XVIII. Miedos

Mael Stoll.

―¡Como que no la encuentran! ―Grito a mis guardaespaldas que tienen una actitud seria y silenciosa― ¿Qué piensan hacer? ¡Hagan algo! No se queden ahí viéndome.

―Señor Stoll ―Habla el jefe del equipo, a quien le encargue a mi chica― Estamos localizando a la señorita Beckett, al parecer llevaba su teléfono.

―Bien, encuéntrenla y cualquier mínimo detalle háganmelo saber ―Observo a los diez hombres que hay en mi oficina de la empresa―, si no yo mismo la saldré a buscar, tengan en cuenta que está embarazada ―Miguel me mira asombrado por la noticia.

Sí, estamos esperando un bebé, no me mires así.

―Así que no la golpeen ―Todos me observan comprendiendo lo que les digo.

No podemos perder otro bebé.

―Bueno señor, nos retiraremos para empezar a poner en marcha el plan.

Muevo de lado mi cabeza y todos salen. Me meto una mano a la bolsa de pantalón y la otra me la llevo a la corbata roja para aflojarla un poco de mi cuello. Siento que el estrés, la preocupación y el miedo me están cortando la respiración. Me muevo de detrás de mi escritorio y me voy al ventanal a ver la ciudad.

Voy a matarlo si no me la devuelve bien.

Ese hijo de puta se está metiendo con una persona que ni se imagina lo que pueda llegar a hacer. Mis contactos en cualquier momento lo pueden desaparecer de la faz de la tierra y no me van a temblar las manos para hacer una llamada.

El teléfono empieza a sonar, me giro y camino para tomarlo del escritorio. Me lo llevo a la oreja y escucho una voz familiar. Una voz que me eriza la piel y hace que mi sangre se empiece a calentar.

―Hola noviecito ―Es un idiota― ¿Quieres saber cómo está la puta de Kariam?

―Hijo de puta ―Digo entre dientes y me acerco a mi escritorio rápido para marcar el botón cuatro que me lleva al teléfono de Miguel, sé que en unos segundos estará aquí― ¡No la llames así!

Se ríe a carcajadas, parece que disfruta de la función.

―¿Dónde la tienes? ―Pregunto más enojado de lo que ya estaba.

―Necesito 20,000 dólares ―Mierda― hoy a las siete de la noche ―La puerta se abre y veo a mi guardaespaldas entrar, me quito el teléfono de la oreja y lo pongo en altavoz― Lo debes traer en bolsas negras.

―Y como me aseguras que la tienes ―Le pregunto mientras el hombre que tengo enfrente está tecleando en el teléfono― Si no puedo escuchar su voz, no te creeré.

―Usa la fe ―Tira otra carcajada.

Me da asco.

―Espero no la hayas tocado, imbécil ―No puedo dudar de que él la tenga, pero tampoco puedo creer.

Además, si me pongo a pensar bien las cosas ¿Quién sabe de qué ella está desaparecida? Nadie, ni los medios. Y ese imbécil se escapó de la cárcel. Les pagó a los vigilantes que estaban de turno, los cuales ya están siendo investigados.

―Nadie lo puede asegurar ―Y cuelga.

―¡Hola! ¡Hoo.. ―Me corto, quito el teléfono de la oreja, lo aprieto en mis manos en el aire― ¡Lo voy a matar! ―Grito con el enojo reflejado en mi rostro.

―Señor ―Habla el hombre de traje.

―Encuéntrala y tráela bien ―Le digo mientras tiro el teléfono en el escritorio―, no me importa lo que hagas ―Casi le grito―, pero tráela, yo me hago cargo de cual...

―Señor ―Me grita para detenerme.

Estoy desesperado, estoy que me vuelvo loco que no me doy cuenta de lo tonto que me veo.

Debí advertirle que la llamada de esta mañana fue para decirme que el imbécil se había escapado. No pensé que actuaría tan rápido, no me lo imaginé.

―Ya la hemos encontrado ―Mis ojos se abren de la sorpresa y suspiro.

―Vamos por ella ―Le digo.

Doy tres pasos y la puerta se abre de golpe. Podría creer que la van a romper, pero no es así.

―¿A dónde está? ―Abdel se acerca y me toma de la camisa― ¿Que le paso hoy? ¿Cómo es eso de que ha desaparecido? ―Está enojado, muy cabreado.

Le tomo las muñecas y lo quito, luego me arreglo la ropa.

―¿Cómo sabes que ha desaparecido? ―Me mira sonríe y luego se pasa la mano por la cara.

―No estés jugando ―Habla rápidamente― En redes sociales se circula de su desaparición ¿Qué no lo sabías? ―Habla un poco más serio.

―Mierda ―Digo entre dientes y veo a Miguel.

―Caballeros, ya tenemos la ubicación exacta de la señorita Kariam ―Ambos lo escuchamos― El equipo está listo, solo estamos esperando al señor Mael.

―Voy a ir con ellos y tú quédate aquí ―Le digo a Abdel.

―No, yo también iré ―Habla muy serio― Tú no sabes cuidarla, ella no te merece.

―¡Puedes callarte! ―Le digo muy enojado― Tú no sabes nada de nuestra relación.

―Claro que sí lo sé y sé que ella no te merece ni mierda, ni un poco ―Me señala con el dedo índice.

―Tampoco merece estar con un obsesionado como tú, ella estará con quien quiera.

―Señor, debemos irnos ―Habla Miguel.

Lo miro y luego veo a Abdel. Camino dos pasos hasta tenerlo cerca de mí.

―No te quiero ver ahí Abdel ―Sus ojos tiran fuego. Así como mi cuerpo, está ardiendo en llamas.

Paso a su lado empujándole el hombro.

―Si no me llevas ―Tiene el valor de seguir hablando― Yo llegaré por mis medios.

Lo miro de reojo sobre mi hombro.

Suspiro y me llevo los dedos a la cuenca de la nariz.

―Si quieres ir, síguenos en tu carro, yo no te llevaré.

Odio que él quiera ir, pero debo ser razonable, a Kariam le gustará ver a un rostro conocido que no sea yo. Me estoy mintiendo. Abdel iría a quejarse con Kariam y ella se molestaría conmigo.

Kariam Beckett.

Mi vista está borrosa. Esto no fue un simple desmayo. Mi cuerpo está pesado, mi mente en blanco. Tengo sed. Pestañeo y me desespera no poder ver bien. Un cuerpo se acerca a mí. Estoy acostada. Vuelvo a pestañear, una y otra vez hasta que logro ver el rostro.

―¿Qué quieres? ―Digo en voz baja y con mucha dificultad.

Se ríe. Lo repudio.

―A ti chiquita ―Que asco de palabras― Me imagino que tienes sed, le diré a la señora que trabaja para mí que te traiga comida.

―No ―Logro pronunciar.

―Aunque no quieras, tendrás que hacer caso.

Sus zapatos suenan sobre la madera y veo como sale. Luego la chapa hace un ruido. Me han encerrado. Miro a mi alrededor. Estoy en una cama de sábanas blancas. Bueno todo el cuarto es blanco. Hasta los muebles. Me siento en esa suave cama. Todo es de ese color excepto el suelo, que es de madera. No hay ni un cuadro. Me recuerda al departamento de Mael y como hizo cambios. Todo lo hacía por mí.

Mi vista se clava en el enorme ventanal, que hay en uno de los lados. Estamos en la playa y me percato de ello hasta que veo las olas suaves moviéndose. No me puedo creer que he caído en manos del maldito de Grumman. Me está arruinando la vida. Ese pensamiento me hace soltar una lágrima, silenciosa. Que ni yo esperaba.

Hoy es uno de esos días en los que yo quisiera estar tranquila. Trato de pensar que solo será un momento, que esto pasará, pero es imposible. Mis pensamientos son interrumpidos por la puerta que se abre. Una señora de piel morena entra con una bandeja ¿Tendrá algo? ¿Podré confiar en ella? La pone sobre la cama, frente a mí. El olor a panqueque inunda la habitación.

―¿Esto? ―Le pregunto, mi garganta tiene cuchillos que me hacen que no pueda hablar.

Hasta respirar es difícil.

―Señorita ―Mira a todos lados y se vuelve a centrar en mí―, no soy una persona mala, al igual que usted, estoy aquí por obligación ―Se está sincerando conmigo―, coma un poco.

―¿La comida? ―Parece entenderlo porque menea la cabeza de un lado a otro.

―No, está limpia ―Levanto mis comisuras como puedo. Fingiendo una sonrisa.

Solo dice eso y sale de la habitación. Me llevo las manos a la frente y las deslizo hacia atrás metiendo los dedos entre mi cabello. No me puedo creer que esto me esté pasando. No me puedo creer que estoy recibiendo lo peor de la vida. Dan ganas hasta de matarse, no puedo hacer nada, estoy atada de manos y pies. El sol empieza a esconderse.

De verdad que tengo sed y no sé si confiar en ella. Aun así, tomo el vaso con agua y me lo bebo todo. Es tan saciadora, siento que le da fuerzas a mi cuerpo. Dejo el vaso en donde estaba antes y tomo el tenedor, esta comida se me ha antojado mucho. O mejor dicho será mi bebé quien está pidiéndome que se la de. Me meto un tenedor con un poco de esta comida y luego de unos cinco minutos me lo he acabado todo. Mi hambre es superior a cualquier cosa.

La comida estaba limpia, como me lo habían dicho.

Estoy nerviosa ¿Mael sabía lo que estaba pasando? Será que no me dijo nada para no alterarme. Estoy perdiendo el control de mi mente.

Mis manos están temblando y mi mayor miedo ahorita es que el imbécil de Grumman me quiera golpear o me ponga alguna cosa en los alimentos que me haga abortar otra vez. No lo soportaría y juro que lo mato con mis propias manos de ser así. Respiro profundo tratando de no pensar en ello y se me viene un flashback de cuando estábamos discutiendo aquella tarde.

―Dijiste que me amabas, no puedes retractarte ahora ―Su rostro refleja preocupación y parece que va a llorar― Kariam, no puedes dejarme.

―¿Acaso tú me amabas cuando te acostaste con ella? ―Yo si empiezo a llorar― ¡Haz visto como me arruinaste la vida! ―Empiezo a gritar y a hablar más rápido de lo normal― Todos hablan de lo que sucedió.

―Si, lo he visto y por eso te pido que me des otra oportunidad ―Me giro y empiezo a caminar, no se quien lo dejó entrar a la casa.

―No, ya no te quiero volver a ver, no quiero que aparezcas en mi vida otra vez ―Me detengo en la tercera grada, me giro y lo miro― Espero que te quede claro de una sola vez por todas ―Ya no lo soporto, este dolor es más fuerte día tras día.

―¡No! ―Grita, no se ha movido― No voy a permitir que me dejes ―Está loco.

―Grumman, entiende que solo es una obsesión ―Le digo entre dientes.

―No ―Vuelve a decir― No es una obsesión, no estoy loco ―Empieza a desesperarse.

Es aquí en donde camina hacia mí y me lamento de no haber bajado todas las gradas.

―No me vas a dejar ―Me toma del brazo con su mano, apretándolo muy fuerte.

―Grumman ―Me empiezo a quejar― Esto duele ―Cierro los ojos apretándolos fuerte― Por favor suéltame ―Intento zafarse de él con mi mano pero es imposible, tiene mucha fuerza.

―No me vas a terminar ―Empieza a hablar como desquiciado.

―Grumman suéltame ―Abro mis ojos y veo enojo en sus ojos.

Uno que hasta da miedo.

―¡Cállate! ―Me grita.

―No, no me voy a callar, es más, si no me sueltas empezaré a gritar, sabes que no tengo miedo ―Le digo con fuerza en la voz, aunque el alma está gritando de lo asustada que está.

―¡Que te calles! ―Vuelve a gritar.

―No ―Mi cuerpo se ha encendido, debo luchar por mi― ¡Ayuda! ―Empiezo a gritar más fuerte. Él me aprieta más― ¡Ayúdenme! ―Lo estoy retando, lo se.

―¡Que te calles! ―Y me pega en la mejilla con su puño.

Sentí como chocó con los huesos de mi cara, sentí como me soltaba de lo tan fuerte que fue el golpe. Sentí que me mareé, pero pude detenerme, agarrándome del barandal.

―¿Enserio no vas a volver conmigo? ―Mi vista se ha nublado.

―No ―Es lo último que pronuncie antes de que pusiera sus dos manos en mi pecho y me empujara.

Sentí como mi cuerpo rodaba por cada escalón. Sentí como mi cabeza ya no se podía controlar, todo daba vueltas. Sentí venir a la muerte y a la vez irse. Sentí tanto miedo.

―Entonces, si no es conmigo, no es con nadie ―Pronuncio cuando llegue al último escalón.

Solo escuche la puerta de la casa abrirse y miles de voces. No distinguí ninguna y perdí la consciencia.

Sentí ganas de matarlo.

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Fuerte ¿No? 😳

¿Cuentenme que opinan de este capítulo?

Les cuento que ya casi acaba el segundo libro 😞

Instagram: vkristal.22

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