Capítulo 30. La historia de Elizabeth
—¡Stephanie! —gritó Lizzy corriendo hacia ella—. Ya iba a buscarte yo misma, me quedé esperando ayer todo el día, pensé que James se había arrepentido.
Se interpuso entre James y Stephanie, buscó la forma incómoda de poder abrazar a su amiga y jalarla en el proceso fuera del carruaje.
—¡Estamos juntas de nuevo! —Celebró con gran algarabía—. Ahora sí nadie nos separará.
Stephanie quería sonreír, pero sus ojos no se apartaban de James, le suplicaba con la mirada que le diera un último abrazo, necesitaba una despedida mejor que esa.
—Siempre cumplo mi palabra señorita Kenfrey, aunque en realidad solo estoy haciéndole un préstamo.
—No entiendo —esbozó confusa, alejándose solo un poco de Stephanie aunque sin dejar de tomarla de las manos.
—Volveré por ella en unos días, o eso espero —comunicó con tanta serenidad y seguridad.
Stephanie estaba atónita, no podía creer lo que escuchaba. Por eso él se veía tan normal, para ella ese era el último día, para él no.
—Pero creí...
—Te enviaré una carta explicándote todo —declaró mirando a Stephanie con confidencialidad—. Solo te pido que la cuides mucho —dijo refiriéndose a Elizabeth—. Tengo que irme, asuntos muy importantes me esperan.
Lizzy no acababa de entender nada, quería discutir, decirle que no tenía derecho, pero entonces vio que Stephanie había caminado hacia James, estaban uno frente al otro, tomados de la mano, mirándose como si el mundo comenzara y terminara en ellos. Casi se cayó cuando su mente sumo dos más dos.
—Yo... —Stephanie quería explicaciones, pero le era imposible pronunciar palabras de la emoción. ¿James habría hablado en serio? ¿Volvería por ella?
—Hablaré con mi madre, buscaré tu pasado, aún tenemos una esperanza. Si mi corazonada no me traiciona, nos podremos casar, tan solo estaremos separados unas semanas. Volveré y espero que con buenas noticias.
Tomó su rostro, y sin importarle la presencia de Lizzy la besó, necesitaba un último beso para emprender el viaje que le esperaba. Elizabeth exhaló un grito ahogado.
—Hasta pronto esclava —dijo en su antiguo tono tomando la puerta del carruaje. Stephanie sonrió.
—Hasta pronto Príncipe Idiota.
***
Elizabeth tenía un gran revoltijo mental, intentaba hilar sus pensamientos pero le era tan difícil hacerse una idea completa de los acontecimientos. James se supone que estaba enamorado de ella, al menos lo estuvo hasta hace dos días atrás, ¿qué estaba ocurriendo?
En cuanto James desapareció de su campo de visión, jaló a Stephanie del brazo llevándosela a la glorieta.
Stephanie no quería y no podía dejar de sonreír. Lo que solo deseó en lo más profundo de su ilógico corazón estaba haciéndose realidad. Se controló un poco cuando Elizabeth se sentó a su lado y duraron un rato en silencio.
—Lizzy tienes que contarme cómo te enamoraste de Edgard.
—¡¿Hablas en serio?! Tú señorita tienes que contarme qué es eso que vi allá afuera. Tú y James Prestwick. ¿Cómo pasó? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿En qué momento si hasta anteayer pensaba casarse conmigo?
—Ah eso. —Stephanie no sabía muy bien como contar todo. No quería que Lizzy se sintiera ofendida, pero pensó que lo mejor era decir la verdad, con tal Lizzy estaba enamorada de otro, por lo que debía importarle poco lo que ocurría con James—. Es una larga historia.
—Cuéntala —ordenó desesperada—. No pensaras tenerme con esta ansiedad por saber todo.
—Pero tu boda es hoy, debes arreglarte y esas cosas.
—¡Por Dios! mi boda es casi que secreta, solo familiares y no míos, los de Edgard. Mis padres ni siquiera quieren verme en la casa. No necesito tanta preparación, por el contrario no debo pensar demasiado en lo que estoy a punto de hacer o comenzaré a dudar. Empieza a contar desde el principio, con lujos y detalles.
Stephanie no se hizo mucho de rogar, quería gritarle al mundo entero lo feliz que era, necesitaba relatar su historia de amor.
Comenzó desde el día que llegó al palacio y se convirtió en la esclava de James, fue detallada con los momentos vividos, los lindos, los dolorosos, todo lo que desató su amor por el príncipe idiota.
Elizabeth hacía preguntas de vez en vez, arrugó el ceño cuando le relató su historia con Steve, lo frunció mucho más cuando supo las verdaderas razones de James para casarse con ella. Se sentía usada, y de pronto un poco envidiosa, pero todo se esfumó cuando notó la cara de felicidad de Stephanie, después de todo nadie se lo merecía más que ella.
—He de admitir que no me gustó ese plan raro que James tuvo conmigo — confesó ofendida—. ¡Mira que casarse conmigo solo para tenerte por siempre! Pero estoy muy feliz por ti. En serio lo estoy. Conquistaste el corazón de un Duque y un Príncipe. ¡Un príncipe!
La tomó de las manos y levantándose comenzaron a brincar y emitir grititos de felicidad.
—Stephanie, quizás puedas ser la próxima Reina de Inglaterra, ya hasta creo que estoy comenzando a tenerte envidia.
—No creo que eso pase nunca —admitió sintiendo que un poco de su felicidad le era robada—. Tú sabes quién soy, y la actual reina nunca dejaría que su hijo se case con una esclava. Ningún miembro de la corte real lo permitiría.
—Me parece inadmisible de tu parte. Nadie más que tú puede confirmar que los sueños se hacen realidad. ¿Acaso creíste que James Prestwick iba a confesarte su amor? —Stephanie negó—. ¿Pensaste que él iría hasta su madre para luchar por ti? Pero todo eso pasó, está pasando. Siendo esclava ese hombre se enamoró de ti, y de qué forma. Todo es posible, no olvides eso. Por cierto, él besa muy bien.
—Sí, tienes razón —confirmó sonriendo, aunque inmediatamente se le bajaron los ánimos—. Es raro que tú sepas como besa. Soy amiga de la que casi él toma como esposa y de una sirvienta que sabe lo que es estar en la intimidad con él.
—¡¿Qué?! —exclamó espantada.
—Sí. Hay una sirvienta que se metió a una casa de esas de mujeres de la mala vida para tener tu sabes que con James. Ella es muy divertida por cierto, pero siento que ella conoce más de él. Incluso tú supiste más de él que yo, no debería conocer a las ex de James, es raro.
—Sí que lo es. —Sin poder evitarlo comenzó a reír burlándose—. Disculpa que me ría pero es raro que seas amiga de la concubina de James. Que no te importe eso, ni a su concubina, ni a mí, ni a ninguna otra que haya estado antes en su vida, la amó como a ti. A ti te ama en serio, Stephanie.
Ella quería creer que era así, que James la amaba mucho, mucho.
—Dejemos de hablar de mí. ¿Dime como es que te enamoraste de Edgard? Cuando James lo dijo, me quedé sin palabras. Me sorprendiste Lizzy.
—Ya lo ves no soy tan fría y calculadora. Tengo un corazón —declaró orgullosa de ella misma—. Todo pasó cuando te fuiste, Jane, Catalina y Emily, se alejaron también y de pronto nada volvió a ser como antes. Me quedé sin amigas, estaba tan sola, detestaba a las otras damas de sociedad y todas comenzaron a casarse y yo aquí seguía. Entonces un día caminando sola por el camino Real me encontré con Edgard, al pobre lo habían robado, sabes que es un desastre. —Comenzó a reír, recordarlo era lindo—. Lo primero que pensé fue: "ese tonto está ahí, que no te vea, por favor que no se atreva a hablarte", pero típico de él, me saludó efusivamente, yo apenas y le sonreí para ser cortes, entonces comenzó a hablar y hablar de lo que le había pasado y yo totalmente desinteresada. En eso comenzó a hablar de las Roquefeeltt, había pasado una temporada en su mansión, me contó muchas cosas que me interesaban. Yo estaba alejada de la sociedad y sus chismes, y Edgard me estaba poniendo al corriente. Parecía una vieja chismosa, luego supe que lo hacía para que yo le prestara un poco de atención, pero eso vendrá luego.
—Entonces, ¿se convirtió en tu amigo?
—Sí, fue raro. Siempre tuve esa clase de amistad con mujeres, pero él llegó a suplantarlas a ustedes, o algo así. Nos encontramos en varias fiestas y en todas yo quería que se alejara, pero al final terminaba hablando con él. Me quejaba con él de todo, le hablaba de que no tenía pretendientes, de que te extrañaba, que odiaba a Charlotte, Bean, y así, y así. Se convirtió en mi amiguito, mi confidente, me complacía en todo, incluso si quería conocer a algún caballero, él me lo presentaba. De pronto creo que Edgard casi se convirtió en mi otro cupido.
—¡Vaya! Me suplantaste.
—¡No! Nadie puede suplantarte. Siempre que me sentía sola y triste, siempre que necesitaba hablar con alguien, le escribía una carta. Viaja mucho, ¿sabes? Así que me acostumbré a escribirle cartas por todo, y aunque me costó admitirlo, siempre esperé sus respuestas con ansias. Fue el primer caballero con el que de verdad mantuve correspondencia, ya sabes que los demás siempre hablaban contigo. Es divertido, siempre escribía cosas que me hacían reír, nada cursi, ni de amor, nada diciendo que era bella, o cosas así, todo era hablar de la vida, de lo que sentíamos, burlarnos de nosotros mismos. Y así fue nuestra amistad.
—¿Cuándo comenzó a cambiar todo?
Era lindo ver hablar a Elizabeth con esa sonrisa tonta en su rostro. Jamás se había mostrado así.
—Bueno... creo que no sé el momento exacto, pero un día estaba en el bosque pintando, él llegó y como de costumbre comenzamos a hablar mientras yo pintaba el paisaje, entonces por un segundo lo vi, sentado en aquella roca, sus ojos verdes a la luz del sol se veían de color miel, y pensé que en realidad se veía lindo. Claro, inmediatamente saque ese pensamiento de mi cabeza, y cómo consecuencia mi pintura quedó desastrosa. Iba a botarla pero él insistió y se la llevó. Cuando volví a ver a James, cuando él comenzó a acercarse a mí, no sé porque no salí corriendo a contárselo a Edgard, creo que no quería que él se enterara. Sentía que lo lastimaría, o que una vez que estuviera casada nuestra amistad no se asemejaría nunca a la relación que teníamos hasta ahora. Constantemente me repetía que no era mi intención casarme con Edgard ni tampoco la de él proponerme matrimonio, éramos amigos y nada más. Y aun así me sentía mal. Las cosas con James parecían ir en serio, mi conciencia me decía "alégrate", y mi corazón simplemente no era feliz del todo.
—Por eso estabas tan acongojada aquel día que nos vimos en el árbol.
—Sí. Mi cabeza era un enredo. Un día antes de que él se fuera a Prusia nos reunimos, yo tomé de más y no sé ni cómo pasó pero nos besamos, tú sabes que eso de los besos no es algo de lo que conozca poco, —Ambas rieron—, pero este beso fue tan diferente, tenía —Lo pensó por unos segundos—... sabor. ¡Sí, tenía sabor! era como si el amor se hubiera materializado.
Stephanie la entendía perfectamente, eso mismo pensó la primera vez que besó a James.
—Yo inmediatamente comencé a bromear y para el día siguiente fingí que no me acordé de nada, luego él se fue y continuamos enviándonos cartas. El día que fui al juego de Polo con James, resultó que Edgard volvió. Cuando lo vi acercarse a mí, con esa sonrisa que lo caracteriza, quise desaparecerme por un hoyo mágico. Había dejado de escribirle, me comenzó a preguntar por las cartas, me sentía tan nerviosa que no sé ni que explicaciones le di. La verdad es que a veces Edgard no entiende indirectas, o si las entiende se hace el desentendido. Yo lo evadía, caminaba de un lado a otro, y de pronto salió con que quería hablar algo delicado conmigo. Presentí hacia donde iba, le dije que esperaba a alguien, que se fuera, pero continuó hablando. Sé que lo otro que iba a decir era que me amaba, y en ese momento llegó James. Edgard lo saludó y se fue mirándome con la mayor decepción del mundo. Debía disimular o perdería a James y la oportunidad de ser reina, pero a la vez no dejaba de sentirme mal por haber destrozado de esa forma los sentimientos de Edgard.
—¿El día que James vino a pedirte matrimonio pensaste en decirle que si?
—Claro que sí, fue solo al último momento que me arrepentí y le conté todo. Ese mismo día que James iba a proponerme matrimonio, Edgard vino acá. Ya mi mamá se había encargado de decirle a todo el mundo que James y yo nos comprometeríamos pronto. Entró a escondidas a mi cuarto, el corazón casi se me sale cuando lo vi ahí parado.
Contarle a Stephanie era rememorar aquel día, escuchar de nuevo las leves gotas de lluvia chocar contra la ventana, verlo a él tan pálido y algo mojado en la esquina, dándose el valor para continuar con lo que se propuso.
—¿Qué haces aquí? —preguntó con nerviosismo. No se suponía que Edgard le hiciera todo más difícil, no ahora cuando estaba tan cerca de alcanzar todo lo que siempre quiso.
—Dicen que piensas casarte con James —susurró con aquel tono de decepción, observándola con una mirada que rogaba por una oportunidad.
—Aún no me lo ha propuesto —aclaró—, pero piensa hacerlo —agregó y con la altivez que la caracterizaba le dio la espalda. La realidad era que no soportaba seguir viéndolo.
—¿Piensas aceptar? —Él sabía la respuesta, pero necesitaba aferrarse a una esperanza.
—¿Qué clase de pregunta es esa? Es lo que siempre he querido. ¿Cómo rechazar una propuesta así? ¡Él es un príncipe! No hay hombre mejor que él en el mundo.
—Soy un tonto por pensar que ya no eras tan superficial o clasista. Pobre de tu corazón —escupió amargado.
—Soy inteligente Edgard. Sé lo que me conviene, ¿o tienes una mejor propuesta?
—No lo amas, sé que no lo amas —expresó sin darle muchas vueltas. Nunca fue seguro de sí mismo, y ahora se arriesgaba, pero ya nada le importaba.
—¡Es James Prestwick! Amarlo no será una tarea difícil.
—Pero yo...—titubeó.
—¿Tú qué Edgard?—retó de frente a él, presionándolo.
Podía sentir las mismas cosquillas que la invadieron en ese momento. Su pensamiento más claro es que ella era muy malvada.
—Me acerqué un poco más a él, no sé porque tenía esa manía de mostrarme más altanera de lo normal —dijo interrumpiendo el relato—. Es horrible, pero disfrutaba cuando veía a Edgard tartamudear o sentirse cohibido. Esos momentos en que es tímido y esconde su mirada de mí, se ve tan joven, débil, tierno, que me encanta. Soy una muy mala persona lo sé. Siguiendo con el relato, él tartamudeó, una y otra vez...
—Yo...
Elizabeth lo miraba altiva. Él solo agachaba la mirada, como tratando de buscar el valor o las palabras en el suelo.
—¡No puedo creerlo! —Rio burlándose—. ¿Te enamoraste de mí? —Se carcajeó a sus anchas. No entendía la manía de hacerlo sentir menos, cuando por dentro solo quería que respondiera con un ¡Sí!—. ¿Cómo se te ocurrió? ¡Por dios Edgard! Yo...
—Sí, tú eres Elizabeth Kenfrey —gritó, lo que asustó a Elizabeth. Pero ella ya lo había hecho explotar y nada evitaría que dijera lo que sentía. El miedo se fue por ese instante del cuerpo de Edgard. Tuvo la convicción de acercarse a ella, escupiendo sus palabras a solo centímetros de su rostro—. La dama que nunca voltearía a ver al tonto caballero que no posee un título. La que no se rebajaría a casarse con nada menos que un príncipe futuro Rey. Y sí Elizabeth, soy el idiota que se enamoró de lo inalcanzable.
Sus ojos echaban fuego y ella tenía que asimilar todo. Por dentro pasaba de la felicidad a la tristeza y la incertidumbre. Por fuera su cara era inexpresiva, solo se quedó observándolo sin inmutarse y guardando un poco de silencio.
—¿Dime? De no existir el príncipe Prestwick, ¡¿alguna vez te habrías atrevido a pedirme matrimonio?! —Aunque empezó hablando pasiva, terminó gritando la última frase.
—Sí pensaba hacerlo. Como un tonto llegué a pensar que quizás sentías algo por mí, pero me equivoque. No seré Rey nunca, y quizás mi fortuna no sea tan grande como la de los grandes magnates, pero habría sido capaz de dar todo por ti, creí ver en ti algo más que solo tu belleza física, creía que debajo de toda esa prepotencia, había compasión y bondad, pero mi corazón me hizo ver cosas que no existían.
—Deberías irte, debo arreglarme. —Tenía que verse y sonar despiadada. No podía dejarse afectar por la reciente confesión. Un poco más de escucharlo y se lanzaría a sus brazos para pedirle perdón.
—Claro. —Dos lágrimas salieron de sus ojos, las limpio rápidamente, esperando que yo no lo hubiera notado. Tuvo que respirar fuerte para controlarse—. Que seas muy feliz Elizabeth.
—Lo seré— refutó con petulancia.
—Sí, lo serás. —Era aquella mirada de superioridad lo que lo mataba y hería. Fue el tono engreído en su voz lo que le dio la seguridad que necesitaba. De seguro haría el ridículo, pero ¿acaso no había sido eso durante toda su vida?—. La próxima vez que beses a James, intenta no pensar en esto.
Stephanie se acomodó en el banco emocionada, era la hora del beso.
—No lo vi venir, pero me tomó por los hombros y sin más me besó como nunca antes en mi vida alguien me hubiera besado. Era innegable que era una despedida, un hasta nunca. Al terminar se fue sin dejarme decir nada, tan solo me lancé a llorar. Lo odiaba por haber venido a complicar todo.
—Eres realmente mala Lizzy. Creo que ya me enamoré de Edgard —resaltó juguetona.
—Nada que ver Stephanie, ya me quitaste a James, ahora no me quites al amor de mi vida. En fin pese a todo me arreglé, James llegó y yo solo me decía: "tienes que decir Sí". Cuando el momento llegó y James iba a proponérmelo, vi a Edgard pasar escondido entre los arbustos. Distinguí sus ojos llorosos, así que terminé gritándole a James que no podía casarme con él porque amaba a otro. Solo cuando de mis labios salieron las palabras: "Amo a Edgard"; caí en cuenta de que en verdad lo amaba. Estaba dejando todo por él y no me importaba, no me sentía triste porque mi futuro no era el que había soñado de niña, no, estaba alegre porque en mi futuro estaría él, y con él todo estaría bien. Creo que debí parecer una loca frente a James —reía realmente feliz—, porque comencé a gritar entre lágrimas y gritos de felicidad: "¡Lo amo! ¡Lo amo!, en serio lo amo". Él solo comenzó a reír, una sonrisa sincera. Le dije que por favor te dejara que volvieras a mí, le mencioné lo importante que eras y lo mucho que me arrepentía de todo lo que hice. Lo vi un poco triste, lo que en su momento asocie a que le dolía haberme perdido, pero ahora sé que no quería perderte. Al final aceptó. Yo salí corriendo hacia los arbustos donde había visto a Edgard pero no estaba ahí, asumí que se había ido rápido, así que busqué un caballo. James me ayudó a subirme, me deseó suerte y me dijo que no perdiera tiempo, así que salí corriendo a buscarlo. A lo lejos oí el grito de mi mamá y me sentí tan libre. No sabes Stephanie siempre recordaré esa noche como una de las más felices de mi vida. —Lizzy irradiaba felicidad, aquella enorme sonrisa no la habría podido borrar nadie.
—¿Y? ¡Continúa! —Stephanie sonreía también. La historia le parecía de lo más linda y le alegraba que Lizzy fuera tan feliz.
—Llegué al pueblo y pensé que estaría en alguna taberna, así que sin importarme el qué dirán entré a esos lugares de mala muerte, pero no estaba, así que fui a su casa. Ya estaba hecha un desastre, mi cabello con la brisa era una proeza, toqué la puerta fuertemente, la sirvienta abrió, la empujé y entré gritando: "¡Edgard, Edgard!". —Stephanie reía, podía imaginar a Elizabeth haciendo eso, ella no tenía reparos—. La sirvienta y los demás empleados no sabían qué hacer. Una de ellas con señas me indicó que estaba arriba, supuse que en su cuarto, así que subí corriendo, la primera puerta que abrí era la de su habitación... —Miró de reojo como Stephanie le prestaba suma atención—. Ahí estaba él, en la cama... ¡con otra! —exclamó.
—¡¿Qué?! —Stephanie gritó asombrada y decepcionada. Lizzy del grito brincó del susto.
—Solo quería ver tu reacción —rio a carcajadas.
—Lizzy lo harás mil veces y las mil veces caeré —señaló al recordar que era común que Lizzy cambiará drásticamente una historia siempre que Stephanie se concentraba tanto en ella—. Ahora continúa, pero con la versión verdadera.
—Entré a su cuarto y ahí estaba él, con su ropa de dormir, el cabello despeinado. Se veía triste, muy, muy joven, tierno y angelical, me miró con sus ojos irritados y llenos de dolor, ¡se veía hermoso Stephanie!
—¿Qué haces aquí Elizabeth? —exclamó sorprendido.
El alboroto llamó su atención, pero asumió que solo era producto de su trastornada mente. Ahora la veía ahí delante de él, agitada y hermosa. Su pensamiento más ocurrente, era que había caído en la locura y ya deliraba. Elizabeth por su parte no hizo mucha antesala para salir corriendo hacia él y guindarse en su cuello. Antes de que él siquiera procesara lo que ocurría, ella lo besó.
Edgard estaba estático como un ser sin vida, en su mente, todo era tan irreal que a su cuerpo le fue difícil actuar. Lizzy no se detuvo y en cambió continuó buscando sus labios con desesperación. Cuando su cerebro confirmó que todo era real, entrelazó sus brazos alrededor de la cintura de Lizzy y la besó, con todo ese amor reprimido. Ella era su ser más sagrado y ahora lo imposible se había realizado.
—Te amo, te amo, te amo Edgard. Disculpa todo lo que dije he hice, lo cierto es que te amo —habló aun con sus manos alrededor de su cuello y volvió a besarlo muchas veces más. Sus labios llamaban los suyos, eran como una fruta prohibida de la cual quería envenenarse hasta el final— ¿Quieres casarte conmigo?
Stephanie estaba estupefacta, ¿era cierto lo que había escuchado?
—Sí Stephanie yo fui la que le propuso matrimonio, te digo soy muy innovadora. —Presumió su voluntad para actuar sin importarle protocolos o costumbres— Él se quedó por un gran momento mudo, fue un largo, largo rato sin decir nada, ya iba a meterle una cachetada para qué reaccionara.
—¿Me estás pidiendo matrimonio?
—Sí, y no lo haré dos veces. ¿Qué dices? Ya llevas mucho tiempo pensándolo, Edgard, me arrepentiré —advirtió.
—¡Sí! ¡Sí! ¡Claro que sí! —respondió atropellado como si su vida dependiera de ello. —Emocionado la estrechó aún más fuerte y se sumergió en sus labios—. Pero... ¿y James?
—Le dije que no. No podía hacerlo. Hay solo una persona con la que quiero casarme y ese eres tú... Te vi entre los arbustos.
—Yo no he salido de casa —acotó sorprendido—, después de hablar contigo vine aquí y no he salido.
—Entonces fue una alucinación —pensó—. No importa —sonriendo se acercó más a su rostro—, lo cierto es que reconocí que te amo. James no está molesto, incluso me felicitó. Entonces, ¿nos casaremos?
—Sí, sí y mil veces sí. —La elevó para dar vueltas. No había hombre más feliz sobre la faz de la tierra—. ¡Te amo Elizabeth!, seremos muy felices, lo prometo.
Lagrimas caían de los ojos de Stephanie, era una historia linda la de su amiga, estaba tan feliz por ella.
—Acordamos que nos casaríamos rápido antes que mi madre pueda hacer nada para impedirlo. La verdad es que, Edgard y su familia tienen dinero, pero por eso de no poseer un título real, mi madre lo considera no apto para mí.
—Pero ya hoy te casarás —expresó emocionada —. Y... creo que ya es hora de que te vayas arreglando. Eres Elizabeth Kenfrey, y no hay novia más bella que tú, así que vamos.
Para ambas una nueva vida comenzaba, la de Elizabeth aseguraba un futuro prometedor, la de Stephanie aún era incierta, era muy difícil que pudiera tener un final feliz, pero quería aferrarse a la esperanza de que en esta vida no hay imposibles más de los que nos inventamos en nuestra mente. Ella sería feliz con James, como Elizabeth lo sería con Edgard, si lo creía fervientemente se haría realidad.
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Nota: Quiero aclarar a los que están leyendo porque creo que algunos no saben que la historia sí está completa, la finalicé ya hace un buen tiempo, pero la estoy editando para su publicación en físico, por ello es que estoy subiendo un capítulo diario y aún pueden ver que faltan capítulos. En realidad faltan solo 8 capítulos para el final, más dos epílogos que sí no necesitan ninguna edición, pero que no los subo aún porque se hacen spoiler jajaja. Estos días estaré subiendo de a dos o más capítulos por día, así que creo que para el lunes ya habremos terminado con la novela. Ahora sí espero que entiendan lo que sucede, antes iba subiendo los nuevos capítulos y se iban quedando los viejos sin editar también, pero eso creaba confusión, por ello los coloqué en borrador. Habiendo explicado eso, espero les haya gustado la lectura, y nos vemos más tarde cuando suba el capítulo 31.
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