9._ Atrapen a Érica (2/2)
—Los otros nonis me dijeron que el puente estaría por aquí, pero no lo veo— continuó— ¿Ustedes saben algo?
Víkala abrió la boca, pero no dijo nada. Parecía que quería decirle, pero no debía. En vez, se giró hacia Tur, el cual sonrió con malicia.
—Te lo diré...— prometió— si vienes y bailas con nosotros.
Érica apretó los dientes, rabiosa.
—¡Dime dónde está ese puto puente o te rompo los cuernos!— exclamó.
Víkala se llevó una mano a la boca, estupefacta.
—¡Pero qué atrevida!— musitó, risueña.
—Creo que se refiere a darme una paliza, no andes pensando nada extraño— le pidió el noni, y luego se adelantó y abrió los brazos en una pose desafiante— Adelante, princesita. Bailemos.
Érica estaba impaciente, no sabía cuándo podía aparecer la mujer serpiente desde atrás y agarrarla, así que actuó de inmediato. Se arrojó contra Tur y le mandó un combo a la cara. Sin embargo, este eludió su golpe con facilidad, la tomó de la muñeca y la atrajo hacia sí como si bailaran de verdad.
—¡Música, maestro!— exclamó, con lo cual aparecieron los hologramas de nuevo y la música volvió a la terraza.
Érica intentó golpearlo con la mano que tenía libre, pero entonces Tur se alejó, la rodeó y la tomó del tórax para guiarla por la canción movida que tocaban. Érica lo empujó para alejarse, roja de la humillación, momento que el noni aprovechó para darse vuelta y mostrarle cómo sacudía el poto.
—Ahora sí— pensó la chica.
Se acercó para propinarle una patada, pero Tur saltó sobre ella y se apoyó en sus hombros bocarriba, como un gimnasta. Érica se asustó de perder el equilibrio al principio, por lo que sin querer le siguió el juego y lo sostuvo un momento, hasta que se dio cuenta que era justo lo que él quería.
—¡No!— exclamó.
Se sacudió y continuó sus intentos por pelear, pero después de varios minutos de dar vueltas y vueltas, y bailar contra su voluntad sin golpearlo una sola vez, se dio por vencida. Agotada, cayó de poto sobre el suelo duro y se tomó un momento para recobrar el aliento. Tur, a un lado, se puso a estirar los músculos como si apenas hubieran calentado.
—Maldito noni— bramó Érica, frustrada— ¿Esto significa que me capturarán y me esclavizarán? ¿O van a ejecutarme en público para hacer un ejemplo?
—¡Pfff!— exclamó Tur— ¿De qué estás hablando? Solo bailamos ¿No? Ahora vamos a la mesa, me muero de hambre.
Víkala se les acercó y les pasó toallas para que se secaran el sudor.
—Buena idea, estaba pensando en comerme a uno de ustedes.
Érica la miró desconcertada, pero entonces Víkala y Tur se echaron a reír, y la llevaron consigo hacia el comedor. Esperándolos había una mesa llena de pedazos de carne, ensaladas, fruta, biscochos, tragos y salsas suculentas. Érica se sentó en un lado, Víkala se sentó junto a ella y Tur al otro lado.
Para su sorpresa, Tur resultó ser muy civilizado a la hora de comer; usaba servicios para echarse comida en el plato y del plato a la boca, se limpiaba los labios con una servilleta cuando era necesario y no hacía ruidos extraños. Érica pensó que los nonis serían más brutos que las personas en todos los aspectos, pero al parecer solo lo eran en apariencia.
Víkala, por otra parte, se echó un tuto de pollo entero a la boca y se lo tragó sin masticar. Entonces Érica comprendió el chiste de hace rato.
Tur y Víkala hablaron entre ellos la mayoría de la cena, haciéndose bromas o comentando sobre temas amplios para que la humana no se sintiera apartada, sin embargo ella estaba más concentrada en el sabor y la cantidad de la comida, pues no había tenido un plato decente en un mes. De esa forma, poco a poco se fue llenando, hasta que ya no cupo nada más en su estómago. Entonces comenzó a pensar y a intentar seguir la conversación entre Tur y Víkala. Se tomó un momento, pero al final se atrevió a hacer una pregunta.
—Ehm... oigan— los llamó, y ambos se voltearon inmediatamente— ¿Por qué no me capturan como a los demás?
Tur tragó lo que tenía en la boca y se limpió con su servilleta antes de contestar.
—Asumo que Lucifer no te ha dicho nada de nada— observó.
—¿Mi papá?— se extrañó Érica— ¿Qué sabes de él?
Tur sonrió con nostalgia.
—Mucho, en verdad. Somos viejos amigos, aunque ya van varios años que no nos vemos.
Érica se quedó boquiabierta.
—¡¿Tú y mi papá?!— exclamó.
Luego se giró hacia Víkala, pero esta negó con la cabeza.
—No, yo solo lo he visto en fotos. No nos conocemos.
Érica se volvió hacia Tur, esperanzada.
—¿Sabes adónde se fue? De repente desapareció y lo he estad...
Mas Tur la interrumpió con un gesto de la mano.
—Como te dije, no nos hemos visto en años— admitió— pero si desapareció, entonces estoy casi seguro que se marchó a Nudo, el mundo de donde mi gente y yo venimos.
Érica asintió, era lo que esperaba que le dijeran.
—¿Y sabes por qué se fue?
Tur y Víkala compartieron una mirada cómplice antes que este se atreviera a contestar.
—No realmente, solo sé que tenía mucho trabajo por hacer, y que tenía que hacerlo con urgencia.
—¿Qué trabajo?— preguntó Érica, cortante.
—No sé, creí que después de veinte años no tendría cabos sueltos en Nudo. Al parecer me equivoqué.
Érica se levantó, algo irritada. Tur estaba omitiendo detalles cruciales. En ese momento le habría encantado poder sacárselos a golpes, pero como había demostrado hace un rato, no podía. Tendría que buscar otra forma.
—¿Dónde está el puente?— alegó.
—¿Ya te vas? ¿Estás segura que no te quieres quedar a descansar un poco?
—No.
—¿Ni siquiera necesitas ir al baño?
Érica apretó los labios. Quiso seguir insistiendo, pero la última vez que hizo fue la noche anterior, y una leve presión en el estómago le impedía rechazar tal ofrecimiento.
—Anda al pasillo, primera puerta a mano izquierda.
—Gracias— dijo ella a regañadientes, y se retiró por el momento.
Veinte minutos después, la chica regresó al comedor, pero como no encontró ni a Tur ni a Víkala, se dirigió a la terraza. Estaban hablando sobre una sorpresa, cuando ella apareció y se giraron a verla. La noche era más oscura con la mayoría de la ciudad destruida, pero el cielo comenzaba a verse más claro luego de un mes sin tráfico.
—¿Estás segura que quieres ir a Nudo?— le preguntó Tur— Mi mundo no es tan amigable como el tuyo. Allá hay monstruos enormes y mortíferos por doquier, y un montón de...
—Sí, sí, ya sabemos que voy a ir de todas formas— lo interrumpió ella.
Tur se encogió de hombros y caminó por la pista de baile hasta la punta. Érica lo siguió y observó el paisaje a sus pies; el asentamiento de los nonis se extendía por unos cuantos kilómetros. La pared al final estaba bien lejos, y más allá había algo raro en lo que no se había fijado con anterioridad: una especie de hoyo en la tierra que se tragaba y regurgitaba todo lo que tenía cerca. Era difícil verlo porque estaba todo muy oscuro, pero una vez visto era difícil de ignorar.
—Ese es el puente— le indicó Tur— Tienes que tirarte adentro y dejar que te arrastre hasta el fondo. Al otro lado está Nudo.
Érica asintió, lista para continuar su viaje.
—Pero antes de llegar ahí, debes pasar una prueba.
—Sí... ¿Qué?
Tur chasqueó los dedos, y con eso, el espacio oscuro entre el palacio y la muralla del límite del asentamiento fue iluminado por grandes focos, y reveló a un millar de nonis parados, atentos a la terraza y a Érica.
—¿Qué es esto?— bramó ella.
Tur sacó un micrófono de algún lado y lo encendió.
—Soldados, les habla el primero— saludó Tur. Su voz resonó potente a través del terreno conquistado— y los llamé en esta ocasión para un simple juego. Díganme, hace un tiempo ya que estamos en este mundo ¿No? Vinimos preparados con todo tipo de armas para arrasar con los monstruos que hubiera y dominar la tierra, pero todo lo que vimos fueron animales mansos y gente incivilizada con tecnología obsoleta. No sé ustedes, pero yo me sentí algo desilusionado.
Un coro rugió por el público y le hizo saber que no era el único. Todos los nonis se sentían decepcionados por la falta de desafíos en ese nuevo mundo.
—Al menos eso pensaba, hasta que escuché que nuestro buen comandante Cromo fue vencido por una simple chiquilla— continuó Tur, y el público volvió a gritar— ¡Jaja! ¡¿Quién lo hubiera imaginado?! ¡Una brika en un mundo desconocido! ¡Qué ganas de verla y chocar puños! ¿No? ¡Pues no esperen más, les presento a la única, la inigualable: Érica Sanz!
Entonces Tur señaló a Érica con una mano, y varios focos se concentraron en ella. La chica se quedó ahí parada, sin saber qué hacer ni qué decir frente a tanta gente que la vitoreaba simplemente por ser ella. Para continuar, Tur les pidió a los nonis que se calmaran con gestos de la mano y una pausa más o menos larga.
—Mi amiga Érica aquí...— posó una mano sobre su hombro— tiene un problema: se le perdió una persona importante. Creemos que debe estar en Nudo, es lo más probable, así que esta señorita se dirige allá para buscarlo... —Tur entrecerró los ojos, se inclinó hacia adelante y usó una mano para taparse la luz de los ojos— Esperen ¿Es eso un puente hacia nuestro mundo lo que veo ahí? ¡Pero qué coincidencia! Solo tiene que caminar hasta allá, a través de toda esta muchedumbre ¿Quién puede ser tan amable de guiar a nuestra querida Érica hacia el puente?
El público estalló en vítores. Érica miró a Víkala, pero esta ya se despedía con la mano.
—¿Qué piensas hacer, Tur?— alegó, no muy segura de querer participar en el juego.
—Simple diversión— dijo, restándole importancia.
Entonces, para su sorpresa, Tur la tomó de un brazo y un muslo, la levantó sobre su cabeza y con un fuerte movimiento la arrojó al aire. Antes de darse cuenta, Érica volaba, a completa merced del viento y la gravedad, tan rápida como una bala de cañón. El cielo estaba oscuro, las voces emocionadas bajo ella coreaban gritos de guerra y el puente al frente giraba en una doble espiral, imperturbable.
Rodó por un momento, confundida, hasta que se sacudió la cabeza y la echó hacia abajo para ver dónde iba a caer. La multitud de nonis se apelotonó cerca de la zona de aterrizaje, pero Érica no se iba a dejar intimidar. Al contrario, se llenó de entusiasmo al ver a todos esos sujetos grandes tratando de superarla.
En un parpadeo su cuerpo cayó directo al suelo, pero en vez de aplastarse bajo su propio peso, impactó contra el cuerpo de un noni para aterrizar. Rápidamente se levantó y echó a correr a toda máquina. Alcanzar el puente antes que los nonis la mataran, ese era su objetivo.
Esquivó brazos que se alzaban para agarrarla, pateó las manos que la asían de los tobillos y apartó de manotazos a los que se atrevían a saltarle encima. En medio de la carrera, se dio cuenta que Tur estaba narrando los eventos como si fuera un deporte. Hablaba tan rápido que casi no se le entendía, pero nada más lento hubiera servido para el ritmo acelerado de la situación. Los nonis se le arrojaban de todos lados, y ella tenía que reaccionar rápido para eludirlos.
Saltó sobre unos tanques. Notó que un grupo quería bloquearle el paso más adelante, así que se metió entremedio, pateó a un noni que saltó frente a ella, se deslizó bajo las piernas de otro, tiró de la mano de un tercero para evitar un combo y escaló sobre el cuarto para correr sobre sus cabezas. De esa forma fue, entre soldados, tierra y cajas con armamento y suministros, hasta que alcanzó a ver la pared que delimitaba el territorio de los noni.
Ahí se encontraba la mayor concentración de soldados que había visto, pero en vez de detenerse, aceleró el paso y echó a correr por el suelo con todo lo que tenía. Los nonis que conformaban el último bloqueo también partieron hacia ella a toda velocidad, temerosos y emocionados a la vez. La multitud y la brika chocaron con la fuerza de un meteorito estrellándose en el suelo. Érica aprovechó su impulso para golpear al primer noni y mandarlo a volar contra los de atrás. Se apoyó en él y saltó sobre los soldados rojos, pero otros calcularon su lugar de aterrizaje y se prepararon a recibirla. No podía maniobrar, se preparó para recibir sus golpes. Los nonis atacaron al tenerla a distancia, pero ella desvió sus combos, aterrizó y continuó corriendo entre ellos. Atravesó la línea de nonis como una estrella fugaz, repartiendo golpes a diestra y siniestra. Finalmente derribó al último noni, y después de él no vio a nadie más, solo la muralla. Sin detenerse, atravesó la distancia que quedaba, saltó la muralla y se detuvo un momento encima.
Ahí estaba, justo frente a la línea que demarcaba el inicio de la espiral que lo tragaba y lo regurgitaba todo. Lo había conseguido. Orgullosa, contenta y agitada, se giró para atrás.
—¡Y Érica pasa! ¡Érica destroza la barrera y llega al puente!— narraba un emocionado Tur, mientras los nonis coreaban el nombre de la niña— ¡Lo logró, damas y caballeros! ¡Contra todo un ejército, lo logró!
Fue entonces que se dio cuenta que todo había sido un juego. Ella jadeaba, casi nadie la había hecho jadear antes. Los nonis la vitoreaban y le silbaban con ánimo para darle una cálida despedida. Nadie la perseguía, nadie le deseaba mal ni la trataba como un demonio, solo la celebraban. Se sentía como un sueño.
Emocionada, se echó a reír. Al fin había encontrado gente que la trataba bien. Quizás Nudo no sería un lugar tan malo, después de todo.
Sonriente, despidió agitando sus manos sobre su cabeza al extraño Tur, a Víkala y a los nonis que invadían su mundo. Luego dio media vuelta, avanzó hacia el puente y se tiró un clavado hacia la tierra que se hundía en espiral.
—Buena suerte, pequeña princesita— se despidió Tur, tras dejar el micrófono— Y aprieta bien tus puños.
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