🕯02: Peligro
PARTE TRES: SECRETOS
A la mañana siguiente, Jimin decidió buscar al Padre Hoseok para de ese modo confesar su pecado de la noche anterior; realmente se sentía mal por haber faltado a la regla del señor Jeon, y también pensó que, si le decía a Jung lo que había pasado, quizá él podría ayudarle a encontrar una explicación para tales sucesos.
Así que mientras los demás jugaban afuera y Jeon estaba en su cobertizo, Jimin fue hasta la habitación del Padre, en donde por fortuna lo encontró.
—¿Puedo pasar?—preguntó el rubio desde la puerta.
—Claro Mimi, adelante.—lo miró sonriente—¿Qué ocurre?
—Tengo que hacer una confesión...—habló apenado, mientras entraba.
Ambos se sentaron en dos sillas, espalda con espalda, a manera de confesionario.
Jimin realmente no sabía cómo iba a explicarle las cosas a Hoseok, mucho menos tratándose de romper una regla de su nuevo orfanato.
—Perdóneme Padre porque he pecado... Han pasado al menos dos semanas desde mi última confesión...—comenzó el rubio.
—Cuéntame qué sucedió.—habló Jung.
El pequeño le contó que había entrado a la habitación, que la puerta estaba abierta y que no entendía porqué si el señor Jeon la dejaba siempre con llave.
Comenzó a decirle lo que había visto ahí dentro, pero justo cuando quiso contarle las cosas extrañas que sucedieron, el Padre lo interrumpió.
—Jimin, ¿porqué entraste si sabías que estaba mal?... Acabamos de llegar aquí y el señor Jeon fue muy amable en recibirnos a todos... Si él decide que ya no podemos quedarnos, nos tendremos que separar.—dijo casi como un regaño—Así que la próxima vez que pienses en romper una regla, detente a analizar cómo afectará eso a tus compañeros, ¿sí lo comprendes?
Y ahí, el rubio decidió callar y no decir nada más, el Padre tenía razón después de todo.
—Sí, lo lamento mucho, no volveré a hacerlo.—dijo Jimin en voz baja, sabiendo que quizá, era sólo una promesa vacía.
—Descuida Mimi, ya estás perdonado.—suspiró con más calma, mirando por fin al niño—Pero como penitencia, rezarás un Ave María, y me ayudarás a desempacar tres cajas.
—Claro.—respondió con una breve sonrisa antes de ambos ponerse de pie.
A medio día, Jungkook tuvo que salir a la ciudad para reabastecer algunas cosas de la casa, así que le pidió a Hoseok que cuidara el lugar mientras regresaba.
El castaño se quedó en la planta baja, vigilando desde ahí a los niños y limpiando algunas partes de la estancia y la cocina, para ayudar un poco.
Jimin seguía arriba, caminando por los pasillos, intentando encontrar con qué entretenerse.
Llegó hasta un pasillo algo oscuro y largo, el cual no daba a ninguna habitación, sólo estaba ahí para ser decorado por cuadros y un par de mesas pequeñas.
Al fondo de éste, vio un cuadro distinto a los demás, pues era más bien una fotografía, no una pintura; la tomó con curiosidad, viendo la imagen de cerca, pensando que quizá era una foto de Jeon.
Pero no, de hecho, no reconocía al chico que sonreía tan dulcemente en el retrato, parecía muy feliz, y le transmitía cierta calma.
Quizá habría conservado sólo ese sentimiento, de no ser por el acompañante de ese joven. En la foto aparecía el mismo muñeco que había encontrado la noche anterior en el armario, sólo que allí se veía nuevo.
Aún así, ésto le provocó un escalofrío, combinado con más dudas aún.
¿Quién era ese chico?, ¿vivía antes ahí?, ¿el muñeco era suyo?
Nadie más que Jeon podría resolverle sus preguntas, definitivamente.
Pero Jimin quería intentar buscar las respuestas él mismo, así que se llevó la fotografía consigo, escondiéndola debajo de su almohada, y planeando algo más.
Vería el modo de entrar a la habitación prohibida esa noche, para quizá hallar alguna pista o cualquier cosa que lo ayudara a despejar sus crecientes dudas.
PARTE CUATRO: ÉL BUSCA UN ALMA
Por la noche, el rubio fue a la recámara prohibida después de analizar un poco la fotografía; se dio cuenta de que, cuando ponía la imagen en una zona oscura casi en su totalidad, se convertía en una escena tétrica.
Los ojos del chico se hacían negros, con tan sólo un pequeño punto de luz en ellos, y la cara del muñeco parecía borrarse.
Definitivamente algo no estaba bien, así que tomó valor, y caminó a su destino: el cuarto.
Dicho lugar, nuevamente, estaba abierto.
Quizá lo que fuera que estuviera dentro lo esperaba con paciencia.
Entró en silencio, y desde ese momento, las cosas extrañas fueron escalando de nivel.
Para iniciar, el muñeco estaba sentado al borde de la cama, lugar donde, por supuesto, no debería estar; además, su rostro apuntaba directamente a la puerta, vigilando la entrada del niño.
Sin embargo, Jimin no se quedó mucho tiempo pensando en eso, ya que escuchó un ruido detrás suyo, el cual lo hizo estremecerse momentáneamente.
Era Yoongi, ingresando a la habitación con el afán de buscar a su amigo.
—¿Qué haces aquí?—cuestionó el rubio, después de suspirar profundo por el anterior susto.
—Lo mismo te pregunto, ¿no se supone que ésta habitación no podía abrirse?—respondió Yoongi, mirando su alrededor.
—Bueno... Estaba sin seguro, además, necesitaba respuestas.—suspiró—Creo que alguien más vivía aquí con el señor Jeon, encontré una fotografía hace unas horas.
—Quizá era su amigo, y no es motivo suficiente para entrar sin permiso, creo yo...—y aún regañando a su amigo, el peli negro tomó un pequeño juguete que disparaba una pelota de espuma.
—Ya, sólo me quedaré un momento más.—contestó Jimin, avanzando ligeramente hacia la casita de muñecas.
Por accidente, Yoongi accionó el juguete, causando que la pelota saliera volando y pegara justo en la cara del muñeco que parecía observarlos. Su rostro se giró por el impacto, y eso puso el ambiente aún más incómodo.
—Creo que éste cuarto era del chico que vivía aquí, parece haber muchas cosas de un joven...—comentó el rubio, desviando la mirada.
—Sí, quizá...—enredó nuevamente la cuerda que activaba el juguete en sus manos.
Ambos vieron al mismo tiempo al muñeco, y su posición había cambiado en cuestión de segundos; los miraba fijamente, había volteado su cara de nuevo después del golpe accidental.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de los niños, sintiendo como aquellos ojos azules de vidrio les perforaban el alma. No se veían vivos, pero tampoco inertes.
—Deberíamos irnos... No tenemos porqué estar aquí Jimin...—soltó Yoongi con evidente miedo.
—Te alcanzaré en un momento...—dijo casi en un susurro, mientras el peli negro salía a paso rápido de la habitación.
Yoongi regresó a su cuarto compartido junto al juguete que había tomado, asustado y confundido; no entendía porque Jimin tenía tanto interés en saber a quién pertenecía ese lugar, ni mucho menos le encontraba explicación a lo que acababa de ver.
Pero, él decidió no entrometerse si no era necesario.
Por su parte, el rubio se quedó en el cuarto, y no se percató cuando la puerta de éste se cerró por sí sola; él estaba distraído buscando alguna pista que resolviera sus dudas, y también aprovechó para regresar a su lugar la llave que había tomado de la casita.
Sin embargo, cuando se agachó para ver dicho juguete, logró ver una silueta pasar por detrás del objeto, dirigiéndose lentamente a la ventana.
Alzó la vista, encontrándose con una persona, más específicamente, el chico de la fotografía; vestía un traje aparentemente gris, su cabello se notaba esponjoso y recién peinado, y su expresión se mantenía seria, mientras miraba a Jimin sin una emoción clara.
Era atractivo, pero eso no importaba, porque era quizás un fantasma.
—Usted vivía aquí... ¿Cierto?—preguntó el rubio, tratando de no demostrar su terror.
No recibió respuesta, pues el espectro se giró dándole la espalda, y caminando hasta detenerse frente a la ventana.
—¿Qué le sucedió?...—insistió Jimin, avanzando unos pasos hacia él.
—¿Puedes ayudarme?—contestó por fin el chico, con una voz ronca y un eco levemente perceptible. Sonaba extraño, pero a la vez, hipnótico.
El pequeño respiró muy profundo antes de responderle, pues no lograba entender aún qué estaba haciendo; hablaba con lo que parecía ser un joven muerto, y ni siquiera sabía si era un espíritu bueno o malo.
—¿Qué necesita?...—dijo con la respiración pesada, intentado prepararse para la siguiente frase.
Pero, jamás hubiera podido estar listo para lo que sucedió después.
El reflejo del chico en la ventana se borró, y éste giró la cabeza de repente, dejando ver una cara tétrica.
Su rostro joven se había deformado, siendo ahora de un tono negro carbón, con arrugas y protuberancias en toda su extensión; sus ojos se habían vuelto rojos escarlata, con pupilas pequeñas y sin brillo aparente; además, ahora tenía dientes puntiagudos, y un líquido similar a la brea comenzó a escurrir por la comisura de sus labios mal formados.
Aquel ser miró fijamente a Jimin, respondiendo a su pregunta con un grito profundo y aterrador:
"¡Tu alma!"
El rubio gritó lleno de pavor, intentando escapar del lugar lo más rápido posible; trató de forzarse a correr, pero su pierna no podía moverse tan velozmente como él necesitaba. El ente demoníaco estiró su brazo, convirtiéndolo en una extremidad larga, negra y con uñas filosas.
Tomó al niño de su pierna sana, haciéndolo caer al suelo y provocándole una herida preocupante justo en la rodilla.
Jimin se arrastró sin parar de gritar, después de haberse liberado por pura suerte del agarre.
Con demasiado esfuerzo logró ponerse de pie, dando pasos torpes y dolorosos hasta la salida.
—¡PADRE HOSEOK!, ¡YOONGI!, ¡SEÑOR JEON!—se sostenía de las paredes, llorando y casi desgarrando su garganta por tanto pedir ayuda.
Sin embargo, a pesar de que sus gritos retumbaban con eco en todo el pasillo, nadie salió de su recámara para ver qué sucedía; no fue porque no quisieran prestarle atención, sino porque no podían escucharlo.
Parecía que el demonio que seguía a Jimin había bloqueado cualquier posibilidad de rescate.
Desde la puerta abierta de la habitación prohibida comenzó a salir una densa niebla oscura, que rápidamente cubrió la pared y el suelo; todas las luces que habían dejado encendidas a lo largo del sitio, se apagaron poco a poco, e incluso el pasillo parecía volverse más largo conforme más negro se hacía el entorno.
Jimin, con el alma en un hilo, avanzó hasta la silla eléctrica en las escaleras, teniendo la esperanza de bajar y escapar de algún modo.
Subió en ella, y accionó el mecanismo, empezando a descender lentamente, viendo como se alejaba de la oscuridad.
Y justo cuando creyó estar a nada de lograrlo, el mal lo atrajo de regreso.
La silla ya no obedecía a la palanca que la controlaba, haciendo que ésta subiera nuevamente al segundo piso, sin detenerse. Jimin luchó para frenar el aparato, incluso trató de bajarse de él, pero todo fue inútil.
Se detuvo únicamente cuando llegó al final de la escalera, dejándolo en medio del silencio y oscuridad, esperando su destino.
El rubio lloraba, sintiendo como su corazón latía tan fuerte que podía percibirlo en la garganta; miró a su alrededor, quizá con una ligera fé de que todo hubiera terminado.
Pero, supo que estaba perdido cuando una fuerza desconocida lo tomó de la nada, jalando su pequeño cuerpo de la silla, y mandándolo por los aires.
Lo último que se escuchó aquella noche, fue el grito desgarrador de Jimin al ser sujetado, y el fuerte impacto de su anatomía al caer directamente al suelo de la planta baja, desde el punto más alto de la casa.
PARTE CINCO: POSESIÓN
Pasaron algunos días, y el rubio por fin regresaba a la casa.
Había estado internado en un hospital debido al accidente de la otra noche, y todos pensaban que él simplemente había caído por las escaleras al querer bajar.
Ahora, debía estar en una silla de ruedas, ya que ninguna de sus piernas le servirían para caminar por el momento; se suponía que había probabilidad de que Jimin pudiera volver a caminar algun día, pero realmente, ni siquiera los médicos lo tenían claro.
Él se sentía aún peor que antes, pensando que su estado decadente era su culpa, y que ahora le daría demasiadas molestias a todos.
—¿Él estará bien?—preguntó Yoongi cuando el Padre Hoseok llegó a la casa, haciendo avanzar al niño en su silla.
—Sólo permítanme pasar, Jimin no se siente bien por el momento, así que sería mejor que lo dejáramos descansar, ¿de acuerdo?—respondió el castaño con calma, dirigiéndose a su destino.
Los chicos se hicieron a un lado, mirando con lastima a su compañero; Yoongi estaba bastante preocupado, ya que él tenía claro que había algo raro con la casa, y que quizá se relacionaba con el accidente de Jimin.
Por su parte, Jeon también dudaba de los hechos, pensando que tal vez, el niño no sólo se había caído y ya.
Hoseok llevó al rubio hasta la estancia, en donde le preparó un sofá como su nueva cama; él también tendría que dormir abajo, para poder darle los cuidados necesarios al pequeño.
Y mientras acomodaba todo, Jimin decidió romper su silencio, e intentar contarle al Padre la verdad, antes de que alguien más resultara herido.
—Padre... Creo que deberíamos irnos de aquí...—dijo el rubio entre un suspiro pesado.
—¿Irnos a dónde?... Mimi, sabes que no tenemos otro sitio al cual llegar, además, ¿porqué quieres que nos vayamos?—respondió el castaño, agachándose a la altura del niño.
—Yo... Yo no me caí por la escalera... Algo me tiró...—confesó sintiendo un nudo en la garganta—Usted nos ha dicho que podemos sentir la energía buena de Dios aún si no logramos verlo, ¿no es así?
—Exactamente...—lo miró confundido.
—Pues... En ésta casa hay otra clase de energía... Es mala, muy mala ¿sabe?... Realmente puedo sentir que estamos en peligro...—explicó con un par de lágrimas recorriendo sus mejillas.
—Calma... Escucha, hablaré con el señor Jeon, quizá el me pueda explicar qué está pasando en su hogar, ¿sí?, mientras tanto, nos quedaremos y te cuidaré.—Hoseok le dedicó una sonrisa dulce, limpiando las gotas de su rostro con delicadeza.
Por la noche, Yoongi se quedó en su habitación sin compañia, pues él no podía dormir abajo con Jimin y buscar lugar con los otros chicos no era una opción.
Tuvo que resignarse a pasar las noches solo hasta que su amigo mejorara.
Realmente no pensó que algo malo le pasaría, pero se equivocó; en cuanto apagó las luces, se dio cuenta de que alguien más lo estaba acompañando.
Yoongi subió a la litera, comenzando a acomodar las almohadas y listo para cubrirse... Pero entonces, pudo ver como la puerta del cuarto se abría con un rechinido, a pesar de haberla cerrado perfectamente segundos atrás; se quedó unos instantes mirando la oscuridad del pasillo, hasta que sintió como su corazón se paraba por un momento cuando el silencio se quebró.
Sonaron pasos apresurados por el suelo, como si alguien corriera con desespero hacia la recámara de Yoongi.
Nadie entró, pero los zapateos bajaron de velocidad cuando la puerta fue empujada.
El peli negro se escondió entre las sábanas, con la respiración agitada y apretando los ojos con fuerza; todo fue silencioso unos segundos, y él asomó su rostro cuando creyó que era seguro hacerlo.
Por inercia, revisó la cama de abajo suyo, mirando por el espacio de separación con la pared, esperando ver el colchón vacío.
Sin embargo, lo que vio ahí, fue al muñeco tétrico de hacia unas noches, acostado y con los ojos fijos en Yoongi.
El niño se sorprendió bastante con aquello, pero no fue todo; de repente, una mano larga y negra se posó sobre el juguete, atrayéndolo hacia él, quitándolo de la vista del pequeño.
Definitivamente, esa noche Yoongi no durmió solo, y ahora el muñeco maldito parecía andar por toda la casa con libertad.
A la mañana siguiente, el Padre Hoseok decidió llevar a Jimin afuera, con la intención de que tomara aire fresco y quizá lograr mejorar su ánimo con eso.
—Te ayudará algo de sol, estar encerrado aveces es contraproducente.—explicó dulce mientras dejaba al niño en su silla, justo bajo los rayos de luz.
—No creo que eso me ayude...—suspiró el rubio, bajando la mirada.
—Mimi, tranquilo, todo estará bien.—lo miró con cierta tristeza—Las cosas mejorarán, sólo debes intentar apreciar otra perspectiva, y todos aquí estamos dispuestos a apoyarte.
El pequeño suspiró, quizá él tenía razón, solamente necesitaba ver todo con calma y sólo de ese modo podría encontrar las respuestas que le faltaban. No quería discutir más del asunto con el Padre, así que simplemente lo aceptó.
—Sí... Creo que el sol si ayuda.—comentó con una breve sonrisa para desviar el tema.
—Te lo dije.—Hoseok regresó el gesto, y a lo lejos se escuchó como uno de los chicos gritaba su nombre—Iré a ver qué ocurre, vendré en un momento ¿sí?
—Claro.—vio como el Padre se iba rápidamente con sus compañeros, y él trató de relajarse por un momento.
Habían sido días y noches muy estresantes para él, y en el fondo, deseaba despejar su mente por un rato.
Cerró los ojos, echando su cabeza hacia atrás, y recargando su peso completo en la silla, tan sólo recibiendo la luz y buscando algo de calma.
Por supuesto, no le duró mucho el gusto.
Su silla se movió de repente, primero ligeramente, eso lo hizo reaccionar; y sin explicación aparente, alguien comenzó a empujarlo hacia adelante con rapidez.
—¿Padre Hoseok?—se atrevió a preguntar, y cuando giró su vista hacia atrás, encontró una imagen perturbadora. Una figura sin rostro, cubierta por una tela oscura y con la misma vestimenta que el Padre. Aquel ser era quien empujaba su silla sin detenerse—¡DIOS MÍO, AYUDA!
Nadie acudió en su rescate, todos estaban demasiado lejos como para llegar por él a tiempo.
—¡DIOS POR FAVOR!—rogó por piedad, pero la réplica diabólica de Hoseok no frenó a pesar de todos sus gritos desesperados.
Siguió avanzando hacia el cobertizo, empujando la puerta de éste con la silla y dejando caer bruscamente a Jimin de ella; el pequeño sufrió un fuerte impacto en el suelo, además de rodar un poco hasta chocar contra un mueble metálico. Le causó dolor en las piernas, el torso y el pecho —ya que ahí fue donde se golpeó con el metal—.
Trató de arrastrar su cuerpo lastimado hasta la silla, la cual estaba no muy lejos de él.
Pero, nuevamente, una fuerza invisible lanzó el asiento por los aires, alejándola completamente de su alcance, y cerró la puerta del cobertizo impidiéndole escapar.
Lloraba y se forzaba a avanzar por el piso, tratando de ignorar el insoportable dolor que sentía en toda su anatomía.
Hizo su mayor esfuerzo por encontrar al menos un escondite, pero todo fue en vano.
Alzó la mirada, y a la distancia pudo ver al mismo joven que lo había conducido a su accidente; estaba ahí, viéndolo sufrir, sin mostrar ninguna expresión o movimiento.
Jimin comenzó a retroceder con miedo, rogando entre dientes que no le hiciera daño.
El ser demoníaco no hizo caso.
El chico bajó hasta el suelo, y en cuatro extremidades, avanzó rápidamente hacia el niño. Corría mientras le mostraba su boca abierta llena de picos, y sus ojos brillando en rojo sangre; Jimin quiso escapar, pero evidentemente, jamás sería tan rápido como para lograrlo.
Con fuerza, el chico demonio tomó al rubio del cuello, moviéndolo hasta golpear su espalda contra el suelo; subió sobre él, mostrando como se empezaban a marcar venas oscuras en su rostro, dando un último grito más similar a un rugido; y obligándolo a abrir la boca, vomitó brea negra directamente en la garganta de Jimin, desbordando por la comisura de sus labios y manchando el piso.
Al fin había conseguido una parte de su deseo.
El demonio con apariencia "humana", había poseído el cuerpo de Jimin.
Un par de minutos después, llegaron al lugar los niños junto al Padre y a Jeon, abriendo la puerta que parecía estar atascada; no escucharon los gritos, sino que al ver que él no estaba por ningún lado, optaron por buscar en su última opción: el cobertizo.
Cuando ellos entraron, no hallaron nada extraño, solamente estaba allí el rubio, sentado en su silla, dándole la espalda a la entrada.
—¿Jimin?, ¿qué haces aquí?—habló Hoseok, esperando una respuesta.
—No podía salir...—respondió el niño, con un tono ligeramente grave.
—Pero... ¿Estás bien?—se acercó ligeramente el Padre, mientras los demás comenzaban a irse.
Jimin giró el rostro para dirigirle la mirada, dándole una pequeña sonrisa, y una aparente expresión dulce.
—Sí, todo está bien, Padre.—contestó con su típica voz suave.
Hoseok le creyó, incluso Jeon pareció tragarse su fachada; pero Yoongi no, él lo miró por unos segundos, tratando de analizar qué le ocurría.
Lo notaba muy extraño, cambiado, hasta sus ojeras se veían más marcadas que antes.
Sabía que algo le había pasado en ese cobertizo, pero también tenía claro que él no se lo diría.
Quizá ese niño que le sonreía ya ni siquiera era su amigo, sino un alma distinta ocupando la apariencia de Jimin.
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