━━━ prólogo
🥀༺ «CURSED» ⋄ ๋࣭ 🌪⭑ ⸱⌇
▰▰▰ But the voices they tell me I'm sane ❧
📌 ‧₊˚⋆≽ prólogo ♪
❪▲▼▲▼❫
☇ . . . . - ̗̀todo está en llamas ⊰🔥
Aquel manto oscuro se dedicaba a abrazar las estrellas de la noche, logrando que el espectáculo nocturno deleitara a todo aquel que decidiera elevar su vista por unos pocos segundos de distracción; el viento ondeaba las prendas que llevaba sobre su cuerpo y traía consigo la fatalidad retratada en olores. Conforme la realización golpeaba su ser, sus extremidades comenzaban a temblar, su estómago se revolvía y sus fosas nasales empezaron a arder mientras que el picor de sus cuencas evidenciaban todas las emociones que trataba de reprimir y que, sin que pudiera evitarlo, se proyectaban a través de su lenguaje corporal, dando una imagen desconsolada y lastimera que ella misma reconocía y detestaba mostrar a pesar de que la desgracia la estaba consumiendo por completo. Lo único que salía de sus labios eran balbuceos indescriptibles y sin orden; y, a pesar de todo, en su mente solo se repetía la misma pregunta:
«¿Por qué mi hogar está en llamas?»
Las cenizas viajaron por todo el escenario y algunas quedaron impregnadas en su rostro, ensuciando su antes pulcra piel de un negro plagado de agonía.
Dannata podía oírlo, podía escuchar cómo su gente la llamaba con desesperación, rogando por que su arconte apareciera y los salvara de aquel macabro espectáculo donde el único desenlace posible era aquel que ninguno quisiera aceptar, ya sea por el dolor o el sufrimiento que causaría a aquellos que lo vivieran e, incluso, a aquellos en condición de espectador: como ella. Pero no había nada que pudiera hacer, pues el desconcierto se había encargado de consumir hasta la más mínima luz de razón que yacía dentro de su psiquis, convirtiéndola en una muñeca sin voz que se encargaba de observar los acontecimientos del mundo sin ser capaz de intervenir.
«Pero nosotros decidimos dejar de ser así»
El click sonó dentro de su mente y el susurro tentador de todas las vidas que cargaba se encargó de arrojar toda la incredulidad y desconcierto fuera de su cuerpo, permitiendo que la movilidad regrese a su ser para convertirse en aquella heroína que su pueblo tanto anhelaba y necesitaba en aquel momento. Pero por más que lo deseara, Teybat parecía tener su propia manera de trazar los acontecimientos, incluso se le podría adjudicar un orden establecido donde la historia se encontraba marcada desde el inicio y su rol implícito se evidenciaba con cada nuevo acto.
«Ya es demasiado tarde, cariño», susurraba otra de las tantas voces que vivían caóticamente dentro de su subconsciente, ocasionando que la realización la golpee con dureza mientras intentaba rescatar algo, cualquier cosa, entre las cenizas que inundaban el lugar donde nació y donde su misión en el mundo fue dada e interiorizada desde mucho antes de tener uso de razón, por más cruel que resultara. Y cuando por fin su cerebro fue capaz de digerir el acontecimiento fue que se dio cuenta de que todo se había consumido, pues no habían más sirvientes que le sonrieran cuando se levantaba por sus paseos matutinos, no habían nodrizas que velaran por ella a pesar de que su cuerpo actual no fuera el de una infante; no había absolutamente nada, solo quedaban los restos de un espectáculo que nunca debió darse y el llanto incontrolable de otra víctima de la maldición que reposa sobre los habitantes de Fiducia, maldición que nació junto con ella y jamás perecerá, porque Celestia no perdona ni olvida, y su castigo es cruel y desproporcional.
Dannata maldecía a la Fides Augusta, aquella culpable de todos los males que cargaba sobre sus hombros, aquella que no dudó en traicionar a sus seres queridos en la masacre de la Guerra de los Arcontes, aquella que inició la fúnebre danza de la que todos sus habitantes formaban parte hasta el fin de sus días, aquella voz que con la que luchaba constantemente para evitar que su conciencia se viera ultrajada. Fides Augusta, la arconte más antigua entre los ocho, llamada Arconte de la Lealtad hace cientos de años, conocida entre los otros siete como la primera y única que sucumbió ante la erosión y trajo consigo la desgracia a toda su gente. Esa era con quien Dannata tenía que lidiar día y noche por el bien de su mente; sin embargo, y después de todos aquellos años de victoria, vivió la primera derrota, ocasionada por nadie más que aquellos que la adoraban.
«Ellos ya no te quieren»
Y, por primera vez, sucumbió ante la dulce y tentadora voz de la primera arconte, desencadenando un efecto dominó que sería aprovechado por quienes obraran en las sombras, esperando a que el momento idóneo llegara para que la venganza que tanto añoraban se concretara.
Dannata sería aquella pieza del tablero que, inesperadamente, se convertiría en la ventaja definitiva sobre la partida cuyo rival no es nadie más que el destino mismo.
17/08/2022
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