📖Capítulo 1: Un réquiem fuera de lo normal📖
Con el correr de los años, he perfeccionado un juego que llamé "¿Y si el año tuviera solo once meses...?" Así pues, los invito a unirse. Relájense, déjense llevar por la imaginación de mis palabras y visualicen la siguiente escena.
Un vals resuena tanto en el gimnasio como en nuestros propios oídos; es tiempo de que las parejas se aproximen y bailen lentamente, al compás de la melodía que poco a poco los induce al ansiado beso. Las chicas pestañean más de lo usual y sonríen con tímido deseo; quieren ser besadas, y lo expresan sin palabras. Sus acompañantes, tan nerviosos y emocionados como ellas, deben tragarse el miedo y actuar, pues han comprendido (no todos por desgracia) las señales de sus pares.
La iluminación del lugar tiene una claridad cada vez más tenue; una niebla decorativa desciende del techo a la vez que la música sube dos tonos; todo ha sido estratégicamente climatizado para hacer de esta noche un recuerdo ideal.
Eli, una de nuestras graduadas, está consciente de que no habrá un mejor momento que este para compartir un beso con su novio. Acostumbrada a dejarse llevar por lo que su corazón le indica, ignora la absurda regla de tener que aguardar por los labios del chico, y toma la iniciativa de forma instintiva. Él acepta el calor de la unión, y no tarda en corresponder lleno de ternura y con una pizca de lujuria (como siempre), hasta que la música deja de oírse, las demás personas desaparecen, y toda la escena se esfuma al igual que una niebla matutina, dejándolos solos para que puedan consumar el beso que, durante toda la noche, ansiaron compartir.
Patrick finalmente se separa de su novia, más que para respirar que por voluntad propia.
Bajo el foco de luz, al interior de sus cuencas, su característico océano resplandece cuán mar bajo los astros de la noche; suplicándole que vuelva a fundir los labios de él con los suyos. Es entonces cuando Patrick se cuestiona, como tantas otras veces, qué es lo que lo hace merecedor de un fulgor como aquel. Cómo es que la vida le obsequió un tesoro como ella; quizás nunca podrá comprender por qué Elizabeth lo ama, pero lo que importa es que lo hace. Tanto como él la ama a ella; ambos se necesitan y complementan, y juran bajo la luna y el sol que nada ni nadie volverá a impedir que estén juntos. Porque amores como el de ellos sólo se encuentran en los libros que leemos; y si tú crees haberlo hallado, por favor, lucha por él, así como ellos dos lo dieron todo por el otro. Uno le entregó su Estrella, y la otra le salvó la vida. Y sí, también en viceversa es válido.
Siguen bailando, aun cuando Patrick no tiene idea qué hacer con los pies o dónde colocar las manos sin ser tomado como un Wilde ni un Sade; es ella quien lo guía, pues tiene una destreza motora envidiable, y consigue captar la atención tanto de chicos como chicas. Se mueve ligera, como un ave, como una pluma, más allá de las nubes, tan arriba en el cielo que los ángeles la reclamarán en cualquier instante.
—Todos te están mirando —protesta el muchacho, consiente que muchos de sus admiradores le ganan a él tanto en físico, como en cualquier otro atributo a tener en consideración a la hora de escoger novio.
Ella le da un beso en la mejilla que le deja el rostro colorado.
—Que miren todo lo que quieran, me da igual. Yo tengo ojos para un sólo chico, y espero que no se te olvide.
—Nunca entenderé por qué me amas.
—Y nunca lo harás, porque el amor no es algo que deba entenderse. El amor debe sentirse, y expresarse.
—Pandita, ¿te comiste un libro de Benedetti o por qué estás tan cursi?
Ella le pisa el pie con su tacón de aguja de quince centímetros.
—¡Ay! —chilla, cojeando a la vez que sus amigos se aproximan para burlarse de la patética escena que está protagonizando.
—Eso es por arruinar el momento.
—Claro, cuando tú matas mis frases románticas eres la ternura personificada, pero si lo hago yo, merezco perder un pie.
—Exactamente, mi querida alga —se mofa Eli junto con los demás.
Y como les dije que esta historia no es sobre ellos dos, proseguiré con "los demás". Nos situamos en la graduación de Patrick, Daisy y Dom; pues el otro baile se llevó a cabo hace dos semanas. Daisy, quien sigue herida por la separación con su novio, aun teniendo en cuenta que fue hace casi un año, intenta disfrutar de la noche junto a su cita, quien no es Bruno, como todos pensaron, sino Sebas, debido a una fastuosa apuesta en la que no ahondaré. Dom, obviamente, siente una felicidad exorbitante al apreciar el rostro que tenía frente a él; alias: el chico más codiciado de ambas escuelas y el mundo entero.
Zack le roza cerca de la nariz con la mano, se detiene para acariciar sus pecas, las cuales nunca le gustaron hasta que descubrió lo mucho que él las adoraba. Entonces, pasó a disfrutarlas cada vez que se contempla al espejo. ¿Cómo odiar algo que Zack amaba?
Se pierde por un segundo en la cicatriz que le recorre de la frente al mentón; no puede evitar sonreír ante el recuerdo de la valentía de su hermana. Dominic ama su cicatriz, Dominic ama todo lo que compone a Zack, es tanto lo que siente por él, que teme espantarlo el día que saque a flote todo el amor que lo envuelve. Ese día el corazón se le saldrá, y sólo cuando éste se haya encajado al interior del pecho de Zack hasta fundirse con el de él, su novio entenderá cuánto es amado.
Dom se pone en puntitas para robarle un beso.
Eli y Patrick les aplauden y se acercan. Los cuatros bailan juntos, como una familia que se adora.
Acaricia su barbilla rasposa por la barba recién cortada y se detiene nuevamente en la herida de guerra que jamás se desvaneció. Se queda un momento en silencio, en el que ambos chicos cierran los ojos y se dejan llevar por tormentosos recuerdos. El pasado año fue duro, todos lo saben, y aunque lo intentan, sus memorias no pueden reprimirse.
Las pesadillas siguen evocando aquella noche del accidente. Dom es consumido por el insomnio muchas veces; sus hermanos y padres siempre lo consuelan por la noche, cuando se despierta entre jadeos, gritando el nombre de su eterno amor.
Pero aquí está, se dice sonriendo. Y me ama como yo lo amo a él, añade al ver el brillo esmeralda que lo observa con una ternura exquisita.
La terapia fue difícil; y en más de una oportunidad los doctores le dijeron que no volvería a caminar. Y sin embargo, ahí estaba. Amándolo y caminando. Había dejado la silla de ruedas y ahora el bastón.
Todo un año para recuperase.
Todo un año en el que Dom no se separó ni un instante de él.
—A veces pienso que estoy soñando —admite, mientras su novio le da un rápido beso en la nariz que le provoca cosquillas—. Ese día... creí que te perdí, Zack.
—Hierba mala nunca muere —contesta él, con su característica sonrisa de galán—. Me temo que no te desharás de mí tan fácilmente, Llamita.
Dom sonríe ante el apodo. Revive la primera vez que lo oyó llamarlo así, un año atrás, cuando lo que sentía por él y por cualquier chico, lo tenía resguardado en lo profundo de su corazón.
—Desgraciadamente no. Lo peor de todo será tener que compartir departamento contigo en Nueva York. No sé si podré soportarlo.
Patrick se acerca y le da un codazo a su hermano.
—Qué te quejas. Aguanté más de una década tus ronquidos. —Se dirige a Zack—. Mi más sinceras condolencias, cuñado. Es como oír un tren.
—Siempre puedo ahogarlo mientras duerme —propone Zack, chocando los cinco con su mejor amiga. Dom les lanza una mirada enajenada a sus hermanos.
Eli le pincha la cintura con el dedo, causando que pegue un brinco que los tres aplauden con dicha y gracia. El disgusto se evapora de inmediato, ha recordado que se irá a vivir con su novio muy pronto.
Zack, ya sano, entrará a primer año en la Academia de Artes Dramáticas de Nueva York, mientras que Dominic logró un cupo NYU en la carrera de periodismo.
Se permitió ensanchar su sonrisa, ampliar su alegría y acelerar el latido de su corazón: vivirán juntos, bajo el mismo techo.
Dormirán juntos, en la misma cama.
Resiste las ganas de comérselo a besos por respeto a todos los solteros que asistieron al baile de graduación. Se contenta con saber que, tanto chicas como chicos, mueren por Zack. Pero Zack es suyo.
Y Dom es completamente de él. Es tanto lo que lo ama, que no se da cuenta de las otras miles de miradas que recaen en su persona. Dom sólo piensa lo bello que es su novio, y por tanto, lo codiciado que debe ser para los demás. Sin embargo, Zack sí nota la admiración del resto hacia el pelirrojo. O a ellos dos en general.
Son dos príncipes bailando bajo los reflectores. Uno de aspecto frágil y corazón formidable, y otro que luce como un caballero de novela medieval, cuya alma de antaño suele quebrarse con frecuencia.
Dos héroes griegos. Dos chicos que han sufrido más que muchos de su misma edad. Dos jovencitos llenos de amor, que a pesar de todos los errores que han cometido, se merecen un baile lento. Y cómo no, el uno al otro.
La Gran Manzana aguarda por ellos, y si bien están conscientes que no será como un cuento de hadas todos los días, se esmerarán por acercarse lo más posible. Con una pizca de magia, algo de suerte, toneladas de sacrificio y mucho amor, la vida puede tener dragones y príncipes; aventuras épicas y brujas; podemos vivir en un castillo junto a quienes amamos. Peleen por ello. Los finales felices no caen del cielo, hay que conseguirlos metiendo garras e hincando dientes, incluso es válida alguna que otra palabrota cuando creemos todo perdido.
Pero déjenme decirles algo: no hay sueño que no se realice, solo soñadores que se rinden.
Dom no lo hizo.
Se pierde en sus irises.
—Te amo —le dice Zack—. Te amo por acompañarme a rehabilitación, por estar junto a mí cuando ni yo quería mi propia compañía. Te amo por creer que saldría a delante, por fotografiar mis primeros pasos. Te amo tanto, mi Llamita. Y no pienses que es porque luces como Eli.
—¡Es cierto yo soy más bonita! —exclama ella, mientras su novio se la lleva lejos y la regaña con el ceño fruncido. No obstante, una vez al otro lado del gimnasio, Patrick le dice que es la más hermosa de todas, y obviamente, la más bella de los gemelos.
—Luces como tú. Tus ojos son más claros que los de ella, tu cabello es más rizado, y me encanta. No ocultas tus pecas, que le doblan en cantidad a Eli. Y es, sin lugar a dudas, lo que más me encanta de ti. Pienso en ella como una estrellita, una pequeña lucecita en tu rostro.
Dom lo detiene entrelazando sus dedos con los de él.
—Tú eres la noche, yo brillo por tu causa. Las estrellas no se distinguen a la luz del día: sólo cuando estoy contigo me siento vivo.
Zack le sonríe tristemente.
—Eso está mal, Dom. Es muy romántico, pero algo dependiente. No quiero que sufras. ¿Qué sería de ti si yo no estuviera?
—Pero lo estás —protesta el pelirrojo.
Su novio coloca la mano en su corazón.
—Me temo que solo aquí.
Dom intenta darle un beso, pero lo único que consigue es unir sus labios con el aire. Es entonces cuando toda la escena desaparece y el juego acaba.
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