📖Capítulo 16: El gélido fuego de la verdad📖

Elizabeth ni se inmutó cuando una bruma blanca comenzó a formarse en el centro de su habitación. Esperó de forma paciente a que su novio se materializara; lo primero que distinguió fue una un montón de hilos dorados, comparables con los rayos del sol en verano. La miró con semblante serio, incluso más que de costumbre, pero su aspecto físico terminó por delatarlo: ropa hecha jirones, rostro magullado y cabello tan enmarañado que de seguro un pájaro lo confundiría con un potencial hogar. Estaba claro que su rostro impávido no era más que una fachada, y que había pasado por más de un percance desde que fue abandonado a su suerte, junto con los demás chicos.

Sintió un ápice de compasión al verlo así de maltrecho, y hasta se le pasó por la cabeza mandar todo el plan por el desagüe y no separarse de él nunca más, porque lo necesitaba tanto que le aterraba su propio sentimiento de dependencia. Lo necesitaba como nunca necesitó a nadie. Últimamente se sentía más sola de lo usual. Intentaba a toda costa estar siempre en compañía de alguien; se decía que de esa forma no tendría tiempo para pensar y, en consecuencia, lamentarse. Entristecerse. Llorar. Gritar. Aislarse. Rendirse.

Se levantó de la cama y le sostuvo la mirada a Patrick durante varios segundos.

¿Ya puedo volver?, inquirió Patrick sin apartar sus ojos castaños.

¿Ya son todos amigos?, le preguntó ella.

—Eh, ustedes dos, dejen de hablarse telepáticamente —los regañó Amy, cortando el silencio con una voz autoritaria—. Es perturbador y maleducado.

—¿Y a ti desde cuándo te importa la educación? —se burló Eli, alzando las cejas.

Amy miró de reojo a Nicole, sin que esta siquiera lo notara, y luego volvió a centrarse en la pelirroja. Casi parecía que en su frente tenía escrito "no me delates frente a ella".

—¡Hola, tú debes ser el novio de Eli! —intervino Nicole. Tenía la atención puesta en Patrick, pero este ni siquiera se dignó en responderle el saludo.

—Llevamos un mes en el Coma, Elizabeth —dijo Patrick con tono suplicante—. ¿Cuánto más tendremos que estar allá?

—Solo han pasado dos semanas en la Vida Terrestre —contestó su novia. Imaginó sus labios acariciándose... ¡Sé fuerte mujer!—. Además, no puedes calcular el tiempo que llevan en el Coma si corre distinto en cada Mundo. Grace me explicó.

—¿Se te ofrece algo más, Gasparín? —preguntó Amy a la vez que se dejaba trenzar el cabello por Nicole.

Patrick mantuvo la mirada fija en Elizabeth. Estaba reacio a marcharse.

Elizabeth no tuvo más remedio que acercarse hasta él y rozarle los labios con las yemas de sus dedos. Notó que Patrick cerraba los ojos y se dejaba llevar por la caricia, mientras que ella percibía la calidez a la que ya estaba familiarizada. Luego de unos segundos, apartó su mano, obligándolo a abrir los ojos y volver a la Tierra.

—Yo no me iré a ninguna parte —le prometió ella con una sonrisa—. Y prometo que te compensaré. —Torció la sonrisa lo suficiente para que Patrick abriera los ojos desmesuradamente y curvara sus labios en una sonrisa todavía más grande.

—¿De qué clase de compensación estamos hablando?

—¿De cuál otra podría ser?

Patrick le dio un beso rápido en la mejilla. Con los ojos destellantes y una pícara sonrisa, retrocedió un paso y Canalizó de vuelta al Coma. Elizabeth esperó a que la niebla se desvaneciera por completo antes de voltear en dirección a sus amigas. Sonrió con una genuina alegría que hacía semanas no sentía; porque, por primera vez, vio a Amy con la clásica sonrisa de una tonta enamorada. Esa sonrisa que todos los rostros merecen tener al menos una vez en la vida.

—¿Lo de ustedes ya es oficial? —les preguntó Eli volviendo a sentarse en la cama junto con la pareja.

Amy no le respondió. Estaba recostada sobre el pecho de Nicole y disfrutaba con los ojos cerrados las caricias que esta le hacía en el cabello rubio. Nicole, por el contrario, parecía dispuesta a charlar con Eli; era muy difícil que se mantuviera callada por más de diez minutos.

—Lo nuestro fue oficial desde el primer día en que la vi. Es solo que ella no lo sabía.

Amy abrió los ojos y sonrió al oír la respuesta de su novia. Acercó la boca al rostro que la contemplaba con adoración, pero no fue capaz de tomar la iniciativa. Esperó a que Nicole se inclinara y juntara sus labios con los de ella. Eli se llevó las manos a las mejillas y soltó un agudo "awww" que arruinó el beso.

—Somos adorables —estuvo de acuerdo Nicole con total sinceridad.

—Sí, pero recuerden que están conmigo, así que no me hagan el mal tercio —pidió Eli, extrañando todavía más a Patrick—. Ya tendrán mucho tiempo a solas. O para salir en parejas.

¿Puedes oírme?, pensó.

No obtuvo respuesta.

—No lo sé, tu novio no se veía muy contento de verme —repuso Nicole, ciertamente incómoda.

Eli hizo un ademán de desinterés.

—Tranquila, él nunca se ve contento. Odia casi todo lo que no incluya libros, música o a mí. No es personal.

—Vaya partido —bromeó Amy. Eli le lanzó una mirada iracunda—. Eh, yo no me voy a meter en tus decisiones. Sé mejor que nadie que controlar al corazón es más imposible que controlar el clima.

—¿Qué se supone que significa eso, Amelia? —inquirió Nicole fingiendo enfado.

Amy le dio un beso en la mejilla.

—Que me gustas un montón, Chocolatito.

—Y tú a mí, Copito.

—¡Awww!, ya se tienen apodos gais —intervino Eli de forma impulsiva, como era de costumbre. Y sin meditar un segundo las palabras escogidas.

Por fortuna, ninguna de las dos le sermoneó con que "gay" es una orientación sexual y no un adjetivo y bla, bla, bla. Yo lo sé, Eli lo sabía (y espero ustedes también). Lo que pasa es que nuestra pelirroja rara vez piensa antes de hablar.

—Te diría que saliéramos todas las parejas en cuanto vuelvan los hombres, pero por lo que le prometiste, supongo que estarás ocupada —comentó Amy con una sonrisa picarona—. ¿Nerviosa por tu primera vez?

Eli soltó una risotada.

—Lo que menos me interesa ahora es eso —contestó, sin pelos en la lengua—. Pero Patrick no piensa en otra cosa, así que es mejor sacarle provecho a la situación.

—Los chicos son demasiado manipulables y muchas veces piensan con el pene —se rio Amy—. Por eso nunca me interesaron.

—Amén, Copito —estuvo de acuerdo su novia.

Eli volvió a sonreír, aunque no fue capaz de quitarse una fina capa de celos que poco a poco iba engrosándose. Qué fácil había sido para ellas dos.

Supuso que el amor no siempre consistía en un camino sinuoso lleno de baches. Entonces se cuestionó a sí misma.

¿Es esa la definición que debería tener sobre el amor?



*******



—¿No tienes un botón de silencio en alguna parte? —le preguntó Dominic a punto de perder la paciencia.

Sebastián pareció no oírlo y continuó charlando acerca de lo mucho que extrañaba a su familia, de los planes que había hecho para visitarlos en Navidad, de lo increíble que era el bosque, de lo divertido que era ir a buscar agua al río, de lo mucho que siempre quiso acampar de niño, de lo hambriento que estaba, y de por qué no sonríes nunca... Oh, espera. Eso no.

—¿Qué dijiste?

—Que por qué no sonríes nunca —repitió Sebas, ya sin el tono animado que empleaba para hablar de lo que fuera—. ¿Sabes que la mejor forma de rendirle luto a alguien es seguir viviendo por esa persona?

—No creo...

—Y la sonrisa es fundamental para vivir —lo interrumpió el español—. Inténtalo alguna vez.

—Es fácil promover la alegría todo el maldito tiempo cuando nunca te ha pasado nada malo en la vida —escupió Dominic.

Se detuvieron junto al río que separaba el bosque de la pradera. Dominic se acuclilló y llenó su balde hasta el tope. Al levantarse y dirigirse de vuelta al campamento, se dio cuenta que Sebas se había quedado de pie con su cubeta vacía, sin ninguna intención de cargarla de agua. Se acercó al chico y apuntó con su dedo la corriente que fluía detrás de él. Sebas hizo caso omiso a su orden; dejó el balde sobre el césped y agarró con sus manos el que Dominic sostenía. El pelirrojo frunció el entrecejo y forcejeó para que lo soltara, alegando que no estaba pesado y que no necesitaba su ayuda. Que se preocupara del suyo.

—No tienes que cargar siempre con todo el peso, ¿sabes? —le dijo Sebastián—. Es dañino para tus manos y tu espalda. Sí, es cierto que es tuyo, y tal vez por eso sientes que es tu responsabilidad, pero estás equivocado. Todos tenemos un ancla que nos hunde si no la acarreamos con fuerza y determinación, la de algunos es soportable y casi ni se siente, mientras que la de otros resulta una verdadera tortura. —Dominic bajó la cubeta y lo miró—. Como alguien cuya ancla es soportable, me veo en la obligación de ayudarte con la tuya. No me gusta que mis amigos sufran. No quiero te hundas, no quiero que te ahogues.

—¿Somos amigos? —inquirió Dom con asombro. Nunca había entablado una conversación con él antes.

Sebastián le dio unas palmadas en la espalda.

—¡Hombre, no me lo estás haciendo nada fácil! —soltó entre risas—. Pues claro que somos amigos. Y ya cambia esa cara, o marchitarás hasta la última flor de este Mundo.

Dominic estuvo a punto de replicarle que su rostro reflejaba el verdadero dolor, o alguna otra mierda media depresiva sacada de un post en Tumblr, pero cayó en la cuenta lo inmaduro que eso sonaba. Lo inmaduro que él siempre sonaba. ¿De verdad iba a pasarse la vida con un manto negro de aflicción sobre los hombros?

A él siempre le había gustado la fotografía, por lo que el cuarto de revelado se había convertido en su segundo hogar. Era una habitación oscura, iluminada débilmente por una bombilla roja. Ante el más mínimo rayo de luz, todos los negativos que colgaban de los cordeles y que reposaban sobre la disolución del revelado se arruinaban.

¿Y qué son las fotografías, sino recuerdos que congelamos y materializamos? Dominic bien lo sabía, pero recién comenzaba a reflexionar sobre el porqué le gustaba tanto acompañarse de un montón de recuerdos robados. En vez de vivir experiencias, se había acostumbrado a capturar las de los demás, para luego encerrarse junto a ellas en completa oscuridad. Quizá ya era tiempo de que dejara que la luz penetrara en el cuarto. Porque sin oscuridad, no podría seguir tomando recuerdos ajenos a costa de mantenerse al margen. Tendría que vivir y dejar que las fotografías cobraran vida dentro de él, arriesgándose a olvidar como lo hacía el común de los mortales.

—Supongo que es tiempo de abrir las cortinas y dejar que la luz entre —dijo Dominic.

Sebas no entendió ni una palabra de lo que dijo, pero no pidió explicaciones. A veces es necesario pensar en voz alta para aclarar nuestros pensamientos, y Dom se acababa de entender un poco más. Pero todavía le quedaba un largo camino que recorrer; como por ejemplo, abrir la ventana y darle un nuevo aire a su habitación.

—¿Puedo preguntarte una cosa? —inquirió Sebas, devolviéndolo a la tierra. Dominic le asintió—. Sé que estás así por haber perdido a Zack, pero...

—Prefiero no hablar de eso. Últimamente lo único que me dicen tiene que ver con la muerte de Zack, y no me ayuda en lo absoluto.

—No, no es eso. —Sebas sacudió la cabeza—. En realidad quería saber si lo que te tiene así también es por haber salido del clóset. ¿Fue muy difícil?

—¿A qué se debe la pregunta? —quiso saber Dominic. Intentó sonar relajado, pero un nudo en la garganta terminó por delatar su nerviosismo e incomodidad.

—A mi hermanito —se sinceró Sebas—. Se llama Pablo y tiene nueve años. Mis padres y yo siempre supimos que era diferente. Le cuestan las matemáticas y la ciencia no le interesa ni en lo más mínimo, pero es un as con el pince. Él nació para ser un artista, no un científico. A mis padres les costó mucho aceptarlo, pero uno no controla lo que ama. —Se acercó al río a llenar su balde hasta la mitad antes de regresar con Dominic y continuar—. Un día, hace un par de meses, yo estaba de visita y llegó de la escuela hablando sobre lo mucho que le que gustaba un niño de su clase. Al instante pensé que Pablo era gay, pero ahora pienso que puede ser bisexual, o pansexual, o asexual. Luego me dije que quizás le gustaban las chicas y solo hablaba de "gustar" como un potencial amigo. Y al final entendí que no era de mi deber etiquetarlo, que él ya sabría, o quizá ya lo sabe y todavía no lo comparte con nosotros. Como sea, yo sé que mis padres lo aceptarán sin reproche, y yo también.

—Tu hermano tiene mucha suerte —opinó Dom.

—Yo tengo suerte de tenerlo. Pablo es un artista, le fascinan las civilizaciones antiguas, es la persona más leal que vas a conocer, tiene el corazón de un ángel, le gusta el rap y adora la ópera. Esas son características de Pablo, no su orientación sexual. De quien te enamoras no dice nada de ti, es lo que haces por quien amas lo que te define.

Dominic se sobó el cuello.

—¿Por qué me dices esto, Sebas?

—Porque te estás ahogando en un vaso de agua. Patrick es tu hermano y te ama, sé que sí. He oído un poco de tu familia y parece la clase de familia que te aceptará sin reproches. Tienes que respirar, tienes que vivir. Tienes que dejar de sentir vergüenza. Nadie te está juzgando por ser gay.

—No lo digas así —soltó Dominic entre dientes.

—¿Así cómo?

—Como si fuera algo... normal, sin importancia.

Sebastián le sonrió. Tomó su cubeta con fuerza y le tendió a Dominic la suya.

—¿Por qué le daría importancia a algo que no la tiene? —Sebas le dio un codazo amistoso que le arrancó una sonrisa—. Así está mucho mejor, Fósforo. Ahora sígueme, tengo muchos más discursos motivaciones de donde salió ese.



*******



Kevin pilló a su primo cerca de la fogata, sentado sobre un tronco que servía como banca. Estaba jugueteando con sus dedos y no advirtió su presencia hasta que el fuego formó una sombra y lo delató. Bruno levantó la vista y lo saludó sin mucho entusiasmo. No podía culparlo.

—Lauren vino y me entregó esto de su parte —indicó Kevin, a la vez que le tendía un pequeño paquete.

—¿Y por qué no me lo pasó a mí? —preguntó Bruno. Soltó un suspiro y dejó el regalo en un extremo del tronco.

—Supongo que debe seguir molesta contigo. Después de todo no aclararon nada luego de su discusión. —Kevin se encogió de hombros—. Lauren podrá no ser de las que andan soltando al aire lo que sienten, pero eso no te da derecho a lastimarla. Es una buena chica y te quiere un montón, Bruno. No la cagues.

—No tengo ganas de pelear, Kevin.

—Ni yo. —Kevin suspiró y se sentó junto a él. Bruno le lanzó una mirada hostil, pero su primo alzó las manos en señal de paz—. En realidad vine a disculparme.

—¿Y esperas que te crea?

—Más o menos. Mira, sé que he sido un hijo de puta contigo desde que tengo memoria. Y si yo estuviera en tu posición, no me perdonaría jamás, ni creería una sola palabra proveniente de mis labios... Pero tú no eres como yo. Eres mejor. Muchísimo mejor.

—¿Puedes repetirlo mientras lo grabo? Necesito un nuevo ringtone para cuando me llamen.

Kevin soltó una risotada. Se deslizó para quedar más cerca de Bruno y le revolvió el cabello hasta dejarlo completamente revuelto. Bruno masculló una grosería y le devolvió el favor. Kevin se quejó, pero no se libró de su ataque y le permitió dejarlo tan chascón como él había hecho con Bruno. Ambos primos se miraron fijamente, y comenzaron a reír al darse cuenta cómo había quedado el otro.

—Digamos que fue un empate —indicó Bruno, todavía con el fantasma de la risa en el rostro.

—¿Podrás perdonarme algún día?

—Oh, no seas exagerado, Kev. Solo me desordenaste un poco el pelo.

—Hablo en serio.

Bruno suspiró. Fijó la vista en el fuego crepitante; observó cómo las chispas saltaban fuera de este y siguió con los ojos el humo que ondeaba en dirección al cielo. Por sus tonos anaranjados, adivinó que solo quedaban unas horas para que se oscureciera, pero luego recordó que en ese Mundo nunca era de noche. Y que su primo se estaba sincerando a plena luz del día, sin ningún propósito más que el de limpiar su consciencia, lo más probable.

—Zack también era mi familia, ¿sabes? —dijo Bruno, sin apartar los ojos de la fogata—. Tu papá es tan unido al tío Ben como mi mamá a la tía Crys. Yo siempre me crie con la imagen de que Zack era mi familia, pero nunca pude sentirlo de verdad, porque tú siempre estabas de por medio, evitando que me acercara, golpeándome si lo hacía. Te tenía mucho miedo. —Volvió la atención a su primo, y lo encontró con una mirada avergonzada—. Pudimos ser los tres amigos inseparables, pero me quitaste la oportunidad porque eres un egoísta, Kevin. Y ahora no la tendré nunca. Jamás podré sentir a Zack como a un miembro de mi familia. Y no sabes lo mucho que eso duele.

—¿Crees que sufres más por Zack que yo?

—Deja de hacer la muerte de Zack una competencia, maldita sea —bramó Bruno con los dientes apretados.

—Lo lamento... Ya lo sé. Es que yo... El día que perdí a Zack, me perdí a mí mismo. —Kevin se pasó las manos por la cara, en un intento desesperado por aclarar su mente—. No supe qué hacer, pero sí entendí que nunca volvería a estar completo. No asistí a su funeral, porque también fue el mío. El ataúd que yace bajo metros y metro de tierra no solo contiene su cuerpo, sino también la mitad de mi corazón. Hay una parte de mí que murió junto con Zack y era la mejor versión de mí mismo. La otra, la que está viva, no hace otra cosa más que culparse y odiarse y odiar a todo su alrededor. —Tuvo que detenerse. Se limpió los ojos y aspiró una cantidad de aire considerable antes de proseguir—. Y ya estoy cansado de esa parte, pero es todo lo que me queda. Es todo lo que soy ahora, Bruno.

—Lo bueno de ser una mierda de persona es que solo puedes mejorar. —Bruno le sonrió y le secó las lágrimas con la manga—. Si quieres que te perdone, entonces tienes que cambiar. Y no digo solo hacer el esfuerzo. Para mí, intentar ser una mejor persona no merece méritos, tienes que mejorar y punto. Ser una mejor persona te hace una buena persona. Intentar ser una mejor persona es solo un paso, y si te estancas ahí no eres más que un hipócrita.

—¿Me ayudas a dejar de ser un hipócrita? —preguntó Kevin.

—Tú crees que nadie en todo el mundo te entiende —expuso Bruno con cierta nostalgia en su voz—. Que tu dolor es único e incomparable. Pero verás, primo, no eres tan solitario y miserable como tú crees. Yo también perdí a mi mejor amigo en todo el mundo, a un miembro de mi familia a una parte de mí mismo.

—¿Hablas de tu papá?

Bruno asintió con la cabeza.

—Mi papá era mi mejor amigo. —Por primera vez desde que llegó a Estados Unidos, lo mencionó en voz alta. Para su asombro, no fue dolor lo que sintió, sino un enorme alivio que lo impulso a continuar—. Mis hermanos y yo crecimos sabiendo que papá estaba enfermo, y que nos dejaría mucho antes. Pero aun así, cuando se fue, mi pechó escoció como nunca. Jamás he sentido una pena similar. Él era todo lo que tenía. Cocinábamos todo el tiempo juntos, y siempre me decía que algún día sería un chef famosísimo con un restaurante de cinco estrellas. Y yo le creí, y fue mi gran sueño hasta que se fue. Ahora no quiero saber nada de gastronomía, o repostería o comida. Porque todo me recuerda a él. Todo eso me recuerda a mi papá y se me revuelve el estómago. Tú fuiste mucho mejor amigo con Zack que yo con mi papá, ¿sabes? Eso es lo que realmente me atormenta cada vez que intento llevarme algo a la boca, cada vez que siento hambre. Lo abandoné

—¿De qué hablas, Bruno? Tú no abandonaste a nadie, tu papá enfermó cuando tenía nuestra edad...

—No sabes toda la historia, nadie lo sabe. —Bruno apartó la vista de su primo y se concentró en sus dedos—. Sé que tu mamá te dijo que nos vinimos a Estados Unidos porque mi mamá no soportaba el recuerdo de mi papá, y puede que así fuera, pero en realidad lo hizo por mí. Porque me estaba muriendo, y no en sentido figurativo.

—¿Qué dices? —inquirió Kevin pasmado.

—Los últimos meses de papá fueron los más difíciles para la familia. Lo enviaron a casa, porque los doctores sabían que tenerlo más tiempo en el hospital no serviría de nada. Lo mejor era que pasara sus últimos días en compañía de su esposa e hijos. —Empuñó las manos y se golpeó las rodillas. Evocar esos recuerdos lo llenaban de rabia y frustración—. Y yo, en vez de quedarme junto a él, de cocinarle cosas ricas y contarle de mi vida en la escuela, me alejé. No puedo explicar por qué lo hice, pero no podía estar cerca de él, Kev... No podía. Estaba muy débil, y no soportaba verlo a la cara en ese estado. No quería aceptar que estaba así de mal. Mi mamá me dijo que estaba siendo egoísta, y que me arrepentiría, pero no la escuché porque soy un imbécil. Entonces murió de la forma que todos mueren: de golpe y sin previo aviso.

—Bruno... Eras un niño y tenías miedo —intentó consolarlo su primo—. Solo tenías dieciséis años.

—Dieciséis años en los que nunca me separé de él hasta cuando me necesitó de verdad —respondió, furioso consigo mismo—. No volví a poner un pie en la cocina luego de que muriera. Sentía su presencia y sentía la culpa acechándome en cada rincón. Luego la sentí en las comidas, así que dejé de comer. Literalmente. No comía nada. Bajé casi veinte kilos y tuvieron que internarme. Alimentarme vía intravenosa. Mi mamá acababa de perder al amor de su vida, y ahora tenía que preocuparse del imbécil de su hijo. Cuando me dieron el alta, ella sabía que era cosa de tiempo para que volviera a recaer, porque yo no era capaz de comer nada sin devolverlo enseguida. Así que prefería no comer en lo absoluto. No sé muy bien qué pasó para que se decidiera a venir para acá. Quizá fue idea de los papás de Zack, o de los tuyos. O de todos. Pero vinimos para que yo volviera a vivir. ¿Y sabes cómo fue mi primer día? —le preguntó con sequedad—. Contigo amenazándome. Ni siquiera fuiste capaz de darme tu pésame. Estaba destrozado y tú solo ayudaste a hundirme más. ¿Crees que puedo perdonarte eso?

—Creo que sí puedes, pero que no deberías —admitió Kevin, devastado—. No tenía idea de todo por lo que tuviste que pasar. Nunca me detuve a meditarlo, Bruno. Y no merezco que me perdones en lo más mínimo, pero quiero que sepas que lo lamento muchísimo. De verdad.

—Sasha fue la primera persona que me hizo sentir en casa —confesó Bruno. Sonrió ante su recuerdo—. Sasha siempre hizo de todo para que me sintiera mejor, y jamás me preguntó.

Kevin sonrió.

—Estaba malditamente celoso de ti, Bruno. Sasha te quiso desde el primer día, porque se dio cuenta de inmediato que eres una buena persona, incluso si tú no lo crees. No te castigues más.

—¿Todavía la amas? —preguntó Bruno.

—¿Y tú?

—Por supuesto que sí —se sinceró Bruno—. Pero no de la forma en que la amas tú. Nunca.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Porque cuando amas a alguien, románticamente hablando, lo sabes. No tienes que pensarlo. Solo la ves a los ojos y lo sabes. Te das cuenta de que la amas, y que quieres pasar cada segundo de tu vida junto a ella. Y jamás sentí eso a su lado.

—Grace me hace sentir así —dijo Kevin—. Y espero que un día sientas eso por Lauren, es buena para ti. Es media loca, chillona y más audaz que nadie. Te saca de tu zona de confort.

—Tú tienes una muy buena imagen de Lauren —opinó Bruno con las cejas alzadas.

Continuaron charlando varios minutos más hasta que Sebas apareció del bosque junto con el hermano de Eli y los felicitó por reunirse alrededor de la fogata. Enseguida se unió con John, y ambos comenzaron a llamar al resto del grupo para que los imitaran y se sentaran junto al fuego. Kevin le revolvió el cabello una vez más antes de pararse e ir a sentarse junto a Samu, que le señalaba un lugar a su lado.

—Por favor come —le suplicó justo antes de darse vuelta—. No estoy dispuesto a perder a más miembros de mi familia.

Patrick se acercó a Bruno y este le hizo un gesto para que se sentara junto a él, si es que quería, pero Patrick parecía más enfocado en el paquete que reposaba sobre el tronco.

—¿Y eso? —inquirió con el ceño fruncido.

Bruno se encogió de hombros.

—Lauren me lo trajo.

John, que no se despegaba nunca de su mejor amigo, se acercó al oír tal desfachatez y soltó una estruendosa risotada.

—No seas ridículo, mi Laury jamás habría hecho eso.

—Esa es la letra de Daisy —puntualizó Patrick. Se mordió el labio y apartó la vista del paquete—. La reconozco.

—¿Qué dices? —Bruno tomó el regalo y lo miró, perplejo—. ¿Entonces por qué Lauren dijo que era de ella?

—No tengo idea, pero es de Daisy —insistió Patrick.

Dio media vuelta y se fue a sentar junto a su hermano, quien conversaba animosamente con Sebas y Dylan.

—Creí que yo estaba enojado con él no al revés —indicó Bruno, todavía turbado por la revelación de Patrick.

John se encogió de hombros. Se le veía preocupado, hasta asustado. Pero al volver la vista a él, su expresión cambió.

—No le hagas caso —dijo con una sonrisa. Dio un brinco y se acomodó a su lado—. Sigo pensando que no eres un buen candidato para mi Laury, pero ahora me caes bien. Además, quiero ver qué te mandó. ¡Anda, ábrelo!

Bruno obedeció. Primero se detuvo en el envoltorio. Era papel blanco, y estaban escrito a mano diferentes superhéroes, tanto de Marvel como de DC cómics. Lo arrancó con sumo cuidado, pues pensó en todo el tiempo que eso le llevó y quiso conservar el papel. Abrió la caja. En su interior, había dos paquetes de galletas, un cupcake con cobertura de vainilla y una pequeña nota que decía:

"Hola hola, caracola. No me odies, lo hicimos para que se llevaran bien. Pero no creas que eso te salvará de mí. Por esta vez, te mandaré cosas poco saludables, pero no te acostumbres; mi próximo paquete será de frutas y verduras. Así que andando, te quiero masticando, saboreando, tragando y manteniéndolo en tu estómago, ¿estamos?

Pd.: Comencé a ver las películas de Marvel para tener de qué charlar cuando vuelvas, pero no entendí nada. No juzgaré tus gustos (mentira, los estoy juzgando). También puede que sea porque las partí en desorden. No lo sé, son demasiadas. ¡Pero que no digan que no lo intenté, eh!".

Bruno dejó la nota dentro de la caja y la cerró. John no le preguntó qué decía, no tuvo la necesidad tampoco: su rostro lo había delatado por completo. No estaba seguro si podría arrancarse la sonrisa de la cara. Y se prometió comer aunque fuera una galleta más rato. No quería defraudarla.

Volvió la atención al grupo, que estaba siendo organizado por Sebas. La primera pregunta fue sobre el libro favorito de cada uno (Samu: Demian, Sebas: El amor en los tiempos del cólera, Patrick: Orgullo y prejuicio, John no tenía, Dylan: Aristóteles y dante descubren los secretos del universo, Dominic: 1984 y La ladrona de libros y Kevin: Seda), luego pasaron a la música, a las estaciones del año y de un momento a otro ya estaban hablando sobre sus traumas familiares. Porque seamos sinceros, las familias de todos los presentes estaban bastante cagadas.


*******


Patrick contestó a la pregunta sin el menor tacto.

—Mi mamá biológica me abandonó en cuanto nací, y se suicidó hace un par de años. Antes la odiaba, pero ahora siento pena más que nada. Tenía depresión endógena. Ah, mi mamá de toda la vida es también la mamá de mi novia actual.

El bullicio de risas, aplausos y algunas desaprobaciones no se hizo de esperar. Patrick aprovechó ese tiempo para volver la vista al paquete que estaba justo frente a él. ¿Por qué no podía dejar de mirarlo? ¿Por qué le molestaba tanto que Daisy le enviase algo a Bruno? Al principio creyó que eran celos, porque Elizabeth no lo había hecho por él, pero entendió que no era eso. Era peor.

Dicen que el primer amor es imposible de olvidar, y Patrick comenzaba a pensar que tal vez tenían razón.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top