Capítulo 34. El frío de la montaña
Stephanie solo podía ver kilómetros y kilómetros de nieve frente a ella. El frío era insoportable, al punto que ella estaba cubierta de abrigos de piel; por primera vez usó pantalones, se sentía extraña pero muy cómoda.
Ocho de los criminales que liberaron se hicieron presentes en la reunión en las montañas. Los títulos de propiedad de las casas se habían quedado escondidos en un lugar seleccionado por el comandante Fisher, él era la mano derecha de Victoria, había aceptado la presencia de Stephanie y ahora se consideraba su guardián.
El viaje por la región cinco comenzó en cuanto los hombres llegaron y se dieron las debidas instrucciones. Aunque contaban con unos guías, lo cierto es que todos temían llegar a perderse en esas montañas donde de seguro terminarían muriendo congelados.
El clima era tempestuoso y las alarmas de avalancha constantes. Stephanie caminaba y caminaba haciendo maniobras en el hielo. En un punto tuvieron que atarse todos a una cuerda para poder avanzar. Lo blanco de la nieve les quemaba los ojos, y extrañamente la sed era mucha. Stephanie tenía todas las condiciones para desistir, darse la vuelta y buscar refugio al lado de una caliente chimenea, pero su amor por James era esa brasa ardiente que la mantuvo cálida y con fuerzas. Aunque más de una vez pensó que un descanso no caería mal, continuó, era imperioso llegar lo antes posible.
La primera noche se esforzó por cerrar los ojos, pero fue imposible. El viento traía consigo todas estas voces, gritos, risas, y entre todas Stephanie buscaba con insistencia la de James.
Desde ese lugar el cielo en la noche parecía tan efímero, quería pensar que James también lo estaba viendo, que estaban conectados por esas estrellas titilando, alumbrando el camino que los llevaría a estar juntos de nuevo.
"Volveremos a vernos y te abrazaré para no soltarte nunca más".
Al segundo día tuvieron más obstáculos en el camino, tuvieron que devolverse más de una vez por llegar a voladeros imposibles de cruzar. Caminaron a través de paredes sólidas de roca helada, que de caer habrían muerto. Seguían el posible camino que los llevaría a James.
Entre sus confesiones George había dado detalles del lugar, mencionó que el campamento se encontraba tras una montaña con forma de pico, una grita que lo atravesaba, y los días de viaje para llegar.
Según los guías, iban por buen camino. Stephanie en cada mañana rogaba para que la noche se demorara mucho en llegar, y es que en las noches se les era imposible avanzar.
El general Fisher estaba optimista en cuanto a los días que llevaban de viaje, su preocupación era por el enfrentamiento cuando llegaran al lugar. ¿Cómo rescatar al príncipe con vida? Si es que continuaba con vida.
Era la tercera noche en las montañas, y Stephanie podía asegurar que ya no sentía los dedos de las manos, o su nariz. Estaba intentando darse calor con una gran pieza de piel de oso, que le causó repugnancia la primera vez que la vio, pero que ahora era su salvación, de pronto un fuerte sonido sacó a todos de su profundo sueño. Era una avalancha, se levantaron corriendo esperando que no fuera hacia ellos, les tomó unos minutos darse cuenta que la avalancha era a muchos metros de distancia de ellos. Por la oscuridad era imposible verlo, pero la distancia del sonido les daba una idea.
Todos volvieron a dormir menos Stephanie, algo en su corazón punzaba. Esa avalancha tenía el nombre de James, algo le había pasado, lo presentía.
"No permitas que esté muerto".
***
Horas Antes
—Tan solo dentro de unas horas nos iremos —comunicó Amelie alegre.
—Ya te dije que no hagas nada. No es necesario que te arriesgues así, será una enajenación —dijo James intentando convencerla de desistir.
Amelie le había dicho el día anterior sus planes de sacarlo de ahí, él había insistido en que no hiciera nada, no iba a permitir que ella una niña sufriera las consecuencias de ayudarlo.
—Si no nos vamos ésta noche, mañana serás solo un cuerpo cuya cabeza irá bien envuelta para ser colgada en el palacio real.
—Ese es mi destino —susurró resignado.
—¿Dónde quedó el príncipe que prefería morir intentándolo? Debes luchar, está en tu sangre real.
Aquellas palabras llegaron al corazón de James, quería luchar, quería poder aunque fuera llevarse a alguno de esos malnacidos en su camino a la muerte.
—Ahora escúchame, Perla vendrá dentro de un momento, quizás una hora o menos, pero sé que vendrá.
—¿Cómo lo sabes?
—Hablé con ella, y le di algo que la tendrá muy calenturienta, sí sabes a lo que me refiero.
James negó, era tan extraño para él que esa niña hablara de cosas como esas.
—En fin —dijo vencida—, sé que vendrá, así que tú complácela en todo; claro, no seas tan evidente, tan solo trata de... —No encontraba las palabras— tú eres hombre, debes saber a lo que me refiero, ¿eres buen amante? —La pregunta hizo que los ojos de James se abrieran de par en par— ¡Contesta!
—No sé —balbuceó—, eso creo, al menos eso han dicho, pero no sé qué tan cierto sea —respondió apenado.
—Debes serlo —dijo casi suspirando—. Debes lograr que Perla te quite las ataduras. —Señaló sus manos—. No le digas que te desamarre, solo logra que desee tener tus manos en su cuerpo.
—Esto es incómodo.
—Tonterías, no hablas con una mojigata de la sociedad como las que estás acostumbrado a tratar, yo he visto muchas cosas, así que ya sabes, tu objetivo es darle placer, tanto que no le importará desamarrarte. Necesitamos que ella lo haga, tus ataduras están hechas con un cordón especial que pasaría días en intentar cortar, y el nudo es un nudo especial, solo conocido por los grandes, parecen tontos, pero en cuestión de nudos son unos genios. Yo estaré vigilando, debo irme. —Terminó apurada—. Sabes príncipe, haz un buen trabajo ésta noche y los dos seremos libres, sino los dos estaremos perdidos, y no creo que quieras que muera.
—Claro que no —aseguró—. Lograré que me quite las ataduras, de eso no tengas dudas. —Sonrío y eso a Amelie la derritió.
James no podía sentir más que desprecio por Perla, pero haría un buen trabajo. Contaba cada segundo, y de pronto el tiempo para que Perla llegara se hizo eterno. Escuchó su voz allá afuera. "No te equivocaste Amelie", pensó.
Perla dio indicaciones a los guardias de que se fueran, ella cuidaría al príncipe, les ordenó ir a divertirse a la fiesta. James no entendía que celebraban, pero de seguro era que al día siguiente lo matarían y entonces la guerra comenzaría.
—Hola.
James al verla para parecer más indefenso retrocedió, pegándose completamente a la pared que lo tenía prisionero.
—No temas, sé que no me he portado de lo mejor, pero, ¿acaso no es el dolor tan hermoso? Por escucharte gritar como hace días podría hacerte tantas cosas —susurró, pasando su mano por la pierna de James.
—No por favor, te lo ruego —suplicó, aunque por dentro no veía la hora de retorcer su cuello. Sabía lo sádica que era esa mujer, así que la complacería para encontrar su libertad.
—No lo haré, hasta me da pena que mañana vayas a morir. ¿Por qué eres tan bello príncipe? Es injusto para el resto de la humanidad. Tu boca es tan suave.
Acarició lentamente los labios de James con sus dedos rústicos. Él no se movió, sin dejar de mirarla aterrado, pero obediente. Y tal como sabía que pasaría, ella comenzó a besarlo. James dejó que lo hiciera sin él contestarle, pero antes de que ella lo obligara comenzó a corresponderle, al principio muy tímido, como haciendo lo que esperaban de él, pero luego el beso se hizo más fogoso.
La propia Perla se desconcentró al punto de no saber qué hacer con sus labios, pero fue solo un momento, de inmediato tomó el ritmo. James exploró su boca de la forma que solo él sabía hacer, y de una que Perla jamás había experimentado. La lujuria de un borracho no se comparaba ni por poco a la de un príncipe, a la de ese príncipe.
Antes de que el beso se hiciera muy largo, pero en pleno éxtasis, James pronunció un nombre.
—¡Josephine! —gimió—. Disculpa —dijo escondiendo la mirada.
Era obvio que no estaba pensando en su primer amor, aunque Josephine resultó ser tan sádica como esa mujer, las dos no valían la pena, pero pensar en ella claro que no lo excitaba. Jamás habría dicho el nombre de Stephanie y exponerla a posibles ataques. Lo había hecho a propósito, para que Perla no sospechara de su repentina atracción hacia la mujer que lo dejó sin dedos.
—¡Josephine! —Saboréo el nombre en sus labios— ¿Quién es ella? —James no le dio respuesta—. Ah ya lo sé, es el amor de tu vida, ¿me parezco a ella?
—No, solo fue el momento —respondió aun con la cabeza gacha.
—No importa Príncipe, yo puedo ser Josephine —Levantó el rostro de James y comenzó a besarlo de nuevo.
Como al principio James esperó un poco antes de corresponderle. Ella puso sus piernas alrededor de sus caderas, estaba ahí encima de él, así que James apurado por acabar con todo aquello, comenzó a besar su cuello, bajaba un poco más y luego volvía a su boca. Perla no podía estar más excitada, comenzó a quitarle la camisa
—Eres hermoso —decía mientras iba dejando besos por todo su torso.
Los besos de James eran dinamita, pero quería sentir sus manos arrancar su ropa y recorrer su cuerpo, lo necesitaba con urgencia.
—Es imposible que te escapes. —Tomó aire —. Así que podemos prescindir de éstas.
Rápida y torpemente comenzó a desatar sus manos. A James le dolía, sus ataduras se encontraban clavadas a su piel, casi siendo parte de ella, sabía lo mucho que Perla disfrutaba del dolor ajeno, así que comenzó a quejarse más de lo normal.
—¿Te duele? No me disculparé por ello.
Ya las manos de James estaban libres, aunque Perla por unos minutos presionaba fuertemente sus muñecas heridas, mientras lo besaba con desafuero. James pensaba en cuándo acabaría todo aquello. Ya sus manos estaban libres, Amelie no le había explicado el siguiente paso, por lo que pensaba de un momento a otro dominar a Perla. Ella se alejó un poco para deshacerse la camisa, quería que James la viera desnuda.
—Eres afortunado príncipe, tu última noche con vida la pasarás de lo mejor.
Inmediatamente cayó desmayada en el suelo. Amelie la había golpeado en la cabeza con un fuerte garrote.
—Hasta que llegaste. —Suspiró James aliviado. Se puso de pie y el mareo que tuvo le hizo ver lo débil que estaba.
—Tenía que esperar el momento propicio. Toma. —Le extendió una de las bolsas de piel con agua—. Y come esto. —Era una especie rara de jalea verde.
—¿Qué es?
—Algo que te mantendrá fuerte.
—¿Un alucinógeno?
—No, algo así. Está hecho para que te dé la sensación de energía, estás muy débil lo necesitas, cómelo ya, hará efecto en unos minutos.
—Está bien, vámonos. —Desesperado por irse comenzó a caminar a aquel agujero escondido.
—¡Espera! —Lo detuvo, sacó un enorme cuchillo y se acercó al cuerpo inconsciente de Perla.
—¿Qué haces?
—Hay que matarla —susurró.
—¡¿Qué?!
—Es la peor asesina que existe, es perversa, hasta Ray le teme. Si la dejamos viva nos perseguirá y nos encontrará, entonces lo más misericordioso que nos hará será despellejarnos vivos. Príncipe si piensas ser Rey debes aprender, hay veces que hay que ser despiadados, es la supervivencia, es luchar o morir, yo prefiero luchar. En más, se merece que la matemos de la peor forma, mientras está consciente y disfrute de la belleza del dolor —mencionó irónica—, pero no hay tiempo para ello.
Aunque en realidad ella estaba haciendo tiempo, esperaba que despertara tan solo un poco para que viera como le quitaban la vida, Amelie la odiaba.
En efecto Perla comenzó a moverse un poco. Intentaba abrir los ojos, cuando Amelie clavó aquel cuchillo sin contemplación en su garganta. Perla abrió los ojos inmediatamente, intentó levantar las manos, pero Amelie se las pisó, la miró fijamente hasta que Perla sangrando a borbotones dejó de respirar.
James estaba impactado, de la fortaleza y frialdad de Amelie, ella tuvo que zarandearlo para que volviera en sí, unos tambores comenzaron a sonar
—Esa es nuestra señal, ¡corre! Es hora de escapar.
Durante algunas semanas Amelie había ensanchado aquel túnel para que James pasara por él, siempre había sido su intención ayudarlo a escapar. Aunque solo cuando estuvo segura de poder lograrlo se lo comunicó.
La salida daba a un lugar un tanto abierto cubierto solamente por una pequeña tienda. Al caminar solo un poco, el lugar para hacer una fogata, y muchas tiendas más eran visibles. La luna estaba en todo su esplendor, algunas antorchar alumbraban el lugar, mucho ruido de música, bailes, y risas se escuchaban al lado opuesto.
James por fin luego de dos meses volvió a ver el exterior, sabía que si moría al menos había tenido de nuevo la oportunidad de ver la magnificencia de un cielo estrellado, pero tuvo miedo de caminar por un lugar tan expuesto.
—Ven. —Amelie lo jaló de la mano—. Debemos ser rápidos, pisa solo por donde yo pise, camina solo por encima de las rocas que señalaré, no debemos dejar huellas.
—Nos verán —advirtió nervioso.
—No, todos están en la fiesta, confía en mí.
Durante unos minutos que fueron eternos atravesaron ese extremo del campamento. Ya las tiendas habían quedado atrás, sin embargo, lo que tenían enfrente era solo montaña, nieve y más nieve sin un lugar donde esconderse. Las rocas en el suelo ya se habían acabado, ahora sus huellas quedaban marcadas por doquier.
Caminar en la nieve no era una tarea fácil, más cuando la profundidad del mismo llega hasta la mitad de la pierna, sacar los pies de la nieve para poder avanzar resultaba demasiado agotador. Amelie había conseguido unas buenas botas para James, así como un abrigo, sino moriría congelado, pero su pie estaba herido, al igual que el resto de su cuerpo. Era muy difícil caminar así. Pese a todo James se esforzó a continuar, a acelerar el paso sin importar que sintiera que lo estaban atravesando con una espada.
Aun podía escuchar los tambores, pero de pronto estos cesaron.
—Ven debemos darnos prisa. —Amelie lo jaló más fuerte obligándolo a apresurar el paso.
—¿Qué pasa? ¿Ya se dieron cuenta?
—Ya pronto lo harán, los tambores han cesado y ya ha pasado media hora desde que nos fuimos, debemos llegar allá. —Señaló una pequeña especie de grieta en la parte rocosa de la montaña—. Tenemos menos de veinte segundos.
—¿Para qué?
Caminaban a toda velocidad.
—Para limpiar nuestras huellas —explicó.
Con esfuerzo llegaron a la grieta, Amelie le señaló a James que se pegara bien a la pared.
—No entiendo. ¿Qué esperamos?
—Avalancha. —Inmediatamente un sonido se escuchó, precedido por uno más fuerte.
—¿Qué? ¿Cómo? —cuestionó mientras aquel sonido ensordecedor se esparció por la soledad de aquellas montañas, haciéndose eco.
—No se supone que la avalancha llegue hasta acá, pero las montañas son inestables y no estaba segura de si las vibraciones hechas por la avalancha fueran a crear otra por estos lares.
—¿Cómo sabías que habría una avalancha?
—No lo sabía —rio—. Yo la cree —explicó orgullosa—. Verás, soy una buena ladrona, creo que he heredado muchas malas costumbres de mi familia, así que robé por varias semanas porciones medianas de pólvora, busqué el lugar más inestable en la montaña que se encontrara justo al terminar el campamento, y diseñé con unas piezas de madera y con la ayuda de unos alambres que le robé a Ray, una especie de aparato de cuerda, lo diseñé de forma tal que luego de seis horas provocara la chispa que hiciera que la pólvora enclaustrada en aquellas botellas hiciera un explosión y con ello la avalancha.
—¿Cómo sabías exactamente que habían pasado treinta minutos lo que equivalía a que las seis horas habían acabado? No tienes reloj.
—He contado, desde que lo activé. Hace seis horas he contado, continúe también la cuenta desde que salimos. Y ya sé que es hora de continuar.
—Creo que eres una especie de genio. —James lo dijo en serio.
—Gracias, aunque soy un genio que no sabe leer, ni escribir.
Continuaron caminando. A James lo movían sus ganas de sobrevivir y que aquello que Amelie le dio de comer estaba comenzando a hacer efecto.
—¿Qué fiesta era esa?
—Mi boda —respondió al descuido. James la miró sorprendido—. Hoy era mi boda —aclaró—, fue una de las razones para que nos escapáramos hoy, además del hecho de que tu ejecución estaba prevista para mañana.
—¿Con quién ibas a casarte?
—Mi padre me ofreció a uno de sus amigos, solo porque no quiso deshacerse de Aimé. Ella es mi hermana, bueno medio hermana. Aimé para mi padre es su hija y su concubina, como la mayoría de sus hijas.
James no podía creer lo que escuchaba.
—Yo me salvé de ello, siempre he fingido quererlo mucho, siempre tratándolo como el mejor de los padres, abrazándolo y siendo rara. Quizás solo a mi realmente me ve como una hija, por lo que nunca me ha tocado o siquiera lo ha pretendido, también será porque me esfuerzo en comportarme como mi madre, ella fue el peor error de mi padre, se obsesionó con él, así que no lo deja en paz nunca, me imagino que no quería vivir lo mismo conmigo. Así que Ray me ofreció a...
—¡¿Ray es tu padre?! —James casi gritó.
—Sí, ya ves que no fue fácil tomar la decisión de traicionarlo, pero es un desgraciado. Un maldito bastardo. De todas formas mi boda era la oportunidad perfecta para escapar, eso debemos agradecérselo a Ray. La ceremonia de las montañas indican que el novio junto con el pueblo, hacen un ritual de cantos, baile y celebración, mientras la esposa espera, purificándose mediante la oración por unas tres horas, totalmente sola en la cámara nupcial, para luego salir casarse y volver al lecho para consumar el matrimonio. La sola idea me da nauseas. —James reía ante sus gestos—. Aproveché la soledad para buscarte, el cese de los tambores indicó que ya iban a buscarme, por lo que ahora me buscan por doquier, ya debieron haber entrado a ver si estabas en el calabozo, así que debemos correr.
***
En el campamento todo era un caos, la avalancha fue tan fuerte que cubrió las tiendas y selló la entrada al calabozo de James. Amelie no aparecía y no sabían si se encontraba debajo de la nieve. Unos hombres comenzaron a cavar rápidamente, hasta que pudieron despejar la entrada al calabozo, para su sorpresa Perla yacía muerta con aquel puñal atravesando su garganta. Un grito de rabia se extendió a lo largo de la montaña.
***
—¡Ya lo saben! —exclamó James con la respiración entre cortada.
—Más bien se demoraron mucho. —Amelie no se notaba asustada.
—¿Este camino es largo? ¿Cuánto tiempo duraremos antes de encontrarnos a salvo? Si es que eso es posible.
—Hay otro camino mucho más corto, es el atajo que usan siempre para ir al pueblo. Pero era muy obvio que nos fuéramos por ese, nos encontrarían ahí mismo. Este es mucho más largo, porque atravesamos toda la montaña para caer en el pueblo de Brit. Llevamos ventaja, no hay nada que temer.
En efecto en el campamento todos comenzaron su camino en la búsqueda del príncipe y Amelie con antorchar alumbrándoles el camino. Tomaron el camino común, sin embargo, Ray antes de seguirlo no pudo quitar la vista del camino al otro lado del campamento, la avalancha había cubierto de nieve todo, y sin embargo le parecía demasiada casualidad, tuvo una corazonada, así que con cuatro hombres a su lado decidió irse por ese otro camino.
***
Fue una de las noches más heladas en la montaña, Amelie creía que el hielo no podía enfriar más, pero fuertes ventarrones hicieron de esa noche una de las peores en la historia de la montaña. James sabía que debía seguir, así sintiera que cuchillos se clavaban en sus pulmones cada vez que respiraba, así empezara a dejar de sentir sus piernas, o su rostro, si descansaban sin una fogata se congelarían. Amelie tenía más de aquel brebaje energético, o lo que es lo mismo de aquel coctel de drogas, por lo que tomó un poco y James también, debían volver a sentir la energía invadir sus cuerpos, y así continuaron caminando, caminando y caminando, hasta que el sol comenzó a asomarse en el grisáceo cielo.
—Creo que es lo más bello que he visto — señaló James mirando el hermoso amanecer—. Aún no puedo creer que sigamos vivos.
—Ha sido la noche más larga de mi vida. —Amelie cansada se sentó un rato—. Ven, necesitas comer.
De aquel bolso que cargaba sacó pan y mermelada.
—Sí que viniste preparada. —James se moría de hambre, la mermelada le supo a gloria—. Me da pena que seas tú la que me cuides, me siento como un torpe.
—¡Ah! ¿Qué, no siempre fuiste así? —bromeó.
—No, era conocido por mi prepotencia. No solía socializar con todo el mundo, bastante prejuicioso y autosuficiente, ni la sombra de lo que ves ahora.
—Qué bueno que te conocí ahora, sino no te toleraría. Yo misma te habría arrancado la cabeza.
—No lo dudo, creo que tienes un don un tanto peligroso.
—Herencia familiar.
Comieron rápidamente, atorándose con la comida.
—Continuemos, no debemos perder la ventaja. —James le extendió la mano para ayudarla a levantarse.
—¿Quién es Josephine? —preguntó poniéndose en marcha. La pregunta al principio desconcertó a James.
—Entonces lo oíste —dijo recordando el momento con Perla—. Ella es nadie. Solo un nombre que inventé.
—¡Oh! Creí que era tu enamorada, novia, algo así —esbozó con algo de vergüenza por haber sentido celos.
—No. Sí existió una Josephine en mi vida, pero era una bruja.
Ambos rieron.
—Un príncipe tan guapo sin novia.
—Sí tengo novia. O bueno eso creo que somos —explicó sonriendo.
Amelie se quedó boquiabierta aunque lo disimuló con una leve sonrisa.
—¿Cómo que eso crees?
—Ella se llama Stephanie, y la amo, la amo como jamás amaré a nadie más —confesó—, pero la última vez que la vi, solo le prometí que volvería por ella. Y no sé qué ha sido de su vida. Quiero salir de esta idiota montaña y poder llegar a ella, es lo único que quiero.
—¡Wuo! En serio estás enamorado. —Aquello no le gustaba, le estaba doliendo algo en el estómago, tal vez el pan le había caído mal, pensó—. Debe ser una dama muy bella y elegante, delicada, refinada —comentó con tedio—. ¿Cómo es posible que pienses casarte con alguien a la que no le has importado en todo este tiempo?
—¿Y qué podría hacer ella? Me ama, lo sé. De eso no tengo dudas.
—No lo hace —insistió—, si lo hiciera te habría buscado por cielo y tierra. Además no era muy difícil, con preguntarle a tu padre bastaba.
—¡¿Qué?! —En todo ese tiempo no entendió las razones de su secuestro, pero jamás imaginó que fuera su padre.
—¿No lo sabías?
—No. ¡Dios! ¡Que tonto! Debí imaginarlo —se recriminó—, sabía que deseaba matarme, pero por alguna razón nunca creí que llegara a tanto.
—Te digo que esa Stephanie debe estar echándose aire, mientras tú estás aquí a punto de morir, no me digas que te ama, porque no lo hace —vociferó con voz fuerte.
—Baja la voz —regañó—. No discutiré esto contigo, eres una niña y no entiendes muchas cosas.
—No soy una niña —exclamó molesta—. El hombre que iba a ser mi esposo tenía cuarenta años. De seguro y ama la idea de ser una reina.
—Te debo todo —dijo parándose enfrente de ella—, y si salimos de esto, nunca tendré lo suficiente para pagarte por todo, pero Stephanie es lo más puro que tengo en mi vida, su recuerdo me ha ayudado a sobrellevar todo esto, tanto como el agua y el pan que todos los días me dabas. Ella me conoció cuando vivía amargado con la vida, tú no sabes todo el daño que le he hecho, perdió a su madre, su futuro y su libertad por mi culpa, tan solo porque me obsesioné con ella, y no podía admitir que la amaba. Fue mi esclava, ha trabajado desde joven para mantenerse y mantener a su madre, ha sido la mayor parte de su vida infeliz; pasó de ser una niña rica, a una esclava, así que soy más que afortunado de que ella pese a todo me ame.
James no dijo más y continuó. Amelie se quedó callada por unos minutos, mientras continuaron caminando. Le daba rabia saber que alguien más ocupaba el corazón de su príncipe, pero a la vez razonaba que esa tal Stephanie no parecía una mala persona por la forma como James la describió. James se había enamorado de su esclava, y eso hacía que ella lo admirara más.
—¿De no existir Stephanie en tu vida, te habrías enamorado de mí? ¿Tan siquiera te hubiera gustado? —preguntó dejando la vergüenza a un lado.
—Claro, pero de seguro yo no te habría gustado a ti. Como dijiste me conociste en una situación extrema, de haberme conocido antes me habrías arrancado la cabeza.
Ambos sonrieron y continuaron el camino. Amelie comenzó a hablar de otra cosa, como diciéndole: "olvida las estupideces que dije". James captó y supo que había entendido que ellos solo podían ser amigos.
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