Castillos de arena
Creí que este invierno era el más crudo por el frío polar que nos azotaba, hasta que comencé a hablar contigo.
Empezó la primavera demasiado pronto, sin embargo llegó agosto y mercurio retrógrado me golpeó con furia.
Creí que nuestro mar era nuestro paraíso, con playas tranquilas y puestas de sol maravillosas.
Pero el frío parece que quiere romper récords este año, y ahora la playa está irreconocible, con la marea congelada, sin risas ingenuas que se escuchen de fondo y sin el sol que llegue a calentar la arena si quiera al mediodía.
El castillo que nombré, ese que compartíamos, parece que era solo de arena.
La pista de carreras, esa donde te quería felicitar y llorar de admiración por ti, se convirtió en una pista de snow, donde me muevo con estos afilados patines que no hacen más que hacerme sentir insegura, imbecil y demasiado pesada para moverme con destreza.
Me iría en un barco a otra costa, pero ya no hay combustible para ello, y el mar está extremadamente congelado.
Me tomaría una avioneta para huir de este sitio, pero los vientos fríos impiden que vuele.
Estoy estancada, imposibilitada de seguir adelante, sin ti, sin nosotros, sin mi parte más segura de mi misma.
Creí que ya no quedaba nada de mi yo ingenua, pero al creer eso lo estaba siendo.
Ya no puedo más que meter la cabeza en un pozo para que me lleve como a Alicia al mundo de las maravillas.
El conejo blanco desapareció y se llevó lo que quedaba del tiempo juntos.
Las tazas de té a las seis, las flores parlantes, la oruga fumadora, el gato rallado, y hasta la reina enfadada ha desaparecido.
Han desaparecido porque ya no estoy en ese mundo, ya no existo, ya no "soy" ni "estoy" como diría Hamlet. Esa es la cuestión ¿no?
Ya no estoy. Ya me fui, me perdí, y ya ni "me" podría usar realmente.
Solo hago las cosas por obligación, porque debo, porque se esperan de mí esas cosas.
Estoy atrapada nuevamente en la jaula del deber, del ocuparme de, de sobrevivir como esclava y no vivir plenamente y dichosa.
Espero que cuando el sol nuevamente caliente la arena pueda meterme al agua, al mar, a mi misma otra vez y nunca más dejarme ir.
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