Capítulo 52
Dos años atrás:
La última vez en la que esperé sola en una cafetería, me recuerdo sentada en una mesa apartada del resto, en el rincón donde con ayuda de la capucha de mi suéter gris, mi cabello no llamara atención indeseada.
Las manos me temblaban, tenía un sudor frío en la frente y la sensación de querer salir corriendo. Era la primera vez en meses que salía de mi guarida.
La música del fondo no era más que un murmullo inentendible para mí en ese momento. La música era algo que toda la vida había amado, pero en ese entonces, se volvió algo doloroso de presenciar.
—Hola —dijo la voz de la persona que me sacó de mi comodidad.
—Quedamos a las tres en punto, estamos a seis minutos de las cuatro —me quejo viéndolo sentarse en la silla frente a mí.
Estaba más delgado que de costumbre, su cabello era un absoluto desastre entre las raises negras y las puntas desteñidas. Vestido con su usual ropa, aunque ahora parecía un par de tallas más grandes. En su cara había ojeras, y parecía haber adquirido una permanente irritación debido al llanto.
Nuestros ojos se cruzaron y el nudo en mi garganta se intensificó. Él fue el primero en soltar una lágrima, yo lo acompañé y terminamos llorando uno frente al otro por unos minutos, en silencio. Sin decir nada, sin cruzar más palabras.
Y es que, él representaba mejor mi dolor de lo que yo lo hacía.
No había tenido la voluntad de verlo, porque sabía que él estaba tan o más destrozado de lo que yo lo estaba. Tenerlo frente a mí, sollozando, hizo que la situación se volviera real, me hizo ver y tocar la cruel realidad.
Todo se había terminado. Ya no existía un verdadero lazo que me uniera a él fuera de nuestra amistad. Incluso verlo se tornaba doloroso.
—Lo siento... —dijo con la voz cortada.
—Está bien —aparté la vista.
—Se siente extraño hablar nuevamente contigo —confesó.
—Claro... lo es —me encogí de hombros.
Él suspiro con pesadez y pude ver cómo tomo una servilleta para poder limpiarse el resto de lágrimas.
—¿Te parece si ordeno algo para beber? —preguntó aún con las mejillas rojas.
Asentí. Accedería a cualquier que pudiera ayudarme a deshacerme de las ganas de continuar llorando.
—Bien —se estiró para alcanzar la tablet para ordenar—. Un té rojo con leche semidescremada, doble crema batida y hielos, para ti. ¿Cierto?
—Y un caramel macchiato sin vainilla y con doble caramelo para ti —murmuré en respuesta.
Me atreví a mirarlo otra vez. Tenía la vista en la tableta para ordenar, pero una sonrisa marcaba sus labios de una forma en la que jamás creí que alguno de los dos volvería a hacerlo.
No volvimos a hablar en un rato. Ambos miramos a través de la ventana de la cafetería, en silencio. En mi caso, era como si de nuevo estuviera aprendiendo cómo se respira, cómo tomar largas inhalaciones, retener el aire en mis pulmones y sacarlo con lentitud. Hace mucho tiempo que sentía que el oxígeno no me alcanzaba.
¿Quién diría que puedes llegar a sentir que no hay aire suficiente para respirar, cuando una persona se va?
—¿A qué se debe tu aparición? —dije finalmente.
Tomé el valor de hablar al ver al mesero entregarnos nuestras bebidas.
—¿La mía? Tú eres quien ha desaparecido de la faz de la tierra en las últimas semanas —acusó—. Te fuiste con mi padre a Busan, ¿no?
En vez de contestar, tomé el vaso de cristal frío que contenía mi bebida favorita y lo presioné contra una de mis mejillas. El frío siempre me ha servido a minimizar los nervios.
Él conocía la respuesta, me fui con Junseo, él se había divorciado de su esposa y perdido a su hija en el mismo día. Y yo dejé de jugar a tener la vida que deseaba para retomar mi plan. Durante este tiempo, no he hecho más que envenenar la mente de ese sujeto en contra de Frederick como sea.
Junseo Park, el padre de Eun-ji Park y Dae-hyun Park, aunque ambos cambiaron sus apellidos por otros al entrar a la empresa como Trainees. Hijos del hombre al que debía llegar para dañar a Frederick Teufel. Hijos del socio mayoritario de Rohdiamant.
Ser Ídol del K-pop realmente nunca me interesó, pero lo necesitaba para acercarme a sus hijos y de ahí, hacer alguna movida para llegar hasta Junseo, ya que ese hombre era bastante reservado. Tal y como lo propuso Irys.
Sin querer, una amistad verdadera surgió entre los hermanos Park y yo.
Dae se inclinó para sacar algo de su mochila.
—Me entregaron las cosas que había en su habitación en la agencia —explicó con rostro serio.
No pude controlar la mueca de dolor al imaginarme una habitación conocida y antes colorida con todos esos posters de bandas coreanas, con las paredes en blanco ahora que ya nadie la ocupaba.
Lo último que recibí de ella fue la carta que me dejo, en donde me pide que no llore por ella, que vea los dramas coreanos que ella no pudo y que, me confesaba que ya no podía seguir sin él.
—¿Y yo qué tengo que ver con eso? —solté con cero delicadezas.
La verdad era que mientras menos hablara del tema, mejor me sentía. Que él quisiera recordármelo apropósito o no, aumentó las ganas de salir corriendo.
Puso sobre la mesa lo que al principio creí que eran hojas. Cuando las arrastró en mi dirección y las detallé mejor, aparté la vista cerrando los ojos con fuerza por un momento.
—¿Por qué me muestras esto? —mi voz se cortó.
—Míralas —pidió.
—No puedo —negué con la cabeza—. Guárdalas, quémalas o haz lo que quieras, pero sácalas de mi vista.
—Míralas —suplico en un susurro doloroso—. Por favor, míralas.
Inhalé profundo.
No quería hacerlo. En verdad no tenía ganas de hacerlo. Pero lo hice, abrí los ojos y miré las fotos.
Lágrimas nuevas se aglomeraron en las comisuras de mis ojos. Observarlas se sintió como una puñalada directa a mi corazón, a mi mente y a mí alma.
—¿Por qué? —solté—. ¿Por qué me muestras esto?
—Porque voy a pedir tu ayuda... —señaló a una persona que aparecía en la fotografía de una especie de cena o gala—. Lo conoces, ¿cierto?
—E-es el novio de Eun-ji —me abracé a mí misma—. Pero, ellos ya no...
—No estoy solicitando tu ayuda como cupido, Alexia —su semblante se tornó frío, ellos lo sabían, nunca les mentí al respecto de quien era—. Pido tu ayuda... como el diablo que sé que puedes ser.
Cruce una larga mirada con él. Busqué mentira o broma en el brillo de sus ojos, busqué vacilación en alguna pequeña arruga en su rostro, busque y busque cualquier cosa que me insinuara que lo que proponía no era más que un engaño.
Él no podía estar proponiéndome una venganza... ¿o sí?
—A este otro sujeto, ¿lo conoces? —interrogó señalando al otro varón en la foto.
—Es uno de los dueños de Rohdiamant...
Lo miré como si se hubiera vuelto loco cuando comprendí el rumbo al que estábamos llevando la conversación. La respuesta a su pregunta estaba grabada en mi cara mucho antes de que la hiciera.
No. Definitivamente no podía hacerlo. Era una locura si quiera pensar que se logrará la venganza que me estaban pidiendo.
Para empezar, ellos estaban en mi país de nacimiento. En segundo, estaba desempleada. En tercero, nuestras familias han sido rivales desde hace muchísimo. Y en cuarto, ¿qué demonios podía hacer para saber dónde o cómo vengarme del novio de Eun-ji?
—Estás demente. No lo haré —me negué.
Me puse de pie dispuesta a salir de ahí. Si quería superar mi dolor, enterrar todo ese asunto era lo mejor. Por él, por Eun-jin y por mí misma.
Suficiente tenía con el hecho de que mi empleo se fue al carajo, suficiente con saber que no podía regresar a casa. Con mi autoestima pisoteada, con la motivación perdida y sola en un país entero de desconocidos. Y claro, mi reciente gran idea de criar a un cachorro cuando jamás había cuidado de otro ser vivo.
Estaba demasiado ocupada intentando enamorarme de mi misma una vez más como para llevar a cabo un plan malévolo... aparte del que ya tenía.
—Alexia, tenemos una promesa, no lo olvides—me tomó del antebrazo y gritó—: ¡Si uno de nosotros cae, los otros caerán para ayudarle a levantarse!
—¡Nadie ha caído! —forcejeé.
—¡Eun-ji ha caído!
—¡No, ella decidió irse! —di un golpe a su brazo y logré que me soltara—. ¡Ella no se cayó, ella salto! Fue su decisión y a nosotros nos toca vivir con las consecuencias de sus acciones.
Di un paso para alejarme, pero él me tomó de los hombros clavando sus dedos en mi piel con desesperación reflejada en su cara.
—No digas eso, no puedes abandonarla ahora.
—No he abandonado a nadie. ¡Ella se ha ido, se fue! —sacudí la cabeza para que las lágrimas no nublaran mi vista —. Fue Eun-ji quien nos abandonó... tienes que entenderlo, Dae-hyun. Tú hermana está muerta, ¡no volverá y no hay nada que la traiga de vuelta!
La conmoción en sus facciones me hizo recordar lo cercanos que eran. Lo cercanos que éramos los tres.
Antes del viaje que Eun-ji, Dae-hyun y yo éramos como almas gemelas perfectamente afines. Hermanos de otros padres, nacidos en diferentes cunas y crecidos en distintos hogares, pero que los deseos y el mismo anhelo los hizo encontrarse.
Si Eun-jin no se hubiera enamorado y mantenido una relación en secreto con aquel hombre, posiblemente seguiría con nosotros. Seguiría bailando a mi alrededor en lugar de caminar, o contándonos historias por el simple hecho de que amaba hablar.
Seguiría sonriendo cada vez que Dae-hyun la abrazaba, o dándonos besos sorpresas en las mejillas. Seguiría insistiendo en que no debo comer mi peso en alitas BBQ, o riendo con nosotros cada vez que la señora del karaoke le coqueteaba a su hermano.
Seguiría cuidando que Dae-hyun durmiera bien, o insistiendo en escaparnos a altas horas de la noche para ver las estrellas reflejadas en el río Cheonggyecheon.
Seguiría con vida.
Pero no puedes hacer nada por alguien que dejo de estar viva antes de que su corazón dejara de latir. Cuando saltó de la azotea, la chica que conocimos había dejado de habitar ese cuerpo, lo que cayó y se rompió no era más que un cascarón vacío. Un eco de lo que había sido una mujer llena de sueños enamorada de un monstruo que solo la uso para divertirse un rato y la desechó.
Una punzada de rabia atravesó mi pecho, el calor de la ira quemó el aire en mis pulmones y mi cabeza alterada por la fuerza de mis emociones estaba calculando los pros y los contras de realizar una venganza para antes de que me diera cuenta de que ya lo estaba considerando.
—Alexia, cuando te llamé me dijiste que necesitabas una razón para seguir adelante —apuntó a las fotos sobre la mesa—. ¡Te la estoy dando!
Miré a Dae-hyun a los ojos, intentando buscar nuevas palabras y motivación para decirle que no, para poder negarme. Pero las semillitas del "¿qué pasaría...?" y el "¿qué pierdo con...?" ya estaba comenzando a germinar en mi interior.
Suspiré y volvía a mi asiento negando con la cabeza. Dae-hyun se mantuvo un poco más de pie, respirando con dificultad. Pero al cabo de un rato volvió a sentarse también, porque nuestro escandalo había llamado la atención de miradas curiosas.
Tomé un largo trago de mi té rojo. Disfruté del dulzor de la crema batida, la cual se estaba llevando el sabor amargo que me quedó en la boca tras la pequeña discusión.
Tomé una larga respiración, negué nuevamente con la cabeza y me reí por lo bajo de mí misma.
—¿Qué piensas? —Dae-hyun bebía de su caramel macchiato.
Miré el centro de la mesa, como si en ella pudiera encontrar una señal de qué hacer. E irónicamente, la encontré.
El reflejo de uno de los cristales de la decoración en la cafetería parecía un diamante brillando en una pequeña taza con cristales al frente de mí. Tomé uno de los cristales decorativos alzándolo a la altura de mi ojo derecho, incliné la cabeza hacia atrás para poder apreciar la luz pasar a través del cristal en forma de diamante.
Rohdiamant significa diamante en bruto...
—Pienso que hay cosas por planear —contesté sin apartar el cristal de la luz, mis ojos recayeron en Dae-hyun—, y que debes mejorar en idioma.
—Cuanto antes —contestó.
—No... no hay prisa —baje el cristal, poniéndolo sobre el rostro del sujeto en una de las fotos—. Esto hay que planearlo bien, cada paso, cada respiro. Todo.
Dae-hyun hizo girar el cristal sobre su eje y los destellos de este iluminaban la cara sonriente eternamente congelada en la foto de Eun-ji.
—¿Te he dicho que eres el diablo? —él se encogió de hombros—. No sé cómo es que nos has demostrado tanto amor si eres diabólica.
Rei, esta vez más alto. Más normal.
—Hasta el diablo puede enamorarse si acude a un buen cupido, ¿no? —me quité mi suéter gris—. Lo malo es que Cupido puede ser igual de mierda que el Diablo.
Su sonrisa creció cuando vio que me señalaba a mí misma.
—No soy un cupido hecho por ángeles, soy un cupido hecho por el diablo —terminé sonriendo ampliamente.
—Salud —levantó su vaso.
—¿Por qué? —levanté el mío.
—Por mi Cupido del Diablo favorita: Alexia Leblanc —dijo e hicimos chocar nuestros vasos.
—Por Cupido del Diablo —susurre antes de beber.
_ _ _ _
Y con estos capítulos se cierra el maratón, ¡pero hey! Aún faltan unos para que la historia concluya así que, no terminen de despegarse de Wattpad.
Lamento no haber podido actualizar diario como dije, pero estoy presentando parciales... entre las tareas y el estudio me quedé sin batería y sin tiempo para poder subir esto.
En fin, falta súper poquito para que la historia termine, ojalá puedan seguir apoyándola hasta el final.
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