III
||FUEGO||
Un cálido despertar otorgaba la luz del sol en un día primaveral. Priorizando el bienestar de su hogar, Green decidió pasar la noche en el gimnasio con las tres bestias que debía cuidar. Aún no habían hecho nada, pero ya lo veía venir.
La primera en despertar fue Sapphire, desorientada al ver la habitación que compartía con otros dos chicos de su edad, quiso salir a explorar. Como la puerta estaba cerrada y la perilla estaba algo alta, fue a su segunda y mejor opción: la ventana.
Comenzó a trepar por la tela de color crema. Brazos y piernas bien coordinados le permitían estabilidad en un terreno irregular y para nada común. Estaba llegando a su lugar cuándo la puerta se abrió y Green se asomó.
–¡Sapphire!– Green se adentró rápidamente y sacó a la chica de la cortina.– ¿Qué estás haciendo?
–Quiero ver dónde estoy.– La pequeña intentaba salir del agarre, sin éxito alguno.
–Estás en mi gimnasio.– Green respondió dirigiendo su vista a los otros dos bultos que comenzaban a despertar.
–¿Quién eres?– Pearl ni abría los ojos y ya se veía intrigado por la situación.
–Green.
–Yo soy Gold, de pueblo Primavera.– El niño de cabello negro habló. Se puso de pie para saltar de una cama a otra y viceversa.
–Lo sé.– Cuántas veces Green había escuchado esa pequeña frase de presentación.
–¿Por qué?– Gold saltaba en su lugar mirando confundido al castaño. Sin duda estaba en la tediosa pero adorable edad del porqué.
–Porque estoy a cargo de ustedes tres.– El mayor comprendió que su psicología también había cambiado acorde a la edad.
–¿Qué haremos hoy?– Preguntó Sapphire librándose del agarre del mayor y reuniéndose con quienes serían sus hermanos
–¡Podríamos luchar contra un Heatran!– El residente de Sinnoh habló, buscando buenas batallas y aventuras.
–Seguro, pero antes debemos desayunar.– El entrenador habló con sarcasmo, guiando a los niños para que salieran por la puerta.
Antes de salir él, vio como la cortina se caía y había desastre puro entre las camas por los saltitos de Gold. Suspiró y cerró la puerta con llave.
El desayuno por supuesto no fue nada tranquilo. Un simple cuenco de leche con cereales bastó para que los niños ingirieran suficiente azúcar y revolucionarse.
Gold había tomado la cuchara cargada de cereales remojados en la parte en la que justamente no va la comida, y presionando con fuerza el otro extremo, disparó directo a la cara de Pearl.
–¡Ups!– Rió el pequeño de ojos dorados al ver su comida en un lugar inadecuado.
–¡Ya verás!– Pearl se vio molesto y realizó la misma acción, dando en el blanco.
–¡Hey!
Sapphire no quería quedar fuera del juego, así que tomó la caja de leche y la presionó con fuerza para que esta se esparciera por todo el lugar. Cabe decir que Green no estaba presente en ese momento, pero pronto apareció y dejando caer una caja, llamó la atención de los desordenados.
–¡Ella/él empezó!– Gold señaló a Sapphire, Sapphire a Pearl y Pearl a Gold.
Pero a Green no le importaba quién había comenzado, refunfuñando un par de palabras 'prohibidas' como Pearl señaló en el camino, los llevó al campo de batalla del gimnasio y sacó a uno de sus Pokémon.
–¡Quiero ver todos tus Pokémon!– Exclamó Sapphire entusiasmada. Estaba viendo por todos lados al Golduck recientemente sacado.
–Claro que no.– Negó Green cruzándose de brazos.– Golduck, usa chorro de agua.
–¿Golduck?
–No, no importa que sean niños pequeños, solo límpialos por favor.– Para el mayor, Gold, Sapphire y Pearl eran como especies extrañas y desagradables.
Después de una buena remojada por parte de Golduck y una regaño por parte de Green en el que especificaba que debían ser más tranquilos y menos desastrosos, los tres pequeños correteaban a lo largo del campo de batalla.
De pronto, Gold se acercó a Green quién sentado en su escritorio leía unos papeles sobre el gimnasio.
–¿Qué haces?– Gold preguntó acomodándose de tal forma para sentarse en las piernas del castaño.
–Leo.– Respondió Green sin quitar la vista del documento.
–¿Tienes otros Pokémon?– Preguntó Gold rayando un par de hojas con un marcador que estaba sobre la mesa.
–Tal vez.– Respondió Green.
–Ahora los tiene Sapphire.– Gold se bajó como pudo y fue hacia el par de inquietos que ya tenían varias pokeballs en brazos. Las habían tomado mientras Gold distraía a Green.
–¿¡Qué!?– Ahora el mayor caía en sí. Sintió sus bolsillos vacíos y vio sus hojas con informes del gimnasio rayadas. Vaya.
–¡Woah!– Sapphire admiraba el gran Charizard que aparecía frente a sus grandes ojos zafiros.
–Uno... Seis... Quince... Tres...– Pearl contaba las cabezas del Exeggutor de Green. Por supuesto contaba más de las que habían.
–¡Scizor atrápame!– Gold saltaba del lomo de Arcanine a la nada. El Pokémon que acababa de llamar hizo lo posible para atrapar al pequeño.
Sapphire escalaba a Charizard hasta llegar a su cabeza. Sujetándose de lo que serían los cuernos del gran Pokémon, la chica intentó dirigir a la criatura como si fuera un vehículo.
Teniendo Charizard un carácter similar al de su entrenador, no pensaba dejar que la pequeña mocosa se aprovechara de él. Decidió intimidarla lanzando un poco de fuego.
–Eso no me asusta.– Sapphire captó rápidamente la intención del Pokémon naranja.
–¡Wi!– Pearl pasó por su lado montado en Pidgeot.
–¡Carrera!
Parecía que lo que mejor sabían hacer los chicos de fuego era gritar y moverse por todos lados con energía infinita. Green estaba atento y molesto, listo para actuar cuando fuese necesario. No tuvo que esperar mucho, ya que observó como Scizor ya estaba cansado del criador que no dejaba de perseguirlo.
–Las traes.– Gold tocó al primer Pokémon de Green. Este comprendió la idea y empezó a seguirlo guiándolo hacia el castaño.
–¡Green sálvame!– De un segundo a otro, Gold estaba en los brazos de Green, agarrando su cabeza para no caer.
–¡Sapphire! ¡Pearl!– Aprovechando que ya tenía a uno de sus demonios en mano, Green decidió llamar a los otros.
Por suerte Charizard y Pidgeot comprendieron la señal para ser liberados, y se acercaron a su entrenador. Green suspiró por octava vez en medio día y con un movimiento ya tenía a los tres pequeños en sus brazos. Contempló los tres rostros y llegó a una conclusion. Eran adorablemente tediosos.
Esas miradas que fingían tranquilidad en realidad escondían energía y desastre. Ni siquiera en sus brazos podían estar inmóviles, los tres luchaban al mismo tiempo para salir a corretear por ahí.
–Quédense quietos un momento.– Green los depositó lentamente en el suelo.– Sentados.
–¡Yo quiero ver un Groudon!– Exclamó Sapphire moviendo sus brazos para simular la grandeza del Pokémon.
–Antes debemos luchar contra Heatran.– Como bien había dicho Pearl anteriormente, quiso realizar su acción primero.
–Me temo que primero haremos lo que yo quiero.– Gold hablaba de brazos cruzados y con superioridad.
–¿A sí?– Sus compañeros lo miraron de forma retadora.
–Si.– Gold asintió con la cabeza y luego dirigió su vista a Green.– Porque yo quiero montar a Entei, y eso es más cerca.
–¡Podemos pedirle a Entei que nos lleve con Groudon y Heatran!– Sapphire se dejó llevar aún más por su imaginación infantil. Pearl apoyaba la idea.
–Pero mientras, sigamos jugando con estos fortachones.– Gold intentó ponerse de pie para ir con los Pokémon de Green, pero el mayor lo atrapó de la camiseta.
–¿Qué les parece si vamos a buscar a Entei al parque? Así dejamos a mis pobres Pokémon tranquilos.– Green puso a sus Pokémon como prioridad. Ya veía que Charizard los calcinaba, o Scizor los cortaba por la mitad.
En un rápido y ágil accionar, Pearl sacó de la billetera de Green un par de billetes y se los entregaba a Scizor. Luego, miró sonriente a su 'padre', devolviéndole la billetera.
–Tus Pokémon ya no son pobres.– Pearl estaba orgulloso de su buena acción del día.
En la lógica de Green simplemente no entraba la capacidad de los chicos para moverse rápidamente. Sus cuerpos eran de niños pequeños torpes, pero la agilidad estaba en sus venas, además de su reaccionar.
Guardó el dinero y guió a los niños al parque. No tenían ni los dos pies fuera del gimnasio y Sapphire ya estaba escalando un árbol. Gold y Pearl la seguían.
Iluminado por la luz del sol, como si fuera un ángel salvador, el retador del día anterior había llegado al gimnasio para luchar contra Green.
–Green, quiero la revancha.– Pidió el entrenador sujetando su mochila con ambas manos.
–Eh...– Green no estaba seguro de qué hacer. Mantener a los revoltosos en el gimnasio y destrozar sus cosas o llevarlos al parque y tener que perseguirlos.
–Entrené lo suficiente para ganar.– El retador aceleró la pensativa de Green. Finalmente se fue por la primera opción.
–Vamos.– Asintió el líder de gimnasio recogiendo a sus niños y llevándolos dentro.
Una vez en el interior, le indicó al retador que se alistara mientras le daba explicaciones a los inquietos. Estos simplemente no se mantenían quietos mientras Green hablaba, cada uno comenzaba a irse por diferentes caminos.
–Se quedarán a cargo de Machamp.– Señaló Green al Pokémon de cuatro brazos.– Por favor no interrumpan la batalla.
–¿Y Heatran?– Preguntó Pearl decepcionado. Los otros dos pusieron la misma mirada triste.
–Será después de la batalla.
Siendo sincero consigo mismo, Green no soportaba ver las decepcionadas expresiones faciales de sus chicos. Se habían hecho mucha ilusión con los legendarios, pero en fin, Gold ya lo había olvidado y se divertía colgando de uno de los brazos de Machamp.
La batalla fue bastante larga, los niños después de jugar con Machamp y entre ellos, fueron a jugar el rol de espectadores, sentados en las gradas del gimnasio.
Una vez el retador fuera y feliz con su medalla, Green se dirigió a las gradas para volver con los pequeños. Para su grata sorpresa, los tres ya estaban durmiendo entre las sillas. Los llevó de a uno a la habitación y los acostó para que durmieran.
–Al fin...– Suspiró por última vez en el día el castaño. Estaba solo recostado en su cama, tranquilo, sin nada moviéndose a su alrededor.
Al menos eso creía, porque no bastaron ni dos minutos para que el criador fuera a acurrucarse a su lado, invadiendo lo que se denomina 'espacio personal'.
–Gold.– Green llamó la atención del azabache.
–Por favor.
–No.
–Si.
–No.
–Si.– Dicho esto, el criador se apegó aún más y comenzó a emitir pequeños y reales ronquidos.
–Ya que...
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