Capítulo 30
DEREK:
Subir a Mallory al auto es, para mi sorpresa, fácil. Admito que, en parte es mi culpa que esté borracha. No me molesté en contar los vasos que bebía ni los que le ofrecía a ella o los que tomaba por su cuenta.
Estaba emocionado con la idea de que le había dicho en mi idioma algo que no solo era una confesión, si no también, era parte de un descubrimiento y aceptación del mismo, que no presté atención a nada más.
Ahora, lidio con las consecuencias.
Trato de que la Pelirroja se mantenga en su asiento y conducir con precaución de no pasar por algún puesto de vigilancia de la policía de tráfico. Llevo aliento alcohólico, lo que causaría más problemas.
Me distraigo dos segundos y Roja se arrodilla en el asiento abrazada al respaldo, de espaldas al parabrisas. Tararea una canción desconocida mientras se balancea hacia un lado y hacia el otro. Adoro que incluso en su estado sea capaz de cantar con afinación.
—Regresa a tu asiento, Roja —bajo la velocidad a la que conduzco.
—Quiero ver el cielo —contesta mirando el techo del auto.
—No estamos en un convertible, no podrás verlo.
—Quiero ver el cielo —tararea como si fuera una canción.
Ser en este momento potencialmente propenso a causar un accidente es otro problema.
Paso una de mis manos por mi cabello. Ya es desesperante lo testaruda que es estando sobria, y estando en este estado es aún peor.
Justo antes de sacarla de la fiesta me tardé veinte minutos intentando convencerla de que no se había quedado invalida, si no que sus piernas estaban inestables por la cantidad de alcohol en su sangre.
Claro que, cuando mencioné la sangre creyó que la habían envenenado. Esta mujer necesita dejar de ver tantas series o qué sé yo.
—Vuelve a tu asiento, por favor —insisto.
Mallory hace un puchero en mi dirección y se reacomoda en su asiento.
—Eres tan malo —murmura.
Eso me saca una sonrisa.
—Y tú tan testaruda.
—Sip, así soy —comienza a mecerse de lado a lado en su asiento.
Niego con la cabeza maldiciendo por tener que acelerar antes de que la luz del semáforo cambie a rojo. Suelo ser respetuoso con ellos y con toda señal, pero llevar a una mujer testaruda con la actitud de una niña borracha me obliga a conducir con desesperación.
—Derek —canturrean a mi lado.
—Te escucho.
Siento una de sus manos clavarse en mi muslo y la otra apoyarse en mi hombro.
—Derek —sopla en mi oído.
Aprieto el volante hasta que mis nudillos quedan blancos cuando Mallory se inclina sobre mí. Su aliento roza mi cuello, su cabello me hace cosquillas en una mejilla y carajo... la mano en mi muslo se movió hacia arriba.
<<No te concentres en nada específico>>.
—Derek... Diablo —susurra.
—Roja, tienes que volver a tu asiento. Y tiene que ser ahora —exijo.
—Detén el auto —entierra la punta de su nariz en mi cuello.
Trago en seco.
—Vuelve a tu lugar.
—Detén el... —deja salir una arcada.
Retengo las ganas de gritar. Sujeto como puedo a Mallory a la vez que piso el freno a fondo. Las llantas del auto rechinan contra el pavimento. El automóvil se queda estático de golpe.
Mallory regresa a su asiento con una risa alocada.
Me apresuro a salir del auto, rodeándolo para abrir la puerta del asiento que ocupa Roja y la ayudo a bajar. Camino pasando uno de sus brazos sobre mi hombro y sujetándola de la cintura.
Me las arreglo para dar con un bote de basura entre la acera en plena oscuridad. Una vez lo hago, inclino a Mallory sobre este. Ella no ha dejado de balbucear incoherencias y reírse.
—Listo, haz guácala.
Obedientemente se inclina. Sostengo su cabello para evitar que se manche.
—¡Guácala! —grita y se echa a reír.
—¡Mallory, no estés jugando! —regaño.
Ella se tapa los oídos con las manos y hace un puchero soltando un ruido de disgusto.
Suspiro. Enojarme con ella no servir de nada, está borracha y probablemente ya esté cansada. Mañana tendrá su merecido castigo en forma de una fuerte resaca.
—Te llevaré a casa a que descanses —la cargo como princesa, porque es menos capaz de mantenerse en pie.
—Yuupii —murmura rodeando mi cuello con sus manos—. Hueles bien.
—No me obligues a arrojarte a la fuente de algún parque, Roja. Estás tentando a tu suerte.
—Me gusta tentar al diablo —acomoda su cabeza en mi hombro y resopla.
Una vez de vuelta en el automóvil, me aseguro de ponerle el cinturón de seguridad, ahora que está adormilada no creo que sea capaz de quitárselo. Mallory ya está bostezando. Me aseguro de que esté cómoda en su asiento, reclinándolo hacia atrás para que pueda acostarse. La ayudo a quitarse los tacones y la abrigo con mi saco.
Subo al lugar del piloto soltando una bocanada de aire.
—Roja, ¿a dónde te llevo? —me pongo el cinturón de seguridad.
No obtengo respuesta, lo que al principio me alarma. El alma me regresa al cuerpo al ver que está dormida, acurrucada en el asiento a mi lado, con mi saco abrazado como si fuera un muñeco.
—Por supuesto, de todos los buenos momentos en los que pudiste haberte quedado dormida, eliges precisamente este, ¿no? —me tallo la cara con las manos—. Aprecio tu consideración.
La opción más obvia sería llevarla a casa de Nana, pero no sé si esta siga quedándose ahí o ya se haya mudado. Es tarde, tendría que despertar a Chase para que me diga a qué habitación llevarla y claro, Nana va a cortarme la cabeza y usarla como lámpara donde se enteré que no cuidé de su adorada niña.
No sé dónde queda el apartamento de Adrien Pons. Y me invade una extraña sensación al saber a Mallory sola y borracha con un hombre.
—Scheiße drauf*
Pongo en marcha el automóvil, tomando la avenida que me llevará hasta el apartamento, a mi departamento. Es una completa locura, pero no tengo las neuronas despiertas gracias a la hora y el alcohol que consumí.
Me detengo en el supermercado veinticuatro horas a unas cuadras de mi edificio. Dudo un momento si salir dejando a Mallory dormida. Me bajo del auto dejando apenas abiertas las ventanas del auto para que Mallory reciba aire del exterior.
Entro al supermercado arrepintiéndome hasta de haber nacido.
No sé cómo es que me he vuelto aprensivo con la chica pelirroja, al punto en el que me molesta por igual manera que viva bajo el mismo techo que mi mejor amigo o que viva bajo el techo de alguien con quien creció.
Me detengo en el pasillo de ropa casual para mujer.
Elijo una camisa azul pastel con el dibujo de un panda en el centro. No tengo ni la menor idea de qué le guste usar a Mallory, estoy seguro de que cualquier cosa es mejor que el vestido glamuroso que trae puesto.
Me detengo en seco frente al pasillo de ropa interior para damas.
<<¿Qué estoy haciendo?>>.
Saco mi celular con la intención de llamar a Tamara y preguntarle a ella. Es directora y dirige al equipo de fotografía, siendo la jefa de ambas áreas, tiene buen ojo para las tallas de las personas.
<<Al diablo, no haré esto>>. Decido alejándome unos metros del pasillo.
Comienzo a imaginar a Mallory despertando en poca ropa y en la casa de un varón, con resaca y sintiéndose perdida porque no recuerda lo sucedido.
—¿Y si cree que...? —niego cancelando la idea.
Resoplando con rendición, marco el número de Tamara. Pasan unos tonos hasta que contesta.
—Acabas de interrumpir la mejor...
—Cállate no quiero saber —la interrumpo al percibir su respiración agitada—. Seré rápido, no te diré el porqué, solamente responderás. Y si te atreves a decirle a alguien, Tamara... juro por mi apellido que terminarás arrasándote en el callejón más sucio de la ciudad que encuentre para ti, ¿de acuerdo?
—Uy, ese sexy lado de hijo de perra... —suspira—. Pocas veces te comportas así, me estás intrigando.
—¿Tenemos un trato? —hablo con la mandíbula apretada.
—Sí, de acuerdo.
—¿Qué medidas de ropa interior crees que le queden a Mallory?
Silencio...
—¿Es broma? —contesta—. Unos días y ya le compras bragas, qué confianza.
—No es lo que crees.
—Lo rápido que avancen no es mi problema —la escucho reírse—. Aunque ey, es muy de caballeros comprarle unas bragas limpias después de que ella haya mojado las suyas por tú culpa.
Separo el celular de mi oreja y doy un golpe al micrófono contra mi palma, sonriendo con malicia al escuchar a Tamara quejarse por el dolor que le causa el ruido fuerte.
Trato que Tamara deje de hacer insinuaciones al mismo tiempo que busco las prendas con la talla que me dijo. Cuelgo la llamada sin despedirme al escuchar cosas más subidas de tono.
Mi segunda parada es el área de limpieza personal, donde tomó el primer desodorante para mujer que encuentro y tomo un cepillo de dientes verde.
Recorro la mitad del pasillo, suelto un gruñido y regreso a donde están los cepillos de dientes para buscar uno que sea al menos morado.
Sé que Mallory no sostiene una pistola contra mi frente y amenaza con presionar el gatillo si no la complazco o consiento de algún modo, pero no puedo evitarlo. Últimamente no puedo evitarlo.
Finalmente llego a la caja registradora.
Un chico castaño que no debe pasar de los diecisiete años con audífonos y mascando ruidosamente goma de mascar me mira con curiosidad.
Dejo las cosas donde él pueda pasarlas por el láser para cobrarlas y me distraigo viendo la pequeña sección de medicinas. Tomo un par de pastillas para las agruras, un paquete de pastillas para dolor de cabeza y por si acaso, llevo un paquete de pastillas para el dolor de estómago.
—¿Tú chica se pasó de copas? —cuestiona haciendo un gesto de cabeza hacia las cosas.
—Sí, un... —me aclaro la garganta—. Bastante.
—Por la mañana dale un desayuno con picante y vigila que tome una ducha antes de acostarse —termina de pasar mis cosas por el escáner—. De preferencia no la dejes consumir ningún alimento con grasa. Le ahorrarás el vómito y acidez en el estómago.
—Lo haré —murmuro entregando el dinero. Me fijo en su gafete de empleado para darle las gracias, su nombre: Josh Mckalister—. Gracias por los consejos, Josh.
Él hace una enorme burbuja con su goma de mascar, la revienta y me sonríe mientras toma mi dinero y lo mete a la caja.
Salgo a paso rápido. Al entrar al auto me encuentro con que Mallory no se ha movido mucho, aunque está murmurando cosas que no entiendo.
—¿Qué es lo que balbuceas, Roja?
—Creo quiero ayudarlo...
—¿Ayudarlo?
—A Derek —susurra—. Quiero ayudar a Derek a recuperar sus alas. Para algún día poder volar en sus brazos.
Ya estamos otra vez con la metáfora de las alas.
Sé que ella no puede verme, así que no me molesto en retener la sonrisa boba que se posa en mis labios. De verdad me estoy comenzando a volver loco.
—No le digas, sshhh.
—¿A quién? —me inclino en su dirección.
—A Derek... es un secreto
Se encoge sobre el asiento, en cuestión de segundos suelta un largo suspiro y comienza a respirar con lentitud, rendida de nuevo al sueño.
—¿Qué voy a hacer contigo, Roja? —acomodo un mechón de su cabello detrás de una de sus orejas.
Al llegar al departamento es donde más problemas se presentan. Para empezar, está el tema de abrir la puerta mientras cargo como princesa a una pelirroja cuyo cabello me tapa la vista.
Después...
—Mallory, date una ducha y te sentirás mejor —insisto mientras forcejeo con ella para que se ponga de pie.
—¡Ya dije que no! —hace un puchero.
Suelto sus brazos, rendido. Mallory cae de espaldas a mi cama, donde comienza a moverse como su hiciera un ángel de nieve.
—Bien haz lo que quieras, pero no me culpes mañana si hueles a indigente —me quejo.
Doy media vuelta hacia la puerta de mi habitación.
—¿A dónde vas? —murmura ella.
—Dormiré en el sofá —contesto mirándola.
Ella rueda hasta quedar boca abajo cerca del borde, su brazo cae al suelo produciendo un ruido seco y veo una mueca de dolor en su rostro. Entre abre sus ojos, esos dos zafiros me miran con el brillo de unas lágrimas.
—¿Por qué no quieres dormir conmigo? —se queja con la voz cortada.
Mi mentalidad de caballero me prohíbe si quiera pensar en aprovecharme de la situación, me prohíbe la manipulación que se forma en mi cabeza. Pero la parte de mi cabeza que ve a Mallory como algo indefenso que necesita cuidado y protección me dice que no está mal hacerlo.
Mi lado masculino se emociona con la posibilidad de pasar la noche como ella. Y mi lado de hermano me dice que odiaría si alguien le hiciera lo mismo a Kerstin. Por eso y porque siendo honesto, Cameron parece tener madera de Psicópata es que no lo haré.
—No voy a dormir contigo porque... no quieres ducharte.
Mallory abre los ojos con sorpresa y se sienta con dificultad. Mueve los pies como una niña en un columpio a la vez que menea la cabeza, se pone de pie y camina hacia donde estoy hasta que me pasa de largo.
—¿A dónde vas?
—A Bañarme —gruñe.
—El baño no queda por ahí.
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* Scheiße drauf: Expresión alemana equivalente a "A la mierda".
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Un capítulo nuevo, en nuevo mes. Aún no proceso que ya estamos a mitad de año... ayuda, ¿qué está pasando?
🚩 ¡STPOILER ALET! 🚩
En el próximo capítulo habrá un final que... van a querer matarme.
Así queee, estén atentos a más capítulos y post en IG.
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