50._ Los Últimos Campeones de Madre (2/2)
Tur se encontraba frente al palacio de las naciones unidas, en la calle. Estaba rodeado de tanques, naves voladoras, robots y soldados con cámaras que transmitían directamente al resto del mundo. Apenas aparecer, comenzó a llamar a las cámaras para que se reunieran en torno a él. En unos momentos le llevaron a los líderes del mundo, los hincaron detrás de él y un soldado se puso detrás de cada uno, con un rifle apuntando a su cabeza. Luego se encendieron focos para iluminarlo y le entregaron un micrófono.
—Gente de Madre— comenzó su discurso— les habla su nuevo amo y señor, Tur'non Rialal, el Primer noni. Hace unos momentos me enfrenté al último resquicio de resistencia de este mundo, y por supuesto, los derroté por completo. Ahora presenciarán la ejecución de los líderes de su mundo, tras lo cual Madre pasará a ser dominio del imperio noni y todos ustedes esclavos de mis súbditos ¡Prepárense para su perd...
Pero en ese momento, algo hizo un estruendo a un lado. Todos se giraron, consternados: un semáforo había sido destrozado por un proyectil enorme. Luego se oyó otro estruendo, al otro lado. Al darse la vuelta, los presentes advirtieron que una de las cámaras había sido destrozada, sus pedazos regados a varios metros de distancia. Tur notó de inmediato que ambos proyectiles habían venido desde una sola dirección: justo detrás de él. Necesitó un segundo más para comprender qué ocurría.
Quiso advertirles a sus soldados. Mientras abría la boca, dio media vuelta para encarar los proyectiles. Justo en ese momento roca de varias toneladas se dirigía directa a él.
—¡Nos atacan!— oyó que alguien más gritaba.
La roca le cayó encima, pero Tur la destruyó de un manotazo y buscó al culpable a la distancia. Allá, desde la otra cuadra, se veían tres siluetas muy delgadas para ser nonis. Marchaban a paso veloz, acercándose. Luego una hizo un gesto con un brazo, con lo cual salió una roca del tamaño de su propio torso y la arrojó con el poder de su mente en un arco, como si tuviera una catapulta invisible. La roca voló por el cielo y cayó pesadamente sobre una de las camionetas que tenían estacionadas cerca, aplastándola.
Tur, enfadado, comenzó a marchar hacia las siluetas. No sabía cómo los niños se habían recuperado tan fácilmente. Estaba seguro que los había dejado a todos fuera de combate y ninguna poción ni magia podría haberlos ayudado si ni siquiera podían mantenerse despiertos.
—No importa— se dijo— los derrotaré cuantas veces haga falta.
Ansioso, el Primero apresuró su marcha deslizándose con su timitio, hasta que se plantó a unos diez metros de los niños.
—Creí que los había vencido— gruñó el noni.
—Pues seguimos aquí— alegó Érica— venimos a sacarte la madre, esta vez sí que sí.
Tur los examinó, estaban en pie, listos para una segunda ronda, mas no en óptimas condiciones. Él tampoco se había recuperado desde su pelea, pero supuso que de todas formas podía vencerlos de nuevo sin muchos problemas. No es que se hubieran vuelto más fuertes ni nada.
Pronto oyó tanques y vehículos. Se dio vuelta y encontró a sus soldados acercándose a defenderlo de los atacantes, sin embargo él les ordenó detenerse con un gesto de la mano.
—¿Señor?— le espetó uno de los soldados.
—Esta es mi pelea con estos muchachos, no intervengan, pero asegúrense de capturar todo en las cámaras. No quiero que después alguien me venga a tratar de mentiroso cuando diga que destruí a los últimos campeones de Madre.
—Sí, señor.
Los soldados hicieron espacio y se retiraron varias decenas de metros. Pronto los cuatro se vieron solos.
—¿Y bien?— les preguntó— Me imagino que tienen un excelente plan para vencerme ¿No?
—Sí— aseguró Érica— le echaremos ganas. Todas las ganas.
A sus palabras le siguió un extraño silencio. Tur se esperaba más, pero al darse cuenta que era todo su plan, se echó a reír.
—¿Qué, es todo? ¡Jajajaja! ¿Creen que pueden derrotarme con "ganas"?
Rio estridentemente, pero se interrumpió de un momento a otro para sacar su armadura roja a relucir.
—¡No me jodan! ¡¿Con quién mierda creen que se enfrentan?!
Sin aguantar más, Tur se disparó hacia ellos. En un instante Arturo levantó una gran pared que le bloqueó la vista. Tur la destruyó en su carrera y continuó directo para envestirlos. Sin embargo, detrás de la pared no encontró nada. Llevaba tanto impulso que siguió de largo por varios metros. Luego se dio vuelta y notó que los niños habían saltado usando una plataforma de roca escondida detrás de la primera pared.
—¡Eso no funcionará dos veces!— alegó el noni.
Pero antes de darle tiempo de detenerse y volver sobre sus pasos, Arturo tomó control sobre la tierra, lo más extenso y profundo que pudo lograr, y lo levantó todo contra Tur. Del suelo surgió un gusano de roca, más ancho que la misma calle y las veredas juntas. Esta enorme masa de roca y tierra se abalanzó contra el noni sin darle tiempo de reaccionar, lo embistió y lo arrastró por la calle cientos de metros, hasta que el alcance de la magia del muchacho no dio más y la roca se deshizo sola.
Tur destruyó lo que quedaba del gusano y se disparó hacia los niños, furioso. Sin embargo, Arturo pensaba dejarlo tranquilo; comenzó a arrojarle pilares y lanzas de roca con todo el poder mental que tenía. Tur esquivó el primero, destruyó el segundo obstáculo, pero no vio el tercero, una roca del tamaño de una moto, que se estrelló contra él a toda velocidad. El Primero se recuperó rápidamente y continuó su carrera, pero el mago le lanzó tantas rocas que no alcanzó a esquivarlas todas.
A pesar de esto se lanzó rápido como un cohete hacia el mago. Levantó una mano para aplastarlo de un movimiento. Sin embargo el chico contaba con eso.
Cuando Tur se halló a apenas un par de metros, Arturo levantó un duro y gran pilar de roca desde el suelo. La masa larga golpeó al noni y lo impulsó hacia arriba como un cohete.
—¡Maldito niño! ¡¿Desde cuándo tiene tanto poder?!— reclamó Tur.
Se elevó una gran distancia en muy poco tiempo, impulsado por la magia del muchacho, pero luego de la impresión inicial levantó un puño y golpeó el pilar con fuerza. La roca se deshizo, el control de Arturo sobre esta se cortó el tiempo necesario y Tur se vio libre.
Por un momento se vio en lo alto. Era de noche, las luces artificiales iluminaban las calles primitivas de Madre. Tur no podía ver bien a sus enemigos, pues estaban muy lejos y cubiertos por la noche. Recordó a Érica diciendo que darían su máximo esfuerzo. Comprendió que eso era lo que había hecho el mago.
—¡Eso es!— pensó el Primero— ¡Está usando toda su energía mental! ¡No le importa desmayarse en medio de la pelea, solo quieren ganar!
Entonces comenzó a caer. No le preocupaba el aterrizaje, no le afectaría en lo más mínimo, pero necesitaba ver a sus enemigos. Tenía que buscar a Arturo, apuntar bien y darle un buen golpe.
Sin embargo, Arturo no había acabado. Esos últimos ataques lo habían dejado medio mareado, pero podía continuar. Sin ninguna intención de darle tregua a Tur, comenzó a elevar todas las rocas y trozos de concreto a su alrededor, y las arrojó en espiral hacia arriba, todas al mismo tiempo. El resultado fue un remolino de tierra y piedra que azotó al noni por todos lados, sin darle posibilidad de esquivar. El Primero intentó protegerse con su armadura, con lo cual amortiguó buena parte del daño, pero aun así fue una caída larga y dura. Más encima, muchos de los golpes lo volvían a elevar, prolongando su estado de saco de arena.
Finalmente Arturo cayó de rodillas, agotado. Sentía que iba a vomitar, que su cerebro había pasado por una lavadora y luego había sido estrujado con un rollo de cocina. El remolino se extinguió y Tur cayó, junto con un montón de piedras y tierra suelta. Érica quiso tomar a Arturo para protegerlo, pero Tur se le adelantó y lo aplastó contra el suelo usando su pie. Por un momento el muchacho se hundió contra el pavimento, como si este fuera una capa de chocolate.
Luego el noni levantó una mano y se agachó sobre él para molerlo a golpes, pero entonces Érica lo embistió para mandarlo lejos. Luego tomó a Arturo para llevarlo a un lugar más seguro.
Tur quiso ir tras ellos, pero un obstáculo se cruzó en su camino; una muchachita con una guadaña negra en sus manos.
—Abre paso— le ordenó el noni, amenazante.
Sin embargo Liliana echó a correr hacia él, lista para usar a Brontes.
—Atacar las uniones— se dijo, repasando los consejos de Bel sobre luchar contra fortemes.
El noni, al verla acercarse, quiso terminar su enfrentamiento lo más rápido posible con un manotazo fuerte, sin embargo Liliana lo esquivó con facilidad. Intentó recordar el estado de mente que había conseguido en su pelea con Víkala; dejar fluir a Brontes, convertir sus brazos en garras espectrales. Rápidamente la múnima poseyó sus extremidades, haciéndola entrar en trance. Los ojos de Liliana brillaron con una leve luz verde, al mismo tiempo que la tensión y ansiedad pasaban a segundo plano.
Entonces la muchacha le lanzó una ráfaga de ataques, que Tur ni siquiera pudo seguir con la mirada. Sin embargo su armadura lo protegió de los impactos de la múnima. Liliana podía hacerse más rápida, pero no era más fuerte que una huma normal. Ni siquiera atacando a las uniones conseguía atravesar su coraza.
—¡¿Por qué no puedo hacerle nada?!— alegó en su mente.
Saltó hacia atrás para tomar distancia. En eso se dio cuenta que Tur tenía su atención puesta en ella. Se dio cuenta que, mientras Tur supiera que ella lo estaba atacando, su armadura permanecería lo más densa posible.
Decidido a terminar con esa pelea rápido, Tur también comenzó a atacarla. Liliana lo esquivó, pero sabía bien que no duraría mucho si no conseguía hacerle daño. Tur la atacó sin poner mucho esfuerzo, solo tomándose su tiempo, sabía que no necesitaba asustarse. Sin embargo, al lanzar un combo, Liliana de repente desapareció de su vista. Por un momento Tur pensó que se había desvanecido como un fantasma, pero luego notó un ligero peso extra en su hombro. Al girarse, notó a Liliana encima.
—¿Cuándo...
Pero sin darle tiempo para reaccionar, Liliana lanzó un tajo con Brontes, el cual atravesó limpiamente el hombro de Tur. En un parpadeo, el brazo del Primero dejó de moverse y quedó colgando. Lo había dormido.
—¡¿Cómo...
—¡Lo logré!— pensó ella.
Tur extendió largas garras de nomitio desde su espalda para atraparla, pero Liliana las esquivó con gracia, saltó hacia el otro lado de su espalda, le lanzó un tajo de Brontes y puso a dormir su otro brazo. Tur lo vio caer sin remedio. Furioso, se dio vuelta para enfrentar a la jovencita. Esta saltó y aterrizó frente a él, lista para más. Había conseguido su objetivo; dormir ambos brazos del Primero, pero podía continuar.
—¡Ahora iré por las piernas!— pensó.
Sin embargo el estrés constante y el alivio de haber logrado su movimiento la sacaron de su trance, con lo que se volvió torpe y quedó abierta para que Tur contraatacara. Este la agarró con timitio y le mandó un poderoso rodillazo en el estómago, que le quebró varias costillas y la hizo vomitar sangre. Liliana voló un par de metros por el impacto. Tur iba a continuar, de no ser porque Érica volvió a aparecer desde un costado para embestirlo con toda su fuerza.
El Primero se arrastró con sus pies por el asfalto por varios metros. Entonces se giró hacia su atacante y advirtió a la brika frente a él, lista para continuar su pelea.
Solo quedaban ellos dos. Tur no podía usar ninguno de sus brazos gracias a Liliana y estaba cansado y herido por los proyectiles de Arturo. Sin embargo, Érica no estaba en sus mejores condiciones tampoco. Al darse cuenta de esto, miró en ambas direcciones, cerciorándose de que no quedaban más sorpresas esperándolo.
—Solo quedamos tú y yo— le espetó— Lástima para ti, yo sigo siendo más fuerte ¡No tienes ninguna posibilidad de vencerme!
Érica subió los puños y bajó una pierna, lista para dispararse con su timitio.
—Estás horrible gracias a mis amigos. Solo tengo que rematarte.
—Ah ¿Eso piensas?
De pronto, los brazos de Tur se levantaron y este posó con energía. Esto sorprendió un momento a Érica, mas pronto comprendió qué estaba haciendo.
—¡Estás usando tu timitio para mover tus brazos!— exclamó.
—Así es, princesita ¿Crees que tus amigos te dieron alguna especie de ventaja? ¡Ja! Estoy tan bien como cuando comenzamos ¡Ahora ven, terminemos con esta estupidez para tomar tu mundo!
Tur estaba mintiendo, Érica sabía que estaba agotado, pero no podía confiarse solo porque sus amigos lo habían dejado así; seguía siendo más fuerte que ella, poseedor de nomitio, que era capaz de atravesar el timitio. Tal y como decía el plan, tenía que dar todo de sí en ese último enfrentamiento. Su futuro, el de sus amigos y el de su padre estaban en juego, no podía perder.
La muchacha se disparó hacia el noni a toda velocidad. Este hizo lo mismo. Chocaron sus armas de timitio al medio, creando un impacto tan potente que hizo remecerse los árboles y el concreto alrededor.
Inmediatamente después sacaron todo su timitio, él en forma de un hacha mediana, ella en forma de una espada. Se atacaron a toda velocidad, chocando sus armas con estruendos tan devastadores que parecían explosiones. Mientras estaban en eso, aun con la intensidad de la batalla, Érica se dio cuenta que el nomitio de Tur no alcanzaba a destruir su timitio por completo. Sentía cómo le hincaba los dientes, cómo penetraba un poco en Negro, pero no con tanta fuerza ni potencia para obligarlo a retirarse. El timitio no tenía una forma definida, y por lo tanto, Érica podía recuperarlo antes que el nomitio de Tur lo deformara.
—Es porque está lastimado— comprendió la chiquilla.
Prácticamente estaban empatados. Chocaban sus parásitos con tremenda fuerza o esquivaban para contraatacar con un combo o una patada. De pronto Érica le mandó un combo en la cara, con tanta fuerza que podía haber perforado una puerta blindada. Luego Tur contestó con otro igual en su estómago. Pero cuando le mandó otro hacia su cabeza, Érica lo desvió con las manos, giró y le mandó una patada en la nuca. El impacto lo mandó al suelo.
Tur se levantó. Sangraba y estaba exhausto, pero no pensaba perder contra esa chiquilla. Érica sabía qué estaba pasando por su cabeza. Pensaba lo mismo; pasara lo que pasara, vencería.
Entonces Tur se disparó a ella, de espaldas. De una patada sorpresa la mandó contra la pared que llevaba a los jardines. Érica voló y atravesó la pared como si fuera de cartón.
Tur se le acercó a toda prisa para rematarla. Formó un hacha de nomitio en sus manos, se lanzó hacia ella antes que pudiera ponerse de pie, levantó su hacha sobre su cabeza y la arremetió con todo lo que tenía. Érica lo vio, supo que no podía esquivar ese golpe desde ese ángulo, así que puso todo su timitio en su mano derecha. El hacha de Tur bajó directamente hacia su cabeza, pero Érica le saltó al encuentro. Con su mano protegida por timitio le dio un manotazo que la desvió hacia un lado. El hacha se enterró en el suelo.
Esto dejó al noni vulnerable por un instante. No podía defenderse.
—¡Ahora!— pensó.
Érica le dio un codazo en la cara. Impulsó a Tur hacia atrás. Sin darle tregua, saltó hacia él, alzó las manos sobre su cabeza y usó todo su timitio para formar un arma grande y pesada.
En ese momento Tur abrió los ojos. Solo alcanzó a ver un gran martillo con un brillo violeta. Érica gritó, llena de adrenalina. Lo golpeó en la cabeza con toda su fuerza y más. El martillo le dio en la frente, lo mandó al piso y lo hundió en la tierra como si fuera un meteorito. Tur perdió la consciencia al instante.
Así fue como el primero de los anillos, el noni bailarín, fue derrotado.
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