Capítulo 44
DEREK:
Hemos pasado las últimas hora y media en la pequeña sala de espera en la veterinaria. Ahora solo quedamos Nana quien parece estar muy al pendiente de Mallory. Y la pelirroja que parece haberse apagado, mirando un punto en la pared como si la vida la hubiera abandonado.
Chase se llevó a Connor para que descansara. Afortunadamente ese niño se llevó algunos rasguños y un golpe en la rodilla que lo ha dejado fuera del béisbol por unas semanas.
El perro de Mallory es un héroe, según las propias palabras de Nana. El can impulso con su cuerpo y peso a Connor para sacarlo de la trayectoria del auto que casi atropella al pequeño.
Una vez que llegamos a la veterinaria, me enteré de la historia. Y al ver a Mallory con una blusa llena de sangre, vaya que me impresione. Al parecer toda esa sangre ha venido del animal.
Mallory comienza a preocuparme, parece totalmente ausente. Juro que pareciera que ni si quiera parpadear. En sus ojos no hay ninguna expresión, sus manos están cerradas sobre su regazo y el único indicio de que sigue viva es su lenta respiración.
Un celular comienza a sonar. Finalmente, Mallory da señales de vida. Se mueve para sacar un celular negro de la bolsa trasera de sus Jeans.
<<¿Y el otro celular?>>. Me pregunto al ver que el que sostiene es negro y no lila como el que la he visto usar.
—¿Sí? —su voz es un susurro frío—. Ah, eres tú.
Se pone de pie, abrazándose con la mano libre.
—No, no es necesario que cancelen el vieje —una pausa— Sí, eso creo —dice, luego hay una pausa más larga—. Estaré bien, Adrien. Solo... no te preocupes de más—otro silencio. Lo que sea que él le dice, hace que sus ojos se llenen de lágrimas y suelte un suspiro que suena a ligero alivio—. Llámame cuando aterricen.
Cuelga y sus ojos se encuentran un segundo con los míos. Al siguiente miran a Nana.
—Nana, no es necesario que te quedes —guarda su celular—. Ve a descansar.
—¿Tú qué harás? —Nana se pone de pie.
—Me quedaré un rato más... luego me iré al departamento de Adrien.
Nana asiente, no muy convencida de la situación.
Algo extraño me atraviesa cuando recuerdo que Adrien le ha ofrecido su departamento a Mallory.
Sin ganas de quedarme a solas con Mallory, acompaño a Nana a la entrada de la sala de esperas, ella me toma del hombro antes de que me deje guiarla hasta mi auto.
—Te llevaré —informo.
—Está bien, Derek. Me iré en un Taxi —sus ojos observan con brevedad a la pelirroja que se ha vuelto a enclaustrarse en su mente, esta vez, de pie—. ¿Me harías un favor? —asiento y ella sonríe—. Quédate con ella.
—Nana —trato de advertirle, pero ella niega con la cabeza.
—Derek —su mano sube a una de mis mejillas—. Puede que, para cualquiera, Argos sea un simple perro. Pero para ella, es un miembro más de su familia. Es su salvavidas cuando el barco de su calma se hunde en angustias.
Trato de decir algo, pero nada viene a mi mente.
—Ella no se irá —continúa—. Detesta estar sola, por no decir que le aterra. Y ese perro es su compañía desde hace mucho. Si el muere... ella estará destrozada. Necesito que te quedes con ella, por ella.
—¿Y si no quiere?
—Me ha pedido que me vaya, bien pudo haberte dicho que te fueras también, pero no dijo nada —su sonrisa crece—. Te ha elegido a ti como su nuevo refugio. Te eligió a ti, no a mí.
Tras confesar eso, se va hacia la calle. Dejándome más desordenado que antes.
Al regresar a la sala, no sé qué decirle a la Pelirroja quien me da la espalda. Y antes de que se me ocurra algo, uno de los veterinarios aparece por un pasillo con una sonrisa discreta. Se detiene frente a nosotros.
—Ya lo hemos puesto en recuperación. Logre hacer lo que pude con su cadera, probablemente necesite una silla de ruedas y terapia por un tiempo, pero es joven y muy animado, así que lo más seguro es que vuelva a caminar con normalidad —informa, pero su rostro se vuelve serio—. Sé que te dije que haría lo que pidiera por su pata, pero lamentablemente no había nada que pudiéramos unir. El hueso se fragmentó a tal medida que no quedo más remedio que... amputar.
Veo a Mallory suspirar con pesadez. Me atrevo a poner mis manos en su cintura, ella responde posando su espalda en mi pecho y la siento temblar.
—Estará bien. Muchos perros pueden seguir haciendo su vida aún en tres patas —el hombre vuelve a sonreír—. No hay mucho que puedas hacer ahora por él. Lo mejor es que vayas a descansar para no preocuparlo. Siendo un perro de servicio tan talentoso, creo que puede oler tu cansancio y preocupación hasta allá. Le haré llegar tus saludos —se despide con un movimiento de cabeza y desaparece por el mismo lugar por el que ha llegado.
Mallory se lleva las manos a la cara. Murmura algo que no logro comprender.
—Tranquila, todo va a estar bien.
Ella se despega de mi limpiándose que se las lágrimas que se han acumulado en las comisuras de sus ojos. Levanta el rostro mirándome. Sus pecas se resaltan como siempre, por el rubor. Su cabello es un incendio incontrolable detrás de sus hombros.
—Lo siento, Derek... —una risa carente de humor se escapa de su interior—. Esto debe ser el Karma.
—Ey, no hablemos ahora de eso, ¿vale?
No lo hago por lo que ella puede estar pasando, lo hago porque no quiero afrontar nada aún. Estoy cansado.
—No, en serio necesito que me escuches —pide—. He estado pensando y...
Me acerco a ella, la tomo de la barbilla y corto la conversación dirigiéndole una mirada seria.
—Ambos hemos tenido suficiente por hoy —expreso—, vamos a tomar un sueño reparador y mañana se hará lo que deba hacerse.
—Pero... —trata de decir algo.
—Dije basta —ordeno.
—Derek —suena cerca de la molestia.
—Suficiente, no me hagas repetirlo, Roja.
La mirada fría que me dirige por un segundo me hace tener un raro cosquilleo en la bace de mi nuca, es como si con sus ojos me comunicara una advertencia. Para cuando relaja la expresión, siento la sensación de que por un segundo ella y yo pudimos tener una discusión ruda aquí mismo.
Quiero que me explique. Pero no ahora. No me apetece lidiar con todo lo que podría llegar a sentir, a luchar contra las dudas e inseguridades que seguramente aparecerán mientras más avance su historia.
Quiero llegar a casa y dormir para dejar por un rato descansar mi mente de todo el caos y desorden que me causa ansiedad al saber que no puedo arreglarlo.
—Vamos, te llevaré a casa —murmuro.
Una vez dentro del auto, no hablamos.
Parece cansada, y sombría, como si las imágenes de lo que pasó no dejaran de torturarla, como si su mente estuviera maquinando qué pudo hacer para evitar esto a un nivel elevado fuera de mi alcance o compresión.
Pasados los minutos, noto que, el único momento en el que el silencio dentro del auto es cortado ocurre únicamente cuando tiene que darme indicaciones.
Me siento extrañamente nervioso. Mi corazón no ha dejado de dar saltos cada que capto sus movimientos a mi lado. Ella parece muy concentrada en las estructuras que ve pasar a través de la ventana del copiloto.
—Es a la Izquierda, en aquellas rejas blancas —explica, aun algo ausente—. Es la entrada al complejo.
No me atrevo a decir nada.
De reojo logro ver que busca algo en el bolsillo trasero de sus Jeans. Enfoco mi total atención hacia el frente cuando se ve obligada a levantar las caderas para encontrar lo que sea que se le ha perdido en ese diminuto espacio.
Después de un par de sonidos de molestia, una tarjeta me es entregada, ya que, aparentemente sin ella, las rejas no se abren. Al ser un complejo privado, esta clase de cosas me resulta tanto necesarias como molestas de hacer.
—Carajo, yo quería un departamento aquí —comento Derek al entregarle la tarjeta.
Mis dedos rozan los suyo y trato de ignorar la descarga eléctrica que ese toque me provoca.
—Antes de conseguir el departamento que tengo, esta fue mi primera opción —continuo para espabilar los nervios—. Me dijeron que sería difícil conseguir alguno.
—Cameron diseñó el interior de los departamentos. Por ello le dieron prioridad al momento de comprar uno —se encoje de hombros—. Pero él es malo para vivir solo, así que Adrien es quien se ha quedado con el departamento. O eso es lo que me dijeron.
Siento sus ojos posarse un segundo en mí. Y hago el enorme esfuerzo de no cruzar mi mirada con la suya, por el bien de mis nervios y salud mental.
—No me extrañaría que Adrien hubiese conseguido el departamento en alguna apuesta o de algún contacto —dice sin más—. Deberías cuidarte de él. Cuando se trata de Black Jack, no hay quien le gane a ese maldito prodigio.
—¿Cuenta cartas? —no se me ocurre algo mejor para decir.
—No tengo idea —apunta hacia uno de los edificios, sus dedos tiemblan. Debe estarse muriendo del frío—. Es en ese.
Aparco el auto frente a la acera del edificio indicado.
—Hay algo que me ha estado molestando —dejo a mis manos aferrarse al volante y a mis músculos ponerse tenso—. Soy un fanático de la rutina y la monotonía que esta trae. Me gustan las cosas predecibles y fáciles de captar.
—¿Es por lo de mi celular? —cuestiona sin más.
—¿Cómo lo...?
—Noté cómo lo miraste —se encoge de hombros—. En realidad, siempre lo he tenido conmigo, pero sólo mi abuelo, Cameron, Renée y Adrien tienen este número. Es un celular de emergencia, así que no suelo sacarlo mucho de... del lugar en el que me esté quedando.
No digo nada, ni si quiera me muevo. Se siente mal, extraño que me haya dado una explicación, aunque fui quien se la pidió. Y lo es aún más, porque su voz parece ser más grave de lo normal.
—¿Sabes? —se deshace del cinturón de seguridad y me observa sin reservas—. No tienes que creerme si no quieres. Tienes todo el derecho.
Le devuelvo la mirada sin siquiera pensarlo, mirarla se ha vuelto una clase de instinto en mí, no importa a donde se mueva o con quien hable, mis ojos la buscan. Creo que siempre será así. Siempre que tenga el conocimiento de que estaremos en un mismo lugar, mis ojos no pararan de buscarla hasta tener, aunque sea un atisbo de su cabello.
—El seguro de la puerta, Derek —dice en un susurro.
Abro la boca para soltar una disculpa, pero mi voz no logra salir. Así que vuelvo a pegar un labio con el otro y fuerzo mi mano a buscar el botón para que los seguros de las puertas se desactiven.
—Gracias por traerme —suelta al tiempo que abre la puerta.
La veo bajar tragándome las ganas de decirle que lo hago, que le creo. A la vez, quiero arrancar el auto a toda velocidad y para poner la mayor distancia que pueda entre ella y yo.
Mi subconsciente ha tenido problemas con procesar lo que ocurrió entre ella y yo. Me siento herido, me siento traicionado y desconfiado, a la vez, la voz de mi interior me hace dudar.
—Descansa —susurro.
Sigo sin moverme, pero ella también se ha congelado en su lugar.
—D-de hecho, sé que no has cenado así que... ¿quieres venir a casa a comer ramyeon?* —frunce el ceño y traga saliva—. ¿Qué carajo acabo de...?
En cuanto ha soltado eso, sus ojos y los míos se abren con sorpresa. Gracias a lo bien que está iluminada la calle, logro ver sus mejillas pintarse de un color similar al de su cabello.
Trata de decirme algo más, pero parece que la pena puede más con ella, así que cierra la puerta de golpe y grita algo que ya no logro oír. Da media vuelta sobre sus talones y se encamina hacia el edificio mientras niega con la cabeza y parece tener una discusión consigo misma.
Salgo del auto, me apoyo en el techo de este y de pronto el aire previo a la tormenta pronosticada deja de parecerme frío.
—¿¡En serio!? —mi voz la detiene—. Me invitas a cenar, das un portazo, le gritas a la puerta de mi auto y pretendes irte como si nada, ¿en serio?
Sus ojos buscan algo alrededor. La veo pararse en las puntas de sus pies y regresar a las plantas completas dos veces mientras estruja la tarjeta plateada entre las manos. Una actitud similar a la de una niña indecisa.
—No lo dije en ese sentido —murmura enojada.
—¿Qué? —levanto una ceja con ganas de hacer ese tierno enojo aumentar—. ¿Carajo? También me sorprendió, Leblanc. ¿Con esa misma boca me has besado?
Abre la boca como un pez fuera del agua.
Internamente estaba rezando para que no se tomara a mal la broma, pero no quería llegar a tales extremos de decirla en voz alta. Es totalmente inapropiado dada la situación actual entre ambos, pero creo que, un poco de risa no nos vendría mal después de este horrible día,
—¿¡Vienes a cenar o no, Teufel!? —me grita cerrando los ojos con molestia.
Cierro la puerta del auto, soltando una risa que ni si quiera tenía intenciones de dejar salir y me encamino a su encuentro.
Con lo que ha ocurrido, no creo que ella esté en posición o si quiera tenga la motivación para hacerme algo peor. Y una cena no me vendría mal.
Y... ya nada peor puede pasar, ¿cierto?
¿Cierto?
_ _ _ _
Vaya, vaya... ¿será cierto? 👀
*Comiendo galletitas con leche desde la comodidad de su sofá*
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