Capítulo 28


—Vayan a descansar, decía —murmuro.

Con Frederick contar para algo como dejar a su hijo recuperarse de un resfriado es algo ridículo e impensable. A dos horas de habernos mandado a casa, llamó para que viniéramos a la gala para accionistas que están llegando a la junta anual en Rohdiamant.

Derek me envió el mensaje cuanto colgó la llamada con su padre. Y salí corriendo para comprar un vestido acorde con la etiqueta del evento. Nada extravagante, elegante y hermoso. Un vestido de noche negro con un corsé.

Así que... aquí estoy. A la puerta del hotel con los socios de la familia Teufel esperando en el salón de eventos.

Veo la limosina de los Teufel estacionarse a la entrada del Hotel. La puerta del copiloto se abre en seguida, de ahí baja Chase, en un traje azul marino. De la puerta de atrás sale Derek, terminando de abotonarse una camisa gris.

—¿Te sientes mal, hermano? —Chase cierra la puerta de la limosina tras despedirse del chofer.

—Debería estar durmiendo —se queja, tratando de a acomodarse una corbata negra—. Ya se me pasará con ron.

—Estás tomando medicamento, no deberías beber, Derek.

—No deber no es lo mismo que no poder.

Ambos suben las escaleras mirando hacia el suelo. Así que, no se han percatado de mi presencia.

—Ya era hora, caballeros —me cruzo de brazos.

Ellos levantan la vista al mismo tiempo.

Chase se queda mirándome con expresión perpleja, parpadea un par de veces. Mira a Derek, luego a mí, después otra vez a Derek y sus ojos terminan en mí.

Derek barre mi existencia mientras acomoda el cuello de su saco. En su rostro no veo expresión alguna que pueda describir. Sus ojos se encuentran con los míos.

¿Desde cuándo sus ojos son tan oscuros?

—¿Me veo mal? —de pronto estoy preocupada.

—No, no, es que... —Chase parece no encontrar las palabras—. Estás muy linda. Ese vestido te queda bien.

Él mira a Derek como si esperase que confirmara sus palabras. Derek termina de ponerse el reloj en la muñeca y sube los escalones que le faltaban para pasarme de largo.

—Estás hermosa, no te preocupes —murmura a mis espaldas—. Será un honor que entremos acompañados de semejante mujer. ¿Cierto, Chase?

—Cierto —contesta el castaño.

Ambos me ofrecen sus brazos y me sujeto de los dos. Ni bien hemos entrado en el salón de eventos del hotel, Adler llega a nosotros con la expresión más preocupada que he visto.

—Malas noticias —dice en lugar de saludar.

Tamara lo acompaña con cara seria.

—Nuestro pianista no vendrá —Tamara se cruza de brazos, cuando me mira su sonrisa aparece—. Oh, si no creyera en el amor a primera vista, te pediría que volvieras a entrar, Mallory.

Sonrió y la saludo con un movimiento de mano.

Tamara únicamente trae el saco sin camisa debajo de este o corbata. La curva de sus senos es visible, igual que un tatuaje de un dragón. Resulto que no le gustaba la idea de tenerlo en la espalda.

—¿Cuál es el problema? —la voz de Derek suena ronca.

—No hay quien armonice este aburrido evento —Adler niega con la cabeza.

Adler trae una gabardina, camisa blanca y un pantalón negro. Supongo que fue lo menos estrambótico que encontró en su armario. El golpe en su mejilla comienza a desvanecerse.

—¿De verdad no tenemos? —inmiscuye Chase.

Él me mira sin discreción, cada parte de su retina me está gritando "tú".

—Nuestro bello ángel nos salvará —concuerda Tamara.

—Mejor que un pianista —afirma Adler.

No, no.

—Mallory, ¡tú cantarás! —clama Tamara.

Ay, no y más noes.

No he subido a un escenario desde hace mucho. La piel se me eriza mientras escucho a Adler, Chase y Tamara tratando de decidir una canción, cómo coordinarse con los de las luces y músicos.

—Ey —Derek susurra en mi dirección—, no tienes que hacerlo.

Sus ojos, mejillas y la punta de su nariz están rojas. Veo el cansancio en la forma semi encorvada en la que está parado y en cómo parpadea con lentitud.

Su voz está ronca, puedo escuchar que parece respirar con dificultad y apuesto lo que sea que la fiebre debe seguir haciendo que le duela el cuerpo o la cabeza, quizás ambas a la vez.

Mi corazón se encoge.

<<Debería estar descansando>>.

—Lo haré —declaro—, con una condición.

Derek inclina la cabeza hacia un lado.

—Dile a Frederick que te deje ir a casa —contesto.

—Mallory, si subes a ese escenario, Derek, Tamara, Chase y tú tendrán el día libre mañana —Frederick interrumpe.

Adler susurra con desconcierto respecto a que no lo nombraron.

Los integrantes de la familia Teufel han elegido el color negro para distinguirse mejor entre la multitud. Pues el padre de familia también lleva una vestimenta completamente negra.

En los ojos de Frederick veo que no está convencido de que pueda subirme a un escenario nuevamente.

Malika aparece a su lado cruzando los brazos. Su vestido es dorado con un escote hasta la mitad de su abdomen. La forma en la que me observa me recuerda la discusión que tuvimos.

Me aferro a la muñeca de Derek. Me reconforta mucho que él pose su mano libre sobre mis dedos al instante en el que siente mi tacto. No quisiera decir que se siente como que tenemos una coordinación, pero eso es lo que ha parecido.

—Adler, ¿por dónde subo al escenario? —pregunto en su dirección.

Él tarda en reaccionar. Aunque al hacerlo sigue sorprendido.

—Por aquí —indica apuntando con un dedo.

—En un momento los alcanzo —Derek da un apretón a mis manos—. Cuídala, Adler.

Su hermano pone una cara el doble de confundido, pero esciente.

Tamara se va a coordinar con los de las luces mientras que Chase habla con los músicos y les informa del cambio de planes.

Adler y yo nos instalamos detrás del escenario. Él se sienta sobre una bocina polvorienta y mientras que yo camino de un lado a otro, desgastando la suela de mis zapatillas de terciopelo negro.

—¿Nerviosa, Bad-lory?

—Tú no eres el que se subirá a cantar —le recuerdo.

Su risa llena el espacio.

—¿Por qué llegaste con retraso de tu viaje? —me detengo y lo miro—. Busco distraerme.

—¿Tan nerviosa estás? —acomoda las mangas de su camisa blanca por dentro de las mangas de su gabardina—. Como si no hubieras hecho esto miles de veces.

Me muerdo el labio inferior y juego con mis dedos.

—Es porque tienes algo planeado, ¿no?

Mis ojos se posan en él. Adler se encoge de hombros.

—Vamos —su mirada se torna seria—, tú siempre tienes un plan para las cosas que haces.

—Por un momento... —trago saliva antes de decir algo que no debo—, creí que me acusabas de ser culpable de algo.

—¿Lo eres? —insinúa.

—Esto me sabe a qué tratas de cambiar el tema —acuso.

—¿Y no es lo mismo que estás haciendo tú?

—Adler —pronuncio su nombre a modo de advertencia.

El hijo menor de los Teufel puede parecer que no se entera de nada por su mentalidad volátil. Pero a veces, estar en todas partes y al mismo tiempo no estar en ninguna es una habilidad que te ayuda a saber de más.

Él alza las manos en forma de rendición, y se rasca la cabeza con nervios.

—Estuve en Italia, viviendo con una chica —se cruza de brazos—. Se podría decir que fuimos una pareja.

—¿Retrasaste tu llegada por tu novia? —digo incrédula.

—No, no por eso. Lo que sucedió fue que, en uno de nuestros momentos en pareja...

Hace la seña con las manos que interpreto como que algo explotó.

—¿Terminaron? —niega con la cabeza—, ¿discutieron?

Hace la seña de explosión otra vez.

—¿Explotaron el departamento? —niega—. ¿Se inundó su casa?, ¿quemaron la cocina?, ¿qué?

—¡No! Mira bien —vuelve a hacer la seña.

—No entiendo, Adler. Me rindo.

—¿No se supone que tenías una forma de hablar a señas con tú hermano? —se cruza de brazos, molesto.

—Era menos complejo, teníamos seis años y medio —ruedo los ojos.

—¡Se rompió el condón, maldita sea! —tira de su cabello—. Me quedé con ella porque creímos que podría haber quedado embarazada.

Hago una O con la boca.

—Estaba aterrado. Ni si quiera soy buen hijo —se encoge de hombros—, ¿cómo se supone que sea buen padre?

—No repitiendo las conductas que Frederick tuvo con ustedes —me cruzo de brazos.

Él me mira y se ríe como si con eso estuviera dando un visto bueno a mi consejo.

—¿Lista, Mallory? —Derek irrumpe.

—Déjenme ir a vomitar primero y lo estaré —contesto.

Adler me abraza antes de irse. Derek se acerca ofreciéndome uno de los vasos de cristal que trae entre las manos. Sostengo el vaso olfateando el líquido trasparente que contiene. Definitivamente es una bebida fuerte.

—Escuché que el tequila es bueno para los cantantes —dice bebiendo de su vaso.

—Creo que es un mito. Al menos va a darme valor.

Me bebo todo de golpe. El líquido raspa mi garganta, hago una mueca porque de verdad es fuerte. El calor que me invade se siente bien.

—Necesitaré dos más —informo.

—Los conseguiré.

—Eres una mala influencia —le doy el vaso.

—Ich bete dich an, Mallory* —se encoge de hombros.

—¿Y eso qué significa?

—Eh... —sonríe—. Significa que me preocupo por ti.

—¿Y cómo se diría: deja de ser tan serio?

Parece perderse en el color de mis ojos por el suficiente tiempo como para causarme una risa nerviosa ante su contacto visual directo.

—Du gefällst mir* —contesta.

—Du ge, Du gef...

—Du gefällst mir —pronuncia con lentitud.

—Du gefällst mir.

—Ya lo tienes —hace el cumplido.

—¿Derek?

—¿Sí? —él inclina la cabeza hacia un lado ligeramente.

—Du gefällst mir.

Él pasa su lengua por el labio inferior sin aguantar la enorme sonrisa.

—Anda, debes salir —pronuncia mirándome con una nueva expresión.

Las manos me sudan, las piernas me tiemblan y ni hablar de mi pobre corazón. Romperé un récord Guinness por lo rápido que mi corazón está latiendo.

Me situó a un par de paso del telón que comienza a abrirse, uno de los reflectores me apunta directamente, tengo que mirar ligeramente hacia abajo para no entrecerrar los ojos.

Camino con toda la elegancia que puedo hacia el micrófono al centro. Respiro profundo, rodeo con una mano el micrófono y con la otra levanto un poco mi vestido para no pisarlo mientras bailo.

La música comienza, al principio me cuesta seguir su ritmo. Conforme se acerca el primer verso, la adrenalina y el tequila ayudan a mi cuerpo a moverse más cómodo.

<<Debería estar bañando a Argos>>.

Las primeras canciones son lentas, para que el público se acostumbre a mi voz. Cantar en una voz baja para no interrumpir las conversaciones es complicado, así que tengo que poner mayor esfuerzo.

La entrada de trompetas empieza, la piel se me eriza con ansias por comenzar a cantar.

Mientras canto, me gusta recorrer al público con la mirada para saber si hay suficientes personas cautivadas o si debo hacer algo para llamar su atención.

En mi recorrido me encuentro con Derek escuchándome cantar cerca de la barra, la forma absorta con la que me observa hace al diablillo en mi salir agitando su puntiaguda cola con ganas de ver arder el mundo.

—They ain't even looking at you, baby —apunto hacia Malika sin discreción, luego hacia Derek y por último hacia mí—. He looking at me.

Me arriesgo a cambiar la letra por ver a Malika darse cuanta con rabia de que a quien apunté fue a Derek, quien sigue con los ojos pegados en mí.

Mi complejo de superioridad es mejor que el suyo. Soy competitiva y me gusta ganar. Eso es algo que ella debe ir aprendiendo.

Ella tendrá peones detrás, pero ninguno de ellos va a darme una lucha digna, ninguno va a superar a la heredera de los Leblancs.

Malika bien lo dijo, vengo de una cuna de mentiras. En el Ajedrez de los engaños, soy la maldita reina.

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* Ich bete dich an: Te adoro.

* Du gefällst mir: Me gustas. Esta frase se usa cuando alguien te gusta, ya sea por su estilo sus ojos, sus peculiaridades o una atracción biológica. 

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La manzanita testaruda sacando el lado diablillo de Derek, quien la ha engañado de una forma algo inocente y hasta cierto punto romántica. Pero hey, aquí las mentiras están al orden del día al parecer.

Hoy ando sin comentarios, algo extraño, ¿no creen? -bebe agua de su vaso fingiendo no querer decir nada-. 

Nos vemos la semana entrante con una revelación interesante... les recomiendo que no se la pierdan.

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