Capítulo 19.- El final de una esperanza

Pasaron muchos días para llegar a Londres. Luego de aquella conversación en el carruaje, James y Stephanie se acoplaron con mayor ahínco a sus papeles de esclava –amo. Hablaban solo lo necesario, y cuando ella comenzó a sentirse bien tomó su lugar en la parte trasera del coche.

Por una razón que Stephanie no entendía, James no la dejaba dormir en las salas comunales de los sirvientes, siempre tenía que dormir en la habitación de él en la posada donde se quedaran. Era incómodo tomando en cuenta que ahora pasaban largos períodos escuchando el chillido de los grillos.

Después de muchas paradas, llegaron a Londres. Era notable la diferencia de la ciudad con respecto a los condados que transitaron.

—Este es el palacio de Kensington, esclava —dijo James pasándole por un lado para entrar al imponente palacio.

Stephanie se quedó absorta observando los hermosos jardines por los cuáles habían pasado. Pasarían meses para que pudiera conocer el palacio en su totalidad.

James fue recibido con todo el debido protocolo. Stephanie fue llevada a la parte trasera donde entraba la servidumbre.

Ella no sabía a dónde mirar o qué era correcto hacer. Una señora de uniforme la llevó hasta una pequeña habitación, suponía que eran las habitaciones de los sirvientes, pero a la vista de Stephanie era un lugar lindo y decente, no podía pedir nada más.

—Hola.

Una joven de casi su misma edad, llegó a la puerta muy sonriente. Era de cabellos castaños oscuros y ojos claros.

—Soy Violette, me enviaron a entrenarte. Te explicaré cómo funciona el palacio, es inmenso y no podemos equivocarnos ya que atendemos a nada más y nada menos que la realeza. ¿Cómo te llamas?

—Stephanie.

—Bien. Aquí tienes tres cambios de uniforme. Dos son los que usamos diario, el tercer es el de gala, cuando hay algún banquete importante.

Stephanie los tocó, sintiendo la calidad de la tela. Por primera vez usaría uniforme de sirvienta, aunque ella no era sirvienta.

—¿Seguro no hay un error? Yo soy la esclava de su alteza el Lord...

—La ama de llaves me dio estás ordenes, así que esa se las debió haber dado el mayor domo.

Stephanie asintió. Si James quería que ella fuera sirvienta, no se opondría.

Una vez se colocó el uniforme, Violette le dio un recorrido explicándole todo. Allí cada quién tenía una tarea que debía cumplir con gran perfección. Se enteró que la Princesa Victoria no se encontraba en el palacio, así que no tendrían mucha visita de duques o marqueses momentáneamente.

A Stephanie se le asignó la tarea de limpiar las ventanas del ala oeste, y así comenzó su primer día en aquel palacio.

Llegó la noche y sentía que sus manos no podrían agarrar un trapo de agua más. Tenía las manos irritadas y aún le faltaban ventanas por limpiar. Violette le dijo que tendría el día siguiente para terminar, no esperaban que lo hiciera todo en un día.

Cuando se acercó al comedor a cenar todos para su extrañeza la trataron bien, fueron amables, recibió sonrisas de cariño, fue muy diferente a los antiguos palacios.

—La vida en el palacio es magnífica —comentó Violette, ambas estaban en la habitación de Stephanie—. Yo nací aquí, mis padres trabajan aquí, me conozco hasta el mínimo rincón. Siempre hay algún tema que cotillear, por ejemplo ahora es que la esclava del príncipe es muy joven y linda.

Stephanie se ruborizó ante el comentario.

—Dime... ¿sigue besando igual de bien?

—¡¿Qué?! —Stephanie se alarmó, pero no entendía esa pregunta de "sigue..."—. Yo no sé.

—Eres su esclava, y eres hermosa. No iba a comprarte para tenerte en su habitación sin hacerte nada.

—Él no me ha tocado. Cómo pudiste ver tampoco me tiene en su habitación, trabajé todo el día y he hecho eso desde que soy su esclava. —Ya estaba harta de que siempre la estuvieran tratando de ramera.

—¿En serio no te ha tocado? ¡Vaya! Yo creí que íbamos a tener algo en común, pero así mejor, no voy a odiarte por ser su nueva amante.

—¿Él y tú...?

—¡Sí!

¿Por qué de pronto Violette comenzaba a caerle mal?

—La verdad es que él no tiene idea. No creo que si quiera sepa de mi existencia. Él siempre ha sido el amor de mi vida, ¿sabes? Pero claro que una sirvienta jamás tendrá una oportunidad con él. Odiaba cuando la cara de caballo esa, Antonieta, venía de visita. Cuando él y ella se separaron, el príncipe se puso tan mal que frecuentaba casi a diario un burdel. Yo lo amo más que nadie Stephanie, así que... nadie sabe esto... no nadie del palacio. Yo tenía a una amiga allí, él nunca me elegía porque le gustaban mayores, pero un día su favorita se enfermó y yo estaba disponible. ¡Aw, Stephanie! Fue la mejor noche de mi vida. Una que jamás volverá, pero que siempre recordaré. Yo fui amada por un príncipe.

Stephanie no quiso refutar que aquello no fue ser amada, más bien fue ser usada, pero sentía que solo sería su rabia hablando por ella.

—Tal vez no le gustas porque eres muy joven. Cuéntame de él. ¿Está cortejando a alguna dama?

—Soy su esclava, no su diario. Él no habla conmigo, tampoco me lleva con él a ningún lado. No podría decirte nada.

—Bueno, eso no importa. Nosotras seremos grandes amigas.

Sin esperárselo Violette la abrazó y ella le correspondió.

***

Aunque en el palacio todos la trataban bien, el trabajo era bastante fuerte. Odiaba limpiar ventanas, estas debían quedar sin ninguna mancha y siempre había algo que no las hacía ver tan perfectas, así que pasaba horas en eso. Una de las cosas que no le gustaba del palacio es que ya llevaba una semana allí, y en ninguno de esos días vio a James.

Ella no era parte del personal que le servía la comida, o de la que limpiaba su habitación, a ella no la dejaban ni acercarse a esa ala del palacio.

A veces le parecía fácil irse de allí, tal vez si solo caminaba hasta la salida nadie se lo impediría, pero siempre se arrepintió de hacerlo. Lo más importante era tener noticias de su mamá, así que tomando valor, tomó hoja y tinta que se encontraba en la biblioteca cuyas ventanas le tocó limpiar. Escribió una carta rápida, ahora solo tenía que ver con quién la enviaba.

—No se diga más, dámela, mañana mismo la llevaré al correo —dijo Violetta animada.

—¿En serio? No tengo dinero para...

—Lo sé. Yo sí recibo una paga, así que no me importa gastar unas monedas en ti. Aunque... Hay un señor que nos despacha las frutas, él siempre hace viajes a Wiltshire. Y justo viene mañana, puedo darle la carta y que él mismo la lleve, es un señor de mucha confianza, muy buena persona.

—¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias!

Stephanie no borró la sonrisa de su rostro en toda la noche. Por fin su mamá tendría noticias de ella, y ella sabría si estaba bien. Trabajó con más ahínco el resto de la semana, sin ver a James ni una sola vez; Violetta le había dicho que el príncipe se fue sin dar explicaciones, supuso que él ya se había olvidado de ella, y eso dolió.

Contó los días para la llegada del señor de Wiltshire, y tal como le dijo Violetta, el jueves temprano en la mañana llegó.

***

James había tenido una estancia agradable en casa de Alberth, en cuánto supo que su amigo había regresado a Londres, corrió a visitarlo, necesitaba de un descanso de la tormenta que había en su cabeza. Sin embargo, con Alberth los únicos temas posibles de conversación eran: Catalina, Catalina y más Catalina.

Antes de inmiscuirse en el caos que significaban los preparativos de una boda, decidió regresar al palacio. Ya había oscurecido y como siempre la estancia se le hizo lúgubre y solitaria, no era coincidencia que cada vez que él iba a su hogar, esta se encontrara desolada, a veces pensaba que su madre huía de él.

Con cansancio entró a la habitación, diciéndole al mayordomo que le subiera la cena a la habitación. Observó un poco los pasillos intentando ver un rostro, luego sacudió la cabeza para continuar. Casi se cayó para atrás cuando al abrir la puerta de su habitación se encontró con Stephanie sentada en el suelo lustrando sus botas.

—¿Sigues aquí?

—¿Puedo irme? —cuestionó ella, de todas las preguntas que pudo hacerle esa jamás se la imaginó.

—No, quería decir, ¿qué haces aquí?

—Usted me dijo el primer día que una de mis labores era lustrar sus zapatos —comentó evitando levantar la mirada.

—Ya no es una de tus tareas. Nadie puede entrar a mi habitación sin mi permiso, estás buscando que...

—¡Que me azote! —gritó enfrentándolo, mostrándole sus ojos hinchados y rojos por todas las lágrimas derramadas en el día—. ¡Que me mande a guindar en la plaza! ¡Hágalo!

—¿Qué te pasa? —Ella estaba fuera de sus cabales y él estaba tan sorprendido que solo pudo preguntar—. ¿Quieres morir?

—Ya no me importa, no tengo nada para lo cual vivir —dijo, lanzándose de nuevo de rodillas al suelo para comenzar a sollozar fuertemente.

—Esclava, ¿qué te pasó? ¿Te hicieron algo? ¿Qué ocurre?

Él no lo premeditó, simplemente se encontró hincado al lado de Stephanie intentando ver su rostro, esperando que le diera alguna respuesta.

—Yo... yo... necesito ir... necesito ir a la tumba de mi madre —escupió lo más rápido que pudo, porque decirlo en voz alta lo hacía más real.

—Tu... tu... ¡tu madre murió!

Se dejó caer en el suelo. Aquello no podía haber pasado. 

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