba. Sensaciones, por cierto, totalmente indeseadas pero inevitables.

Lo que comenzó como una bella foto en la que resaltaban sus ojos esmeraldas y su cabello azabache terminó por convertirse en vídeos de él cantando, en publicaciones suyas que lo hicieron reír, en trozos de canciones escritas por él que le erizaron los vellos y lo conmovieron hasta un punto que no aceptaría. Veía y veía imágenes del novio de su hermana, y no le entraba en la cabeza que alguien pudiera ser tan magnifico como él lo era. Era más que guapo, más que atractivo, más que talentoso.

Él era arte inmortalizado. Él era poesía andante. Y Dominic estaba profundamente enamorado de esa obra viviente. Dominic jamás había amado a alguien antes, por lo que siempre albergó la esperanza de que la atracción que sentía hacia ciertos chicos no fuera más que eso: una atracción. Así como Daisy opinaba que algunas mujeres gozaban de la bendición de Afrodita, sin perder ni un poco la etiqueta de heterosexual, Nick creyó que no había nada fuera de lo normal si encontraba guapos a hombres que, a su parecer, provenían del mismísimo Cielo. Sobra decir que ese pensamiento tenía como única función conseguir mentirse a sí mismo, y que rara vez le funcionaba. Menos ahora que había conseguido, no solo babear por un cuerpo varonil, sino excitarse de todas las formas que quieran imaginarse. Le gustaban los hombres, física, sexual y románticamente. Fin del asunto.

Dominic era gay, la atracción electrizante hacia el novio de su hermana lo confirmaba. Dominic estaba enamorado de ese tal Zack, y como ya saben, ese sentimiento solo iría en aumento hasta que olvidara cómo respirar.

Durante semanas, Nick resguardó su corazón de quienes consideraba personas importantes en su vida. No porque no confiara en ellas, sino porque temía cómo llegasen a reaccionar ante la noticia. Cada día que pasaba, el pecho se le contraría más, aullando por ayuda, suplicándole que revelara ya sus sentimientos y así evitar una tragedia... Dolía. ¡Oh, cómo dolía! Llegó al punto de no poder caminar sin sentir una presión en el corazón, su pobre alma estaba ya tan contraída que de seguro no faltaba mucho más para que se infartara por falta de oxígeno.

Decidió entonces, todavía temeroso, revelar un pedacito de él a la única persona que sabía con total certeza, no lo juzgaría.

Tomó su teléfono celular, se echó de espaldas sobre la cama malhecha y contempló la habitación que compartía con Patrick, mientras esperaba que contestara, pero deseando que no lo hiciera.

—¡Hola, Nick! —saludó Daisy a través del aparato—. ¿Ocurre algo? ¿Ya hablaste con tu hermana siendo tú?

A veces quería volver en el tiempo y nunca haberse alejado de quien fue, por varios años, una hermana para él. Sin embargo sabía que le había hecho demasiado daño, y nunca podría solucionar las cosas para que volvieran a ser lo que eran. Distanciarse de Daisy había sido una decisión suya; él había cambiado mucho los últimos años y ya casi no tenía cosas en común con la chica, en comparación a cuando eran amigos inseparables. Además, siempre se ponía de malhumor cuando la veía junto a su hermano. ¿Que era egoísta? Pues claro que sí, ¿y quién no lo ha sido alguna vez? Él había supuesto que si juntaba a sus dos más grandes amigos, la vida le sonreiría, cuando en realidad todo lo que hizo fue una plantarle una bofetada que le dio vuelta la cara y lo hizo entender que no era ni la mitad de importante para Daisy y Patrick como ellos lo eran para él. Aquello lo enfadó muchísimo, lo suficiente para buscar otros amigos que, a su parecer, lo valoraran más que ellos dos.

Sentía envidia de los dos, porque eran felices sin tener que ocultarlo, porque podían amarse sin tapujos. Él quería lo que Daisy y Patrick tenían, pero no lo supo hasta tiempo después de que estuvieran juntos. En un principio, solo sentía rabia hacia Daisy, un enfado que lo volvió hostil con ella, y que quebró su amistad. Y ahora que sabía el porqué de su distanciamiento con la chica, sentía vergüenza de sus propios sentimientos. No creía ser capaz de explicarle a Daisy, incluso sabiendo que ella lo comprendería. Ella siempre lo haría.

Tomó aire antes de contestarle.

—Daisy, ¿recuerda cuándo hicimos la lista de los cinco protagonistas masculinos más perfectos? —le preguntó nervioso.

—Akiva, Will, Jem, Ian y Day. Por supuesto que lo recuerdo, Nick. Me ofendes. ¿Por qué?

—El año pasado... te dije que era gay. Que me gustaban esos personajes.

Otra de las razones por las que se alejó: se había cansado de que ella lo etiquetara como homosexual. Tuviera o no razón, esa era una decisión de él. Y Nick llegaría a la conclusión a su propio tiempo.

—Y yo te dije que no tiene nada de malo, Nick, y que contarías con el apoyo de tu familia —contestó la chica—. ¿Por qué, pasó algo? ¿Le dijiste a Patrick o a tus papás?

—Sé que me enojé contigo, porque me insistías mucho con que se lo contara a los demás. Y que yo después te dije que no era gay, que solo bromeaba y...

—Nick, ¿estás bien? ¿Quieres vaya?

Hasta entonces no se había dado cuenta que estaba llorando.

—Tenías toda la maldita razón, Daisy —confesó Nick, limpiándose los ojos—. Lo soy.

—¿Qué? Eh, Nick, tranquilo, no llores. Es normal. No tiene nada de malo. ¿Seguro que no quieres que vaya? ¿Y cómo lo confirmaste? ¿Te gusta alguien? ¿Quieres contármelo? Así tal vez puedas sentirte más cómodo y entiendas que no tiene nada de especial, te gustan los chicos, igual que a mí.

—Jamás me gustaría mi hermano —escupió Nick—. Tienes un gusto de mierda.

—Uno viene a hacerte sentir mejor y sale dañado. —Daisy suspiró, pero terminó soltando una risa—. ¿Ves? Puedes bromear al respecto. Y no digo que te tenga que gustar alguien para que sepas tu orientación sexual, pero si es por eso...

—Estoy enamorado, Daisy. Y ni siquiera me conoce.

—Bueno, al menos es una persona de verdad y no un personaje literario. Ya me tienes ventaja ahí. —Tomó una pausa en la Nick sonrió; se sintió más ligero—. ¿Y bien, quién es el desafortunado?

—¿Te acuerdas de Zachary Anderson?

—¿El novio de tu hermana? Nick...

—Necesito conocer a ese hombre, Daisy. Es la cosa más perfecta que ha pisado el planeta. Sé que esto sonará súper estúpido, pero siento... que lo amo. Siento que sería feliz con él.

—No es para nada estúpido lo que dices, Nick. Solo muy romántico. Nunca te avergüences de demostrar lo que sientes. La vida es muy corta para privarte del sencillo arte del amor.

—Daisy, no puedes contarle a nadie —suplicó Nick rápidamente—. Jamás.

O no te lo perdonaré nunca, añadió para sí.

Ella se permitió romper la promesa por el bien de su amigo. Y él, cumplió su juramento.



*******



Llamita maulló por un poco de afecto, igual que siempre hacía cuando su amo se alejaba demasiado de él. Ya no era un cachorro, pero Dom ya había comprendido que no se trataba de la edad, sino de su forma de ser. Su mascota era un ser cariñoso, y a veces no podía alejarse ni dos pasos sin que llorara.

—Dominic, si no callas a esa rata, la echaré al patio —bramó Patrick, concentrado en su lectura—. Sabes que odio a los gatos. Son desleales y se sienten superiores a los perros.

—No seas insensible —replicó Dom, tomando al gatito en brazos. Inmediatamente se calló y trepó hasta su cuello—. Llamita es parte de la familia.

—Maldigo el día en que la señora Anderson vino a dejártelo.

—Se llama Crystal, y tenía algo que hablar con mamá —explicó Dom—. Ella no puede quedárselo porque su esposo es alérgico a los gatos. Además, sabes que es mío, no iba a rechazarlo. Si no lo tenía antes era porque estaba mejor con Zack. —Acarició al gatito que le olisqueó la mano como respuesta—. Es lo único que tengo de él.

Patrick dejó el libro a un lado. Las palabras del pelirrojo causaron gran estupor en el lector, quien lo miró apenado, casi avergonzado. Dom estaba cansado de ser tratado como una muñeca de cristal, pero algo en el rostro de Patrick consiguió que sonriera con melancolía. Tal vez no era muy bien entendiendo los sentimientos de los demás, pero no cabía duda de que había mejorado muchísimo los últimos meses. Se sintió orgulloso de él.

—Dije algo estúpido, lo siento —se disculpó Patrick, mordiéndose el labio—. Olvídalo, no quería herirte...

—Hermanito, de todo corazón, me has dicho cosas peores. No puedes herir lo que no está curado.

—Nick...

—Te dije que me llamaras Dom —dijo el pelirrojo resuelto—. Zack me decía así, y no quiero olvidarlo.

—Y yo no quiero que lo hagas, pero...

—Pareciera que sí —lo interrumpió Dominic—. Cada vez que menciono el nombre de Zack me miras con pena. Todos en el grupo evitan hablar de él, y si lo mencionan enseguida voltean a verme. Estoy cansado.

—Nos preocupamos por ti, Dom. Eso es todo.

—¿De qué? ¿De qué vaya a matarme? —Dominic dejó al gato en su cama y se acercó a su hermano—. Estoy intentando vivir, Pat, de verdad. Pero tienen que ayudarme, y evitar hablar de Zack no es la solución.

—¿Tú sabes que no fue tu culpa, cierto? —preguntó Patrick de pronto—. Es lo único que necesito saber.

La interrogante tomó por sorpresa a Dominic. Volvió a sentarse en el borde la cama, sin saber cómo formular la respuesta que su hermano esperaba.

Había pasado casi un mes desde el accidente que le arrebató las ganas de vivir y de volver a enamorarse. Tres semanas en las que no hizo más que llorar, gritar y pedir retroceder el tiempo. Mientras que Eli había buscado refugio en sus amigos, Dominic era juzgado por ellos. Sabía que las mellizas lo señalaban en silencio, que John no quería hablarle, que Bruno se aguantaba las ganas de golpearlo, y que Kevin se había ido quién sabe dónde, con la rabia en carne viva. Todos los que querían a Zack lo culpaban a él, incluso si decían que no.

Dominic, en el fondo, vivía con la culpa como un tumor cancerígeno ramificándose. Su día a día se había convertido en un "¿y si...?" constante. ¿Y si hubiera notado que Zack estaba teniendo una crisis? ¿Y si nunca le hubiera pedido que dejara la medicación? ¿Y si lo hubiera obligado a usar casco? ¿Y si no hubiera saltado de la moto? ¿Y si hubiera muerto él en vez de Zack?

Zack podría haber tenido a Sasha, un prospecto mucho mejor que Dominic, capaz de ayudarlo y comprenderlo. En cambio, sin Zack, Dominic no tenía a nadie, ni se sentía merecedor de cariño tampoco.

Claro que era su culpa. Si bien la enfermedad de Zack había causado que este estallara, Dom había ayudado a gatillar su desestabilidad. Dominic había entrado en la vida de Zack para arruinarlo hasta que lo destrozó y lo condujo directo a un abismo del que no pudo escapar.

La cobardía y egoísmo de Dominic habían ayudado a matar a Zack, y tendría que vivir con eso para siempre.

—Sé que no lo fue —mintió Dom con rostro serio—. Deja de preguntarlo cada cinco minutos. Crystal y Ben conocen a su hijo, y entienden que fue un suicidio. Con o sin mí, se habría quitado la vida igual —dijo, intentando creerse.

El corazón se le congeló en la frialdad de sus palabras.

—Nick, si necesitas hablar...

—No lo necesito, estoy bien. O sea, no, no lo estoy. Me siento como un montón de mierda, pero lo estaré. Solo dame tiempo.

Patrick le apretó el hombro amistosamente, le hizo un ademán para que lo acompañara a la sala de estar. Ya había dilatado por demasiados años su confesión, no habría un mejor momento que ese para salir de clóset, y poder amar el recuerdo de Zack en libertad.

Sus padres no le preguntaron nada luego del accidente, incluso teniendo en cuenta que su hijo estaba yéndose de la ciudad en la moto de otro tipo, con quien había pasado muchísimo tiempo los últimos meses.

Cuando Crystal le preguntó a Dominic si estaba dispuesto a testificar en el juicio, este le dijo que no, pero que lo podría hacer por Zack. Sin embargo, la señora Anderson desistió de la demanda y declaró que el accidente no había sido un homicidio. Dom, el único testigo, no estaba capacitado para dar un testimonio que convenciera a la policía que se había tratado de un suicidio, mas el chofer del autobús afirmó que lo había sido. Los padres de Zack, demasiado agotados como para llevar el peso de un juicio, no presentaron cargos, y luego de darle un jugoso incentivo a los afectos, ninguno de ellos puso demanda tampoco, por lo que el tema se cerró milagrosamente en un par de días.

Dominic respiró profundamente y se dirigió al primer piso, dispuesto a dar el primer paso.

Sus padres fueron citados por Patrick, mientras que este mismo les pidió a sus hermanos salir de la casa por un par de minutos, ya que Dominic le había dicho que aún no estaba listo para salir frente a ellos. Una vez que el matrimonio Sommer estuvo sentado en el sofá, listo para lo que sea que Dominic tuviera que decirles, Patrick los acompañó, a pedido de su hermano.

No sabía cómo empezar. Usualmente ensayaba los diálogos más perfectos y profundos en su cabeza, pero una vez que los exteriorizaba, sonaba peor que la presentación de un niño de prescolar.

—Nick, tesoro, ¿por qué nos llamaste a tu madre y a mí? —preguntó David, removiéndose incómodo en el sofá en la sala de estar—. No es que no me importe lo que nos tengas que decir, pero las vacas no se ordeñarán solas.

Victoria le dio la mano a su esposo y le obsequió una cálida sonrisa a su querido hijo.

Dom buscó ayuda en los ojos de su hermano, este esbozó una leve sonrisa en cuanto hicieron contacto visual, animándolo para que hablara.

—Ustedes dos se aman, eso no es secreto. Patrick y Eli también, e incluso diría que Connor se está enamorando de Ámbar, la rubia que canta en el coro de la iglesia...

—¡Connor qué! —exclamó David—. ¿Mi hijo me oculta su primer amor? Creo que mi alma ha sido perforada...

Leise, Vater. Deja que Dominic siga —lo regañó Patrick ceñudo.

—Es normal que las personas se enamoren —continuó Dom empuñando las manos; sentía el sudor en sus manos y los nervios a flor de piel—. Y así como las personas se aman, también me enamoré yo.

—¿Y quién es la maravillosa persona? —preguntó su mamá amablemente.

—No es una chica, es... —Se calló. Vio el rostro de Victoria iluminarse y comprendió que ella ya lo sabía, que quizá siempre lo supo—. Es un chico —finalizó.

—¿Y bien, dónde está? —preguntó su papá—. Tráelo a cenar, quiero conocerlo. Pero si es vegetariano, no pondrá un pie en esta casa, te lo advierto. Suficiente tengo con mi esposa y la novia de tu hermano.

—¡Eh! —se quejaron Tori y Patrick al unísono.

—Quiero ser claro en una cosa, Dominic. Puedes estar enamorado de quién quieras, y eso no disminuirá nunca mi amor por ti. Pero por favor, no hagas una revelación dramática cada vez que pase, no eres tan especial. Patrick no nos citó cuando nos dijo que le gustaba Daisy, ni ahora que está saliendo con tu hermana.

—Yo... Eh...

—Lo que tu padre quiere decir, cielo —prosiguió su mamá—, es que no tienes que avergonzarte de lo que tu corazón te pide. ¿Te gusta un chico? Espero que sea un joven encantador, merecedor de ti. Siéntete mal por lastimar a otros, pero nunca por amar.

—Estoy enamorado de Zack —soltó Dom al fin—. Y sé que si se los hubiera dicho antes... Tal vez él no... Él seguiría aquí, y lo podría invitar a cenar, y... Pero no puede.

Entonces la voz se le cortó y se cubrió el rostro para llorar. Patrick se levantó de golpe y se abalanzó hacia su hermano para envolverlo en un confortable abrazo que le permitió desahogarse como nunca antes lo había hecho.

—Lo extraño tanto, Pat —sollozó Dominic en su pecho.

Patrick le dio un beso en la nuca, en la frente y en cada una de las mejillas.

—Lo sé, hermanito. Estoy orgullosísimo de ti, y sé que Zack, donde quiera que esté, también piensa lo mismo.

Sus padres se acercaron a sus hijos y los abrazaron fuertemente. Durante esos largos minutos en los que se mantuvieron más unidos que nunca, Victoria anunció la llegada de la nueva integrante a la familia.

Por primera vez en semanas, Dominic sonrió, y pensó, por un ligero instante, que todo estaría bien. 


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N/A: Estoy muy feliz porque Coma está a punto de salir a la venta. Estará en librerías, en libreríaaaaassssss . Todavía no me lo creo jajajajaja. 

Pd. Estoy muy oxidada con la escritura, espero no se haya notado una mala calidad en el capítulo. ¡Los quiero un montón!  

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