Capítulo 54
DEREK:
Los nervios quemaban en mi piel, por lo que he dejado el saco en el auto. Y aún con el aire acondicionado del interior de la sala de juntas de Roos, siento calor. Podría jurar que acabo de salir del infierno o quizás estoy entrando en él.
Su cabello del color de una puesta del sol cae sobre su espalda descubierta, fuego contra porcelana. Se siente como que jamás he tenido a esta persona frente a mí.
Trago saliva.
<<¿Qué es esa frialdad con la que me está mirado?>>.
—Ya debes conocer a mi invitada —comienza Adrien, apuntando en dirección a la mujer sentada sobre la mesa—. Mi hermana menor, Alexia Leblanc.
Las palabras "Hermana menor" y "Alexia", se repiten en eco en mi mente. De pronto he olvidado lo que significan.
Estoy a punto de contestar, pero es ella quien lo hace.
—No hemos tenido el placer —su voz es más profunda de lo que recuerdo.
Adrien la mira, parece comprender a qué se refiere la mujer de ojos grises, así que vuelve su atención hacia mí con una sonrisa amable en labios.
—Los dejaré para que puedan conocerse —pronuncia el de la cicatriz.
Debo dar un par de pasos para adentrarme en la sala y permitirle a Adrien acceso a la puerta. Él muy desgraciado se atreve a susurrarme un "suerte con ella", al pasar cerca de mi e irse cerrando la puerta a mis espaldas.
Si me quedaba un poco de cordura, parece que este es el momento en el que la pierdo.
Alexia baja de un salto de la mesa, comenzando a rodearla con pasos airados. Al quedar frente a mí, me ofrece un asiento a su derecha. Me toma un par de respiros el caminar y tomar el asiento.
—Tus ojos en realidad son grises —murmuro, sueno como si estuviera reprochándole.
—Ya sabes todo —susurra, directo en mi oído.
Ni si quiera me percaté de en qué momento se inclinó hacia mí. Su aliento me hace cosquillas. Seca las palabras en mi boca que estaba por pronunciar. Usa sus manos para girar mi silla en su dirección, de modo que podamos mirarnos directamente.
<<¿Por qué carajos me senté? Fue una pésima idea>>.
Reconozco los Jeans que trae puestos, junto con esos tenis impecablemente blancos. Son los mismos que llevaba cuando la vi por primera vez. La sudadera lila de hombros abiertos ha sido reemplazada por una blusa negra sin mangas de cuello alto que se ajusta a cada curva en su cuerpo y deja descubierta su espalda.
Sus ojos son más afilados, quizás por la línea negra de pintura en sus párpados, quizás por ese color gris claro. Esos ojos azules que me gustaban, ya no están. Han sido reemplazados por unos del color de la plata reluciente.
—Cameron se llevó el color de ojos que a mí me falta —murmura.
Me crispo en mi lugar por su cometario. Saber que he sido descubierto mientras estaba observándola sin disimulo, tan descaradamente que la he hecho conocedora de que he estado detallando el mar plateado de sus ojos... es vergonzoso.
<<¿Cuándo pasamos de ser quien la pone nerviosa, a ser el nervioso?>>. Recrimina la voz en mi mente.
—Mallory —al pronunciar ese nombre, parece que está poniéndose a la defensiva—, para mi ella era como el cachorro de un panda. Afelpado y torpe. Pero tú, Alexia —decir su nombre es más extraño que escucharlo—, eres como una pantera adulta. Rondándome, esperando el momento adecuado para saltar directo a mi garganta y acabar conmigo.
Ella sonríe con malicia. Sus labios se ven aún más finos gracias el brillo con tono naranjazo en ellos.
—Quizás lo soy —su voz es un ronroneo. Se inclina en mi dirección, usando como apoyo el respaldo de mi asiento, donde ha posado una mano—. Pero, hay algo que aún no decido.
—¿El qué? —mi voz sale con un exceso de aire, cuando en realidad, siento que comienzo a asfixiarme.
Su mano libre traza un camino desde la mitad de mi pecho, subiendo hasta aferrarse cerca del nudo de mi corbata. Tira de mi en su dirección, lo que me obliga a despegar la espalda del asiento. Su rostro queda a centímetros del mío.
Mierda, mi cuerpo no reacciona. A esto me refería con que tiene una presencia sedante, no me deja moverme. Mi cuerpo y mente están entumecidos.
—Aún no decido si saltar para acabar contigo o... —se inclina más, dirigiendo su rostro en dirección al hueco entre mi barbilla y mi cuello. Siento una de sus piernas apoyarse en mi muslo derecho con suavidad, como si buscara tener apoyo—, para hacerte mío.
Jamás había tragado en seco como lo acabo de hacer.
Escucho una pequeña risa salir de ella. Su pierna en mi muslo se desliza de tal manera que prácticamente la tengo sentada sobre mí. Su aliento cálido me eriza la piel. Aferro las manos a los reposa brazos de la silla al sentir sus dientes rozar la zona de mi cuello.
Tras eso, se aleja con tanta rapidez que me deja aturdido y preguntándome qué carajo acaba de suceder.
Instintivamente llevo mi mano derecha al lugar donde sentí su sutil mordida. Siento el calor elevarse en mi cuello al verla erguida frente a mí, con una sonrisa de satisfacción y el dedo índice posado sobre sus labios.
—¿Ves? —pronuncia—. Sigo siendo la misma chica que te alborota las hormonas.
En ese momento, detallo la cadena de oro alrededor de su cuello.
Una D, no porque le pertenezca, si no, porque ella me pertenece a mí. Pero, ¿de verdad es así?
💕
Dos semanas después.
—Gracias por tomarse el tiempo de venir —mi padre se despide hasta del último de los accionistas que han venido a las acostumbradas juntas cada año.
Egmont se despide de Frederick con una sonrisa de satisfacción, él mayor le da un par de palmadas en la espalda cuando mi primo pasa cerca en su camino a la salida de la sala de juntas.
Recojo mis hojas, acomodándolas en el interior de mi carpeta por orden y alineando los bordes con la mesa.
Chase está esperándome en la puerta para irnos. No está al tanto de a dónde he estado yendo después de cada junta, en cada horario de almuerzo, cada que mis horas de trabajo terminan, y aunque he intentado revelárselo, él insiste que mientras menos sepa, mejor.
Él lo llama: mantener su pellejo a salvo.
Al menos, el castaño me ha ayudado llevándose mi auto a su casa. Porque no me arriesgo a ser seguido por Frederick si nota que mi auto no va en la dirección acordada. Y mi motocicleta es demasiado preciada como para dejarla con Chase.
Aún tengo una sensación extraña al ver a Alexia. Su aura, sus gestos, su voz y es que literalmente a hasta sus ojos reflejan a otra persona. He notado que no tiene ni una pizca de miedo a dejar en claro quién manda y que, al llegar a cualquier lugar, ese pasa a ser su territorio, su propiedad.
No importa si es en la sala de juntas de Roos, o en el despacho de Adrien e incluso en la oficina del mismo, tampoco le interesa si es la habitación de Cameron, ella se adueña del lugar. Y lo demuestra, comportándose como se le da la gana.
He notado que, su cosa favorita, es estar en lugares que le brinden una sensación de empoderamiento. Creo que, de ahí viene su gusto por sentarse sobre la mesa de la sala de juntas o los escritorios de sus hermanos.
He escuchado de auras femeninas fuertes. Pero, Alexia... ella es una maldita Alfa.
—¿Adónde te urge ir, Derek? —la pregunta de mi padre me hace ser consciente de que estaba preparándome para salir con prisa.
Mis ojos se cruzan con los suyos. Los ojos de mi padre me dirigen una mirada analítica que me hace sentir que puede ver mis huesos a través de mi carne. Trato de no reflejar en mi rostro la sensación de haber sido atrapado en el acto.
—No... —carraspeo—. No recuerdo si acomodé mi silla correctamente al salir de mi oficina —me escuchó más ridículo de lo que había creído—. Está causándome angustia, no saber si está todo en orden.
Realmente he logrado controlar mi TOC. Este tipo de situación no me afecta tanto como lo hacía cuando era un niño y como lo hizo en parte de mi adolescencia, pero tener el expediente de crisis de ansiedad por no acomodar algo a la perfección me ha salvado de muchas preguntas en los últimos días.
—Sigues siendo un niño —murmura dándose la vuelta.
De acuerdo, he acabado el respeto que me podría haber tenido Frederick. Pero no se me ocurre nada mejor para excusarme por mi urgencia por largarme de aquí. Esta segunda vez, me aseguro de contar hasta veinte antes de ponerme de pie e ir a mi oficina con Chase siguiéndome.
No he estado cómodo cerca de mi padre desde que me gritó en la cara que Ma-... que Alexia, es mi medio hermana. Claro que, ya he visto las pruebas de ADN, pero sea cual sea la mentira que Renée haya usado para hacer creer a mi padre que aquella pelirroja es su hija, no puedo desmentirla. Me han hecho prometerlo, y honestamente, comienzo a considerar que si no quiero a alguien como enemiga... esa es Alexia.
—Buena esa, hermano —apremia el castaño—. Para la próxima ten más cuidado o di que tienes mal acomodado el Duodeno.
—Sólo me distraje pensando un segundo —me quejo—. Y al único que se le pierde el Duodeno es a ti.
—Cierto —ríe.
No pierdo el tiempo. Tomo de mi escritorio lo que necesito para irme derecho a la casa Leblanc.
Resulta ser que, Alexia puede ser tanto impredecible como metódica. Puede hacer las cosas por impulso o planearlas. En estas dos semanas, he dejado de verla como la Mallory que creía que era y he ido ajustándome a lo que realmente es: una estratega fría, calculadora y hasta cruel.
Con lo que necesito en las manos, me encamino a la salida dándole una ojeada a mi reloj de muñeca para saber cuánto tiempo ha pasado desde que mi padre pudo haberse ido por el elevador y en base a eso, calcular dónde podría estar.
—Derek —Chase llamándome detiene mi caminar—. No sé qué estás haciendo, y prefiero no involucrarme, pero... ten cuidado.
—Estaré bien —tranquilizo—. Sé que de mi dependen tanto tú como Tamara. No voy a hacer nada que pueda perjudicarme al grado de que también los alcance a ustedes. Si es eso lo que te preocupa.
—No sabes cómo me alegra que lo recuerdes —suspira con un alivio dramático que me hace rodar los ojos—. Mándale mis saludos a esa pecosa —se cruza de brazos con una sonrisa en el rostro.
Su comentario hace salir a la superficie algo que ya lleva tiempo atormentándome. Aquel detalle que he estado enterrando debajo de muchos otros pensamientos, pero que resurge cada que estoy por irme a dormir, haciéndome consiente de que ha pasado otro día y sigo guardando esa pesadilla en mi subconsciente.
—Sobre ella —las palabras se me atoran en la garganta.
Él me alcanza, posando sus manos una en cada uno de mis hombros.
—Tranquilo, ya lo sé —parece un niño disfrutando de poder decir el secreto que descubrió por su cuenta.
—¿Qué...? —niego con la cabeza—. ¿Cómo lo sabes?
—Ah, bueno —da un paso lejos de mí, rascándose la cabeza—. Me lo dijo la noche que descubrió que soy un sexy padre soltero.
Pone el dorso de su mano sobre su frente y pone una expresión dramática entre llanto de dolor y regocijo.
—Pero no te preocupes, Alexia no es mi tipo —se abraza a si mismo—. De hecho, me da miedo. No habías notado que básicamente desaparecí de aquí cuando ella comenzó a trabajar para ti, ¿cierto?
—¿Qué? —vuelvo a negar—. ¿De qué demonios estás hablando?
—Oh, hap —abandona su pose—, ¿de qué hablas tú?
—¿¡Estuviste todo este tiempo ocultándome que Mallory es en realidad Alexia!? —susurro con fuerza. No puedo gritarle, ganas no me faltan, pero no es algo que deba revelarse aún.
—Te digo que ella me lo rebeló —explica, frenético—. Y por favor, mi madre ha sido su niñera desde hace milenios. ¿¡Cómo no iba a enterarme!? Lo decía ella o lo decía mi madre.
Mi cerebro parece acomodar un puzle.
—¿Adler, también lo sabe?
—Por ello la llama Bad-lory —se encoge de hombros—. Dijo que, Alexia es una versión mala de Mallory.
—Claro, olvidaba que eres una señora chismosa —reprendo.
—¡No me cambies el tema! —me apunta con su dedo índice—. Anda, confiesa. ¿A qué te referías tú?
Él castaño se cruza de brazos. Suelto un suspiro tratando de dejar fuera de mi cuerpo toda la exasperación que me produce ver que mientras más trato de desenredar la telaraña de mentiras, parece haber más nudos de los que se ven a simple vista.
—Chase —carraspeo nervioso—, me gusta. La pelirroja, me gusta.
Suelto sin preocuparme por anestesiar la zona donde impacta el golpe. La expresión en su rostro es un poema por donde quiera que mires.
No sé si debo disculparme por interesarme en la misma mujer del que él lo ha hecho, o si debo declarar una guerra entre nosotros por ella, o si tengo que aclarar que no importa a quien elija la pelirroja, él y yo seguiremos siendo amigos.
<<Aunque, viéndolo desde un punto crítico... tengo más oportunidades que él>>.
—Tómalo como mi venganza por no haberme dicho que era Alexia —reprocho.
—¡Ey! Ella me ato de pies y manos —se mueve como el gusano de carnada—. Si decía algo, iba a nadar con los peces, ¡Derek, yo no sé nadar!
Tomo impulso y le asesto un golpe en un costado de su cabeza hueca. El impacto hace que su cabello se despeine.
—¡Eres un idiota Chase, de eso se trata!
—¡Yo no sé captar indirectas!
Ruedo los ojos.
—Y bueno, tampoco es como que no lo esperara, y no tengo el derecho a enojarme — comienza—. Según el código de amigos, quién ve primero a la chica, se la queda.
—Vaya, Sallow —finjo una cara de asco, reanudando mi camino hacia la salida—. No sabía que tenías un lado misógino.
Disfruto del sonido de indignación que sale de él.
—¿¡Por qué!? —me sigue con zancadas grandes y sonoras.
—Se supone que es ella quien debe elegir, das asco —me burlo.
—¡Ven y repítelo en mi cara! —reta.
—No puedo.
—¡Ajá!, lo sabía. ¡Me tienes miedo!
—No. Digo que no puedo, porque para verte a la cara, Chase... tengo que buscarte un banquito.
_ _ _ _
Alexia + Derek = fuego.
Mañana último capítulo, ¿me creen? Parece que aún faltan cosillas por aquí o por allá, así que, pueden esperar un Epílogo y un cierre dramático porque... pues soy yo.
Le dije que era una historia de romance, pero nunca especifique si el romance es entre Derek y alguien más, ¿verdad? *se va silbando*
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