Capítulo 53
—¿Un gimnasio?, eso era lo que querías mostrarme —me cruzo de brazos.
Adrien adora despertarse temprano, pero yo lo odio, en especial cuando no he tenido un buen sueño desde hace unas noches. Y ahora, ¿espera que haga ejercicio sin haber desayunado?
—No es cualquier gimnasio —Adrien se quita la chaqueta cuando entramos al edificio.
—¡Da igual! Si después de esto no me llevas a desayunar vamos a tener problemas —amenazo.
Me ha traído a un lugar que parece cualquier otro gimnasio de la cuidad. A mi derecha hay un espacio con piso de duela, con cosas como pesas y pelotas pesadas. A mi izquierda hay un sitio similar, la diferencia es que las máquinas dominan ese lado.
Camino junto a mi él en dirección a la recepción al fondo como quien no quiere la cosa. Un joven con gorra y que masca goma de mascar de forma despreocupada levanta la vista de su celular e imprime una sonrisa radiante.
Adrien levanta la mano y el chico choca los cinco.
—Es bueno verte desde temprano por aquí, Josh —dice, a la vez, entrega una tarjeta negra.
—He seguido su consejo —el muchacho toma la tarjeta y la pasa por un escáner a su derecha—. He dejado mi trabajo de medio tiempo en aquel 24 hrs. ¿Su propuesta sigue en pie? —pregunta eso último con algo de timidez.
—Por supuesto —sonríe abiertamente—. Y dile a Kim que lo mismo va para ella.
El chico da un pequeño salto entusiasmado en su lugar con una sonrisa resplandeciente. Su energía se me contagia. Le entrega a la tarjeta a Adrien y nos dice que podemos pasar a la sala A3.
Camino dejando que Adrien guie mi paso.
—Vienes aquí seguido —afirmo.
Él asiente con la cabeza. Pasa su tarjeta por la puerta con el letrero A3 y la puesta se abre.
Al entrar me sorprende ver que es una sala de tiro. Y no precisamente una sala de tiro con arco o de béisbol como imaginé. En la pared más cercana veo modelos de armas de fuego, debajo, una mesa con lo que parecen los cartuchos de las armas.
La sala no es muy amplia. Frente a mí, unos tres maniquíes blancos se sostienen de pie gracias a unas bases en sus piernas. Todos tienen pintadas dianas con aerosol color negro y el centro con color rojo. Están a unos metros de nosotros, aunque no sabría decir con exactitud a cuantos.
—¿Me explicas qué es esto? —al mirar a Adrien, él está preparando un par de armas pequeñas.
—Airsoft, así es como lo llamamos —dice con simpleza.
Gracias a Derek ahora soy consciente de mi manía por parpadear cuatro veces seguidas, así que maldigo por lo bajo.
—Eso no me explica nada —me quejo.
Lo escucho suspirar con pesadez. Se da media vuelta caminando en mi dirección, extendiendo una de las armas en mi dirección. No digo nada, ni me muevo para tomarla, entonces, pierde la paciencia.
Me obliga a sostener el arma tomando una de mis manos y posándola en la palma de la misma.
—Es una actividad deportiva, recreativa y para competir que se basada en reglas y roles —no tengo idea de qué es lo que le hace a su arma, pero después de ello la levanta y dispara tres veces, las balas impactan en el centro rojo de los maniquíes, el cual se ilumina—. Estás armas pueden lastimarte, pero no matarte. Es un juego se originó en Japón y ha comenzado a ganar popularidad lentamente.
Observo el arma en mi mano. Es como la que he visto guindando de los cinturones de los guardias de seguridad en Rohdiamant.
—El chico de afuera, Josh... llegó una tarde para tratar de asaltar la recepción con cuchillo en mano. Claramente, una mala idea si tomamos en cuenta que la mitad del Gimnasio carga con réplicas de armas —dispara por segunda vez—. Se desmayó al ver que los presentes le apuntaban. Al despertar nos disculpamos con él, así mismo, le explicamos el verdadero propósito del gimnasio.
Trato de imaginar al chico flacucho de la recepción viéndose aterrado. La situación me resulta graciosa.
—El dueño le preguntó por qué un chico tan joven como él estaba tratando de robar, Josh dijo que no tenía trabajo y que su novia era dependiente de insulina... estaba desesperado —se encoje de hombros—, al escucharlo, le ofrecieron trabajar aquí. Aunque se negó al principio, todos los días venía porque le gustaba ver las prácticas. Algunos de nosotros le comprábamos la medicina que su novia requería. Otros le regalaban ropa o lo invitaban a comer. Cuando al fin se animó a tomar una réplica —una tercera ráfaga de disparos sale de su arma—, resultó ser tan bueno como si todo ese tiempo hubiera disparado con nosotros.
Lo escuchó con atención. Él me regresa una mirada que brilla de nostalgia.
—Le ofrecimos enviarlo a un campeonato, él se quedaría con el premio en efectivo, pero a cambio debía promocionar este Gimnasio y contar que este deporte no es tan malo como creen —sonríe—. A él lo ayudo a salir del mundo de las drogas, a su novia le pagó la medicina que necesitaba. Ahora, Josh está entrenando duro para ir a la competencia y quiere usar el premio para pagarse la carrera en la Universidad. Quiere ser abogado y poder ayudarnos a consolidar el Airsoft como un deporte que forja hombres honrados, diciplinados y perseverantes.
Me quedo con la boca abierta un par de segundos. Preguntándome qué más ha vivido Adrien y Cameron durante los seis años que estuve fuera del país. Ellos estuvieron aquí y en Francia con el abuelo.
Un peso de culpabilidad me hace querer bajar la cabeza, pero me obligo a no apartar mi mirada de la suya.
Siento que intenta comunicarme algo mediante la historia. Creo que trata de decirme que a veces las cosas que parecen malas pueden ser buenas, pero no sé si con ello se refiere a que lo que hago es bueno, aunque parezca malo o si soy yo la que es buena, aunque aparente lo contrario.
Reservo la pregunta para confirmarlo en otro momento.
—Inténtalo, Alexia.
Es mi turno de poner cara de molestia y suspirar pesadamente. Me giro hacia los maniquíes. Ahora que sé que debo dispararles, la distancia parece haber aumentado. Ni si quiera me molesto en saber si sostengo el arma como es debido, simplemente imito la postura de las películas de acción.
—Esto es ridículo —murmuro—. Ni si quiera tengo idea de cómo se apunta.
—Dispara y ya —invita Adrien.
Hago caso. Presiono el gatillo una vez, esperando no poder resistir el golpe del arma, pero este, cuando ocurre, no es ni la mitad de fuerte de lo que imaginé.
La bala impacta en la rodilla del maniquí del centro. La zona impactada se ilumina en naranja.
Adrien suelta un silbido de admiración que sé que es sarcástica. No se necesita ser un genio para saber lo errado que fue mi disparo. Y la vergüenza por mi tiro fallido se convierte en molestia cuando Adrien me sonríe burlón.
—Odio esto —declaro.
Él ríe, negando con la cabeza y se acerca a mí, para enseñarme cómo sostener el arma como es debido.
💕
Me siento sobre la mesa de la sala de juntas de Roos con las piernas en posición de mariposa. Los hombros me duelen después de esas dos horas que pasamos en el gimnasio de Airsoft. Al menos conseguí un buen desayuno.
Adrien está de pie junto a mí, con la cadera recargada en el filo de la mesa y los brazos cruzados sobre su pecho. Ambos tenemos la vista hacia el ventanal enorme que nos da una panorámica radiante del jardín que separa un edificio del otro con una fuente simulando ser un árbol de cuyas ramas cae agua.
—Ah, olvidé mencionarlo —dice de pronto—. Me tomé la libertad de invitar a alguien.
—¿Será parte del nuevo plan? —inclinamos la cabeza al mismo tiempo, cuando vemos un ave elevar el vuelo.
—Sí, ya lo he puesto al tanto.
Continuamos en silencio unos segundos. Su celular suena con una notificación, entonces, se separa de la mesa para leer lo que creo que es un mensaje y se gira en dirección a la puerta, a mis espaldas.
—¿Qué es lo que me estás ocultando, Adrien?
Él despega los ojos de la pantalla de su celular.
—¿Te he dicho que eres mi obra de arte perfecta? —trata de recurrir al recurso ambiguo de alimentar mi ego para salirse con la suya.
Básicamente sí, soy su creación. Nos fuimos a vivir con el abuelo cuando aún éramos unos niños, y en cuanto él cumplió los dieciocho años de edad, peleo por la custodia de Cameron, un año más tarde, por la mía.
Si pude irme a corea es gracias a él. Si no terminé tan dañada por la mala crianza de Renée, fue gracias a Adrien. Él fue quien velo por mí y por Cameron desde antes que papá se fuera, es más un padre que un hermano mayor para mí.
Me conoce demasiado bien.
Pero olvida que, sé cuándo alguien quiere usar algún tipo de manipulación o psicología inversa en mí. Porque, aunque tengo más madera de paciente que de psicóloga o psiquiatra, me encanta conocer la mente.
Y cuando comenzaron las crisis de identidad, me introduje más en el tema de la salud mental. De ahí que sepa detectar cada gesto inconsciente de las personas a mi alrededor, de ahí que sepa usar el lenguaje no verbal a mi favor.
—Buen intento, más suerte para la próxima —me cruzo de brazos y estiro la espalda—. Habla ahora o, cuando lo descubra, te callaré para siempre.
Guarda su celular en el bolsillo interno de su saco. Recarga la espalda en el cristal de la ventana y pasa una mano por la parte trasera de su cuello con una expresión de duda.
—Sí, bueno... resulta que —deja salir una sonrisa corta.
—Crees que no voy a estar de acuerdo —él entrecierra los ojos como quien presencia un golpe ajeno y sintió el dolor como si fuera propio—, estoy en lo cierto. ¡Adrien!
Levanta las manos como si lo estuviera apuntado con una de las armas reales en las que se basan las réplicas que usamos hoy en el gimnasio. La sonrisa encantadora que aparece en su rostro brilla tanto que le agrega el atractivo que la cicatriz podría quitarle.
—Derek estuvo de acuerdo, Alexia —comienza a decir rápidamente—, de hecho, ni si quiera necesite persuadirlo. Básicamente se apuntó el mismo.
—¿¡Derek!? —afilo la mirada y sin quererlo, ciento los músculos de mi mandíbula tensarse—. ¿¡Te has vuelto loco!?
—No lo tomes a mal, pero si alguien merecía estar aquí es él —trata de excusarse.
Derek Teufel es el menos indicado para estar aquí. Con la mentalidad tan frágil que tiene el menor de los Teufel, podría arruinar todo en un parpadeo inadecuado que dé estando cerca de su padre.
A la vez, entiendo el punto. Derek se ha estresado al extremo por velar el bienestar de Rohdiamant. Él merece ser parte de esto para poder ayudar a que su empresa no se vea demasiado afectada. Para que él pueda ocupar el puesto de su padre de la mejor forma posible.
Dejo salir el aire de mis pulmones lentamente, aún con los ojos puestos en Adrien.
—¿Sabes? Cuando me miras de esa forma —baja las manos—, no sé si me amas o me quieres muerto.
—En este momento... un poco de ambas —me recuesto sobre la mesa, dejando salir sonidos de molestia.
—No quisiera presionarte a nada —murmura, escucho sus pasos acercarse a mi—. Pero él está por cruzar esa puerta, quizás, en cuestión de segundos. Tienes que dejar de hacer berrinche.
Lo miro desde mi posición. Él se acerca a mí y posa una de sus manos a un lado de mi cadera para inclinarse sobre mí. Su rostro ha regresado a ese gesto neutral que lo caracteriza tan bien y que comenzó a portar a partir de haber obtenido su cicatriz.
Porque cuando esa cicatriz aún era una herida fresca, hacer cualquier gesto le dolía, e incluso, lograba abrir los puntos en ella.
—Me tienes que prometer que vas a dejar de jugar a ser la dulce y torpe Mallory que eras a su alrededor —su voz es un gruñido de amenaza—. Necesito que dejes de gastarte en cosas sin sentido. Necesito que tu cerebro se ocupe de lo que realmente importa.
Miro el techo por un segundo, pero cuando su otra mano me toma de la barbilla, no me queda más remedio que volver a observarlo. Ahora somos verde contra gris. Quitarme los pupilentes azules, volver a ver con mis propios ojos, es dejar de fingir al completo.
—No necesito a Mallory —continua—, necesito a Alexia. ¿Me estás entendiendo?
Tomo su muñeca.
—Entiendo —aclaro.
—No más juegos, Alexia —levanta un poco su barbilla, en un gesto severo—. Repítelo.
—No más juegos.
Él me suelta al mismo tiempo que la puerta de la sala de juntas es abierta. Adrien carraspea para recuperar un poco de él buen genio que reprenderme le quita y se acomoda el cabello que le cayó en la frente con la mano que tenía sobre la mesa.
Aún no lo suelto, no dejo que se aleje.
Arqueo la espalda y estiro el cuello hacia atrás para lograr ver en dirección a la puerta sin necesidad de dejar de estar recostada sobre la mesa de la sala de juntas.
Derek Teufel está de pie, inmóvil en la entrada. Su mano derecha aún está aferrada al pomo de la puerta. Sus ojos están levemente impresionados de verme, y yo, al saber que él vendría, no puedo dirigirle otra mirada que no sea la del desinterés.
Usando la muñeca de Adrien como apoyo, regreso a una posición sentada, dándole la espalda a Derek, pero mirándolo por sobre el hombro derecho. Ojalá recuerde que esta es la misma posición en la que recibí a los perritos en Collar Azul, porque, así como a ellos no quería mostrarles que era una amenaza, a él tampoco.
No soy una amenaza... al menos no una que vaya a dañarlo enseguida.
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Faltan 3 capítulos para el final, así que, posiblemente... la próxima semana no haya publicación, pero a la siguiente habrá actualización doble. De modo que, vendrá la actualización doble dejando en solitario la actualización del capítulo final.
Originalmente, iba a subir este capítulo junto al 54 para que la actualización de la próxima semana sea el cierre. Debido a que ahora estoy haciendo muchas cosas al mismo tiempo no he tenido tiempo de corregir un poco los borradores, porque ya sabemos que no puedo eliminar al 100% todos mis errores, y que al menos no voy a dejar tantos en cada capítulo.
En fin... nos vemos en la actualización doble.
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