Capítulo 12.- Cumpleaños

        —Este será algún día el rey de Inglaterra.

Stephanie se fijó en la cara de satisfacción de George, él sostenía una copa en sus manos y reía con gran regocijo. Los invitados que habían estado en el salón ahora se aglomeraban en la entrada, observando a James como si fuera una bestia de circo.

James erguido los miraba a todos con prepotencia aunque su aspecto era un desastre.

—Sí, yo seré algún día el rey. Disculpa que no pueda lamentar el hecho de que morirás no siendo más que un duque de poca categoría, siempre por debajo de mi madre y de mí.

La sonrisa se esfumó del semblante de George, más guardó la compostura.

—¡Hijos! Cría cuervos y te arrancarán los ojos.

Los presentes estaban confundidos entre si debían reír u ofenderse por las palabras de George hacia el príncipe. Algunos esbozaron una sonrisa, otros hicieron como que no escucharon.

—Uno les hace un banquete para celebrar el bendecido día que nacieron, y ellos que desprecian el esfuerzo y el cariño.

—Gracias padre por acordarte de mi cumpleaños, me has dado muchos regalos este año. Más prefiero estar en un cuarto lleno de reconocidos enemigos, a que estar al lado de amigos que quieren verme muerto.

James se dio la vuelta y volvió a la intensa lluvia afuera, perdiéndose en la espesa neblina.

George alzó su copa en celebración y les pidió a los presentes que volvieran a bailar. Por tratarse de Irlanda no eran muchas las familias de alta sociedad en la zona, así que era un banquete pequeño, de personas no muy educadas, todas lo siguieron para seguir disfrutando de las delicias que ofrecía el palacio.

Stephanie volvió a correr escaleras arriba escondiéndose en su habitación. Cuando James volviera el mal humor que se cargaría sería grande. Comenzó a pensar en las razones para que padre e hijo se odiaran con tanta vehemencia, y no podía entenderlo. Luego sus pensamientos se dirigieron a que era el cumpleaños del príncipe idiota, y él estaba quien sabe dónde, mojándose y emborrachándose, y eso le pareció triste.

"¿Estás compadeciéndote de ese monstruo? ¿Qué pasa contigo? Si hay algo que el príncipe odioso no querrá jamás es que tú lo veas en un estado débil, así que quítate esas ideas de ir a buscarlo".

La lluvia se intensificó y Stephanie recordó que no le había dado su cena al caballo de James. Tal vez ya no tenía ni agua. Ella misma tenía mucha hambre, así que se escabulló a la cocina, y aprovechando que todos estaban pendientes del baile, tomó un par de cosas: unos dulces, panecillos, manzanas, fresas y bollos.

Tapando con un saco la comida llegó con sus pies llenos de pantano al establo.

—¡Hola mi hermoso! —Stephanie habló una vez entró y vio al caballo acostado a lo lejos—. ¡Te traje una manzana! ¿Estás asustado? —Comenzó a buscar la cubeta de agua y a llenarla antes de llegar hasta él—. La lluvia parece que quiere acabar con la tierra y tú paradójicamente secándote aquí porque no tienes agua. Discúlpame por eso, hoy tu dueño ha estado de un energúmeno, que no te imaginas, pero me robé comida de la cocina y cenaré aquí contigo. Sí es muy tarde para cenar, pero no he comido nada en todo el día, te digo que esta casa es de locos.

Stephanie llenó la cubeta y con esfuerzo comenzó a caminar hasta el caballo que seguía tranquilo viéndola.

—Sabes que hoy tu dueño cumple años y...¡No puede ser!

La cubeta cayó al suelo, creando un gran charco en el interior del establo. El caballo se puso de pie para lamer el nuevo pozo y dejando más expuesto a un James con paja entre sus cabellos que miraba a Stephanie con el ceño fruncido.

—Quiero terminar de escuchar ese cuento —dijo.

Stephanie como hipnotizada caminó hacia él y se sentó cerca sin dejar de mirarlo.

—Esta vez sí me mandará a azotar y a que me cuelguen en la plaza, ¿cierto? —preguntó resignada a su destino.

—Allá hay un látigo, puedo azotarte yo mismo.

Stephanie reviró para comprobar que James no mentía. La piel se le erizó de solo imaginarse a esa cosa rompiéndole la piel, no iba a esperar que James fuera indulgente.

—Esto será como un buen regalo de cumpleaños. —Terminó mencionando, recordando que no habría mejor satisfacción para James que destrozarle la espalda a una bestia hedionda como la consideraba él.

—No sabes cuánto —mencionó sonriendo—. Jamás he recibido tantos regalos en mi cumpleaños. Ha sido un año excepcional, supongo.

James se había acomodado, sentándose frente a ella, con sus piernas estiradas hacia un lado, ambos estaban sobre el heno que le servía de cama al caballo de James. Stephanie estaba alerta pensando en qué momento le diría que se parara frente a la pared y comenzara su castigo, extrañamente aquellos pensamientos no la atemorizaban tanto como debían. Veía a James, mojado, más blanco de lo norma, con un deje de tristeza y se sorprendió de saber que prefería verlo en su faceta odiosa insoportable de siempre.

—Vamos a ver qué trajiste de comida, yo tampoco he comido nada.

—¡¿Ah?! ¿Quiere...? Ahora mismo iré a buscarle comida amo. Le buscaré... asado, tienen un estofado de conejo que olía muy bien, y... la verdad hay de todo. ¡Pastel! Traeré pastel.

—No quiero que vayas allá de nuevo. ¿Acaso no eres una buena ladrona? ¿Lo que tomaste no alcanza para los dos? ¿O eres tan glotona que no quieres darme?

—Digamos que no fui muy selectiva.

Stephanie extendió el pañuelo con panecillos, dulces y frutas que había escondido entre los pliegos de su falda. Tomó la manzana porque esa era exclusiva para el caballo.

—¿Su corcel no tiene nombre?

—Hamilton. El duque de Hamilton me lo regaló en uno de mis cumpleaños, así que le puse su nombre.

—Entonces la manzana es para Hamilton. Ven acá Hamil.

El caballo no demoró en tomar su manzana al mismo tiempo que James tomó uno de los panecillos de la pieza de tela y comenzó a comerlo.

—Como esclava, no quiero que mueras tan pronto. A tu ex ama no le gustaría.

Ahí estaba el meollo del asunto, la razón por la cuál a veces no era tan detestable con ella. Lizzy era la razón para que él no estuviera azotándola en ese preciso momento.

—La señorita era muy buena conmigo, eso es cierto —comentó.

—Demasiado, te acostumbró a una clase de vida que no te pertenece. Cuando la burbuja explotara enfrentarías la horrible realidad y no lo soportarías.

—Pero lo estoy soportando, amo. Yo soy muy feliz. —No era cierto, pero él no tenía por qué saberlo.

—¿Por qué razón serías feliz?

—Estoy viva, sana, con todos mis miembros completos. Vivo en un palacio.

—De esclava —aclaró, tomando ahora una de las fresas.

—De esclava del más benevolente amo, que no me azotará o castigará pese a haberlo insultado.

Otra sonrisa fue robada de los labios de James.

—Te estás adelantando a los hechos.

—Como sea, tengo techo, comida, trabajo y vida. Mientras haya vida todo es posible.

Fue extraño para Stephanie reconocer que pensaba todo eso, por un momento se sintió deprimida y perdida, pero ahora volvía a recobrar un poco la que era. "Todo era posible", ella lo haría posible.

—No todo es posible —comentó James casi que como un susurro.

—Tal vez si dejáramos de ser tan cínicos veríamos que no es así.

Él no dijo nada y ella lo siguió en su silencio. El frío comenzó a ser insoportable ahora que el miedo se hubiera ido. Los labios de ambos estaban morados y Stephanie en cualquier momento comenzaría a tiritar.

—Debemos volver o nos enfermaremos.

La lluvia ya había cesado así que pudieron caminar más tranquilos hasta el palacio. Stephanie de verdad estaba haciendo esforzándose para que sus dientes no comenzaran a tronarse unos con otros.

—¿A dónde vas esclava? —preguntó una vez Stephanie se alejó de él.

—A entrar por la puerta de servicio —ya incluso le costaba hablar.

—Ven, necesito hacer algo.

Stephanie solo quería enrollarse enfrente a alguna chimenea, así que lo siguió con rapidez. Antes de entrar James la cargó de forma nupcial.

—No digas o hagas nada —susurró.

Ella no iba a negar que quisiera acurrucarse al pecho de James para buscar un poco de calor, pero eso estaba fuera de toda lógica.

—Por revolcarte con la esclava despreciaste mi fiesta.

Estaba claro que se encontrarían con George Prestwick. Stephanie supo que esa era la intención de James, quiso bajarse en ese instante pero sería tentar su suerte.

—Y voy a continuarlo en mi habitación, yo solo disfruto del regalo que me diste. Buenas noches padre.

Ella prefirió cerrar los ojos y esconder el rostro. La servidumbre también los observaba, ahora sí hablarían de ella y con propiedad.

—Yo me voy de aquí —dijo una vez entraron en la habitación y James cerró la puerta.

—¡No! Dormirás aquí.

—Pero...

—Por primera vez en tu vida, ¡obedece sin refutar!

La chimenea de la habitación estaba encendida así que Stephanie corrió hacia ella, no le quedaba de otra que secarse de esa forma. Estaba entrando en calor cuando una bata fue lanzada sobre ella.

—Ni modo que te quedes con esa ropa mojada, cámbiate y duerme.

Al principio titubeo sobre el lugar dónde se quitaría la ropa, James casi se la comió a gritos diciéndole que fuera al baño. Ahora estaba acostada en uno de los sofás de la habitación, cubriéndose con una cobija caliente y sin poder dormir. James parecía ya haberse quedado dormido pero no podía confirmarlo.

Miró a la cama, observando la espalda de James hasta que este se volteó y ambas miradas se encontraron, el azul de los ojos de James resplandecían hasta en la oscuridad; pudo haber disimulado al cerrar los ojos o revirar, pero ella prefirió sostenerle la mirada.

—¿Cuántos años tiene ahora amo?

"Definitivamente como dijo el príncipe idiota, la lluvia te congeló las neuronas, ¿por qué le estás hablando en la oscuridad?".

—Inútil, desobediente, insolente y chismosa. ¿Cuántas malas cualidades más tienes escondidas por allí?

Ahora sí Stephanie cerró los ojos y se hizo un ovillo.

—Veinte —esbozó de pronto para darle la espalda de nuevo.

Stephanie creyó que sería correcto haberlo felicitado por su cumpleaños, pero no era esa la labor de un esclavo. James la habría tratado de insolente. Más en su mente la felicitación salió sin pensarlo. El príncipe idiota era muy extraño, pero había algo que le impedía odiarlo del todo.

"¿En qué pensarás James Prestwick?".

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