three. the cure

03. CAPÍTULO TRES
la cura

—USTEDES NO QUIEREN HACER ESTO, de verdad... Mis mamás me esperan en casa —Luna tartamudeó, turnando su mirada entre una figura y otra—. Se preguntaran qué me habrá pasado si llego muy tarde...

—Tranquila. Hoy no te mataremos —afirmó Alexander con calma, observándola desde la entrada de la habitación, su hombro apoyado sobre el marco de la puerta como si quisiera bloquear la salida para ella. 

Los ojos de Luna se salieron de sus orbitas.

—¿Matar? —exclamó ahogadamente y con palpable terror—. ¿Hoy no?

Stiles maldijo su suerte en voz baja. No sabía qué era peor: el humor seco de su mejor amigo o la inocente credulidad de Luna.

—No, no, nadie dijo nada de matar —esclareció el castaño de camisa de cuadros, asumiendo su papel de policía bueno a regañadientes—. Solo tenemos una que otra pregunta, Luna.

Ella se quedó callada, limitándose a detallarlos con mirada para mantener su pánico a raya. Luna culpaba a su inoportuna fortuna. Los tres se encontraban en la veterinaria, privadamente reunidos en la estancia secundaria del consultorio. Se habían posicionado alrededor de la mesa de examinación en triángulo; Luna y Stiles únicamente separados por el ancho de la mesa y Alexander junto a la puerta. La joven bruja no quería dar señales anormales dentro de su comportamiento, sin embargo no sabía cómo comportarse de forma normal. Después de pasar todo un verano disfrutando de su propia soledad, su mera presencia se sentía alienígena en su compañía. Su mirada era demasiado intensa, su conducta demasiado nerviosa y sus manos demasiado sudorosas. Entre ellas, aferradas con una fuerza extraordinaria, se encontraba su bolso; mismo que contenía el antídoto a la poción de amor de Scott que ella misma había confeccionado con la ayuda de Julie. No habría manera de que Stiles o Alexander supieran al respecto, pero en la cabeza de Luna el frasquito azul latía, brillaba y mandaba ondas gravitacionales hacia toda la habitación, dando de cabeza su existencia a gritos. En cualquier momento su secreto saldría a la luz.

Aunque esos par de días habían sido genuinamente agradables, el asunto en general se había comenzado a salir de control. La idea comentada entre Julie y Luna en la comodidad de su propia habitación, hogar de todos sus ensoñaciones y deseos, se le antojaba muy distinta a lo que en verdad había sido a la hora de llevarlo a cabo. Para empezar, las proporciones seguramente habían sido calculadas mal, aunque Julie asegurara que ese no era el caso, puesto que ella raramente cometía errores. Lo que se suponía que sería un interés inofensivo en Luna, se había convertido en un enamoramiento sobrecogedor que rozaba límites angustiosos. Era poco funcional, demasiado evidente y Luna era insoportablemente agobiada con la culpa. Todo eso tenía que parar.

Es por eso que en cuanto las dos amigas pudieron darle los toques finales al antídoto, Luna no se había animado a esperar un segundo más. Había tomado el frasquito, su bolso y su bicicleta, y había pedaleado con todas sus fuerzas hasta el despacho del Dr. Deaton, donde sabía que él estaría trabajando su turno vespertino.

Como parecía hacerse costumbre, sus planes habían cambiado drásticamente al ser informada de que Dr. Deaton había mandado a Scott a atender un par de visitas a domicilio con urgencia, dejando a sus dos mejores amigos a la guardia del local en su ausencia. Luna no supo cómo zafarse lo suficientemente rápido, terminando acorralada en la habitación trasera.

—¿De casualidad no has notado a Scott más... extraño que de costumbre? —preguntó Stiles, alzando una ceja en su dirección con aire inquisitivo.

—¿Extraño? —Luna quiso reír, pero su boca carecía de la humedad como para generar un sonido natural. Su intento se asemejó más al de alguien que se ahogaba—. ¿Extraño cómo?

Stiles chasqueó la lengua, acompañado de un zumbante mmmmh.

—Como más atento... Más...

—Idiota —Alexander ofreció el adjetivo y Stiles lo tomó sin poder negarse.

—Sí, se podría decir, más idiota... ¿No?

Luna selló sus labios y negó con la cabeza.

—Es que verás... —Stiles juntó dos dedos a sus labios con aire pensativo y ladeó la cabeza con dirección a su amigo—. ¿Le decimos nuestra teoría?

Alexander se encogió de hombros, su actitud casi rozando el desinterés. Stiles suspiró por su falta de entusiasmo.

—¿Tienes alguna relación con Derek Hale?

Sus nervios ante la anticipación de la línea de preguntas fueron acaparados por una genuina confusión ante lo expresado, sacándola de su prefabricada actitud secretiva. 

—¿Derek qué? —cuestionó con atención.

—Hale. Derek Hale —repitió con más seguridad y Luna hizo una mueca.

—Oh no. Están confundidos —comentó con sinceridad.

—¿En dónde estabas hace dos noches? —intervino Alexander.

—¿El domingo en la noche?

La mirada de Alexander se oscureció con cansancio.

—Sí, el domingo en la noche. Hace dos noches —repitió con obviedad y Luna sintió sus mejillas encenderse.

—Estaba en casa —respondió, internamente sorprendida por no verse en la necesidad de mentir hasta ese momento. Claro que si la misma pregunta hubiera sido dirigida a Juliette McCall, la verdad hubiera sido distinta, puesto que el domingo en la noche ella se encontraba infusionando el licuado de fresa de su hermano con una poción de amor.

—¿Toda la noche?

Luna asintió, disimuladamente viendo la hora.

Stiles apoyó sus antebrazos sobre la mesa de examinación, realizando un extraño ruido mientras se inclinaba en su dirección. Luna no sabía si eso debía intimidarla.

—Luna, necesitamos que cooperes con nosotros, ¿sí? No es por nada, pero tienes que admitir que es un poco raro que de la noche a la mañana Scott esté tan entusiasmado contigo.

La castaña se mordisqueó el labio inferior, insegura sobre cómo responder. Fingió demencia.

—¿A qué te refieres?

—Que parece que Scott fue flechado por cupido —remarcó Alexander.

Stiles rio estruendosamente y sin gracia.

—No, no, no. Parece que cupido está estrangulando a Scott. ¿De casualidad no sabras algo al respecto?

Luna tragó en seco, exponencialmente más nerviosa por la dirección que había tomado su interrogación. Inconscientemente, aferró su bolso más cerca de su cuerpo. La mirada de Stiles cayó a sus manos para posteriormente regresar a sus ojos con aire acusatorio.

—¿Qué tienes en tu bolsa, Luna? —preguntó Alexander al seguir la mirada de su amigo.

—N-nada. Nada —la prisa con la que las palabras se tropezaron fuera de su boca solo la hicieron ver más culpable.

—Luna... ¿Por qué buscabas a Scott?

—¿Buscarlo?

—Sí —Stiles insistió—. Cuando llegaste estabas preguntando por él.

—Yo... Necesitaba darle algo.

Ahí Luna se dio cuenta de que fundamentalmente era incapaz de producir una mentira estando bajo presión. De inmediato se notó que había dicho la cosa incorrecta y su corazón dio un salto.

—Luna... —murmuró el ojiazul a su lado izquierdo con tono ligeramente amenazante.

—¡Luna!

La voz de Scott los espabiló como lo hubiera hecho un chasquido en una habitación en silencio. Alexander, Stiles y Luna dirigieron su atención al castaño que parecía abundantemente deleitado de verla ahí.

—Hola, Scott —saludó tímidamente.

—¿Qué...? —Scott se aclaró la garganta y pasó sus manos torpemente por su cabello en un intento de peinarse para verse más presentable—. ¿Qué haces aquí?

En su vista periférica, Luna pudo ver a Alexander ladear su cabeza para escuchar con atención minuciosa la excusa que se inventaría. Luna hubiera huido en ese mismo momento, de no ser porque Scott y Alexander ahora bloqueaban la salida mejor de lo que el segundo podía por sí mismo. No que creyera que pudiera escapar de Alexander, cuando estaba solo él de guardia, pero si acaso tenía una ligera oportunidad, ésta se había esfumado por completo.

—Quería hablar contigo... En privado —Fue lo primero que conjuró en su mente para escapar de las miradas inquisitivas de los mejores amigos de Scott—. Y darte algo.

—Lo pueden comentar aquí, ¿verdad, Stiles? —atajó Alexander con rapidez.

Stiles se encogió de hombros fingiendo despreocupación.

—Yo no tengo problemas, ¿Scott?

Scott se encogió de hombros inocentemente sin poder disimular su brillante sonrisa.

—No, está bien. ¿Pasó algo?

Como si estuvieran sincronizados, Alexander y Stiles se inclinaron hacia ella en el mismo compás, achicando los ojos en su dirección de forma retadora. Luna batalló con encontrar palabras.

—No, es solo queee... —Luna agarró su propio suéter rosado en puños para disminuir la humedad causada por su propia sudoración, antes de soltar lo único que sabría que podría interesarle a Scott lo suficiente como para querer privacidad—: Es que quería invitarte a salir. ¿Podemos hablar afuera?

La boca de Stiles se abrió por la incredulidad, su cara drenándose de emoción. Jamás pudo haber anticipado lo escurridiza que sería esa castaña y daba esa batalla por perdida, mientras la veía caminar lejos de ellos escoltada por Scott. Pudo ver a Alexander hacer un ademán con las manos que se asemejaba al tiro de un arco, mientras rodababa los ojos, aludiendo al comentario que había hecho sobre cupido. Por su parte, Stiles se encargó de ahorcar a un ser inexistente en el aire; demostrando toda su frustración y representando el ahorcamiento que cupido tenía en Scott.

Cuando salieron, Scott y Luna lo hicieron en un silencio parsimonioso. Ahí afuera, la tarde los había correteado; el día rindiéndose ante sus pies en un atardecer. Las esquinas filosas del día a día se difuminaban en una combinación de sombras y luces anaranjadas. La tensión que la bruja había sentido en el consultorio se disolvió paulatinamente, relajando los músculos de sus hombros. Luna nunca había considerado a Scott como alguien que le transmitiera paz; al contrario, para ella Scott había sido un latido incontrolable en su pecho, un manojo de nervios, un pánico silencioso. Era parte de tener un crush, suponía. La salvaje y constante pregunta de qué será o qué podrá ser. Sin embargo, sabiendo que mínimo en ese momento el cariño de Scott era inamovible y encadenado por magia, y que la solución a esa situación descansaba seguramente en su bolso, Luna se permitió descansar. Darse una pausa. Disfrutar de aquello que alguna vez le había causado tanta ilusión.

Que tonto fue todo esto, pensó con una tenue diversión, previendo el fin.

—Espera, tienes algo aquí —atajó Luna al ver que Scott estaba por hablar.

Estiró una mano y comenzó a pasar los dedos por un mechón de su cabello. Él no tenía nada ahí. Luna solo quería una excusa para observarlo; absorber todo de él y sellarlo en su memoria. Luna registró la sensación de su cabello en sus dedos; suave, rizado, cosquilleante. Registró el espacio que tomaba a su lado; alto, vibrante, con un campo magnético que parecía atraer a cada átomo de su cuerpo, haciéndolo imposible el querer alejarse. Registró sus ojos; chocolates, bellamente iluminados por la gentil luz del alba, inundados en un afecto que Luna jamás había encontrado en los ojos de alguien más. Un débil mohín se formó en los labios de la bruja, mientras alejaba su mano de él.

—¿Qué era?

—No, nada —Luna fingió tirar una basurita al aire y sonrió inocentemente.

—Bueno. Entonces, soy todo oídos, Luna.

Cuando recordó que debía haber estado pensando en qué cita inventarse, su lengua se congelo unos segundos, mientras su mente comenzaba a correr en círculos. Tomó lo primero que encontró pertinente, pero inmediatamente se arrepintió.

—Bueno... Me preguntaba si querías ir conmigo a la fiesta de Lydia.

Tonta, tonta, tonta, pensó. En primer lugar, porque ella ni siquiera había sido invitada por Lydia, solo por Julie y Luna no estaba segura de que ella tuviera el permiso de estar extendiendo invitaciones.

—¿En una cita? —confirmó el castaño con satisfacción.

Por un segundo, Luna se cohibió por lo sincera que se veía la sonrisa del chico. Su mano se resbaló lentamente por su bolso y sus dedos rodearon el frasco con el antídoto antes de que pudiera arrepentirse demasiado. Su corazón se encogió en su pecho, temiendo por primera vez el abandono del cariño de Scott. Sin poder pronunciar las palabras confirmando la cita que jamás tomaría lugar después de que se bebiera la nueva poción, Luna se limitó a asentir lentamente con la cabeza.

—También te traje algo para que te lo tomes. —Una sombra de confusión se posó en los ojos chocolate del joven al ver el frasquito que ella le tendía—. Es bueno mantenerse hidratado.

—¿De tomar? ¿Qué es? —preguntó, destapándolo con curiosidad.

—Intenta adivinar —animó Luna con impaciencia, empujando suavemente la poción a los labios de Scott—. Vamos, vamos.

Scott alzó ambas cejas, pero obedientemente bebió lo que le pedían. Sin disimulo, Luna comenzó a empujar el frasco con dos dedos hasta haberse asegurado de que no quedaba gota alguna. Sin darse cuenta de que estaba conteniendo el aliento, Luna suspiró con alivio.

—Bueno, Scott. Fue muy agradable verte —afirmó la chica, enjaulando el frasco vacío con ambas manos como si fuera una posesión preciada—. Nos vemos.

—N-nos vemos, Luna.

La chica se apresuró a tomar la bicicleta que había dejado apoyada en la fachada y pedaleó lejos de ahí, mientras Scott la despedía con la mano, cargando un aire desorientado provocado por la poción. Su mente se había nublado por unos momentos, dando vueltas sobre sí misma.

Sin duda el antídoto estaba teniendo algún tipo de efecto en Scott, si era el que Luna quería o no quedaba inconcluso.

(  🏹🤍 )
nia's note

AYYYY, COMO ME EMOCIONA
RETOMAR A MIS BEBÉS.

me mama esta historia ok,
aunque actualice cada año
bisiesto.

besitos, que lo disfruten.

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