𓏲 Capítulo 9
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Mina suspiró profundamente, mirando a la pequeña dormir, comparando su tamaño con el de su mano y se moría de ternura al ver lo pequeña que era.
Pero, bien sea aclarado, estaba aterrada.
Chaeyoung estaba disminuyendo muy lentamente su altura y, como si fuera poco, apenas si tenía tiempo para cuidarla y se notaba la tristeza que sentía la pequeñína. Le rompía el corazón verla así. Tan herida. Ella debía hacer algo por el bien de su pequeña, y rápido.
Chaeyoung se removió y abrió los ojitos lentamente, sintiendo cómo acariciaban su cabeza con suavidad, con cuidado. Levantó una de sus manos para tocar el dedo de Mina, mas esta ni se movió. Chaeyoung elevó la mirada, hallando a la mayor profundamente dormida. Una sonrisa se formó en su rostro, Mina era la mujer más hermosa que ella había visto nunca y esta la cuidaba con muchísimo esmero. Se sentía muy agradecida.
Con su mano tomó el dedo de Mina y la alejó, parándose en la almohada. Estiró sus extremidades mientras bostezaba, pensando en lo que haría ese día. No tenía mucho pendiente, solo lavar su "ropa" y limpiar los lugares donde Mina no llegaba. Le encantaba sentirse útil para la mayor, sentir que no era sólo una carga más.
Suspiró profundamente y, antes de bajarse de la cama, se acercó a Mina evitando despertarla para luego, tímidamente, darle un beso en la frente.
Le gustaba mimar a su mayor cuando ésta dormía.
Caminó hasta al baño y se subió al lavamanos con ayuda de una escalera improvisada con palos e hilos.
Lavó su rostro y cuerpo velozmente, queriendo desayunar y comenzar a limpiar la casa lo más rápido posible. Quería que Mina viera lo mucho que se esforzaba antes de que esta fuese a trabajar, al menos así la mayor no iba a pensar que terminaría destruyendo su casa. De nuevo.
Ya en la cocina, con su desayuno ya tomado, tomó un trapo de su tamaño y comenzó a refregar todo lo que viese mínimamente sucio. La cocina debía estar impecable. Se subió con mucho esfuerzo a una de las estanterías de frascos y comenzó a pulir estos con sumo cuidado. Tanto empeño puso en su labor, que no notó cuando una sombra la tapó por completo.
— ¿Tan temprano y trabajando, bebé? — Oyó atrás suyo y, sin querer, se sobresaltó golpeando su cabecita contra el otro estante. Mina rió enternecida tomándola con sus manos y, cuidadosamente, acarició su cabeza mientras la
paraba en la mesa de la cocina.
— Me asustaste, Minari — Gruñó la pequeña, controlando las ganas de lloriquear por el dolor.
Mina sonrió y besó su cabeza, antes de apoyarse contra la pared.
Chaeyoung se sonrojó suavemente, mirándola de reojo — ¿Hoy no trabajas?— Cuestionó.
— No, pero hoy haremos algo muy interesante los dos — Respondió Mina, engrosando su voz. Chaeyoung no pudo evitar malpensar y rió nerviosamente, rascando su nuca— Hoy iremos a ver a la anciana que te ha hecho esto y veremos como solucionarlo
Chaeyoung levantó la cabeza totalmente inexpresiva, mas al ver la seriedad de Mina su rostro se desfiguró en pánico. Mina no supo en qué momento en pequeña desapareció de su vista.
— ¡Chaeyoung! — La llamó mientras caminaba cuarto por cuarto. Bien, quizás había supuesto mal la reacción del pequeña ante la decisión que había tomado pero, joder, ¿Acaso no quería estar mejor?
Entró a su cuarto tal topadora para encontrarla hecho una bolita entre las sábanas. Bien, se sentía culpable.
Se sentó al lado de su pequeña en silencio, tanteando con su mano sobre la cama.
— Esa mujer me odia, si me llega a ver...— La voz de Chaeyoung sonaba apagada, atemorizada, y con razón. Esa anciana había acabado con su vida, lo había condenado y aún peor, ella había sufrido mil y unas por culpa de lo que sea que ella había hecho.
— Quizás si te disculpas, ella te perdone y volverás a ser una persona normal— La animó Mina, buscando las palabras correctas para lo que quería decir.
— ¿Estás segura?— La ilusión en la voz de la pequeña le hizo sentir insegura, si todo fallaba era muy probable que Chaeyoung terminara destrozada.
¿Y qué pasaría luego? ¿Disminuiría de tamaño hasta desaparecer?
Mina asintió despejándose de las miles de dudas que se disparaban por su mente.
— ¿Te acuerdas de dónde vivía esa mujer?— Inquirió Mina mientras se cambiaba de ropa a la velocidad de un rayo. Debía aprovechar el momento de seguridad que la dominaba.
Chaeyoung observaba el torso de la mayor embobada, notando lo bien formado que estaba, y asintió.
Mina rió y se agachó a su altura, acomodándose la camiseta.
— Chae, bebé, ¿Dónde vive esa mujer?— Volvió a preguntar y, la pequeña totalmente avergonzada, bajó la mirada
— A unas cuadras de la estación, es una casa alta, amarilla y con un jardín bien cuidado. Queda en la misma calle que el Parque de los Pinos — Respondió Chaeyoung decidida.
Mina asintió y, metiéndola dentro del bolsillo de su chaqueta con sumo cuidado, salió hacia aquella dirección. Le sorprendía que no quedase tan lejos de su hogar.
No tardaron más de media hora en dar con la casa que cuadraba con la descripción de Chaeyoung quien, no está de más decir, temblaba dramáticamente dentro del bolsillo. Mina metió su mano dentro y la acunó en ella, acariciando su pecho con el dedo pulgar. Sintió los latidos desbocados del pequeña y se replanteó si quizás se había apresurado demasiado en ir.
Chaeyoung sentía pánico, terror de ver aquella mujer otra vez, sabiendo que era su culpa todo lo que le ocurría aún no dejaba de acusarla por el mal que le había hecho.
Solo cuando Mina la rodeó con su mano y comenzó a acariciarla, sintió la paz recorrerla entero y el miedo disiparse aunque sea un poco.
Mas, a pesar de ello, comenzó a cuestionarse si la razón de que Mina quisiera arreglarlo no fuera que ya le parecía un estorbo.
Y cuando la mayor había tomado la decisión de volverse a su casa para preparar mentalmente a la pequeña de las verdaderas posibilidades, la puerta de entrada de la casa se abrió, revelando a una niña con muy mala cara.
— ¿Qué quieren?— Y para ser una niña, tenía muy mal carácter. Mina abrió la boca para hablar, mas una anciana vestida extravagantemente apareció detrás de la niña y le dio un golpe en la cabeza.
— Ve a dentro Tzuyu, ¿Cuántas veces te he dicho que no abrieras la puerta sin mí? — Habló la mujer mientras la pequeña balbuceaba cosas por lo bajo y entraba a la casa.
La mujer miró a Mina, sospechando, y sonrió.
— ¿Qué necesita?— Inquirió amablemente y Mina creyó que se habían equivocado de dirección.
— Necesito hablar con usted sobre, uhm, un problema que tuvo con una amiga mía — Comentó acercándose a la mujer. Ella ladeó la cabeza al mismo tiempo que sus ojos se fijaban en el bolsillo en el que estaba la mano de Mina.
— ¿Qué problema? — Cuestionó, a la defensiva ya. La mayor tomó a Chaeyoung y, aunque sintió como ésta hacía fuerza para no salir, la sacó de su bolsillo mostrándosela a la mujer.
La anciana se enderezó, su mirada severa, y observó a la pequeña con frialdad. Prepotencia.
— Ah, ella— Dijo, sin sorpresa.
Mina frunció el ceño, asintiendo, y vio como Chaeyoung palideció al instante, antes de tapar su rostro.
— Si, ¿Podría volverla a la normalidad?— Cuestionó Mina, manteniendo la compostura. El ver a Chaeyoung tan débil fue una puñalada directa en su pecho.
— No — Espetó ella, girándose para cerrar la puerta. Mina metió instantáneamente a Chaeyoung dentro del bolsillo y detuvo a la mujer.
— ¿Por qué?— Hizo todo el esfuerzo posible para que ella no cerrara la puerta.
— Porque esa chico debe aprender la lección — La anciana hizo un esfuerzo más en meterse dentro de la casa.
— ¿Qué lección? ¿No ve que no está bien? ¿Cuánto tiempo va a estar así? — Taladrarla con preguntas no era una opción, pero la desesperación tomó control de la mayor. La mujer, resignada, abrió la puerta por completo.
— Sé que ella no está bien, por ello mismo ella tiene el tamaño que tiene y no depende de mí su altura. Depende de ella, sus temores son los mismos que la consumen tanto por dentro como por fuera— La voz de ella, tranquila, amable, contrastaba con su mirada severa— No puedo hacer nada, así que te pido que te retires, a mis nietas le desagradan los desconocidos— Terminó la conversación cerrando la puerta de golpe.
Mina respiró profundamente y abrió el bolsillo observando a la pequeña hecha una bolita de tristeza. La culpa la carcomía vivo.
El camino de vuelta a casa fue silencioso, poniendo a la pequeña sobre su cama nada más llegar, ya que Chaeyoung se negaba a mirarla y notó a duras penas cómo la pequeña sollozaba.
— Perdóname bebé — Murmuró sentándose a su lado. Chaeyoung sollozó tapando su rostro y se escabulló bajo las sábanas — Debí tenerte en cuenta, lo siento tanto — Volvió a hablar Mina, deseaba aunque sea un insulto por parte de la pequeña, pero a penas si podía oir algún sollozo de su parte.
Ya rendida se recostó en silencio, con la mirada perdida en el techo y las palabras de la anciana haciendo eco en su mente.
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