Capítulo 4
DEREK:
"La propuesta de valor de NueGene se basa en crear una experiencia en torno al consumo de productos para el cuidado de la piel, e integrarlo en la vida diaria de sus clientes."
—¿Qué? —murmuro para mí.
Es la tercera vez que leo el mismo párrafo, línea por línea, letra a letra y... sigo sin entender un carajo de lo que intenta comunicarme. Ni si quiera sé por qué estoy leyendo esto, tengo mejores cosas que hacer que supervisar el trabajo que Chase puede hacer perfectamente solo.
Frustrado, dejo caer de mala gana la carpeta que ha pasado tanto reto en mis manos que mis dedos protestan con un dolor punzante al haber pasado demasiado tiempo en la misma posición. Me recargo en mi silla, los discos de mi espalda me agradecen el descanso. Hace rato que mis piernas hormiguean y el cuello me duele. Y si hablamos de mi estómago, seguro a mi madre le daría un infarto al saber que no he comido nada más allá de una barra de proteína o bueno, la mitad de una que encontré en la cocina de mi casa antes de salir apresurado. Detesto llegar tarde y hoy casi lo hago. Por fortuna llegue antes que las dos mujeres que están prácticamente compitiendo la una contra la otra por el puesto de asistente personal que realmente no necesito, pero la insistencia de Frederick ha sido tanta que ya no veía por mi comodidad, si no por lo que la empresa necesita que haga para antes o después de que asuma el mando.
Me llevo una mano a la frente haciendo círculos sobre mi piel para ver si eso, milagrosamente mitiga el dolor de cabeza que comienza a aparecer. Es apenas el primer día trabajando a la par de esas mujeres y ya deseo que la respuesta sobre cuál es la mejor de proto se estampe contra la enorme ventana de cristal a mis espaldas para ya no tener que torturarme con ello.
La puerta de mi oficina se abre y una cabeza con cabellos castaños se asoma con una gran sonrisa pintada en los labios y un brillo juguetón en los ojos.
—Ay, no —me quejo—. Ahora me duelen los ojos y los oídos también.
—¡Buenos días, my lord de las sandias! —Chase se invita solo al interior canturreando.
Honestamente, considero pecado que tenga tanta energía siendo tan temprano. Curiosamente, se queda quieto con una o dos tazas de café, con uno que otro tic en el ojo, pero al menos se mantiene quieto y callado.
—Oye, no te conseguí una oficina a dos pisos debajo de la mía para que de todos modos siga viéndote la cara —él ignora mi comentario, camina hasta mi escritorio a pasos danzarines y casi de un salto se sienta en el—. ¡Ah, Sallow! Usa una silla, que para algo las inventaron.
—Alguien amaneció irritable —canturrea.
—Alguien nació irritante —contesto de la misma forma.
No se mueve de donde se ha instalado ni, aunque le pongo la peor cara de fastidio en mi repertorio de ciento diez muecas de fastidio, enojo y desagrado. Su sonrisa solo crece y suelta esa risita de niño travieso que no ha desaparecido con los años como supuse que pasaría. Quizás es porque de los dos, él es el que menos ha madurado.
—¿Qué te tiene tan estresado?
En lugar de contestar, señalo a la pila de carpetas que están a mi lado derecho, perfectamente alineadas con el borde de mi escritorio. Los ojos de Chase se intercambian entre aquellas carpetas y mi rostro varias veces, hace un puchero y se encoge de hombros.
—¿Qué demonios fue eso? —cuestiono.
—Es que, Derek esa no es ni la mitad del trabajo que te he visto hacer —se cruza de brazos al pecho, pero en lugar de parecer serio, me recuerda a un niño fingiendo valentía—. ¿No será por lo de la asistente?
Me tomo un momento para pensar en una respuesta que no me deje tan en evidencia, si algo me molesta es que este tipo sea capaz de descifrar como piensan los demás con solo dedicar una mirada y una de esas sonrisillas que realmente me incomodan más de lo que me irritan. Creía que yo jugaba muy bien con las mentes de los que me rodeaban, hasta que conocí a Chase Sallow y supe lo poderoso que se puede ser si conoces la psicología de la otra persona con la que estas tratando.
—¡Puff! Por favor —niego con la cabeza.
—Viejo, no tienes que hacerlo si no quieres —su tono es amable y comprensivo—. Puedes hacer las cosas de la manera que quieras, no tienes por qué seguir siendo cortado por la misma tijera que cortó a tu padre.
—Chase, si no lo hago... —trago saliva con la sola idea de perder lo único por lo que he trabajado en mi vida.
Él se toma un tiempo para analizarme, mismo en el que le arrojo una mirada de fastidio. Porque sabe muy bien que no me gusta que use su modo psicoanalista conmigo.
—¿Realmente quieres ser el CEO de Rohdiamant o solo lo haces por complacer a tu padre? —Chase tiene muy pocos ratos de seriedad absoluta, que una pregunta como esa sea hecha en uno de esos momentos me descoloca.
—¿Cómo puedes pensar que no quiero serlo?
—Porque nunca te he escuchado decir "Sí, quiero ser CEO" —es su turno de negar con la cabeza—. Derek, antes de que tu padre te dijera que si querías llegar a ese puesto algún día tendrías que conseguir a un asistente de confianza, no habías hablado del tema, creo que ni si quiera te habías planteado esa posibilidad. Y de un día para otro llegaste a mi escritorio a decirme que te ayude a conseguir a alguien. Tú, que estas a costumbrado a pensar con una cabeza como si tuvieras diez, que siempre ha hecho las cosas por su cuenta. Tú que crees que hacer trabajo en equipo es más molesto que tener varicela.
Bajo la mirada al pequeño gafete que va prendido al cinturón de mi pantalón. No necesito moverlo para saber que ahí hay una fotografía de mí, con mi nombre y mi puesto dentro de esta empresa. Y ese pedazo de papel enmicado representa más que mi pase sin restricciones a todas las áreas de esta empresa. Es mi identidad, es lo que he trabajado por ser desde que tuve la edad suficiente para comenzar a estudiar en casa.
Sin Rohdiamant... ni loco.
—Lo necesito, Chase —suelto mirándolo de nuevo a los ojos—. Puede que no lo quiera, pero es lo que debo ser. Lo que se me ha impuesto desde que nací y no sé ser otra cosa que no sea: el heredero de Rohdamant.
Él hace su típica mueca de sigo-sin-creer-pero-no-te-juzgo.
—Deberías aprender algo de Mallory —murmura.
—¿Cómo qué? —no puedo disimular la ligera sonrisa que crece en mis labios—. ¿A ser torpe?
Tengo que tragarme la risa, ya que Chase gruñe de esa forma que me indica que no le caen bien mis bromas. Pero es que, al recordar a la chica, no puedo evitar recordar la cara que puso con lo de la broma del amo. Jamás vi a alguien pasar de un color pálido al rojo más intenso que fisiológicamente se pueda. Y, aun así, me sorprendió la actitud que tomó después de eso. Como si no la hubiera visto flaquear, como si no hubiera notado lo nerviosa que se puso.
—¿Cómo sabes que es torpe?
—La he estado observando —digo sin más.
—¿La observas? —una sonrisa pícara aparece en el rostro de Chase, y solo por si no he captado a donde quiere llevar la conversación, hace bailar sus cejas.
—No de esa forma, tarado —le reprendo—. Tengo que estar observándola tanto a ella como a Tiffany para saber cuál es la mejor opción como mí asistente.
No es como que alguna de las dos desagrade a la vista. Pero me siento un viejo pervertido si miro a cualquier mujer por más de dos minutos sin que ella sea consciente de eso. Y aunque no me guste, tengo que hacerlo, ya que debo evaluarlas.
—Oh, Derek Teufel, ¿quién no desearía tener mujeres para elegir como tú? —dice juguetón.
Ruedo los ojos. Es un gesto que no hago con frecuencia desde que me di cuenta de lo infantil que es. Pero es que Chase sabe cómo sacarme de quicio hasta el punto en que mi mal genio le gana a mi pensamiento maduro. Sacando las mañas de adolescente que aún me quedan.
—¿Qué querías que aprenda de Mallory? —cambio el rumbo de la conversación.
—A ser quien quieras ser.
—¿Quién soy?, ¿Barbie?
—No, zopenco —se lleva una mano al puente de su nariz, presionando con su dedo índice y pulgar a cada lado—. Lo que quiero decir es, que sigas su ejemplo y busques qué es lo que quieres hacer realmente con tu vida y lo hagas. Mírala a ella, bien podría estar en un puesto igual al tuyo en Roos pero está acá intentando ganarse la vida sin la influencia y mano dura de Rénee Leblanc.
—¿Qué? —lo miro confundido.
—Lo que oíste —se encoge de hombros.
—¿Mallory es una Leblanc? —sueno más alarmado de lo que estoy.
Chase se pone de pie de un salto, mirándome con la extrañeza como si fuera una especie de extraterrestre deforme que se le acaba de aparecer.
—Por dios, Derek. Se presentó contigo, y conmigo... ¡enfrente de ti!
Intento recordar cuando la conocí y en los minutos posteriores en los que llego Chase. Y claro que me dijo su apellido, pero honestamente no le presté mucha atención a lo que decía, si no a lo que hacía.
—¿En serio no la recuerdas?
—No la relacione con los Leblanc que conozco —confieso.
—Hermano, te urge sacar la cabeza de tanto trabajo en el que la tienes metida. Mallory solía jugar en el patio de tu casa con Adler e incluso Kerstin se les unía de vez en cuando, no puedo creer que no la recuerdes —Chase parece incluso más perplejo de lo que yo estoy. De pronto pone cara como si se hubiera dado cuenta de que dijo algo que no debía, pero la reemplaza con una sonrisa amable claramente falsa—. Uy, mira la posición del sol. Ya es tarde.
Se da la vuelta y camina la puerta con las zancadas más grandes que sus cortas piernas se lo permiten. Se tropieza con el aire antes de llegar a la puerta y únicamente se ríe mientras recobra el equilibrio, justo a tiempo para no dejar plasmada su cara en el cristal.
—¡Ey, no huyas cobarde! —le grito.
—No huyo, es una retirada estratégica —contesta antes de desaparecer.
Me llevo una mano a la frente cayendo en cuenta de lo que me ha dicho. Ahora entiendo porque el rostro de Mallory me pareció familiar cuando la vi en el estudio.
No recuerdo mucho de ella, porque nunca conversamos ampliamente. Las veces que la veía en casa me limitaba a contestar por educación sus sonrisas con un saludo de mano. Nunca me cayó mal, pero era amiga de mi hermano, y según mi padre y mi madre, Adler era una mala influencia para mí, así que supuse que sus amigos también lo serían.
Frecuentaba el patio menos de como lo hacían mis dos hermanos mayores, porque yo pasaba la mitad de mi tiempo estudiando, pasando de materia en materia obligatoria en clases dentro de la escuela privada a la que iba, y de regreso en casa también estudiaba a solas, los temas que mi padre consideraban apropiados para alguien que llegará a dirigir una empresa. Y de no ser porque mi padre descubrió a Chase... seguramente hubiera llegado a la universidad sin tener un solo amigo.
Mi único y mejor amigo, fue el primer ser humano de mi edad con el que realmente conviví a lo largo de mi niñez, adolescencia y ahora adultez. A mi padre le pareció una gran idea que Chase estudiara conmigo. Siempre he creído fielmente que Chase tiene más potencial de Teufel que cualquiera de mis hermanos, y mi padre debió ver lo mismo en él. A demás de la oportunidad de hacer con él lo que no pudo hacer con Adler. Claro, a un alma libre como la de Chase no se le puede encadenar, y aun con esos arranques infantiles que suele tener, se ganó el aprecio de mí familia.
Por otro lado, Mallory no fue nadie relevante para mí. Solo recuerdo una vez en la que cruzamos más palabras que un simple "hola", y no fue en un muy buen momento, ni para ella ni para mí.
Fue durante el funeral de su padre, al cual asistimos porque antes de que su competencia los llevase a ser enemigos. Frederick Teufel y Étienne Leblanc era amigos, amigos muy cercanos.
Después del entierro, mis padres habían comenzado a discutir por una cuestión que realmente no recuerdo. No les importó en lo más mínimo estar en una iglesia, ni si quieras les importó que estábamos en un funeral. La verdad, tenían una tendencia a comenzar discusiones sin importarles el momento o el lugar. Y esta discusión en especial acabó con mi paciencia más rápido de lo que creía. Así que, sin dar ninguna explicación me aleje de donde nos encontrábamos.
Di media vuelta, caminé hasta pasar a las puertas de la iglesia y una vez afuera en el pasillo noté que la niña Leblanc —como siempre la llame en mi mente— estaba apoyando su espalda contra uno de los pilastrones, sus manos sostenían con delicadeza una solitaria rosa blanca a la altura de su regazo. Sus ojos del color del cielo se cruzaron con los míos, en seguida noté que la tormenta sobre nosotros se reflejaba en sus ojos.
Nunca la había visto de cerca. Ella realmente parecía una niña bastante agradable, con unas pecas cafés rojizas y bastante bien dispersas entre el puente de su nariz y sus mejillas. Su cabello del color de las llamas era sostenido a medias por un listón blanco que descansaba en su coronilla. Su piel ligeramente más blanca de lo normal hacia —a mi parecer— un bonito contraste con su vestido negro con mangas de encaje. A pesar del evento tan trágico, ella parecía estar lista para salir en algún retrato pintado a mano por un muy talentoso artista.
—Escuchaste todo eso, ¿no? —dije. El disgusto no era porque ella haya estado espiando, si no por el hecho de que mis padres no podían comportarse como adultos.
—Venía a decirle al tío Ricky que mi madre lo espera dentro de la oficina de administración —el ligero acento francés que tenía se hizo notar, tan ligero que no impedía que se entendiera a la perfección lo que decía—. Te agradecería que le des el mensaje.
Y comenzó a caminar como si mi existencia hubiese terminado, alejándose en silencio hacia la zona en la que a partir de ese día descansaría el cuerpo de su padre.
Es extraño como nos acostumbramos a ver a una persona de cierta forma y después, cuando notamos un ligero cambio en ella nos resulta impactante. Me acostumbre a ver a la niña Leblanc correteando por el jardín de mi casa, jugando con Adler y muy de vez en cuando otro niño rubio que parecía bastante mayor. Siempre me obligaba a cerrar la ventana de mi habitación porque sus risas me distraían de mis estudios. Ahora, ella estaba seria. No la había visto derramar una sola lágrima durante todo el funeral. Pero se notaba su dolor, en su forma de mirar, en su forma de moverse como si sus músculos estuvieran engarrotados.
Muy a regañadientes tuve que volver con mis padres, para informarle a mi padre lo que la señora Leblanc quería, deteniendo con mi voz la discusión. Mi madre miro a mi padre como si lo retara, él le devolvió la mirada antes de emprender su camino a la reunión con la madre de la niña Leblanc. Según lo que he escuchado de esa señora, me pareció casi seguro que solicitaba a mi padre para declarar la guerra abiertamente ahora que ella se quedaba a la cabeza de Roos. Y supuse que así fue, porque Mallory jamás volvió.
Me quedé dentro junto a mi madre y mis dos hermanos porque la lluvia que había amenazado todo el día, por fin cayó. Kerstin se quejaba de que su vestido discreto de ceda negra no le brindaba el calor suficiente y Adler parecía tener ganas de ir corriendo a consolar a su amiga, pero no se atrevía a hacerlo en presencia de la viuda de Leblanc.
Durante lo que me pareció una hora o más me mantuve sentado en la misma banca de madera donde estaba el resto de mi familia, fingiendo que tocaba el piano con el respaldo de la banca de enfrente. Hasta que mamá murmuró algo acerca de que quizás ya deberíamos volver a casa, quizás fastidiada de esperar a mi padre. Sofocado por el ambiente pesado que quedó tras la acalorada discusión de mis padres, me ofrecí a ir en busca de Frederick para ponerlo al tanto. Ya que, como dijo mi madre: era comprensible si decidía quedarse. Después de todo, estaba acompañando a una vieja amiga en su dolor y a una niña que lo veía como un familiar más. Y claro, en el fondo él también estaba dolido.
Salí al pasillo. El viento helado y húmedo se sintió bien después de estar algo incómodo. Caminé bajo el resguardo que daba pabellón de piedra blanca alrededor de toda la capilla, la lluvia ya había aminorado, pero no me sentía con ganas de mojarme. Al llegar al final del pabellón casi maldije. Porque recordé que tendría que correr un tramo si no quería mojarme, ya que la capilla estaba algo lejos de la oficina de administración del cementerio. Mientras me preparaba mentalmente para salir a la llovizna que seguramente me causaría un resfriado, una tierna melodía invadió mis oídos.
Después del corredor, justo en medio del patio, Mallory Leblanc estaba parada bajo la lluvia. Su mirada estaba perdida en algún punto a la lejanía, sus manos sostenían su estómago de cierta forma que me hizo creer que le dolía, pero que seguramente lo hacía para controlar mejor su aire. Bajo la fina lluvia, cantaba su dolor.
—Le sourire qui s'allume, le regard qui s'embrume —no elevaba demasiado su voz, pero desde donde estaba podía escucharla perfectamente—. Et tu t'en vas danser au ciel.
<<La sonrisa que se ilumina, la mirada que se nubla. Y vas a bailar en el cielo>>. Si mi francés poco practicado no me fallaba.
Las gotas que chocaban contra el suelo de piedra gris no lograban opacar su melodiosa voz. Cantaba concentrada, como si la vida se le pudiera ir en ello. Jamás había escuchado a alguien cantar como ella lo hacía a su corta edad. Ante mis oídos inexpertos sonaba como toda una profesional. El coro de la iglesia se sentiría muy orgulloso de tenerla entre sus filas.
Me tenía totalmente atrapado, sentía que no podía moverme, parecía que mis pies se hubieran vuelto de un material firme y extremadamente pesado. Mallory abría y cerraba los ojos cada que ajustaba su voz, en los tonos altos cerraba los ojos y en los más grabes los que eran más fáciles de cantar para ella, los abría. Su respiración apenas era visible, parecía que cantaba con aire eterno. No se notaba la mayoría de veces en que se detenía a inhalar.
Parecía frágil en los tonos bajos e impresionantemente imponente en los tonos altos. Esa dualidad me tenía con el corazón acelerado, esa interpretación me impedía apartar los ojos. Su rostro sereno se parecía mucho al de los querubines en las pinturas dentro de la iglesia.
La letra de la canción era bastante emotiva y tristemente tan acorde con la situación que atravesaba que la piel de mis brazos se erizo cuando cantó los últimos versos.
—Dors mon ange, dans l'éternelle candeur. Dors mon ange, le ciel est ta demeure —su voz flaqueo por un segundo, ella ignoro eso y terminó la canción—. Vole mon ange, le temps pansera ma... douleur.
<<Duerme mi ángel, en el candor eterno. Duerme mi ángel, el cielo es tu hogar. Vuela mi ángel, el tiempo curara mi dolor>>. Mis ojos ardieron, era como si me hubiera trasmitido su dolor a través de su canto.
Su voz se quebró poco antes de terminar. Y como si el cielo también llorara la pérdida, la lluvia se hizo intensa nuevamente. Creí que ella se dejaría llevar por la letra de la canción y rompería en un llanto escandaloso. Aunque quizás ha estado llorando durante su interpretación y no lo noté por la lluvia que caía a través de su rostro, borrando las lágrimas apenas salieran de sus ojos.
Mallory permaneció un largo momento con los ojos cerrados, simplemente respirando. Podía ver cómo sus manos temblaban por el frío, incluso podía ver nuestros alientos volviéndose vaho al salir de nuestros cuerpos.
Un nudo de inquietud se cerró en mi garganta. No sabía qué hacer, no sabía qué decir.
Ella abrió los ojos y giro su rostro lentamente en mi dirección. En cuanto me encontró, la vergüenza de ser descubierto hizo arder ligeramente mis mejillas. Abrí la boca para intentar decir algo, pero la cerré porque mi mente estaba en blanco.
Mallory camino pausadamente hasta que entró bajo el resguardo del techo del pabellón. Bajo sus pies comenzó a formarse un charco. Estaba empapada, realmente empapada. Y de solo imaginarme a mí mismo debajo de la lluvia hacía que sintiera el frío calarme los huesos.
—No era mi intención escuchar a tus padres discutiendo —fue ella quien rompió el silencio—. Creo que ahora estamos a mano.
—Cantas muy bien...
Mallory se encogió de hombros, desviando la mirada.
—Intenta decirle eso a mi madre. Ella detesta que lo haga. Al único que le gustaba oírme cantar era a papá y en ocasiones especiales a mi abuelo...
La tristeza empaño sus ojos.
—Los adultos dicen que ser niño es fácil, supongo que por eso ellos actúan como nosotros de vez en cuando —intenté consolar—. Pero es que ni siendo un niño te salvas de los problemas, ¿no crees?
Mi enojo volvió a aparecer. Sentía un fuerte rechazo hacia la relación de mis padres. Donde se notaba que ya no querían estar juntos, pero lo hacían por sus hijos, no se daban cuenta de que esa mala elección que hicieron y seguían haciendo nos afectaba negativamente más que la idea de crecer con unos padres divorciados. Era incómodo verlos discutiendo por lo más mínimo. Muchas veces eran cosas sin sentido. Luchaban a capa y espada con argumentos inválidos, carentes de lógica y siempre terminaba en un silencio que no rompían más que para decidir quién se iría a dormir a otra habitación esa noche.
Aun siendo el menor de mis hermanos, podía darme cuenta de que lo mejor para el matrimonio de mis padres era terminarlo.
—No sé qué era lo que peleaban tus padres, pero no le des mucha importancia. A veces ni los adultos se entiende —la voz de Mallory me sacó de mis pensamientos—. Papá y mamá lo hacían muy a menudo. Al final terminaban perdonándose y aprendí a no tomarle importancia a sus discusiones porque lo que decían en ellas solo son palabras cargadas de furia que sienten en ese momento.
Me le quedé viendo. Nuevamente la boca se me había secado y no parecía querer abrirla. Mallory me sostuvo la mirada y me sentí algo culpable porque nunca habíamos hablado y cuando por fin lo hacíamos, solo es para hablar de cosas desagradables.
A lo lejos escuché a alguien llamarla y ella giro el rostro un momento hacia donde provenía la voz, gritó algo en francés que realmente no entendí por estar tan fuera de práctica y al volver a encontrarse su mirada con la mía... me sonrió. Sonrió de la misma forma dulce y amplia como la había visto hacerlo antes.
—Espero que los problemas en tu casa se solucionen pronto, Derek.
Mi corazón se encogió.
Mallory estaba enterrando a su padre, era yo quien debió darle aliento e intentar animarla, y buscar las palabras correctas que le ayudarán a sobrellevar el peso de su pérdida. Y en lugar de eso, era ella quién me había animado. Era ella quien sonrió ampliamente. Antes de que pudiera decir algo, hizo un gesto de despedida con su mano derecha y corrió en la dirección en la que la habían llamado con anterioridad. Dejándome con un "espera" en la boca.
Sali del recuerdo con una sensación de ansias en mi anterior. Quizás llegaba la hora de disculparme con ella por haber sido tan descortés en muchas ocasiones o agradecerle por haberme dado aquel empujón. Su capacidad para ver por los demás antes que por ella es algo de admirar, pero su forma de haberse defendido ante su madre y luchar contra ella para obtener el futuro que quería lo es también.
—Con que seguir tu ejemplo, eh —dije cruzándome de brazos. Mis ojos cayeron en la esquina izquierda de mi escritorio, donde las carpetas con la información de Mallory Leblanc y Tiffany... de quien debo aprenderme el apellido, descansan—. Mallory, uno. Tiffany, cero.
— — —
¡Hola, personitas! Ya llegue con un nuevo cap, más largo de lo planeado pero con una escena que creo que es algo emotiva. No me culpen, pero de verdad quería que conocieran una pequeña parte de lo que es Derek y de como nuestra pequeña Mallory se despidió de su padre.
En la multimedia les estoy dejando la canción que interpreta Mallory en la escena de la lluvia. Es una canción que realmente amo y pensé que quedaba muy bien con esa escena. A demás de que Éttiene llamaba a Mallory "Mon Ange". La canción pertenece a una Ópera Rock francesa que cuenta la vida de Mozart, la cual les recomiendo muchísimo, pueden encontrarla completa en youtube y subtitulada en español.
Y... ¿quién será el niño rubio del que hablo Derek?, ¿qué creen que Rénee haya hablado con Frederick? No sé ustedes pero yo creo que algo debió pasar entre ese par como para que Adler se quedara sin su compañera de juegos. Me huele a que aquí hay gato encerrado. ¿Ustedes qué opinan?
En fin, esto es todo. Como siempre les agradezco por leer, comentar o votar. Que no es obligatorio pero que si no lo hacen tendrán malos sueños, yo sé lo que les digo.
No vemos pronto, ¿quizás? Conmigo nunca se sabe 👀
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