Capítulo 3: Recuerdos.

Una proyección de mí mismo, congelado en un verano caluroso, en un pasado que no podía tocar aunque rompiera todos mis huesos para alcanzarlo.

Me habría gustado hacerlo pedazos.

Takuya.

La sensación de haber vivido una vida que no me pertenecía: así era recordar mi infancia, como una ráfaga de momentos difusos que suspiraban en mi rostro cada noche, provocándome alucinaciones.

Era mejor dejarlos allí, como cosas que pudieron ser pero jamás pasaron.

Los días que vinieron tras la carta, fueron un infierno en términos psicológicos, pero en teoría, las cigarras eran lo único que me me incomodaron día y noche. Quería prenderle fuego a todos los árboles de la universidad.

S iba a arrepentirse por meterse conmigo. Solo alguien aburrido y con tiempo libre pensaría que extorsionar a un estudiante era divertido.

—Voy a arrastrarte. —Me repetí, mordiendo sin medirme hasta romper el lápiz. El crujir dirigió unas miradas extrañas a mí, consiguió que me hiciera más pequeño detrás de los lentes.

Ni siquiera estoy prestando atención a clases, mierda.

Me apoyé sobre mi brazo, usando las cabezas de otros universitarios como muralla para que no dieran conmigo. El clima era agradable, la luz de el día iluminaba cada espacio de el sitio, a excepción de las últimas columnas donde yo me encontraba disfrutando el frío de la sombra verde.

Aunque tampoco era disfrutar, bostezaba como si fuera un pez fuera de el agua, en búsqueda de aire para no sofocarme con mis pensamientos.

—Traté de averiguar en mi trabajo... —Susurré, con la mejilla limpiando el polvo de mi suéter.

Pero allí no hay nadie que quiera arriesgar su pellejo por una simple broma. Si denuncio caemos todos, y nuestros 2 años como colegas.

—Aquí saben de mi familia. —Dije entredientes. Mi mirada estaba perdida en el hoyo que mis dos brazos formaban sobre la madera.

Alguien de la universidad que tenga acceso a mi información personal.

Miré de reojo a la chica que amaba las pelucas, sentada a varios metros de distancia porque prefería el quemar del sol. Parecía atenta a la clase de lenguaje, también mordisqueaba su lápiz y aunque sus ojos relucían de vez en cuando hacia mí, no se percataba de mi mirada.

Traté de contener mi enojo, la única amiga de clase era incapaz de hacerme algo así: era como su propia muñeca, no le interesaban más cosas aparte de su arreglo personal. Pensé en Senjou, él también sabía cosas privadas de mi vida, pero era un buen tipo que vivía entre batas de laboratorio mientras pensaba en moléculas y átomos de silicio.

—Quién eres. —Mordí mis uñas, ansioso.

Me detuve al sentir el ardor de la sangre entre las uñas, como mugre roja que se apilaba poco a poco hasta imitar un tinte. Posé mis manos sobre mi cabeza, traté de escuchar las voces lejanas de el profesor pero se volvían tan difusas hasta sonar como el zumbido de mosquitos. Iban a devorarme, todas las sensaciones de putrefacción.

—Estoy enojado.

Eso era todo, con un hilo de voz, temía tener un arranque de ira y mostrarme como las personas a quienes más odiaba. El ataque de pánico vendría después; era patético.

Escuché los libros cerrarse cuando la clase terminó. Me puse de pie, arrastrando mi mochila fuera de el banco mientras trataba de respirar con fuerza, esperaba no volverme loco sin terminar mi investigación de hoy respecto a quiénes eran cercanos a mí. También tenía trabajos, odiaba las malas notas o quedar entre los regulares.

Te arrepentirás. Te arrepentirás.

Giré con mi mochila sin calcular el peso de esta. Fui arrastrado con el movimiento a pisar y golpear a alguien, yéndome de boca sobre otro estudiante solo para lastimarnos los codos con el giro que me dejó debajo de él; otras libretas que cayeron de los bancos me asustaron.

Nuestras piernas se enrollaron hasta hacernos ver como un rollo de sushi mal preparado, fue la cosa más dolorosa e incómoda del día.

—¿Se encuentra bien? Lo siento, no debí cruzarme. —Palpó mi pecho mientras yo apretaba los párpados por el dolor. No estaba seguro de si me dolía más la columna, los brazos o mi cráneo; la fatiga de mis noches de trabajo me hacían sentir terrible.

—Solo... —Me quedé sin aliento.

Muévete, imbécil.

—Fue mi culpa. —Expresé.

La luz se reflejaba en mis anteojos, por eso tardé en enfocar su rostro hasta encontrarme con el azul pálido de su iris, disfrazado con el color anaranjado del sol. Su cabello, rubio cenizo, comenzó a chocar contra mis manos cuando aproximé los dedos a su rostro.

Se sintió finito, el momento en que parpadeamos antes de que abriéramos la boca y nos sostuviéramos del rostro. El resto de alumnos estaba más preocupado en salir que en escucharnos.

—¿Takuya?

—¿Shin? —Balbucí. Con el kanji de fe, aquel que habla con la verdad, también con lectura de Makoto. La ceguera en mis ojos fue suplantada por una necesidad de inspeccionar cada facción suya como dueño de su nombre—. Volviste.

—Algo así. —Soltó una risilla incómoda, desviando la mirada.

America cambia a las personas; eso, es desagradable.

Impulsé sus hombros para que se apartara.

Extendió su mano con la intención de ayudarme, aunque dudé de si confiarle mi palma por la mirada tediosa que tenía. Estaba bien vestido, ya no teñía su cabello con tonos oscuros y no lucía retraído como en la secundaria; realmente había cambiado, lo que me hizo sentir nefasto teniendo en cuenta mi ropa casual para asistir a la universidad.

Yo solo me protegía de ropa, él hasta estaba más alto.

—¿Comienzas el curso aquí, Flower? —Me dirigí a él mientras sacudía mis manos. El mestizo tardó en reaccionar a su apellido.

—Sí, también me postulé como asistente de el rector pero me dejaron con profesores de comunicación así que tengo el tiempo medido. —Expresó atareado, mirando la puerta de reojo como diciéndome que tenía poco tiempo. El resto de pasos que ya terminaban de evacuar me estresó junto a su comportamiento—, Honda, disculpa, me tengo que retirar. Debo reservar el mejor lugar para los profesores esta noche.

—Claro, yo también tengo que retirarme. —Suspiré, cerrando los ojos un momento para escuchar sus zapatos alejarse.

Sentí un retorcijón cuando sus manos tocaron mis codos. Abrí los ojos del susto solo para verlo de frente, decidido, pidiéndome que me pusiera algo en la herida antes de seguir con mi día. Nunca le había visto un aura tan alegre y una actitud extrovertida.

No ha cambiado su actitud conmigo.

Me quedé anonadado mientras él recogía su mochila y estiraba su sonrisa para despedirse.

—¡Te contactaré, pediré tu número! Me alegra tanto verte, no rompí mi promesa de encontrarte, así que te buscaré después.

Shin Flower era un chico mestizo a quien conocí cuando mi familia y yo nos mudamos a Tokyo.

Vivíamos en el mismo condominio de apartamentos, a pocos metros de distancia, solo dos hogares nos dividían. Verlo animado me hizo sentir estancado, como si todos estos años fueran depositados en bancos fraude. El reencuentro me dejó atado por varios segundos al suelo debido a los recuerdos que se colaban entre mis oídos; era como cabello e insectos buscando gritar a mis neuronas.

¿Por qué tú sí fuiste feliz?

¿Cómo superaste haber visto eso?

Verme así.

—No estoy listo para verte. —Expresé, arrojando mi mochila al suelo mientras me esforzaba por contener la dolorosa rabieta.

Anduve entre pasillos toda la mañana hasta el medio día, no ganaba nada pensando en el pasado. Mi horario no se entrometió en mi búsqueda de respuestas, tampoco se me cruzó alguna idea clara sobre qué podría estar pasando.

¿Por qué yo? ¿Qué tenía que ver conmigo?

Me aislé hacía los sitios en donde frecuentaban más los profesores o estudiantes que iban con frecuencia a los cubículos de estos. Me puse mis audífonos y anduve cabizbaja para pasar desapercibido; era bueno en eso cuando no me vestía de lentejuelas ni andaba haciéndome el niño bueno por todos lados solo para chupar tetas.

—Voy enseguida, Yamada, deja de hacer un escándalo, ¿quieres? —Escuché taconazos detrás de mí, apenas miré de reojo cuando reconocí el nombre del licenciado.

Arrastré con más velocidad mis tenis por el piso, creando un chirrido en el momento en que ella colgó la llamada. La iluminación del pasillo tenía un color verdoso que parpadeaba con las luces, no habían más que voces lejanas y nosotros presentes.

Es negra.

Caminé un poco a la izquierda, mirándole sobre el hombro. Se veía atareada y con los tacones matándole.

Negra.

Dejé que caminara frente a mí, solo necesitaba fingir que me detenía a ver los murales en las paredes. Abrí mi mochila en búsqueda de mi teléfono, ella siguió de largo mientras yo veía su espalda en movimiento junto a su cabello con alaciado. Era raro ver a personas de color.

Y yo te he visto en Kabukichō, hija de puta.

—Te vas a arrepentir. Me criaron como un ganador, ¿lo sabes?

Te lo haré saber.

• • •
HOLA HOLA HOLA.

Disculpen la actualización tardía y mi respuesta lenta a los comentarios, acabo de encontrar tiempo ahorita en la madrugada. :')

¡Muchísimas gracias por seguir la lectura! Espero traer unas ilustraciones pronto. <3

¿Qué les ha parecido este capítulo? Sé qué hay muchas incógnitas pero es demasiada información y me gustaría que vieran más la dinámica antes de comenzar a soltarla.

¿Qué tal? ¿Cómo han estado? ¿Todo bien?

¡Les quiero mucho!

~MMIvens.

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