Capítulo 21


He decidido callar mis dudas y preocupación para no incomodar a Derek. Pero por dentro tengo muchísimas ganas de preguntar sobre Adler.

Derek debe sentir en este momento más estrés por lo que podría pasar del que siente por lo que ya está ocurriendo.

Las puertas del elevador se abren antes de que termine de juntar valor para volver a preguntarle a Derek si se encuentra bien.

Salimos al estacionamiento. Este encuentra oscuro en zonas donde la luz artificial de los focos no llega. Sigo a Derek de cerca entre autos, desde los lujosos hasta los normales. Damos la vuelta en una esquina, llegando al aparcamiento de presidencia.

Mis pies se enredan entre sí por la sorpresa de ver al menor de los Teufel acercándose a una ostentosa motocicleta con la insignia de BMW en un costado.

No sé nada de este tipo de vehículos, pero no me imaginaba que Derek prefiriera usar una, antes que tener un chofer o manejar un auto lujoso. Ni si quiera sabía que BMW hacia motocicletas.

Derek se detiene a un costado de la corpulenta motocicleta, en el asiento —montura o como se llame— hay un par de cascos de estilo deportivo. Uno es del mismo color que la motocicleta y el otro en un color lila pastel que, parece no encajar con el aire rudo del vehículo.

—Estás bromeando, ¿no? —mis palabras hacen un ligero eco—. Una motocicleta... tú en una motocicleta, ¿es broma?

—Oye, no es cualquier motocicleta —sus ojos encuentran los míos—. Es una BMW S 1000RR.

La forma en la que defiende su vehículo de dos ruedas —diagonal— trampa mortal, me parece tierna. Muy fuera de la personalidad con la que ya me he acostumbrado a verlo.

—¿Por qué no me sorprende que sea de color negro? —murmuro entre dientes.

—¿No se supone que las mujeres son capaces de ver más gamas de colores? —responde con un tono cercano a la indignación—. Mi motocicleta no es negra, es color obsidiana.

Observó el vehículo, luego al dueño.

—Pues a mí me parece negra.

Derek se desabotona su ajustado traje azul marino tranquilamente, para después tomar uno de los cascos que descansan sobre el asiento de cuero.

Antes de ponerse el casco negro, nota que no me he acercado. Me observa deteniendo su acción y bajando el casco. Sus ojos tienen una expresión de desconcierto.

—¿Qué ocurre, Roja?

No puedo evitar sonrojarme y estremecerme ante el apodo que me ha dado. Una sensación de hormigueo me recorre la espina dorsal.

—En serio, ¿esperas que suba a esa cosa?

—Pues... —suelta una risa ronca y me dirige una mirada pícara.

—¡Me refiero a la motocicleta, Derek! —mi grito le roba una carcajada.

Es bueno saber que ha recuperado un poco de buen su humor. Aunque maldigo internamente porque siento mis orejas calentarse a cada segundo. Derek se pone su casco y se monta en la motocicleta con aires de arrogancia.

—¿Qué pasa? A la mayoría de las chicas les resulta tentador subirse a una motocicleta con un tipo atractivo como yo —ladea la cabeza—. ¿Por qué tú no, Mallory?

—Quizás no me resultas atractivo, Derek.

Omito la parte de decir: Y que me parta un rayo si miento. No sé si un rayo pueda atravesar un edificio entero hasta llegar a mí, pero ser precavida nunca está mal.

—Puedo hacer que cambies de parecer —el resoplido que escucho me hace saber que lo que sea que se le ocurrió no es decente.

Ruedo los ojos, aunque estoy sonriendo.

Me gustaría decir que se ve mal. Que su traje y la motocicleta deportiva desentonan tanto la una con la otra que lo hacen ver como un payaso. La realidad es otra.

La verdad es que se ve ridículamente bien. Ahí con la ostentosa y ruda motocicleta entre sus piernas, con ese traje de sastre hecho a la medida que le queda tan bien, oliendo a loción cara de edición limitada.

Esa mezcla de hombre de negocios frío, calculador y la de hombre rudo, motociclista rebelde, le qué demasiado bien. Sólo él, Derek Teufel, el Diablo podría tener una dualidad atractiva e irresistible.

<<Malditos Teufel y su genética de reyes seductores del inframundo>>. Murmuro mentalmente.

—¿Qué sucede? —insiste cruzando los brazos sobre su pecho. Sus labios se curvan en una sonrisa burlona sexy y molesta, atípica de él. Algo en mi estómago se remueve —. No me diga, ¿le tienes miedo a las motocicletas, Mallory?

—No, las motocicletas no me dan miedo —sueno firme—. A lo que le temo es a la muerte.

Una nueva ola de risas sale de sus labios, lo que suena para mí como mi nueva canción favorita. ¿Por qué de pronto tengo pensamientos cursis y raros? Creo que a la escritora de mi vida se le fundió el cerebro.

Derek toma el casco lila y lo extiende me mi dirección hondeándolo como si fuera una bandera.

Maldición, es de mi color favorito.

—Anda, Rojita. No te va a pasar nada —asegura—. Prometo ir a una velocidad baja.

—No sé si eso me convence...

—Vamos, no conseguí un casco lila para que me rechaces.

Eso hace que el pecho se me infle con un calorcito agradable.

—¿Conseguiste ese casco por mí? —me cruzo de brazos imitando su postura segura.

—¡Obviamente no! Ni si quiera sabía que el lila es tu color favorito, ¿recuerdas? —lo intenta, pero falla al convencerme.

Ladea la cabeza. Me sorprende lo mucho que ya lo conozco.

<<Sí, lo consiguió para mi>>.

—Vaya, un Teufel intentando ser romántico —me burlo—. Hoy va a llover.

—Y si continuas sin subirte a la motocicleta terminaremos empapados —niega con la cabeza—. O bueno, al menos uno de nosotros dos podría no llegar seco.

—Sí, porque si sigues insinuándote así te voy a escupir en los zapatos.

La carcajada que deja salir es un poco sofocada por su casco.

Tomo el casco que Derek me ofrece, poniéndomelo. Admito se siente protector, lo cual agradezco. A demás, es hermoso porque es color lila, y Derek lo consiguió para mí.

Ese es un gesto que no esperaba, para ser honesta. Derek es un hombre ocupado como para poder recordar fácilmente los pequeños detalles como el color favorito de alguien. Y jamás le dije que ese era mi color de preferencia, aunque tampoco es difícil deducirlo ya que poseo muchos objetos que portan ese color.

No debería estar ni emocionada ni contenta como lo estoy.

Disfrutaré de sus atenciones hasta que pueda, después quedaremos como amigos o peor, como desconocidos. La decisión la dejaré en sus manos.

Con timidez —y bastante torpeza— cruzo una pierna para montarme en el asiento de cuero, por detrás de Derek. Lo veo desde donde estoy. Su espalda bien formada por el ejercicio o lo que sea. Vuelvo a maldecir internamente.

Ahora, viéndolo de cerca, se ve jodidamente sexy.

<<Quietas hormonas>>. Sacudo la cabeza.

Una vez Derek ha terminado de ponerse unos guantes negros de cuero, estamos listos para irnos. La motocicleta ruge de pronto que pego un brinco en el asiento. Derek se inclina hacia adelante y soy consciente de que no tengo de donde sujetarme.

Busco frenéticamente una forma de sostenerme para no caer cuando Derek comience a conducir.

—¿Y ahora qué haces? —lo escucho gritar por sobre el ruido del motor, gira la cabeza para verme por sobre el hombro.

—Es que, no sé —muevo las manos en el aire.

No dice nada, parece entender cuál es mi preocupación.

Menea la cabeza, puedo apostar a que en sus labios se ha vuelto a posar una sonrisa burlona. Él regresa a su postura rígida, inclinándose hacia atrás hasta que casi no queda espacio entre nosotros, toma mis manos por las muñecas para obligarme a abrazarlo desde la espalda a la altura de su cintura.

Me mantengo quieta como una figura de hielo, la cercanía me pone nerviosa.

Finalmente comenzamos a movernos, y aunque seguramente no vamos a ir ni a la mitad de la velocidad a la que él está acostumbrado, me aferro a su espalda con el miedo patente de morir.

Me atrevo a apoyar la parte del casco que corresponde a mi mejilla en la espalda de Derek para disfrutar mejor de la vista de carros pasando a nuestro lado, los edificios y personas que caminan por la calle.

Ruego porque lleguemos con vida, porque no me caiga y ruego porque mi corazón que late más rápido de lo que corre la motocicleta de Derek no se me vaya a salir del pecho.

💕

Al llegar al edificio de Collar Azul y bajar de la motocicleta me percato de dos cosas.

La primera: no fue un viaje desagradable, pero comienzo a tener la sensación de que mantener mi distancia con Derek es lo mejor que puedo hacer con ambos. Y la segunda: el perfume de Derek se impregno en mi ropa.

Se dice que es más fácil que un hombre caiga ante el deseo que una mujer, pero eso podría ser una estadística falsa. Mientras menos nos acerquemos más fácil será alejarnos.

En cuanto me quito el casco quedo enamorada de la fachada del edificio del refugio.

La mayoría de los murales alrededor son blancos con huellas de patitas de diferentes animales y huellas de manos humanas de todos los tamaños, incluso hay un par de piecitos de bebé.

—Honestamente, creí que se vería como un zoológico —confiesa Derek bajando de su motocicleta a mi lado.

—¿Por qué se parecerían?

—Ambos tienen animales viviendo dentro —él se quita el casco mirándome.

Es realmente extraño verlo con esa expresión de niño a la espera de una explicación a la pregunta que acaba de hacer. Sin borrar ese gesto de su rostro me pide el casco que sostengo.

—En ese caso, ¿no crees que los refugios humanos y las cárceles deberían parecerse? —le doy mi casco.

Parece tomarse un minuto para reflexionar. Lo veo darme la espalda para colocar con cuidado ambos cascos sobre la montura. Se queda quieto un momento, al siguiente se da media vuelta para encararme.

—En los refugios, los humanos están ahí porque se les ofrece ayuda. En las cárceles las personas dentro son puestas ahí por otras —se acomoda el saco—, muchas veces, en contra de su voluntad.

Él me mira como si de pronto se le hubiera iluminado el cerebro con una idea revolucionaria. Parpadea dando un paso hacia mí con expresión afligida.

—Qué bien, ya lo entendiste —contesto caminando hacia la entrada del refugio.

Una Dalilah vestida con un tierno uniforme de cuidadora —jeans, overol y botas— llega para darnos la bienvenida en cuanto hemos invadido la recepción de Collar Azul. Ella es una de las principales cuidadoras aquí, y con quien estuve comunicándome para ponernos de acuerdo en este recorrido.

Dalilah es más baja que yo, así que me causa algo de incomodidad cuando me abraza de golpe porque sus mejillas quedan a la altura de mi busto. Y hace más incómodo ese momento al mirar un segundo dónde ha apoyado su rostro para después mirarme sonriéndome con complicidad.

La chica nos da un recorrido breve por las instalaciones, mostrándonos zonas de empleados y en la que tienen a los animalitos. Llama mi atención que cada que tiene la oportunidad intenta tomarme de la mano o la cintura.

Tienen una pequeña cantidad de perros y gatos. Me sorprenden teniendo animales exóticos, como un halcón peregrino salvado de las manos de contrabandistas y una bebé zarigüeya.

Dalilah nos explica que quieren fomentar la adopción, los donativos y demás cosas que son lo acostumbrado en este tipo de lugares. Aunque comenta que principalmente les gustaría poder tener un consultorio bien equipado y poder tener veterinarios trabajando con ellos dentro del edificio para garantizar que los animalitos reciban ayuda médica de calidad en cuanto la lleguen a necesitar.

Al acercarnos al área de convivencia donde nos presentarán algunos animalitos Derek me pide las pastillas antialérgicas con discreción.

—Pueden pasar —nos indica una de las cuidadoras.

Nos meten en una especie de corralito para bebé algo más grande que los normales, con piso de pasto sintético al aire libre, aunque bajo la protección de un lindo techo de madera.

Derek toma asiento en una de las sillas de exteriores e inspecciona la caja de juguetes a su lado. Desde que llegamos me da la impresión de que trata de recolectar o memorizar hasta los pequeños detalles del lugar. Sé que es para ayudar a Chase en su trabajo.

Me siento en el suelo cruzando los pies en la pose de buda, con la espalda recta. Decido sentarme de espaldas a la puerta para que el animalito que vayan a traer no sienta intimidación.

Derek me mira con extrañeza.

—¿Qué haces en el suelo? Ensuciaras tu ropa —señala.

—Van a traer a un amiguito que la ha pasado mal, estará nervioso por eso y por conocer gente nueva —explico—. Ponerme a su altura ayuda a que no me vea como una amenaza y se sienta confiado. Estos animales han pasado por cosas difíciles, es de comprenderse que no confíen en los humanos.

Él suelta un suspiro de resignación, mira al cielo una fracción de segundo cuando se pone de pie. En contra de toda probabilidad, desabotona su saco, se lo quita y lo coloca con cuidado sobre la silla donde estaba sentado y da un paso al frente para sentarse en la misma pose que yo.

—Esperemos que no llegue a requerir tintorería para mis pantalones —reniega.

—Si la necesitas, me ofrezco a pagarla.

Le regalo una sonrisa y disfruto de la mirada curiosa que dirige a mis espaldas.

Escucho en ese momento varias patitas caminando hacia nosotros, haciendo a mi corazón saltar de la emoción.

Un chihuahua de pelaje canela y un gato mayor de pelo largo y blanco son nuestra nueva compañía.

—El amiguito juguetón de allá es Milow y este gato dormilón es Cotton —informa Dalilah.

Me sorprende ver a Derek recibir con gusto al afelpado felino.

—Los dejaré un momento para que conviva, ¿está bien, Mallory? —dice ella en mi dirección.

Dalilah tiene una sonrisa resplandeciente en el rostro, me está mirando mientras le da la espalda a Derek. Aunque el rubio la ignora por estar jugando con el gato, que esta chica le dé la espalda a la ligera me resulta una falta de respeto.

—Si, puedes irte —contesta Derek—. No te preocupes por nosotros, nos entendemos bien, ¿verdad, Roja?

—¿Eh? —suelto mirando a Derek, quien le dirige una mirada cortante y fría a Dailah aunque esta no puede verlo—. ¡Ah, sí! No hay ningún problema.

—Si quieres puedo quedarme, Mallory —insiste la cuidadora.

—Ella ya dijo que no es necesario —asevera el rubio.

—Le pregunté a ella.

—Y yo te contesté.

Intercambio la mirada entre uno y otro. Dalilah se da media vuelta con los brazos cruzados al pecho, Derek entrecierra los ojos cuando la cuidadora le da la cara.

—¿Tienes algún problema? —la chica habla con enojo marcado.

—No, claro que no. Aunque si continúas insistiendo, mi problema serás tú —la voz de Dereck se vuelve ronca.

Casi puedo ver un choque eléctrico entre este par.

—¡Estamos bien, Dalilah! —interrumpo evitando que haya algún conflicto—. Sería bueno que nos des unos minutos para ir planificando algunas cosas para la campaña.

Ni si quiera sé si lo que digo tiene sentido, probablemente no.

Me relajo al ver a Dalilah con una nueva sonrisa.

—De acuerdo, aunque si llegas a necesitar algo, Mallory —pronuncia mi nombre con un volumen alto—, no dudes en decirme.

La cuidadora camina hacia la salida tras mostrarle una mirada arrogante a Derek.

¿Qué acaba de suceder?

—Controla a tus novias, Mallory —él me sonríe y continúa jugando con el gato.

La sonrisa que imprime en sus labios es calmada, la paz en sus ojos es autentica y el gato parece caerle bien que el rubio lo deje acomodarse en su regazo y le haga caricias.

Por extraño que suene, de pronto me dieron ganas de ser un gato... 


—          —          —          —


Uy, como no podía perder la costumbre lo he dejado en suspenso. 

Únicamente les diré que en los siguientes capítulos es donde más amo a Irys. ¿Por qué? Eso ya se verá en las próximas actualizaciones. 

¡No se pierdan los nuevos capítulos! 

Gracias por leer/comentar/votar. Nos vemos la próxima semana en un nuevo capítulo.

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