📖Capítulo 14: El día en que los hombres enfrentaron la culpa📖

Kevin se cubrió el rostro con las manos, asustado de que su madre le propinara un golpe lo bastante fuerte para dejarlo en coma (mal chiste). Para su desconcierto, Ashley se lazó sobre él y lo cubrió en un abrazo tan vigorizante que por un segundo olvidó que se trataba de su madre. Por un segundo, bajó todas las defensas que había construido a lo largo de su vida y aceptó la muestra de afecto. Entonces el abrazo se volvió eterno e incluso más reconfortante, y deseó no separarse nunca de ella. Era un niño desamparado, aterrado por el futuro y destrozado por el presente; pero ahí dentro, en los brazos de su madre, los miedos que se lo comían como un buitre a un montón de carroña, desaparecían lentamente. Quiso fundirse en el cuerpo de su mamá, quiso llorar hasta que no le quedase ni una gota de agua dentro del cuerpo, y quiso gritar porque su hermano estaba muerto.

Nunca en toda su vida amó a su mamá como en ese momento, y nunca volvería a amarla menos; porque, por primera vez, se sintió amado por ella.

Permanecieron de esa forma durante varios minutos, minutos que a Kevin se le hicieron tan eternos como efímeros. Finalmente, este se separó y, mirándola a sus ojos grises, los mismos que había heredado él; audaces, fríos y leales, tuvo bríos para disculparse con un hilo de voz. Le pidió perdón por los años que nunca podrían recuperar, todas esas veces en las que él la hizo a un lado y ella no luchó por formar parte de su vida; ambos eran culpables de que no existirá lazo alguno que los uniera, salvo los genes, tan diminutos y azarosos que el valor que se les da resulta inverosímil. Pueden atarte a alguien con la misma intensidad que liberarte. No es lo que corre bajo nuestras venas lo que nos dicta quién debe formar parte de nuestra; es una decisión, en parte nuestra y en parte de los recuerdos ya hechos y de los que queremos hacer.

Pidió perdón por las veces que rechazó ir a Italia, por ser un mal primo y un mal sobrino; por ser indiferente con su ascendencia; por no demostrar que sí amaba a sus hermanos, incluso si eran unos aburridos y bien portados; por esquivar las pocas muestras de afecto de sus padres; por ser lo que destrozaba a la familia y, sobre todo, por no haber estado ahí para Zack. Bajó la cabeza, avergonzado de ser el peor amigo del mundo, pero Ashley lo tomó por la barbilla y le sonrió; sus ojos brillantes le prometieron que todo iría bien, que lo entendía y que estaba perdonado. Besó sus mejillas, su frente, su nariz, y terminó por comérselo a besos como cuando era pequeño y ella lo perseguía para torturarlo con cosquillas hasta que Kevin le daba un beso; entonces su papá y Spence se les unían y los tres unían fuerzas para atacarlo. Mucho había cambiado desde aquel recuerdo, pensó Kev, y sin embargo, ahora que lo evocaba, la sensación de felicidad se mantenía fresca, como si hubiese pasado el día anterior.

Lo que le da vida a los recuerdos no son los colores, las personas, las palabras, ni el ambiente, sino lo que todo eso nos hace sentir.

Ashley comenzó a disculparse, a decirle lo mucho que lo amaba —porque lo hacía, con cada átomo que la formaba—, a suplicarle que nunca más volviera a desaparecer; le dijo que había perdido a muchas personas a lo largo de su vida y que no habría resistido si algo malo le hubiese ocurrido a él. Estuvo dispuesta a quedarse de rodillas en el césped bien cuidado de su pomposo antejardín, abrazando a Kevin y hablándole hasta que ambos curaran la pésima relación que tenían, pero tuvo que interrumpirse al ver a sus otros hijos de pie frente a Kevin, esperando el momento indicado para actuar. Lo que ellos no sabían es que no existe tal cosa. Ningún momento es el indicado para nada, y por ende, cualquier instante es correcto para todo.

Kevin sintió la presencia de sus hermanos y se levantó para verlos de frente. El mayor le ganaba por un par de centímetros; tenía su mismo cabello castaño, aunque Spencer lo llevaba más corto y ordenado; compartían los irises grisáceos de su mamá y su nariz recta pero delicada. Solo la forma del cuerpo los diferenciaba; el de Kevin, con una espalda ancha y los brazos trabajados; el de Spencer, menos varonil (no hacía tanto ejercicio como Kev). Y sin embargo, lo estaba mirando con una expresión dura y fría, como un general que se dirige a su pelotón el primer día de entrenamiento.

—Le diste un susto de muerte a mamá y papá —lo reprendió Spencer.

—También me alegra verte, Spence —respondió Kev con una mueca. Nunca se había visto en esa situación antes, avergonzado de sí mismo, preparado para una reprimenda que aceptaría, porque sabía que se la merecía.

—¿Lo vas a abrazar o no, Spence? —preguntó Lucas—. Porque si no, es mi turno. —Se puso por delante de su hermano mayor y se dirigió a Kevin—: No te extrañé ni un poco, es más, ¿de verdad te fuiste?

Kevin abrió los ojos desmesuradamente, asombrado ante la frialdad con la que Lucas le había hablado. Buscó una explicación en su hermano mayor, pero Spencer miraba la escena con cara de póquer. Su madre se había alejado para darles espacio, por lo que estaba completamente solo. Solo y confundido.

—Lucas, yo...

—Si quieres golpearme, hazlo —lo interrumpió su hermano menor, ceñudo—. O molestarme. O gritarme. O lo que sea que haga mi vida más miserable, pero por favor, deja de fingir que no existo. Prefiero que me odies a que me ignores. —Poco a poco la voz se le fue quebrando, hasta que no resistió más y comenzó a llorar—. No vuelvas a irte...

Lo abrazó con desesperación, temeroso de que en cualquier momento volviera a abandonarlo. Kevin se quedó paralizado, como un tronco; no entendía cómo reaccionar ante tal muestra de afecto de su hermanito. Se sintió como un monstruo, era incapaz de corresponderle el abrazo porque no sabía cómo. Spencer pareció notarlo porque se acercó y se sumó al abrazo.

Primera vez que los tres no abrazamos, pensó Kevin, pasmado.

—También me asustaste a mí —admitió Spencer apartándose. Le sonrió ligeramente, y apoyó una mano en su hombro—. Eres mi hermanito, se supone que debería cuidarte.

—Si te pones sentimental, te golpearé —advirtió Kev.

Spencer le dio un golpe en el brazo y soltó una risa. Por primera vez, Kev sintió que sus risas se parecían. Que ambos se parecían. Que los hermanos, quieras o no, se parecen. Pensó en Zack y se preguntó qué tanto se parecían. A veces olvidaba que no eran hermanos de verdad.

—Lamento haberme ido —se disculpó Kevin. Lucas todavía no se había despegado de él y lo tenía agarrado del brazo—. No volverá a pasar. Yo... necesitaba tiempo para pensar.

Le revolvió el cabello a Lucas hasta que su hermano protestó, lo pisó y despegó de él de brazos cruzados.

—Te perdiste su cumpleaños —dijo Spencer—. Que ya no esté aquí no te da derecho a abandonarlo. Es tu mejor amigo. Siempre va a ser tu mejor amigo.

—Ya lo sé —masculló Kevin empuñando las manos—. Sé que me fui hace cinco semanas, sé que su cumpleaños fue hace una semana, y sé que soy un imbécil, un cobarde y un maldito egoísta. ¿Está bien? No necesito que me lo diga alguien más.

Spencer le sonrió.

—Me alegro. Deberías decírselo a la tía Crystal, está adentro. Y Franco y Ornella también, vinieron solo por ti. —Kevin estuvo por entrar a la casa cuando Spencer lo tomó del codo para que se detuviera—. No vuelvas a irte, idiota. Te quiero.

Kevin asintió con una sonrisa. Giró en redondo, tomó aire y se dirigió a su casa seguido de sus hermanos, quienes ya no le parecían una completa peste.



*******



—Robbie, estoy bien, te lo prometo —aseguró Ben. Su voz sonó tranquila, y desentonó con la mirada irascible de su mejor amigo, que recorría la habitación echando humo por las orejas.

—¡Claro que no! —replicó Robert. Entró al vestidor y salió con un bolso de mano que dejó sobre la cama—. Ashley no tenía ningún derecho a decirte eso. ¿Por qué siempre le aguantas todo? Ya no somos niños.

—Sé que no fue su intención lastimarme, estaba muy nerviosa.

Robert tomó unos pantalones y los echó al bolso; siguió arreglando el equipaje hasta que Ben lo llamó por su nombre. Entonces volvió a la realidad. Entornó los ojos, y se sentó en el borde de la cama. Tenía muchas cosas dándole vueltas, pero solo una le dolía de verdad.

—No puedes irte por lo que ella me dijo a mí —postuló Bernard acomodándose los anteojos—. Eso es asunto de nosotros dos.

—Es más que eso, Ben. —Robert se despejó la cara con las manos—. Ella no me ha perdonado. Y yo no puedo más. Lo soporté por los niños, pero ellos ya están grandes...

—No, basta, cállate. Ashley te ama, y si tú la amas... —Se detuvo. Volvió la vista a Robert y lo miró con expresión abatida—. Es eso, ¿no? —Robert no dijo nada—. Ashley no te ha perdonado porque todavía sientes algo por Crystal.

—Ben... Yo jamás... —Robert agachó la cabeza.

—Entiendo, Robbie. Siempre lo he entendido —dijo Ben con una sonrisa triste—. Incluso cuando pasó... lo entendí. Ustedes dos siempre han sido los más unidos, siempre la has cuidado como yo jamás pude. No digo que lo que pasó no me duele, pero no voy a culparte, no voy a odiarte, porque eres mi hermano y si eres feliz, yo también lo seré. —Se refregó los ojos rojos, sin perder la sonrisa que solo le causaba dolor a su amigo—. Yo no la merezco.

Robert se acercó y le plantó una bofetada.

—Ahora tú eres el que debe callarse. Crystal es tu esposa, te escogió a ti.

—Pero tú todavía la amas —dijo Bernard sobándose la mejilla—. Ella se quedó conmigo porque quería verme feliz, pero no para alcanzar su propia felicidad. Yo fui un egoísta al aceptarla.

—No he conocido a una mujer más hermosa que Crystal —reconoció Robert avergonzado—. Es bondadosa, amable, y un sinfín de adjetivos que la vuelven un ángel. Pero no estoy enamorada de ella, Ben. Y ella te ama solo a ti. Mi corazón siempre ha sido de una loca, audaz y leal mujer. Una que dejó de confiar en mí hace años.

—No te creo, sé que lo dices para hacerme sentir mejor. —Ben suspiró—. Pero sí sé que amas a Ash, y que ella te ama puede que incluso más. Así que no voy a permitir que cometas una estupidez y arrojes más de veinte años de matrimonio al tacho de la basura.

—¿Tú perdonaste a Cristsy? —inquirió Robert. Al ver el rostro turbado de Ben, comprendió que no estaba listo para esa pregunta. O mejor dicho, no estaba listo para responderla.

—Yo no tengo nada que perdonar —sentenció—. No estábamos juntos.

—Ustedes dos sí que se tardaron, ¿no? —se burló Robert—. Todo el grupo sabía que se amaban menos tú y ella.

Bernard no se rio.

—Creo que fue más complicado que eso. Creo que lo que sentíamos por el otro no era suficiente, hasta que... un día... lo fue. —El recuerdo le arrancó una sonrisa—. Crystal y yo nunca hemos sido buenos para expresar lo que... —Se detuvo; sacudió la cabeza—. Zack sacó lo romántico de ti.

—Bernard, para. ¿Ves? Por eso tengo que irme... Necesito pensar...

—Ahora que llegó tu hijo, ¿te vas tú? —Ben negó con la cabeza—. Ve a abrazarlo, y no actúes como un estúpido. Si dejas todo esto, tus hijo, a Ashley, tu hogar, todo por lo has luchado, te buscaré, te encontraré y te golpearé tan fuerte que no podrás volver a levantarte y cagarla, ¿me oyes? —advirtió con una mirada furiosa. Se vio adorable en un cuerpo tan pequeño.

—¿Qué crees que diría Spencer? —preguntó Robert de pronto—. Quizá algo como...

—Spencer murió —lo cortó Bernard.

—Ya sé, pero...

—Los muertos no hablan, no piensan y no están aquí.

—Ben...

—No importa que todos digan que siguen con nosotros, porque no es cierto. Los recuerdos no bastan, los recuerdos no consuelan, solo lastiman y te hacen desear lo imposible.

Robert suspiró.

—Spencer te diría que sigues siendo el mismo negativo que siempre.

—Y yo le diría que lo lamento, que le extraño, que le amo y que fui un idiota —confesó Bernard apretando los dientes—. Pero eso ya de nada sirve. No está aquí, y nunca va a estarlo.

Robert no le contestó. No supo qué responderle, porque en el fondo —muy oculto dentro de él—, sabía que su amigo tenía razón.



*******



En cuanto Kevin cruzó el umbral de la puerta, su campo visual se redujo a un cabello rojo que le quitó el aliento, literalmente. Tuvo el impulso de apartarse, de gritarle un par de verdades y de empujarla con todas sus fuerzas lo más lejos de él posible, pero se quedó ahí y la abrazó de vuelta. Después de todo, eran mejores amigos. Estaba condenado a ser su mejor amigo.

—Eres el más estúpido, idiota, imbécil y desgraciado de todos —rugió Eli sin separarse de él—. Tengo muchas ganas de golpearte y también a Grace por ocultarme dónde estabas. Y te amo mucho, montón de basura, por favor no vuelvas a irte.

Kevin se separó de su abrazo.

—No pude soportarlo.

—Yo tampoco, Kev. ¿Te cuento un secreto, tarado? Muchas cosas son insoportables, pero debes hacerlas igual, o pasarás toda tu vida huyendo.

Kevin quiso decirle que cerrara la boca, que se muriera, que se jodiera de mil maneras distintas. Él había soportado lo insoportable cuando ella había estado en coma, cuando Zack había tenido múltiples crisis frente a él por el mismo motivo, y en cada maldita conversación con su madre y hermanos, en las que siempre había sentido que no lo amaban.

No dijo nada de eso.

—¿Dónde están Amy y Sasha? —preguntó escudriñando la habitación con los ojos. Volvió la vista a su amiga y se encontró con una mirada cargada de decepción; quizá fue demasiado distante con ella—. También te amo, Ariel. Prometo no volver a hacer nada estúpido, al menos hasta que acabe el mes.

—Trato. —Eli sonrió. Kevin sabía perfectamente cómo contentarla—. Amy está en una cita con Nicole y Sasha se fue a visitar Harvard con Sebas y Samu. Puedo ir a buscarlas, si tú quieres —añadió con una cálida sonrisa. Kevin se la devolvió. La noticia de que Amy se había atrevido a salir con una chica le dio ánimos que no sabía que tenía.

Amy nunca le había fallado.

Bruno, Patrick y Dylan se les acercaron y lo recibieron de distintas maneras. Patrick le estrechó la mano con formalidad y Dylan, que era mucho más pequeño que él, lo rodeó con un abrazo cariñoso que llegó a conmoverlo. Dylan nunca le había caído mal.

—Es muy raro verte sin John —comentó Kevin—. Y a ti sin Sasha —agregó dirigiéndose a su primo.

Este último se dio vuelta para comprobar que Lauren no los había oído; en efecto, se encontraba muy ocupada conociendo a Ornella y Franco como para acercarse a saludar al mismo chico que ella misma había convencido de volver.

—Sé que Sasha se devolvió a casa de Sebas porque olvidó algo. Además, ella y yo casi no nos vemos, estás muy desactualizado.

—Tu primo tiene razón, Kev —estuvo de acuerdo Eli—. Ahora no se despega de tu ex —continuó, mirando a Patrick—. Te agradezco que no la hayas traído, Bruno, es un completo fastidio.

—No empieces, Eli —la regañó el italiano, buscando apoyo que sabía que no encontraría en el rubio bueno para nada.

—No sé por qué tardan tanto John y Dom —comentó Dylan, nervioso de que se iniciara una discusión.

Patrick y Eli se miraron asustados.

—¿Le dijiste a Dominic? ¡Te dije que no le dijeras! —soltaron con armoniosa sincronía.

—Sus poderes de telepatía cada vez me asustan más —confesó Bruno.

Kevin intentó serenarse, de verdad que sí. Intentó que la sangre no se le congelará, que los gritos no surgieran desde sus cuerdas vocales, que la rabia no tomara control de sus puños y que las ganas de asesinar disminuyeran. Y puede que lo haya conseguido, al menos durante unos segundos. Sin embargo, en cuanto una bruma blanca cautivó a todos los presentes en la habitación, y reveló al novio de Dylan junto al causante de toda la mierda que su vida era ahora, sus intenciones se disiparon igual que la neblina.

Ninguno alcanzó a atajarlo, ni siquiera a percatarse de lo que estaba por hacer. Pues no fue hasta que se abalanzó sobre Dominic y comenzó a golpearlo que los demás se acercaron deprisa a intervenir.

—¡Suéltame, hijo de puta! —chilló Dominic, con inútiles esfuerzos por librarse de él.

—¡No hasta que te mate! —bramó Kevin golpeándolo una y otra vez. Era demasiado fácil lastimarlo. El chico apenas sí sabía defenderse con los brazos, y si se cubría el rostro ya destrozado, Kevin lo golpeaba en el pecho, en los hombros, o en donde fuera con tal de causarle daño.

Necesitaba desahogarse.

Sintió que unos brazos lo alejaban de su víctima. Rugió furioso, y se sacudió con intenciones de acabar con su cometido, pero al ver que se trataba de su padre, supo de inmediato que no podría deshacerse de él; le doblaba en fuerza.

—¡Voy a matarte! —sentenció Kevin. Vio que Dominic escupía sangre en suelo y sonrió, satisfecho.

Todos se abalanzaron sobre el pelirrojo, principalmente sus hermanos; comenzaron a comprobar que estuviera bien. Kevin había escuchado tronar su nariz, y se alegró en demasía al notar que Ornella, que era enfermera, hacía hincapié en esa parte de su rostro.

—Tenemos que llevarlo al hospital —dijeron a coro Eli y Patrick. Kevin quiso borrarles la sincronía de un manotazo.

Se tomaron de las manos y luego afirmaron a Dominic, que respiraba débilmente. Su padre, un hombre demasiado bueno para su suerte, aflojó su agarre. Kevin se zafó de él y se lanzó sobre Dominic, desapareciendo junto con los demás al instante.


*******


No bien pisaron la tierra de Cuatro Estaciones, Sebas y Samu tomaron a Kevin para alejarlo de Dominic.

—¡Dónde carajos estamos! ¡Suéltenme!

John y Dylan fueron los últimos en llegar.

—¡Qué diablos te pasa, imbécil! —gritó Eli furiosa—. ¡Por poco matas a mi hermano!

Grace apoyó la mano en su hombro y se dirigió a todo el grupo masculino.

—Nos tienen hartas con sus putas diferencias —comenzó explicando, ceñuda—. Es por eso que, junto con Daisy, Lauren, Amy y Sasha, decidimos que se quedarán aquí hasta que resuelvan sus conflictos.

—Ni hablar —dijo Patrick al instante—. Me largo de aquí con Dominic, tiene que ir a un hospital enseguida. Y no pienso pasar un solo instante con el psicópata que elegiste por amante.

—Ni yo contigo —bramó Bruno.

—¿Acaso te crees tan buena compañía? —bufó John—. ¿Por qué entonces no estás con tu novia como corresponde, idiota? ¡Lo único para lo que sirves es para lastimar a Laury!

—¡Y tú... deprimes... a todo... el... mundo! —logró modular Dominic; volvió a escupir sangre y soltó un quejido.

—¡Mira quién vino a hablar!

—¡YA BASTA! —gritó Samuel. Nunca nadie lo había oído elevar la voz, y todos, incluido Kevin que no había dejado de patalear, le prestaron atención—. Ustedes son amigos, maldita sea. Yo los conocí cuando eran un grupo, y quiero formar parte de esa familia otra vez. Lo que sea que esto sea... No lo quiero, y sé que ustedes tampoco.

—Ni intentes regresar —advirtió Eli con los ojos clavados en su novio—. Ya le dije a mamá nuestro plan y está totalmente de acuerdo conmigo. Si vuelvas, te mandará para acá.

—Está bien, voy a fingir que esa oración no sonó como a dos hermanos peleando, porque eso sería realmente asqueroso —comentó Grace—. A veces olvido que comparten más que la mente.

—Y también les dije a Crys y Ben —le reveló Eli a John antes de que este siquiera pensara en Canalizar—. Lauren le dijo a tu hermana, así que estás atrapado.

—¡Esto es completamente injusto! ¡Ustedes las chicas se llevan peor que nosotros! —protestó John.

—Pero nosotras no nos partimos la cara cada vez que nos vemos —argumentó Eli—. Si fueran normales y hablaran mal de los demás a sus espaldas como el resto de las personas, no estaríamos haciendo esto. Ahora, o se llevan bien, o se pudren aquí.

—¿Hace cuánto tenían planeado esto? —inquirió Patrick con el ceño fruncido.

Grace se encogió de hombros.

—Samu y Sebas podrán responderles. Y tú —dijo, con los ojos fijos en Kevin—. Compórtate, pedazo de imbécil.

Dicho aquello, le lanzó un beso y se fue junto con su amiga.

—Tenemos que buscarle un hospital —anunció Patrick, arrodillándose junto a su hermano. Recordó la vez en que John se desmayó por causa de Lauren y sonrió con nostalgia. Tanto había pasado desde entonces...

—Gracie me dijo que nadie puede morir en el Coma —explicó Samu—. Así como ustedes no existían del todo cuando visitaban su Vida Terrestre, los de la Vida Terrestre no existen del todo aquí. Sin un cuerpo, no hay posibilidad de muerte.

—¡Pero me duele de puta madre! —se quejó Dominic.

—Sobrevivirás —escupió Bruno con tono despectivo—. Yo te golpeé más fuerte.

—John, mi amor... ¿Te pasa algo? —preguntó Dylan.

Todo el grupo le prestó atención al chico para ver qué ocurría. John, lentamente, comenzó a reírse solo. Se rio durante varios segundos y, cuando acabó, la sonrisa en su rostro no se borró. Es más, casi parecía que crecía con cada segundo que pasaba.

—Maldita sea, cómo extrañaba ser feliz —comentó entre sonrisas—. ¿Qué haremos para divertimos?

Eso pareció activar un botón invisible en Sebastián.

—¡Este lugar es fantástico! ¡Es como Narnia pero sin la guerra! ¿O acaso hay guerra? ¿Creen que nosotros podamos acabarla y ser coronados reyes? ¿O es muy cliché que haya una guerra? ¿Dónde hay algo para comer? ¡Me muero de hambre! —Tenía tanta energía acumulada que las palabras se le atascaban en la lengua—. ¿Aquí hay criaturas mágicas? ¿Dragones? ¡Uh, es mi sueño ver un dragón! ¿Podemos montarlos o son salvajes? ¿Y si me convierto en un jinete de dragón? ¿Es eso muy cliché? ¡Coño!, ahora todo es un cliché, ¿se han fijado?

—Si lo callas, prometo no matar a Dominic cuando me sueltes —le susurró Kevin a Samu.

—Por acá hay un caballo que ruge como león y si lo tocas, te quema, ¿te sirve? Juro que si cierras el pico, te lo mostraré —prometió Patrick a punto de perder la nula paciencia que Dios le había otorgado.

—Extrañaba tu lado asocial, hermano —confesó John sonriente.

—Y yo tu lado feliz —declaró Patrick con una sonrisa que raramente formaba.

Dominic tensó la mandíbula al verlos darse la mano. Volvió la vista a Dylan y le sonrió. Para su deleite, el chico se acercó de inmediato a ayudarlo.

Nadie le volvería a quitar a su hermano sin sufrir las consecuencias. 

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