Capítulo 2
Mi curiosidad y mi falta de atención al caminar me han hecho llegar un estudio abierto, donde se está grabando un comercial sobre una nueva colección de cosméticos.
Me pareció entretenido observar, y también algo nostálgico hasta cierto punto.
Parada a una distancia prudente donde no interfiero con el trabajo de los camarógrafos, maquillistas y demás staff, observando con detenimiento y admiración el show que se proyecta ante mi vista.
El estudio es de tamaño mediano, ambientado de tal manera que parece que ha traído un pedazo de un bosque teñido en tonos naranjas, rojos, grises y negros, muy otoñal. Lo cual es el tema de dicha colección de cosméticos.
Las modelos visten largos vestidos blancos de tela ligera que vuelan hipnóticamente con cada movimiento elegante que hacen. Sus cabezas están adornadas con coronas de flores, algunas marchitas a juego con el escenario y otras de vivos colores azules, rosas, purpuras y una que otra amarilla.
Las chicas giran, bailan y juguetean en el bosque falso mientras sostienen paletas de la nueva colección, brochas, labiales y demás cosas, que muestran ante la cámara de forma sutil.
Alguien se aclara la garganta a mis espaldas, haciéndome pegar un brinco.
Mis manos logran aferrarse a mi boca para evitar que un chillido de perro chihuahua se me escape. Rápidamente me doy media vuelta para encarar a la persona que casi me mata.
—Lo siento, ¿se encuentra bien? —lo primero que veo es la corbata color vino, una camisa blanca debajo de un traje color gris perfectamente planchado—. No era mi intención asustarla.
Mis ojos suben con lentitud hasta que se enfoca en el rostro semi sonriente de un hombre que aparenta mi edad.
Por unos instantes, mis ojos se quedaron pegados a los del hombre joven.
Unos ojos esmeralda intensos me miraban con sumo detenimiento, como si incluso pudieran ver mi alma.
Un chico de cabellera lacia y rubia ligeramente larga pero bien arreglada y tez blanca me sonríe sin restricciones.
Me siento totalmente aislada del mundo por sus ojos intensos. Sin duda, lo que abunda por aquí es la belleza.
Su mandíbula bien definida, libre de todo rastro de bello facial e imperfecciones. Sus pómulos altos y cejas finas le dan un aura varonil sin dejar de parecer que se preocupaba por su aspecto físico.
Su colonia invadió mi alrededor. Seguramente sería una muy cara, al igual que su traje claramente hecho a la medida.
Sin gafete, ni ninguna otra cosa que me indique quién es.
Parpadeo rápidamente. La media sonrisa burlona que el varón lleva me hace sentir tonta, lo que me molesta bastante.
Me siento tonta, y bueno, lo soy, pero una cosa es saberlo y otra sentirlo.
Él se pasa una mano por la zona baja de la barbilla, lo que me hace notar el anillo que lleva puesto, el cual reconozco como el sello de los Teufel.
Un diamante a penas pulido, Rohdiamant. De verdad, no sé cómo ignoré su parecido con Frederick. Mi subconsciente me susurra algo al respecto de que nunca conviví lo suficiente con él, ni estuve cerca tal como lo estoy ahora, y de ahí que no me resultara conocido.
—Estoy bien —digo tras retirar mis manos de mi boca—, no se preocupe.
—Si viene a algún casting, debe esperar afuera —su voz suena baja y ronca. Sus ojos me recorren de arriba hacia abajo—. Aunque ahora que la veo bien, no cumple con los requisitos físicos.
<<Sí, lo noté esta mañana al mirarme al espejo y decir: jamás en la vida me sobajaré a ser una modelo de los Teufel>>. Pienso a la vez que llevo uno de mis mechones rebeldes detrás de mi oreja, para evitar que "el señor poco tacto" noté que mi sonrisa flaquea.
Tuve que usar mucha de mi fuerza de voluntad para no rodar los ojos y contestar perdiendo los modales.
—No lo digo como una ofensa, así que por favor no lo tome así —dice, como si leyera mis pensamientos.
—No, no lo tomé de esa forma —¡pero claro que lo tomé de esa forma!—. Así que, nuevamente le digo que no se preocupe. En realidad, vengo a postularme como asistente personal de Derek Teufel.
Decido actuar como si aún no me hubiera dado cuenta de que el hombre parado frente a mi es el mismísimo hijo pródigo de Frederick. Solo para saber cómo actúa.
Porque, después de todo estoy aquí para estudiar su comportamiento y gustos para poder encontrar una esposa para él.
—Con que así es —asiente con la cabeza a la vez que se lleva las manos a los bolsillos de su pantalón. Se inclina en mi dirección, haciéndome sentir pequeña aun cuando no nos llevamos mucha diferencia de altura—. Pareces muy joven.
—Me lo dicen a menudo —su imponencia me hace sentirme una niña.
—¿Qué te hace creer que podrás tolerar el ritmo de trabajo de que tiene el heredero de Rohdiamant?
No me pasa desapercibido el hecho de que ha dejado de tratarme formalmente.
Tampoco se me escapa la forma en la que su sonrisa de lado crece un poco, para después regresar a una mueca prácticamente diminuta.
Admito que su pregunta era algo que no esperaba.
Por los cielos, ni si quiera se ha molestado en preguntar mi edad para corroborar si soy menor, no me preguntó mi nombre ni la razón por la que sostengo en una mano el gafete de identificación que debería llevar colgando.
Que ahora que lo pienso: ¡maldito gafete! Simplemente no se pudo quedar en su lugar, no hacía más que caerse y terminé hartándome así que ya no volví intentar a mantenerlo enganchado a mi ropa.
Tan inestable como mis emociones, tan importante como mis horas de sueño, y tan molesto como mi torpeza.
Mi cerebro repasa en cámara rápida toda la conversación que tuve con Frederick. No puedo decirle que vi el anuncio en el periódico, tampoco puedo decirle que estoy espiándolo para poder conseguirle una novia porque su papá es un viejo manipulador clasista atrapado en su ego.
<<Debo dejar de pensar y hablar mal de las personas>>. Suspiro.
—Quizás mis ganas para trabajar —bromeo, aunque fue lo primero que se me cruzó por la mente. La vocecilla de mi mente se ríe y a completa la frase diciendo que mi orgullo y ganas por ser alguien sin hacer uso de mi apellido me han traído a donde estoy—. En realidad, soy muy buena trabajando bajo presión. Y sé cómo tratar con gente importante.
Sé que tarde o temprano se va a enterar de que soy la hija de uno de los mayores "enemigos" de su papá.
Bueno, nuestras familias tienen una rivalidad marcada desde hace años.
Y en cuanto a lo otro, lo de trabajar bajo presión, eso no es más que la verdad. Ser una Trainee en corea del sur no es fácil, tienes mucha presión.
En lo personal siempre tuve problemas para encajar por el hecho de ser extranjera.
Tuve muchas exigencias que cubrir si realmente quería debutar. Cumplir con dietas casi extremas, las clases de canto, las lecciones de baile, horas de ensayos que muchas veces consumían parte de mis horas de sueño.
Incluso tuve que hacer un curso de actuación de seis meses y uno de modelaje de ocho meses. Todo aquello me dejo con problemas de ansiedad, cuando no había mucho que hacer, era cuando más ansiedad sentía.
Supongo que me acostumbre a llevar una vida llena de trabajo bajo presión. Y ni siquiera eso me ayudo con lo que llegó al debutar...
Sacudo la cabeza para volver al aquí y al ahora. Derek parece haber estado pensando en algo para responderme.
—Creo que ningún trabajo se compara con lo que te espera, Srta...
—Mallory, soy Mallory Leblanc —me presento al notar que no lo había hecho.
Si tuvo algún efecto en él escuchar mi apellido, no la demostró. Se mantuvo sereno, al parecer su ego se lo ha permitido. Porque si yo me hubiera encontrado con que hay un enemigo bajo mí techo, no creo haberlo tomado a bien.
—Srta. Leblanc, seguramente no lo sabe, pero dicen que el hombre para el que espera trabajar es... un maldito. Sobre todo, con sus empleados directos —inhala aire de tal forma que me hace pensar que lo que está por confesar es algún secreto crudo—. Los empleados de su área dicen que su apellido le ha caído como anillo al dedo. Que, si alguien merece ser llamado "el diablo", ese es Derek Teufel.
Frederick me puso al tanto de la razón por la que su hijo era respetado y hasta cierto punto, temido por sus empleados.
Derek es un controlador, uno muy estricto que cuando una pieza se sale del tablero, tiende a tener ataques de ira. A raíz de la presión, desarrollo esos ataques y a pesar de que nunca ha herido a alguien, es suficiente verlo enojado para que el mundo baje la cabeza ante él.
No puedo imaginar hasta qué grado le ha afectado ser el favorito de su padre.
Hablando psicológica y sentimentalmente, obviamente no se ha vuelto un completo lunático como yo lo hubiera hecho de haber estado en su lugar, algún daño sí pienso que tendrá.
Hasta donde sé, lo han preparado toda su vida para ser el perfecto heredero. Y una parte de mi se ve reflejada en aquellas actitudes, porque seguramente, me hubiera vuelto como él si hubiera decidido quedarme y cargar con las responsabilidades que heredaría.
Sonrió. Uso mi mejor y más sincera sonrisa. Los ojos color esmeralda de Derek inspeccionan mi gesto, confundido. Si su intención era asustarme, no lo ha logrado. Se necesita más que eso.
—Honestamente le tengo más respeto que miedo. Digo, hasta el momento no ha hecho nada que me permita tenerle miedo.
Su encantadora sonrisa tiembla.
—Oh, ya veo —se cruza de brazos—. Así que, ya sabes quién soy.
—Así es —levanto una mano en su dirección, para estrecharla con él.
—Bueno, es de esperarse. Salgo en muchas revistas —toma mi mano, pero no la estrecha. La lleva hasta sus labios y deposita un ligero beso, casi fue un roce y eso es suficiente para que el aire se me atasque en la garganta.
Como si eso no hubiera sido demaciado, al soltar mi mano sonreír de lado. Y si eso no fue suficiente, pasa su dedo pulgar por su labio inferior para después humedecer ese mismo labio con su lengua.
No sé reaccionar ante esa clase de gestos. Y mi tiempo en corea me acostumbro a el poco contacto físico con los demás.
Parpadeo rápido, impresionada por el gesto de este sujeto.
Este hombre no conquista a una mujer porque verdaderamente no quiere. ¡Listo, lo dije!
No puedo creer que así de fácil ha logrado ponerme un pelín nerviosa. Y a la vez, me ha dejado pensando de que conseguir una candidata para él es trabajo fácil.
Es fácil que una mujer le diga que sí a la primera con esta actitud que carga.
—En realidad... lo conozco de otro lado —él muestra interés—. Pero, dejaré que usted lo averigüe.
Creo que mi pellejo estará a salvo si lo descubre cuando yo este lejos de aquí.
—Un placer conocerla, Srta. Leblanc —su tono se ha vuelto más afable.
—Lo mismo digo, Sr. Teufel.
—Oh, no, no —niega con la cabeza—. Mi padre es el Sr. Teufel.
—Entonces, ¿Cómo debo dirigirme a usted?
Él miro el techo como si ahí estuviera buscado la respuesta, cuando sus ojos vuelven a mí, algo en su mirada había cambiado.
No sé decir con exactitud qué fue lo que cambio. Porque una vez más cambiaron, volviendo a esa mirada de hombre de negocios.
Fue tan rápido que no tuve oportunidad de descifrar qué sentimiento o pensamiento ocultaba su mirar.
—Bueno, vas a trabajar para mí así que —esa sonrisa ladina regreso a sus labios. La piel detrás de mi cuello se erizo—, puedes llamarme: amo.
Espera, estoy agarrando señal... ¿¡qué!?
— — —
¡
Holis, soy yo de nuevo! —risa nerviosa—. Se supone que esto lo iba a subir hace bastante, pero he estado teniendo problemas con mi Laptop, así que una disculpa. En especial a mi grupo de niñas hermosas, que les dije que ayer subiría el cap, y no puede. Sorry, chicas ya saben que las amo.
En fin, gracias por ser pacientes y por leer. Nos vemos pronto.
Azner.
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