Especial #1 [Specialshipping]
–¡Pe-Pero Blue-san!– Yellow intentaba protestar ante el descarado gesto de su mejor amiga.
–¡Nos vemos!– La castaña se marchaba abandonado a la rubia.
Un día gris, con lluvia cayendo por todo el lugar, Blue no tuvo mejor idea que llevar a su rubia amiga a la casa de Red. Yellow tenía en brazos a un pequeño Gold que luchaba con el gorro que tenía puesto porque no era de su agrado.
O tocaba la puerta, o se quedaba bajo la lluvia exponiendo al pequeño a un fuerte resfriado. Soltando un suspiro cargado en nervios, acercó su mano a la puerta para tocar.
–¡Abran! ¡El cielo está llorando!– Gold se adelantó y dando acelerados pero pequeños golpes en la puerta, gritó.
Por su parte, Red quién revisaba un par de datos en la Pokédex, fue a abrir la puerta. Al ver a sus compañeros de su elemento secundario, no dudó en hacerlos pasar.
–¡Yellow!– El campeón recibió al niño en brazos para que la chica se sacara el abrigo mojado.– ¿Qué está pasando?
–Parece que Gold pasó a beber un poco de poción nuevamente.– Respondió Yellow según lo que Blue le había explicado.
Yellow llegó a la casa de Blue tras ser invitada por esta. Esperando tener una agradable tarde de amigas, las sorpresivas ideas de la castaña no tardaron en aparecer.
–Red y tu serán padres.– Blue aplaudía emocionada por su grandiosa idea.
–¿¡Qué!?
–¿Él, tú y Gold son el trío eléctrico, no?– Blue señaló una fotografía dónde justamente aparecían los tres con Pika, Chuchu y Pitaro.
–¿Qué quieres decir?
–Aquí tienes.– Un niño de ojos dorados le era entregado a la rubia.
–¿Gold?– Yellow cargó al crío que llevaba un Eevee en brazos.
–¡Yellow!– Saludó Gold contento. Después de todo la apreciaba un montón.
–Pero él es de Green-san.
–Green está muy ocupado con el gimnasio, y yo iré a ayudarlo. Pero tranquila, Red te ayudará.
Sin poder protestar o aceptar, Blue llevaba a Yellow y Gold a la casa del luchador.
–Espero que no sea una molestia ayudarme a cuidar a Gold.– Yellow se acercaba a la chimenea para secar en calor.– Sé que son muy buenos amigos, pero ahora es mucho más revoltoso...
–No hay problema.– Red dejaba en el suelo al azabache para mirar a la chica.– ¿Lo haremos juntos, cierto?
–Juntos.– Con mejillas rosas, Yellow movió la cabeza de arriba a abajo.
–¿Qué es esto?– Gold señalaba la pared rayada con lápices verdes.
–Se supone que son Venasaur, Meganium, Sceptile y Torterra.– Respondió Red por lo que recordaba. Aún no lograba diferenciar figuras.
Gold corrió hasta un mueble, abrió un cajón y sacó una caja de lápices de colores, de entre ellos, tres lápices amarillos. Le entregó uno a Yellow, uno a Red y el otro se lo quedó él.
Cuidadosamente escogió una pared.
–Ustedes tienen que dibujar un Pikachu.– Gold le daba órdenes a sus padres.– Yo haré un Pitaro.
–¿Un Pichu?– Yellow intentó corregir al menor.
–No, un Pitaro.– Pero Gold simplemente no se dejó corregir.
Ambos mayores rieron levemente, mientras el pequeño comenzaba a rayar la pared. Si tres ya habían rayado una, por qué uno de sus mejores amigos no podría hacerlo. En fin, el luchador se unió a realizar el arte, y aún dudando, Yellow también.
Red y Yellow, terminando sus respectivos dibujos fueron a la cocina a buscar algo para merendar. Ambos apoyados en la mesa, miraban como padres orgullosos a su hijo que realizaba una enorme hazaña. Llevada por la ternura, la señorita apoyó su cabeza en el hombro de Red.
–Eevee quiere ir a casa.– Gold se acercó a la pareja que sorpresivamente se separó, mirando a lados contrarios.– ¿Debo devolverlo?
–Pues claro, sus padres deben estar igual de preocupados por él.– Red se agachaba a la altura de su amigo.
–¿Y si no quiero?– El labio inferior del criador comenzaba a temblar mientras se arqueaba hacia abajo. En otras palabras estaba haciendo un puchero.
–Gold.– Yellow se puso junto a Red, también en cuclillas para instruir al niño.– Todo pequeño debe estar con sus padres.
–¿Ustedes no me dejarían solo?
–Claro que no.– Red negó con la cabeza. Su voz era alegre, pero tampoco extremadamente feliz por el momento.– ¿Somos tus padres, no?
–¡Sí!– Gold pasó sus brazos por los cuellos de Yellow y Red, creando los tres un familiar abrazo.
El corazón de Yellow latía rápidamente, como si hubiese corrido una carrera muy larga. La razón no era el contacto con Red como producto del abrazo, sino porque el luchador tomaba muy en serio su rol de padre junto a ella. De algún modo, Yellow sentía una proyección del futuro, si su amor fuese notado por el despistado de ojos rojos.
Corriendo por las calles de ciudad Celeste bajo la lluvia, Red cargaba a Gold con un brazo y con el otro sujetaba un paraguas, a la vez que Yellow llevaba al Eevee y un elemento para protegerse de la lluvia.
Llegaron bajo el puente dorado. Gold se soltó del agarre del entrenador de Kanto y recibió a Eevee de parte de Yellow. Llevaba puesta la gorra de Red, que, al quedarle grande, lo protegía aún más de la lluvia.
–Perdón por tener tanto tiempo a Eevee.– Gold se dirigía a la pareja de Vaporeon que recibían con mimos a su cría.– Yo lo cuidé muy bien de todas formas.
El par de Pokémon de rasgos acuáticos asintieron a modo de agradecimiento en cierta forma ya que un infante se había hecho cargo de otro pequeño sin mayor problema. Red y Yellow estaban conmovidos por la escena, compartiendo un paraguas mientras Gold utilizaba el otro.
Era una romántica así como adorable escena, sobre todo cuando el niño corrió hacia sus padres con la intención de que lo felicitaran por su gran hazaña.
De vuelta en casa de Red, las cosas tranquilas, románticas y adorables fueron historia. Nadie pensaría que una pequeña golosina contendría suficiente azúcar para que Gold despertara su carácter desordenado y problemático.
El chico jugaba en la sala principal. Su mente visualizaba el suelo como lava, por lo que tenía que saltar de mueble en mueble para no morir. Del sillón a la mesa botaba un par de cojines, pero no estaba solo. Pika le seguía la corriente, y con su actitud pícara, desordenaba el lugar para ver la reacción de su querido entrenador. Después de todo, la culpa sería de Gold.
–Gold, quédate quieto.– Yellow veía una fotografía caer de una mesa. Por suerte Red alcanzó a atraparla.
–¡Red! ¡Estás por quemarte!– Exclamó Gold ultra preocupado por el bienestar de su padre. Al parecer no había escuchado la petición.
–¡Oh no! ¡Ven a salvarme!– El mayor se dejó llevar por el juego y saltó a un sillón, sacándose las deportivas en el mismo instante.
–¡Aquí voy!– Gold cambió de rumbo, y se preparó para dar un gran salto. Según su lógica, podría saltar unos dos metros que eran lo que los separaba.– ¡Ah!
–¡Te tengo!– Red atrapó al niño en el aire antes de que este cayera producto de su imprudencia, acto de inocencia.
–¡Me salvaste!– Gold miró con admiración a su cuidador. Con los ojos brillando, se acomodó en la espalda de este para seguir jugando.
–Pika, te vi.– Al mismo tiempo, Yellow notó la travesura de Pikachu al botar un adorno de la mesa. El Pokémon sacó la lengua divertido.
Red seguía las indicaciones de Gold saltando de mueble en mueble para no ser quemado por la lava. Realmente estaba metido en el juego, y se sentía tan revitalizado, como si fuese un niño otra vez.
Yellow pensó que ya era hora de calmar el asunto, así que se interpuso en el camino que el par de entrenadores pensaban cruzar.
–¡Un Groudon salvaje!– Gold distorsionó el obstáculo para ponerlo a su favor.– ¡Red! ¡Captúralo!
–Con que un Groudon. ¿Eh?– Yellow esbozó una sonrisa traviesa. Se metería en su rol también.– ¡Groudon usó 'se acabó el juego'!
Y en un movimiento rápido, Yellow abrazó al par de traviesos para inmovilizarlos. Estos metidos en el juego aceptaron su derrota, y los tres cayeron entre los cojines tirados entre risas.
–Yellow, ese ataque no existe.– Red remarcó la falta, acomodándose para quedar frente a frente con la chica.
–Lo sé, pero era un Groudon especial.– Respondió la chica cerrando los ojos contenta.
–¿Por qué no se dan un beso?– Gold estaba de pie entre ambos, esperando la escena que muchos desean.
Para terminar un agitado día, Gold realizaba su última escena revoltosa en la noche. Con ropa de dormir asemejando a un Pichu, la adorable criatura protestaba porque no quería dormir solo en una habitación.
Yellow y Red estaban en la puerta del cuarto viendo al pequeño saltar en la cama cruzado de brazos y una expresión molesta.
–¿Van a dejar que Hypno me rapte de nuevo?– El próximo criador no tenía ni un pelo de tonto. Cuándo quería algo, lo conseguía.– Serían unos terribles padres.
–Bien, dormirás conmigo.– Red finalmente se rindió, y cuál padre orgulloso del poder de convicción de su pequeño, lo cargó para llevarlo a su habitación.
–Yo dormiré aquí.– Yellow se quedó en la habitación mientras el par de machos salía.
–Está bien. Cualquier cosa me avisas.– Red se detuvo una vez más en la puerta para mirar a Yellow.– Buenas noches.
–Buenas noches, descansa.– Yellow juntó sus manos para despedirse serenamente de quién sería su esposo bajo la vista de familia que Gold pretendía.
Si Red pretendía que el energético Dexholder dormiría apenas lo acostara, era bastante iluso, pues el niño no dejaba de hacer pequeñas pero ruidosas acciones. En primer lugar, jugaba a taparse con las mantas y luego destaparse, repitiendo en secuencia "No estoy", "Si estoy". Luego, curioso por la estática forma del cabello de Red, lo tocaba con un dedo diversas veces.
Al ver que Red no lo tomaba en cuenta, más bien se volteaba para intentar dormir, decidió buscar otra fuente de diversión. Un elemento llamó la atención.
–Red.– Susurró el pequeño.
–Gold, duérmete...– Murmuró Red con un solo ojo abierto, notando que el chico estaba sentado mirando la pared.– ¿Qué tanto miras?
–Ele, i, zeta, a, erre, de, o, ene...– Lentamente Gold reconocía las letras del afiche pegado en la muralla junto a la cama.– ¡Charizard!
Red llevó la palma de su mano directamente a su frente para brindarse un conocido facepalm. Técnicamente era el mismo Pokémon en dos idiomas, pero si deletreaba una cosa y decía otra, el asunto se volvía divertido. Al parecer aún era muy pequeño para saber leer.
–¿Por qué te golpeas?– Gold volteaba su cabeza viendo preocupado y curioso a su protector.
–No es nada, ahora duerme por favor.– Red estaba realmente cansado. Eran ya medianoche y no había podido pegar ni un ojo.
–Bien.– Aceptó finalmente Gold moviéndose como Caterpie para arroparse.
–Buenas noches.
Tres minutos habían pasado y el Holder de Johto no conciliaba el sueño. Inquieto, bajó de la cama, o más bien se cayó, y fue en busca de su madre, Yellow.
Entró a su habitación, y como no alcanzaba la cama, decidió lanzarle su muñeco de Cyndaquil. La puntería de un futuro jugador de billar era precisa, por lo que el rostro de la chica fue el blanco perfecto.
–¿Eh? ¿Gold, qué sucede?– Levantándose bruscamente, Yellow se puso alerta.
–Red quiere que duermas con nosotros.– El pequeño mintió como un profesional. Después de todo sería la única forma de conseguir lo que deseaba.
–¿¡Qué!?– Yellow ahogó su grito para no hacer escándalo a altas horas de la noche.
–¡Vamos!– Tomando la mano de la rubia, Gold la llevó hasta la habitación.
Más sonrojada que nunca, Yellow se introdujo lenta y cautelosamente en la cama junto al campeón. Por suerte para la rubia, el travieso de Gold se puso en medio de ambos, y tomando la mano de cada uno, finalmente se durmió.
Era una hermosa escena de padre, madre e hijo durmiendo tranquilamente bajo la luz de la luna.
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