📖Capítulo 8: Recuerdos que arden📖

Dominic soltó un resoplido.

Gossip girl me estafó —dijo, cruzándose de brazos—. Tener amigos millonarios no sirve de nada.

Le dio un codazo a Zack, pero este le respondió con un empujón que lo botó al suelo, como si no pesara más que una pluma. Mientras su amigo se apretaba el estómago de la risa, Dominic se llevó una mano al trasero adolorido. Hizo una mueca y soltó un quejido. Al notar que su amigo no paraba de reírse, le lanzó una mirada iracunda.

—¡Me dolió, idiota!

—Perdón, perdón. Estoy acostumbrado regresarle los golpes a Kevin, no a un pajarillo de plumaje rojo.

—¿Acabas de decir que soy una puta ave?

—Un pajarillo con un lenguaje muy grosero, la verdad —añadió Zack, fijándose que, en realidad, Dominic sí se veía como un pájaro.

Era pequeño y de alma libre, la cual por desgracia él mismo encerraba... ¿Lograría algún día salir de su propia jaula?

—¿Zack? ¿Te pasa algo? —inquirió Dom, poniéndose de pie—. Te quedaste mirándome.

—No seas egocéntrico —se burló Zack—. El mundo no gira a tu alrededor.

—¿Ah, no? —fingió sorpresa—. Bueno, eso es decepcionante.

Dominic se dio la vuelta para seguir observando las prendas de ropa, momento que Zack aprovechó para contemplarlo unos segundos... Su contextura menuda, su cabello cobrizo, sus rizos bien cortados...

¿Por qué últimamente lo veía con tanto detenimiento? ¿Acaso estaba...? No, era imposible. Esa puerta había sido sellada hacía años, dejando disponible solo la entrada rosada de cabellos largos y vestidos floreados. Hasta entonces, nunca se había arrepentido de su decisión, pues sabía que si llegase a caminar por el sendero hasta llegar a una bifurcación, acabaría por volverse más loco de lo que ya estaba.

Escoger entre dos sexos era casi tan engorroso como saltar entre dos emociones. Como no podía controlar su enfermedad, se había conformado con tomar las riendas del amor, sin tener en cuenta que este es más indómito que cualquier trastorno. Y una vez que ves la puerta, es imposible fingir que nunca existió.

Zack podía padecer depresión, y a las semanas después, manía. Podía enamorarse de chicas, como también de chicos.

Yo amo a Eli, se dijo.

¿Pero, y si...?

Se acercó a Dom y llamó su atención con un sutil golpe en el hombro.

—¿Alguna vez has sentido que...?

—¡Chist! —lo calló su amigo. Zack se fijó que tenía toda su atención puesta en un grupo de chicos a pocos metros de ellos—. Hijos de puta —masculló, acercándose al tumulto de adolescentes.

—¡Eh, Dom, espera!

Lo siguió a paso acelerado hasta el sector de H&M, donde tres chicos y una chica tenían rodeado a uno de su misma edad, quien sostenía varias prendas de ropa con temor; notó sus manos inquietas y su cuerpo rígido.

—¡Déjenlo en paz! —exclamó Dominic, entrando en el círculo. Rodeó al muchacho con su cuerpo y les lanzó una mirada desafiante, con la barbilla en alto y la espalda recta.

Antes de que le pusieran una mano encima, Zack se puso junto a ellos y captó la atención de la pequeña muchedumbre. Notó que era el más alto de todos, y también el mejor vestido.

—¿Es así como se divierten los pueblerinos? —inquirió Zack con una sonrisa de galán que causó una risa nerviosa en la única fémina presente—. ¿Acorralando entre cuatro a un solo chico? No soy el mejor en matemáticas, pero me parece un tanto injusto.

—No te metas, citadino.

—Oh, pero debo hacerlo. Verás, entiendo que en los pueblos la información tarda un poco en llegar, así que me veo en la obligación de decirles que el bullying en persona está muy pasado de moda. Demasiado ochentero y noventero, la verdad —prosiguió diciendo, sin dejar de sonreír ni por un instante—. Lo de hoy es joder al resto por internet.

—Cállate, Zack, no es chistoso. Además, con estos imbéciles no se puede hablar civilizadamente, porque son unos cobardes de mierda —escupió Dominic. Zack jamás lo vio tan molesto, colérico—. Váyanse.

—No seas aburrido, zanahoria —bromeó un chico a la vez que otro lo tomaba del brazo con fuerza—. Ya nos divertimos bastante contigo en la escuela, deja que otro se entretenga.

—¿O es que nos extrañas demasiado, eh? Maricón —se burló otro.

—¡Eh, cuida lo que dices! —exclamó Zack. Eso logró que el chico clavara sus ojos marrones en los suyos. Dominic aprovechó la distracción para zafarse de su agarre y regresar a su posición protectora.

—Qué lindo, el marica religioso tiene un novio nuevo. ¿Ya no te gustan los rubios, zanahoria? —Le sonrió a Dom de una forma que lo hizo temblar, y se vio aún más pequeño de lo que era—. ¿O tu hermano se aburrió de besuquearse contigo? —Soltó una risa que los cuatro bravucones vitorearon y acompañaron—. Qué feo debe ser darse cuenta que prefiere a las chicas.

La única mujer allí presente se acercó a Dominic.

—Extraño verlos de la mano, eran tan tiernos, una asquerosa pareja de gais incestuosos.

Zack no lo soportó más, en cuanto vio que su amigo estaba a punto de llorar, y aun así protegía al otro chico, supo que debía actuar. Aprovechó las risas de los más para plantarle un golpe al desgraciado que se encontraba más cerca de él. Por primera vez, los compradores se percataron de lo que estaba sucediendo, varios comenzaron a murmurar entre ellos, mientras otros se les quedaron mirando. Solo unos pocos tuvieron el coraje de acercarse, y tan solo una mujer, de unos cuarenta años, se acercó al guardia de seguridad a pedir ayuda.

La única forma de llamar la atención de la sociedad ante una injustica, implica violencia explícita. ¿Por qué siempre se toman medidas luego de que la desgracia en cuestión haya ocurrido? Hubiera querido extrapolar aquella pregunta que de pronto le hizo replantearse su actitud frente a los más débiles, pero Dominic lo pescó de la mano justo cuando uno de los chicos iba a darle un puñetazo.

Con el brazo libre, empujó al suelo a uno y pateó al tercero. Dejó pasar a la chica, porque a las niñas no se les pega (aunque a veces se lo merezcan más que cualquier otro hombre) y partió corriendo fuera de la tienda con Dom pisándole los talones. Este le siguió el ritmo hasta quedar junto a él, y le señaló un lugar a la vez que aumentaba la velocidad. Ambos eran veloces, de eso no había duda, y al cabo de unos minutos perdieron por completo al cuarteto de idiotas que de seguro se habían quedado mucho más atrás, pues Zack no tuvo compasión alguna al golpearlos.

Dominic dobló en un callejón entre dos tiendas de segunda mano. Cien por ciento seguro. Frenó de golpe y se apoyó en la muralla de concreto para respirar. Zack no necesitó tiempo para recomponerse, estaba acostumbrado a correr, tenía un buen estado físico debido a los entrenamientos de baloncesto y a las tardes completas que pasaba periódicamente en el gimnasio junto con Kevin.

—¿Quieres beber algo? —le preguntó Zack.

—No... me... hables —contestó entre jadeos—. Imbécil —escupió con una última gota de esfuerzo.

Zack entornó los ojos, confundido ante su respuesta tan carente de afecto, si bien se había acostumbrado a que Dominic guardara su sensibilidad en una cajita cerrada con llave, hacía tiempo que no se dirigía a él con semejante desprecio. Sintió un vacío en el estómago que se tradujo en crujir de tripas.

—Creí que ya habíamos superado la etapa de "Dominic es un cretino con todo aquel que ose hablarle" —dijo Zack con las manos en los bolsillos. Por alguna razón, estaba más decepcionado que enfadado con él.

—¿Por qué no hiciste nada? —rugió Dominic.

—¿Que no hice nada? ¡Golpee a los tres! Los habría noqueado de no ser porque me sacaste de ahí.

—¡Me importa un bledo si los dejabas en coma o no!

—Oye, no bromees con eso —enserió Zack, con una mano en el pecho—. Todavía es muy pronto.

—Eres un idiota. ¿Cómo pude...? ¡Y pensar que yo...! Creí que tú... —comenzó a farfullar frases a medias, parecía más molesto consigo mismo que con Zack—. ¡Idiota, idiota, idiota! —Se golpeó en la frente.

—¡Deja de insultarme, te salvé de que te hicieran polvo!

—¡Exacto! ¿Por qué no salvaste al chico al que estaban por moler a golpes? Y a mí... Esperaste a que me insultaran al punto de quebrarme.

—Intervine.

—No, te mofaste de que lo estuvieran acosando. —Dominic se refregó el rostro con las manos—. Creí que eras mejor que eso... No te conozco, al parecer.

—Dom, no seas dramático.

—¿Dramático? ¡Tú eres el drama en persona! No estoy exagerando... Ese chico necesitaba ayuda, y tú te pusiste a bromear con sus malditos acosadores.

—Quería romper la tensión en el ambiente, no te pongas así, Dom. De verdad no lo hice con mala intención.

—¿Cómo quieres que me ponga? Acabo de descubrir que mi persona favorita en todo el mundo es un cretino. Ya no sé qué te hace diferente de Kevin, al menos él no es un hipócrita y sí dice ser una mala persona, pero tú... ¡Si yo no hubiera intervenido, habrías dejado que le propinaran una paliza! ¡Y por qué estás sonriendo, voy a golpearte!

—¿Soy tu persona favorita?

—No, eres un idiota.

—¿Soy tu idiota favorito?

Dominic alzó ambas cejas rojas. Solo entonces Zack comprendió lo sugerente que había sonado esa pregunta.

—Ese puesto está reservado para mi hermano —respondió Dominic con la vista clavada en el montón de cajas junto al basurero que se encontraba frente a ellos.

—Patrick no es un idiota —opinó Zack—. Le falta un poco de corazón, pero fuera de eso no tiene nada de malo.

—Zack, eres hijo único, no lo entiendes: los hermanos siempre son unos idiotas. Patrick lo es todo para mí, incluso si yo no soy tan importante para él como lo era antes. Me conformo con saber que alguna vez lo fui. Éramos muy unidos, ¿sabes?

—Nunca te oí hablar así de él. ¿Qué pasó entre ustedes? Y más importante aún, ¿por qué estás abriendo tu corazón con alguien si no has bebido alcohol?

Dominic le dio un golpe en el hombro.

—Siempre cagas mis momentos.

—Me fue inevitable. Pero en serio... Dices que eran unidos y ahora con suerte se hablan. ¿Acaso Daisy...?

—No, es más que eso.

—Que ella —lo corrigió Zack amablemente.

—Éramos más que unidos, Zack. Éramos inseparables. Patrick no quería estar con nadie más que yo, y aunque a mí me hubiera gustado poder ser amigo de todos, me gustaba pasar tiempo con él. Qué digo, me fascinaba. Íbamos hacia todas partes juntos, pero... los niños son malos. —Le dirigió la mirada, triste como pocas veces, vulnerable como nunca—. Empezó con susurros; susurros en los pasillos, en el patio y en la sala de clases. Nosotros no sabíamos por qué todo el mundo nos señalaba tanto con el dedo, por qué de pronto éramos tema central de la escuela... Todo ese drama, por darnos la mano —Soltó una risa sarcástica—. ¿Te lo puedes creer? La escuela entera creía que éramos unos enfermos de mierda por ir a todas partes de la mano. ¿Cómo pueden los niños pensar tan mal del resto? Patrick y yo ni siquiera entendíamos por qué eso era un problema.

—No lo es —estuvo de acuerdo Zack—. El problema eran ellos.

—Claro, pero es mucho más fácil decir que dos niños están mal, a señalar que es el mundo entero el que está equivocado.

—Los chicos de la tienda te molestaban, ¿no?

—Sí, lo hicieron durante toda la primaria. No fastidiaban a Patrick porque era más alto, atacaban al más débil. Me decían que era gay, que estaba enfermo por estar enamorado de mi hermano, que me muriera, que les dirían a mis padres... Dios, ¿sabes lo que se siente que te humillen, como si no valieras nada? Como si solo existieras para entretener a los demás con tu sufrimiento. —Negó con la cabeza, consiguiendo que a Zack se le erizaran los vellos de los brazos—. No lo sabes, porque tú eres como ellos, ¿no? Te entretiene molestar al más débil.

—Pero nunca fue mi intención...

—¿Herir a alguien? Te creo. Incluso pienso que ellos tampoco lo hacían por pura maldad, pero aun así, el dolor es el mismo. Aun así... me alejé de mi hermano.

—Dominic...

—No te atrevas a cuestionar mi decisión, porque tú no estuviste en mi piel. No entiendes lo que yo sentía cada vez que me llamaban maricón, cada vez que me lanzaban besos a la hora de almuerzo o cada vez que me escogían de último en deporte porque decían que era una niña. Tal vez no me golpearon, no me arrojaron dentro de un casillero ni hundieron mi cabeza en el inodoro como muestras las series en la televisión, pero hirieron, Zack. Provocaron heridas en mí que tardan en curarse, y a veces incluso llegan a permanecer siempre.

—Pero tú amabas a Patrick, no había nada malo en el amor que le tenías, y si te gustaba, tampoco tendría por qué ser algo inmoral. Ustedes no comparten sangre.

—¿Tú también me vas a decir gay? Vete al carajo.

—Dom, no. Escucha, sé que no lo eres, ¿está bien? Sé que estás con Amy y ni quiero saber las cochinadas que haces con mi mejor amiga, y también sé que estuviste y quizás sigues estando enamorado de Daisy. A lo que voy, es que no tendría por qué estar mal que lo fueras. Pienso que... crees que ser gay está mal, y tienes derecho a pensar así por toda esa mierda que te hicieron pasar, pero... Tú sabes que no tiene nada de malo serlo, ¿cierto?

—Dylan es gay y lo echaron de la casa. John es gay y cayó en coma por eso. —Dominic chasqueó la lengua—. ¿Te parece bien?

—Kevin es heterosexual y sus padres cuentan los días para que se vaya. Lauren es heterosexual y no solo cayó en coma, sino que perdió a su hermana y a su madre. La vida trae mierda consigo, y sin importar tu orientación sexual, te caerá la desgracia encima. El punto es, entrar a la ducha, quitarte esa mierda y volver a salir a pelear. Porque mientras más pelees, más chances tendrás de ganar.

Dominic le sonrió. Algo dentro de Zack volvió a su sitio.

—Eso está mejor, soy demasiado genial. Debería dedicarme a hacer charlas motivacionales.

—No te creas, ni siquiera escuché que decías.

—¡Qué! ¡Pedazo de...!

—¡Chist! Date vuelta, tenemos público.

Efectivamente, entre las cajas y la basura, había salido un gatito blanco con rayas amarillas de no más de un mes de vida. Los veía emocionado, seguramente estaba muerto de hambre.

Se acercaron a él lentamente, hasta conseguir tomarlo en brazos. Dominic lo meció para hacerlo dormir mientras Zack le acariciaba el lomo.

—No podemos dejarlo aquí. ¿Y si viene un perro y lo ataca?

—Yo no puedo adoptarlo, Dionisio odia a los gatos.

—Mi papá es alérgico —dijo Zack—. Pero mi casa es lo bastante grande como para no tener que topárselo.

—Eres un creído.

—Lo... ¡Ay! —chilló Zack, sacando la mano—. ¡Me mordió!

—Oficialmente lo adoptamos —anunció Dominic con una sonrisa burlesca—. Mi Lana, hermosa.

—Nuestro gato no tendrá el nombre de una depresiva, que abusa de la drogas.

—Más respeto con mi reina.

—¿Sabes? Se parece a ti. Es pequeño y parece tierno, pero si te acercas demasiado sin previo aviso, te ataca. Como una pequeña llama que te quema.

—Llamita —susurró Dominic en el oído del gatito—. Bienvenido a la familia.

—Llamita —repitió Zack, pero dirigiéndose totalmente Dominic.

Dominic apartó la mirada, pero Zack no pudo entender la razón.

Si hubiera sido sincero con él, ahí, en ese roñoso callejón, sosteniendo un gatito y con los sentimientos a flor de piel, ¿habría cambiado su final?

Esa sería una interrogante que tendría que cargar como Jesús lo hizo con la cruz, hasta el último día de su vida. El verdadero arrepentimiento surge de lo que callamos, nunca de lo que confesamos. 

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