📖Capítulo 4:Cuando la noche tomó otro significado e hizo llorar a las estrellas📖

La solemne ceremonia tuvo lugar dos días luego de que los señores Anderson reconocieran el cuerpo, y un día después de gestionar los trámites funerarios: comprar un ataúd, escoger el atuendo con el que despedirían a su pequeño, adquirir un nicho en el cementerio de la ciudad y solicitar una misa cristiana al párroco que se encontraba disponible.

Para Crystal todo el proceso fue desgarrador, desde estrechar la mano del vendedor hasta informar la tragedia por teléfono a sus amigos y familiares. La abrumó una terrible aflicción tener que escoger el cajón que contendría el cuerpo sin vida de su Zack, mas no fue hasta que se decidió por uno, que la amargura que le pesaba terminó quebrándole el alma. A partir de ese momento, dejó de estar completa.

Su esposo Ben estaba demasiado destruido como para aliviar su pesar; no hacía más que balbucear y sacudir la cabeza en señal negativa, incapaz de procesar la partida de su hijo.

Había sido solo un niño cuando perdió a toda su familia en un accidente, y con este, las ganas de salir adelante. Ella lo conoció tartamudo, pasaron muchos meses hasta que recuperó el habla. Ben tardó años en comprender que no había sido su culpa, y la con ayuda de sus amigos y una que otra psicóloga que no fue una completa inútil, halló las fuerzas que necesitaba para sonreír de verdad.

Y ahora, todo lo que consiguió con tanto esfuerzo, volvió a derrumbarse.

Ben no era dueño de su propio cuerpo, apenas sí había sido capaz de seguir respirando una vez que se enteró de la noticia.

Una vez que llegaron a casa, su esposo no pudo más y se echó al suelo.

—L—le fallamos —tartamudeó Ben, quitándose los gruesos anteojos para limpiarse los ojos bañados en lágrimas.

Crystal lo abrazó con un amor que pocas personas tendrán la fortuna de encontrar. Se quedaron así, sentados en el suelo, extrañando a su hijo y buscando fuerzas en el otro. Crys tuvo miedo, temió no perder solo a una persona, sino a las dos más importantes de su vida.

Rozó su nariz con la de él, obligándolo a que la mirara directo a sus ojos esmeraldas. Tomó su cabeza con los dedos y consiguió que el hombre volviera a la realidad.

—Saldremos adelante, Ben —le prometió—. Lo hicimos por Spencer y luego por Gian Franco. Ahora lo haremos por nuestro Zachariah. —Alzó la vista y, por un momento, sonrió—. Por todos ustedes, saldremos adelante.

Nuestros ángeles. Nuestras estrellas.

Por ellos, debemos sonreír.



*******



Elizabeth dio una vuelta completa frente a su espejo, decorado con conchas marinas a lo largo del marco turquesa. La chica que la contemplaba con rostro abatido, profundas ojeras y dos grandes ojos carentes de vida, la imitó.

Jamás creyó ver tanta desgracia en su propia mirada, pero al cabo de unos segundos, se obligó a entender que su reflejo era ella misma. La persona que nos saluda en el espejo es la misma que interactúa con el resto de la gente. Pero ella puede ser completamente distinta a la que nos habla a nosotros mismos, incluso puede verse de otra forma a como nosotros la vemos; habla distinto, si así lo quiere, porque es una experta en el disfraz. O suele serlo. Para Eli, sus pensamientos y sentimientos siempre equivalían a cómo se veía o se relacionaba. En otras palabras: si el espejo la mostraba como un muerto en vida es porque así se sentía ella.

Desvió su atención hacia el chico que no había dejado de mirarla ni por un minuto.

—Sé que no hay nada que te pueda hacer sentir mejor, pero...

—Tienes razón —lo cortó ella—. Nada puede reconfortarme.

Al oírla, Patrick se mordió el labio y retrocedió un paso. Eli entrelazó sus dedos con los de él.

Es por eso que te necesito a mi lado, le pidió telepáticamente.

—Siempre lo voy a estar, Pandita —contestó su novio en voz alta—. Diría que te ves radiante, pero mentiría. Luces como una maravillosa chica que acaba de perder a su mejor amigo. —Levantó su mano y beso tiernamente cada uno de sus dedos—. Estás hermosa para despedirlo.

—No digas eso —pidió ella, apoyando las manos en el pecho de Patrick—. Me correrás el maquillaje, y a Zack no le gustaría que lo despidiera así.

Sorprendentemente, el comentario consiguió que los dos rieran.

Habían pasado dos días desde el accidente que destrozó su vida, le quitó el aliento y aplastó su espíritu (no necesariamente en ese orden); dos días en los que ninguno de ellos fue capaz de sonreír, o mostrar algún indicio de felicidad momentánea.

Debido a que se encontraban en vacaciones de verano, Patrick se había quedado por un par de días en su casa; y por lo tanto, cuando se enteró de la muerte de Zack, ella tuvo en quien refugiarse (además de sus amigos y padres). Patrick no la había dejado sola ni por un instante, acto que ella no sabía cómo agradecerle, pues sin él, la pena ya habría terminado por comérsela viva.

Permanecieron mirándose, acariciando el rostro del otro.

Un golpe en la puerta los trajo a la asquerosa realidad.

—Amy, Sasha y Bruno están abajo —dijo su madre, ya arreglada para el funeral—. Ese vestido te queda bellísimo, hija. Serás la más hermosa.

—¿Le parece un buen momento, señora? ¿En serio? —farfulló Patrick ceñudo—. No sea impertinente.

—Cuida tu tono, Patrick —advirtió Stephen.

Elizabeth se separó de su novio y se acercó a sus padres.

—¿Entonces qué hacemos aquí? Vayamos —ordenó. Bajó las escaleras seguido de su papá y dejó a Patrick solo con Cynthia en la habitación.

—Vamos, Patrick —dijo la señora Scott con una sonrisa.

El chico caminó cautelosamente hasta tenerla a no más de diez centímetros.

—Usted le partió el corazón a mi mamá —escupió con una mirada iracunda—. Y yo no soy una persona hipócrita a diferencia suya. Así que no se lo olvide que la odio. Que toda mi familia la odia.

—Patrick, yo...

—Por zorra —soltó tajante. Sonrió al advertir su expresión confusa—. Oh, no ponga esa cara, señora Scott. Sus nietos nunca sabrán los monstruos que tienen por abuelos. Pero la maldad que cometió con el amor de mi vida, los perseguirá por siempre en silencio. Por las noches y en su lecho de muerte.

—Eli nos perdonó, Patrick. No te pongas insolente por algo que no te concierne.

—Todo lo que tiene que ver con Elizabeth me ataña —objetó él, acomodándose la corbata—. Ella es parte de mi familia. Y algún día, dejará su horrible apellido, lleno de estafas y chantajes, para tomar el mío. Espero esté consciente de eso.

—¿Es así cómo me pides la mano de mi hija, niñito atrevido?

Patrick se encogió de hombros.

—Es que soy un pobre chico del campo. No me educaron bien —ironizó sonriente—. Pero me enseñaron a amar, y créame que no es como ustedes los ricos lo hacen. Con permiso, Cynthia, mi novia me necesita.

Le regaló una última sonrisa sin una gota de amabilidad o cortesía, y bajó para encontrarse con los demás.

Había personas que ante situaciones tristes, se hundían, otras, escapaban. E incluso, conocía a alguien que vomitaba. A Patrick la pena lo volvía violento y rabioso.

Para él, soltar un par de verdades siempre era terapéutico.



*******



Se encontraba plácidamente jugando una partida de ajedrez con una chica de su edad, cuando una bruma blanca provocó el desconcierto en el salón completo.

Evelyn dejó caer el caballo blanco al suelo.

John fue el único que no se mostró turbado por la irreal escena, pues la diminuta figura que había dejado la niebla, se le hacía tan familiar como el lunar que tenía cerca de su codo. Sin embargo, su inesperada visita lo tomó por sorpresa, y más aún, su reciente habilidad que no sabía que se podía emplear en la Vida Terrestre.

—Necesito hablar contigo —dijo su amiga.

Todos los pacientes volvieron su atención al muchacho.

—Te das cuenta que canalizar a un centro psiquiátrico no ayuda para nada a que los pacientes mejoren, ¿cierto? —inquirió John a modo de reprimenda.

Por primera vez, su amiga pareció notar que todo el mundo la veía asombrado y aterrado; algunos habían comenzado a gritar de alegría, alegando que por meses soñaron con tal mesías.

—John, no seas pedante —bufó Lauren, sacudiendo su cola de caballo—. Me tiré de un acantilado para salvarte. Merezco tu eterna adoración, no tus regaños de madre. —Dio un paso hacia él, causando que Evelyn saltara fuera de la silla—. ¿Tu Mundo favorito era Subacuático?

Él asintió, y ella le dio la mano.

—Lauren, ¿qué estás...?

La interrogante se vio abruptamente interrumpida por un viaje que John había olvidado cómo se sentía. Cerró los ojos, y para cuando lo abrió, se encontró dentro de una burbuja, al fondo de un océano que ningún paciente en coma ha sido capaz de ver por segunda vez.

—Bienvenido a Subacuático —reveló su amiga con el pecho inflado de orgullo.

—¿¡Qué!? ¿Estamos en coma? —exclamó John.

—No en realidad. Estamos en el mundo de Coma, pero no en estado de coma.

—Me siento muy confundido en este momento —admitió, pellizcándose la nariz—. Para empezar, ¿desde cuándo sabes canalizar? ¿Tenemos Energía en la Vida Terrestre? ¡Y qué diablos hacemos en uno de los Cuatro!

Lauren le sonrió. Se sentó y vio a través de la burbuja. Esta había descendido más que cuando John viajó en una. Las criaturas marinas que él vio ya no estaban, en su lugar, unos seres tan fantásticos como irreales comenzaron a acompañarlos desde el exterior. Se trataba de criaturas brillantes. Una de ella cautivó su atención. Era una especie de tigre blanco; pero sin nariz, y con branquias en su cuello. Estaba plagado de manchas fluorescentes por todo el cuerpo, principalmente en el lomo, que brillaban en la oscuridad; sus patas habían sido reemplazados por dos aletas del mismo pelaje, y en lugar de una sola cola, tenía dos con unos cascabeles en la punta, que transmitían una melodía hipnótica.

Se fijó que la música guiaba a las demás criaturas; algunas eran más parecidas a peces, y otras resultaban quimeras de diversos animales.

—A veces pienso que el creador de este Mundo abusaba de las drogas —comentó Lauren siguiendo con la mirada a una tierna mariposa que se iba haciendo más grande a medida que seguía la melodía; cuando estuvo lo suficientemente crecida, abrió su mutante boca y se tragó a un pez rosado de una sola aleta—. Brutal.

—¿Vas a responder mis preguntas? ¡Iban a darme el alta en una semana! —exclamó, la intensidad de su voz agitó la burbuja—. ¿No podías esperar hasta entonces para secuestrarme?

—He estado canalizando desde que Grace nos fue a buscar y nos regresó la memoria. —Se encogió de hombros—. Me dije que si podíamos ir de Coma a la Vida Terrestre y regresar como pacientes, podríamos ir como personas sanas.

—Tenías razón.

—Así parece. Es mucho más fácil de hecho. Tengo toda mi Energía; de las dos vidas que viví. He creado más recuerdos bonitos y también he sufrido un poco más. —Ladeó la cabeza—. Practiqué mucho antes de decirle a nadie porque quería demostrarme a mí mismo que podía. Y lo conseguí —añadió sonriente, pero John vislumbró una sombra oculta de dolor—. Canalizar ya no es aleatorio como en Coma, donde si bien podíamos pensar el lugar al que queríamos ir, Coma tenía la última palabra.

—Ni me lo digas. Todavía recuerdo cuando Lisa y Patrick terminaron en otro Mundo.

Ambos compartieron una mirada del tipo: "Hay que quererla solamente".

—Lauren, eres un maldito genio. Digo, sé que tenemos tres genios en el grupo, pero tú eres el genio de los genios.

—Gracias.

—A veces me das miedo.

—Gracias.

—Por nada. Pero eso sigue sin explicar por qué me trajiste aquí.

—En Coma no hay enfermedades. Ni físicas ni mentales —explicó Lauren.

—Eso ya lo sé. Nosotros mismos lo descubrimos. ¿Pero qué tiene eso que ver?

—Porque lo que te voy a decir ahora, podría... arruinar tu tratamiento.

John soltó una carcajada.

—Lauren, no soy una muñeca de porcelana. Ya tengo el alta, y me voy en unos días a casa de Zack. Por un comentario no me va a dar depresión —dijo burlesco—. Así no funciona.

Su amiga lo tomó de las manos. Si ella hacía eso, es que se trataba de algo realmente serio. John tragó saliva.

—No soy delicada para estas cosas. Y de verdad pensé en cómo decírtelo, pero no se me ocurrió.

—Lauren, ¿qué pasa? —preguntó asustado.

—Zack acaba de morir.

Cuando ambos amigos comenzaron a llorar, las criaturas marinas danzaron alrededor de la burbuja, emitiendo una música melancólica. Su luz se volvió tenue, y un rugido los acompañó en su pérdida.

El mar estaba llorando.



*******



—... es por eso que nunca olvidaremos a Zack —finalizó la madre de Bruno. Descendió del podio y volvió a sentarse junto con sus amigos de la infancia en la primera fila.

Fue el turno de Daisy.

Bruno le apretó la mano con fuerza, pero ella se soltó de inmediato al sentir los ojos castaños de su amiga. A veces los hombres eran tan despistados, que terminaban dañando a quienes querían de forma inconsciente.

Lauren fingió no ver a Daisy cuando esta le pidió perdón con la mirada, y continuó con la frente en alto y la vista en John y Dylan.

La chica tuvo que bajar ligeramente el micrófono para que su voz pudiera oírse por todos. La cantidad de personas que habían llegado era ridícula para un adolescente común y corriente. Pero eso había alegrado ligeramente a todos, pues Zack había sido todo menos alguien ordinario.

Zack había vivido en cada uno de los corazones de los más de trecientos presentes, y eso, era mágico.

—Conocí a Zack hace un par de meses, en la parada de buses cerca de mi casa —comenzó diciendo Daisy. La voz no se le quebró, y consiguió una intensidad suficiente para cautivar a todos—. Recuerdo que estaba con unos enormes audífonos fumando un cigarro. Como algunos sabrán, mi corazón no funciona del todo bien, así que intento que mis otros órganos sí lo hagan. Lo que significa tener unos pulmones limpios de nicotina. —Sonrió, recreando toda la imagen en su cabeza, incapaz de creer todo lo había pasado ese semestre—. Cuando le pedí que lo apagara, me arrojó el humo a la cara. —Hubo varias risas, que desentonaron con la vestimenta negra, las flores y el ataúd—. ¿Y por qué les digo esto? Para que sepan que Zack de santo no tenía ni un pelo, o al menos, eso creía yo. En realidad, sí era una buena persona. Una hermosa persona que fingía no serlo; tal vez por órdenes de alguien o por miedo de salir lastimado. Tenía un enorme corazón, mucho mejor que él mío de segunda mano. —Nuevamente risas—. Pero era frágil, y temía romperlo. Sin embargo, cuando el comprendía que tú no querías lastimarlo, te encontrabas con el verdadero Zack. Y Zack no era uno solo, no. En realidad, ninguno de nosotros somos solo una versión de nosotros mismos. Descubrí en él a un poeta, un actor, un guitarrista, un bromista, un cantante, un excelente compañero para ver Los simpsons, un escritor mucho mejor que esta humilde lectora, y un precioso e invaluable amigo. Me siento profundamente agradecida de poder haber sido amiga de Zack, porque es difícil conocer a alguien así; alguien que se sale de la norma, que ama mucho y siente mucho. Para mí, Zack siempre será mi Bécquer preferido. —Sonrió, porque todo lo que dijo sobre él, le lleno el alma—. Y sé que ahora debe estar fangirleando con él y Shakespeare. —Miró al cielo, anaranjado por el atardecer y le lanzó un tierno beso, con amor de amiga—. Tú y yo fuimos de las únicas personas que demostraron lo maravillosa que puede ser una amistad entre una chica y un chico. El amor no siempre debe ser romántico. Yo amé a Zack, y lo seguiré haciendo, como el hermano mayor que nunca tuve. Como el ángel de la guarda que siempre tendré.

Volvió a su asiento, consciente de que sus palabras habían conmovido a varias personas, e incluso a todos sus amigos.

Amy se puso de pie y caminó hasta el lugar. Le habría gustado contar con el apoyo de Kevin, pero nadie lo había visto desde que se enteró del accidente, así que deseó que estuviera bien, y comenzó a hablar.

—Zack fue mi mejor amigo desde los ocho años. Él, Eli, Sasha, Kev y yo lo fuimos. No, más que eso. Fuimos una familia, y lo seguiremos siendo, incluso a la distancia. Para mí, Zack fue mi confidente. Solo él lo sabía... Solo él sabía que yo era gay —reveló, causando un alboroto entre los adultos. Sus amigos le sonrieron, orgullosos de su valentía—. Yo no quería ser gay, y le pedí a Zack un beso en los labios. Pensé que, si daba mi primer beso con un niño, entonces los sentimientos que yo tenía por una amiga se irían. Pero él se negó. Recuerdo que me sonrió y me dio un enorme beso en la frente. "Tú eres hermosa", me dijo, "y te mereces un beso con amor." Jamás olvidé sus palabras, y siento que es importante que se las comente, porque no hay nada que defina mejor a Zack que el amor verdadero. Él creía en el amor más que cualquier otra persona que conozca. Y el mundo necesita más personas como él. No necesitamos empresarios o genios, no. Necesitamos buenas personas. Necesitamos corazones grandes, como dijo Daisy. —Sintió las lágrimas queriendo aflorar, y decidió terminar—. Jamás dejaré de pensar en Zack, porque fue capaz de amarme cuando yo no pude. Y por ti, Zack. Por ti, estoy amándome. Por ti me amaré, me aceptaré, y seré quién realmente soy. Porque sé que si tú aún estuvieras aquí, me ayudarías a conseguir esas tres cosas.

Amy le hizo un gesto a Dominic para que se acercara a hablar, pero él sacudió la cabeza y se hundió en su asiento. Sasha le dio un abrazo al pelirrojo y se aproximó.

—Hola a todos, y muchas gracias por asistir —saludó Sasha ajustando el micrófono—. Zack estaría muy contento de ver que tanta gente lo extrañará, o como yo, lo está haciendo. Con cada segundo que pasa, lo extraño. En realidad, no me extenderé demasiado, porque si les dijera todo lo que amé de Zack, o cuánta falta me hace, necesitaría dos vidas para poder explicárselos, e incluso entonces, no sería suficiente. Hay sentimientos que no pueden trasmitirse en palabras. Lo que llevo en el corazón morirá conmigo. Y una parte mía, será enterrada hoy. Porque cuando muere una persona, mueren también todos los que la amaron. Y yo lo amé. Lo amo. Seguiré amando a Zack hasta que mi corazón deje de latir, mis huesos no sean más que polvo, y mi nombre sea olvidado por los vivos. Amé a Zack desde el momento en que lo vi. Para mí era un ángel que bajó a la tierra. Y por eso, pienso que ahora volvió a su verdadero hogar: el Cielo. Las dos personas que amaron a Zack como yo lo hice estarán de acuerdo conmigo cuando les diga que él merecía más. ¿No creen lo mismo, Eli, Dom? ¿No creen que Zack merecía un final feliz, más que cualquiera de nosotros? Solo nos queda esperar que lo esté teniendo. Amor mío, te amé por casi diez años en secreto. Tuve miedo de traicionar a mi mejor amiga. Y tuve miedo de confundir tu corazón de cristal. Pero ahora que no estás, puedo decirlo: te amo, te amo, te amo. Por siempre y para siempre.

A Eli se le cayó la rosa que tenía en la mano.

Se levantó, todavía impresionada por la revelación de su mejor amiga y caminó hacia al frente. Se sintió sucia. ¿Cómo es que Sasha no le dijo? ¿Por qué no le dijo? ¡Sasha merecía a Zack mucho más que ella!

Pero yo lo amé. Lo amé de verdad, se recordó.

—Zack no solo fue primer amigo, también fue mi primer beso, mi primera cita, y mi primer amor. Y sí, es cierto que dejamos de amarnos como una pareja, pero no significó ni por un momento que nuestro amor se apagó. No, tan solo cambió. Sin embargo, yo lo amé como nunca antes amé a nadie. Lo amé como sé amar: medio loca, medio cuerda. Di mi vida por él, y no cambiaría eso nunca. Es, en realidad, una historia casi fantasiosa. Pero te pudo pasar a ti perfectamente. Fue un día de agosto como cualquier otro. —La nostalgia le arrancó una lágrima—. Nos sentamos en círculo alrededor de la mesa de cristal para tomar una decisión de forma democrática. Ya llevábamos quince minutos discutiendo sobre la película que iríamos a ver al cine, pero cada uno de nosotros quería una distinta, por lo que se estaba haciendo realmente difícil llegar a un acuerdo. Sólo quedaban unos pocos días para volver a clases y aspirábamos a realizar la mayor cantidad de actividades posibles; cine y amigos siempre nos había parecido una combinación excelente...

Entonces tuve la idea: hacer un libro para advertirle a otros lo que a mí... No, lo que a nosotros nos pasó. Un libro aparentemente inocente, con una trama superflua para todo público que albergara mucho más.

Mientras todos ustedes leían sobre fantasía y romances imposibles, había un chico sufriendo. Un chico al que no prestaron suficiente atención.



*******



Despidieron a Zack al atardecer, porque nada le habría gustado más a él, que ser recordado con cada puesta de sol. Elizabeth alzó una linterna flotante, para recordar por siempre la vez en la que le pidió ser su novio. Luego, vino el turno de Dominic, para recordar por siempre que él había sido la luz en su vida; nunca volvería a apagarse, aun si eso le dolía cada día, lo haría por él.

Los demás alzaron sus respectivas linternas flotantes, que iluminaron el día que pasó a ser noche; eran pequeñas estrellas que se movían para darle fulgor a la oscuridad. Y ahora, cada vez que se ocultara el sol, ellos pensarían en él. Cada vez que la noche se hiciera presente, ellos pensarían en él.

Su amigo había muerto, pero ellos lo inmortalizaron.

Amy fue la última en dejar ir la linterna, y con ella, a Zack.

Se separó del grupo para ir al baño, porque todavía no estaba lista para llorar frente a los demás.

Bajó el monte por el sendero que llevaba a la planicie del cementerio. Pasó por nichos, mausoleos y algunas lápidas al aire libre. No se detuvo nunca, estaba segura de su destino...

Amy...

Paro de golpe. Se le heló el cuerpo, y sintió una patada en el estómago que le quitó el aliento.

—¿Zack? —lo llamó, dándose vuelta.

No había nadie. O mejor dicho, no Zack. Pensó que se estaba volviendo loca, y puede que la niña que la veía con una sonrisita burlesca también.

—Disculpa, yo creí...

—¿Que era un chico? —la interrumpió acercándose. Traía un ramo de flores y un colorido vestido que destacaba con su piel color chocolate—. Pero si ni hablé. Y tú estabas muy concentrada para darte cuenta de mí. Suelo camuflarme con la noche —bromeó, señalándose.

Amy, demasiado impresionada para decir palabra, se quedó examinándola con detenimiento. Era la primera persona de color que veía en carne y hueso. En su escuela solo había chicos blancos y uno que otro asiático; en la ciudad, también. Las pocas veces que viajó no se topó con negros, y de haberlo hecho, solo fue de pasada. Pero jamás había podido ver a alguien de piel oscura tan de cerca.

Las trencitas que tenía... ¿cuánto tiempo tardaría en ese peinado?

—Serías bastante mala camuflándote. Traes un vestido blanco con estampado de flores y... zapatos... distintos...

Ella soltó una risa.

—Mis abuelos solían decirme que si no eres como el común de las personas, tienes que vestirte de forma extraordinaria.

—¿Viniste a verlos? —inquirió Amy, un poco asustada. No entendía por qué. No entendía por qué no podía dejar de mirar ese peinado tan genial.

—Vengo siempre que puedo —respondió ella—. Les cambio las flores y los actualizo. O sea, sé que ellos van a donde yo voy y lo saben todo, pero me gusta conversar con ellos. Tú... ¿vienes del funeral, no?

—¿Mi cara destrozada me delató?

—Tu cara está perfecta —contestó ella; Amy sintió un ligero ardor en las mejillas—. Lo digo por tu vestido negro, y además, oí un poco... Me gustó tu discurso.

—¿Me escuchaste?

—Proyectas bien la voz —explicó la chica, encogiéndose de hombros—. Mucha gente vino, debe ser asombroso ser tan querido.

—Lo fue. Fue una persona maravillosa.

Ella dio un paso al frente y le colocó el cabello a un lado.

—Lo es —dijo amablemente—. Que no esté aquí no significa que haya dejado de existir. Siempre será lo que alguna vez fue. Las personas que mueren, no dejan de vivir, solo se cambian de mundo. Ay, no... ¡Te hice llorar! Perdón, perdón, ¡qué vergüenza! —La pescó en un fuerte abrazo—. ¡Soy una parlanchina! Quería hacerte sentir mejor y empeoré todo.

Amy se alejó del abrazo. Se limpió su rostro y le sonrió.

—Me hiciste llorar —notó.

—¡Lo siento!

—Nadie me había hecho llorar... Pero lo que dijiste fue hermoso. Fue inevitable hacerlo. Gracias.

—¿Le he dado humanidad a un robot! ¿Ahora conquistarás el mundo? —preguntó ella. La apuntó con un clavel—. ¡Tengo una flor y no temo usarla!

Amy soltó una risa. Se sintió feliz.

Entonces entendió.

—Eres divertida, aunque con pésimo gusto para vestir —le dijo. Puta madre, qué mala manera de ligar. Su público solía ser masculino.

—Eres un público fácil. Se me hace que te falta algo de dulzor en la vida. —Hizo una reverencia—. Soy Nicole.

—Yo Amelia, pero puedes decirme Amy.

—Y bien Amy, ¿estás libre para ir por algo para beber mañana?

—¿Acaso invitas a todas las chicas que se te cruzan en el cementerio? ¿Es tu forma de hacer amigas?

—Solo a las que me parecen arrebatadoramente hermosas—reveló sonriente.

Le tendió una tarjeta y se fue brincando.

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