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Era la sexta llamada en los últimos 40 minutos. Tengo los nervios de punta afectando mi tranquilidad, pues después de que hubiesen pasado dos días sin señales de TaeHyung, en lo único que podía pensar era en que mi paciencia se estaba agotando.
No sabía cómo manejar la situación, en los últimos meses es como si hablar con TaeHyung fuera como estar en un terreno de minas. Sabía que cualquier reclamo le haría explotar. Sin embargo, no podía mantenerme tranquila con ello, mucho menos cuando se empeñaba en ignorarme. La frustración era clara y no podía permanecer un segundo más sin tener una señal de vida, o al menos una explicación.
En medio de la desesperación estoy manejando hacia su casa, aún con el manos libres intentando comunicarme con él, pero parece que se lo ha tragado la tierra. Cuando tengo la oportunidad de llegar a su puerta, lo único que encuentro es un silencio profundo y las luces de su casa apagadas. Era de esperarse, pues cuando doy media vuelta, su auto no está ahí.
¿Estaría enojado?
Me lo cuestioné desde el viernes que había decidido faltar a clases, mismo día que decidió comenzar a ignorarme. Pensé en los últimos días, que algo estaba mal entre nosotros, que estaba algo roto, pero que ninguno de los dos teníamos intenciones de reparar, porque nunca habíamos tocado él tema.
TaeHyung era un chico problema, lo supe desde la primera vez que lo vi después de que me lanzara un balón de baloncesto en la cabeza y cayera sobre la cancha, pero aún así, con su sonrisa burlona preguntándome que si me encontraba bien, yo decidí enamorarme de él.
Con el tiempo deseé cambiar un poco de él, hacerlo un buen hombre, no sentir que mi familia, las escuela e incluso mis amigos me juzgaban por que alguien como yo, quien nunca había hecho ni una sola cosa mala en su vida, estuviese con alguien como él, quien por cualquier lado en que se le viera, traía problemas como una cruz.
TaeHyung se dejaba moldear, aunque mientras más se convertía en lo que mi familia y amigos esperaban, menos feliz le veía. Pero tampoco tenía las agallas de dejarle, ni mucho menos estaba segura de poder enfrentar a mi familia con un novio problemático. Cada vez me sentía menos capaz de poder tener un balance entre él y yo; eramos muy diferentes.
Mientras manejo por la ciudad, en mi mente sólo hay una alternativa, el único lugar en donde podría encontrar a mi novio, el mismo lugar que tanto odiaba y que en el fondo, me encontraba rogando a todos los dioses porque fuese un error y que él no estuviese ahí.
Las luces de la ciudad cada vez me parecían más lejanas, mas ajenas, conforme me acercaba a las afueras de Seúl, mi pulso ascendía cada vez más rápido. Estaba nerviosa, apretando el volante con mis manos y despellejado mis labios con los dientes, nerviosa, pero sobre todo, muy triste.
A una distancia no tan lejana, pude observar como las luces iluminaban la oscuridad de la noche y de un momento a otro la música llegó a mis oídos, estaba demasiado asustada y sólo esperaba que TaeHyung no estuviese ahí.
Estacioné el auto, no tan cerca del lugar y decidí acercarme a mi propio andar.
Los automóviles estaban estacionados, con las puertas abiertas y cada uno con un sonido diferente, cientos de chicos presumiendo sus autos y con un par de chicas coqueteandoles sin vergüenza, sintiendo y restregando sus escotes en la cara de aquellos hombres. Yo sólo rogaba por pasar desapercibida.
Miraba hacia todos lados, desesperada, buscando una cabellera gris, pero había tanta gente, tanto ruido, que la tarea se convertía en algo cada vez más difícil. Sin embargo, incluso con toda la gente cruzándose en mi camino, logré encontrarlo.
Estaba en el fondo, recargado sobre su auto, riendo con una cerveza en la mano y un cigarrillo en la otra, cómo si ni siquiera le importara que estuviésemos distanciados, como si no le preocupara el mero hecho de ignorarme. Conversaba con un par de chicos, riendo entre sí.
No supe que fue lo que me dolió, pero en mi mente sólo estaba la decepción y en mi corazón la tristeza de encontrarlo en ese lugar, a pesar de haber deseado tanto no hacerlo.
Tomé mi celular y con las manos temblorosas, marqué a su número nuevamente. Le observé, podía escuchar mis latidos en mis oídos, me ensordecían. Escuché el primer tono, con el corazón en la garganta le vi, sacó su teléfono, vio un par de segundos la llamada y cuando vi la mueca en su rostro después de mi nombre en su pantalla, deseé no haber visto más. TaeHyung colgó mi llamada y guardó el teléfono en su bolsillo nuevamente.
Tan rápido como le vi volver a carcajear junto a sus amigos, me di cuenta que mis ojos se habían empapado, pues no sólo el dolor de sentirme ignorada estaba lastimando mi orgullo, sino que saber que el hombre al que quería, estaba nuevamente en aquello que tanto daño nos hacía: las carreras clandestinas. No supe cuánto tiempo permanecí ahí parada, ahogando mis sollozos y dejando salir el llanto, no fue hasta que me miró, ahí parada, completamente rota y vi como su rostro palideció, que me percaté de la escena ridícula que estaba haciendo.
La cerveza de TaeHyung cayó al suelo y me miró, balbuceando en la lejanía mientras yo tomaba lo poco de dignidad que me quedaba y limpiaba las lágrimas de mi rostro. Di media vuelta, no deseaba ver más, no deseaba descubrir más, simplemente... Quería irme de ese lugar.
En medio de un camino lleno de personas mirándome fijamente después del llanto incontenible que se aferraba a mis mejillas, me di cuenta que ese lugar era el mundo de Kim TaeHyung, un lugar al que yo no pertenecía, ni deseaba pertenecer, pero que más sin embargo, lo que más amaba en ese momento, se aferraba con uñas y dientes a él.
Sabía que Tae y yo teníamos gustos muy distintos, y no sólo eso, por mucho éramos demasiado diferentes. En ese momento me cuestioné mucho qué tan cierto era aquello de que los opuestos se atraen, pues en este momento, no parecíamos polos opuestos, nos repelíamos y yo no sabía como cambiar aquello.
Busco en las bolsas de mi cazadora las llaves del auto y tan rápido como las sentí en mi mano, me jalan del brazo, me veo obligada a dar media vuelta y parece el error más grande de mi vida. Sus ojos, esos ojos están ahí y deseo con todas mis fuerzas no verlos tan fijamente, porque eran mi jodida debilidad, definitivamente estaba perdida y no sabía como reaccionar. La lágrimas me nublan la vista y el dolor de mi corazón predomina por sobre todos mis sentidos e inmediatamente estoy alejando el agarre de TaeHyung.
– Sólo déjame, TaeHyung– Mi voz se rompe– Por favor, sólo haz lo que siempre haces... Ignorame.
– ¿Habrías accedido a la idea de que yo estuviera aquí de habértelo dicho?– Soltó como reclamo– ¡Por dios, Sun Mi! Somos una pareja, no una maldita cárcel.
– ¿Una maldita cárcel?– Pregunté con cinismo– ¡¿Eso es lo que soy para ti?!– Me reí sin humor– Maldita sea, Taehyung. No hablarás en serio.
Pasa una de sus manos por su cabellera gris, veo como las venas de su frene sobresalen, sé que está molesto y yo lo estaba aún más.
– Sólo piénsalo, Sun Mi. Jamás en todo el tiempo que he estado contigo, te he prohibido hacer algo que te gusta, algo que te apasiona o incluso algo que amas...– Me suelta el reclamo y yo siento mi sangre hervir– ¿Por qué no puedes hacer lo mismo por mí?
Estaba a nada de considerarlo un insulto, porque simplemente no había punto de comparación.
– ¿Te estás escuchando, TaeHyung? ¿Eres mínimamente consciente de las mierdas que estás diciendo?– Limpio mi rostro, sin poder creer lo que está diciendo– Esto, lo que haces, lo que te gusta, jamás lo apoyaré– Un sollozo se escapa de mi boca– No estoy dispuésta a perderte como la última vez. ¿No es una razón suficiente para entenderme, para intentar detener esto?
Sin embargo, él se queda en silencio, no lo acepta, pero tampoco parece negarlo, pero sé lo que piensa. Sé que aquel chico que hacía latir mi corazón tan rápido que vibraba en mi pecho, realmente no iba a dejar su jodido mundo por mí y yo tampoco consideraría entrar a su mundo por él.
Suspiré, sabiendo que mis intentos eran vanales, que Kim TaeHyung realmente no iba a cambiar ni por mí ni por nadie y aceptar la idea fue lo más doloroso que pasó por mi cabeza en ese momento. Negué con la cabeza, incapaz de quedarme a escuchar lo que ya sabía desde un principio.
– Detengamos esto entonces...– Sus palabras fueron como un muro frente a mí, me golpearon en seco, más fuerte que sus acciones– Acabemos con...– TaeHyung bufó y suspiró con exasperación– Ambos sabemos lo que quiero decir, Sun.
Perpleja, no pude mirarlo de otro modo.
Quizás minutos antes estaba dolida por darme cuenta de lo que deseaba no creer, pero en ese momento, cuando sus palabras fueron mi golpe de realidad, trabajaron como un detonante y me rompí. No fui consciente de cuanto tiempo pasó, pero el silencio que acompañó mis sollozos junto a mi corazón roto, pareció una eternidad.
– TaeHyung...– Me interrumpió.
– Eres consciente de que nos hacemos daño, ¿cierto?– Fue la primera vez que me miró a los ojos tan fijamente, tan seguro de sus palabras– Sentir que estar contigo es cambiar lo que soy, es algo de lo que ya estoy cansado. No puedo, Sun Mi. Ya no puedo más.
Pero hubo un momento en que sus palabras hicieron eco en mi cabeza y se desvanecieron. Presente en mi consciencia solo existía el dolor que perforaba mi pecho sin consideración, volviéndome loca y haciéndome parecer como una estúpida. No entendí mucho de lo que mi mente decía, pero justo antes de que pudiese acabar conmigo, le empujé, queriéndolo alejar lo más posible de mí.
– ¡Sun Mi!– Le escuché gritar después de salir corriendo hacia mi auto...
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