48._ Velocidad Implacable (1/2)
Érica se encontraba en Madre. Nunca pensó que volvería.
En unos segundos Liliana y Arturo fueron regurgitados del puente y cayeron a un lado. Luego se pusieron de pie y miraron todo a su alrededor, boquiabiertos.
—¡¿Cómo...— exclamó Arturo.
Liliana miró la tierra café bajo sus pies, el cielo naranja, las plantas verdes, y se puso a llorar. Seguidamente abrazó a Arturo para ahogar sus lágrimas, mientras este hacía pucheros con los ojos llorosos. Al verlos así, Érica se sorprendió de darse cuenta que sus amigos habían extrañado su mundo de origen. No los entendía, ella nunca podría sentir cariño a ese mundo que la había rechazado, pero prefirió guardárselo para sí misma y concederles ese momento de alegría.
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Ante ellos se extendía una ciudad que conocían muy bien; Santa Gloria. Hacía algo de frío, había llovido hacía pocas horas, se notaba por la claridad del cielo. La tierra y el pavimento estaban mojados. Varios escombros habían sido limpiados de las calles, pero la ciudad continuaba en ruinas. No necesitaron esforzarse para recordar que la invasión había ocurrido en verano.
—¿Por qué Tur habrá venido acá?— preguntó Érica al aire.
No recibió respuesta, sus amigos se preguntaban lo mismo. Papel no se encontraba por ningún lado, pero tenían la certeza de que tarde o temprano volverían a verlo.
Aún consternados, descendieron del cerro en el que se encontraban hacia las calles. Los autos estaban todos destrozados, el pavimento agrietado por fuertes golpes y el constante paso de los imponentes tanques de los nonis. La mitad de los edificios habían sido derrumbados por impactos, los otros apenas se tenían en pie. No vieron gente, nada más un soldado noni que se movía raro, como si estuviera borracho.
—Oye, tú— lo llamó Érica.
Quiso preguntarle por el paradero de Tur. El noni los miró sobre el hombro, pero al identificarlos, echó a correr con todas sus fuerzas y se perdió detrás de un tanque.
Érica se deslizó a toda velocidad, saltó sobre el mismo tanque y se plantó frente al noni, o donde debió haber estado, pero ahí no había nadie. Pronto Liliana y Arturo la alcanzaron. Miraron en todas direcciones, mas no lo hallaron.
Extrañados, continuaron hacia el cruce de calles, pero ahí tampoco había ni un alma. Pensaron que la ciudad estaba desierta, cuando de repente volvieron a ver al soldado corriendo hacia la derecha. De nuevo intentaron alcanzarlo y de nuevo desapareció como si fuese una ilusión.
—¡Agh! ¡¿Qué está pasando?!— exclamó Érica.
—¿Podría ser un holograma?— se preguntó Arturo en voz alta.
Liliana lo dudaba, creía que era algo más, pero no se atrevió a decirlo en ese momento. Se los encontraron tres veces más, siempre con el mismo resultado. Finalmente llegaron a un cruce de varias calles importantes, uno de los barrios más concurridos de la ciudad.
En ese lugar se encendió un holograma, pegado a uno de los edificios más robustos de los alrededores. Mostró una cara naranja, con cuernos grandes y una sonrisa burlona. Iba vestido con ropas formales del imperio noni, con delgadas capas de un material semejante a la seda, de tonos dorados.
—Gente de Madre— saludó con cordial superioridad— les habla Tur'non Rialal, emperador supremo de Nudo y vuestro conquistador. Como bien saben, en los últimos ocho meses me he dedicado a conquistar su mundo, casi sin opresión de su parte. Hoy, esa conquista llegará a su fin.
Entonces el Primero abarcó su espacio a un lado, indicándole a la cámara que mirara hacia allá. Al hacerlo, esta mostró un grupo de personas viejas atadas a sillas, algunos vestidos de terno, otros con turbantes y túnicas elegantes de países muy lejanos al de los niños.
—Como pueden ver, aquí tengo a algunos de los dueños de este mundo— continuó Tur— los líderes de los ocho países más poderosos. En exactamente treinta minutos comenzaré a ejecutarlos, uno a uno, yo mismo. Cuando haya acabado, me habré convertido en el gobernante definitivo de Madre y lo anexaré a mi vasto imperio ¡Y todos los humanos que aún son libres, serán capturados y enviados a Nudo para venderse como esclavos! ¿No es genial? Disfruten sus últimos 30 minutos de libertad.
La transmisión se cortó. Los niños que quedaron mirando el espacio donde antes había estado el holograma, boquiabiertos.
—¡¿En media hora?!— exclamó Liliana— ¡Eso es muy poco! ¿Por qué es tan injusto?
—Solo tenemos que detenerlo antes que lo haga ¿O no?— propuso Érica.
—Lo veo difícil— indicó Arturo— no tenemos idea de dónde pueda estar... aunque el momento de su anuncio fue demasiado preciso.
El muchacho se cruzó de brazos para pensar mejor.
—¿En qué piensas?— inquirió Liliana, ansiosa.
—Es solo una posibilidad, pero creo que transmitió ese mensaje en ese momento para nosotros. Quiere que vayamos a detenerlo, aunque no veo razón para hacerlo aquí y no en Ramnusia.
—Yo sé— aseguró Érica— porque a ese tonto le encanta el drama.
Liliana se llevó las manos a la cabeza.
—¡Pero de nada sirve si no sabemos dónde ir! ¡Y el tiempo se acaba!
Los tres intentaron pensar en qué lugar de todo el mundo podría encontrarse Tur, cuando un golpe ruidoso los hizo voltearse hacia una calle. Ahí notaron al soldado que habían estado persiguiendo, tambaleándose con un tarro de basura. El noni se giró hacia ellos un momento, nervioso, antes de echar a correr y meterse dentro de una discoteca cercana.
—¡Él podría decirnos!— indicó Érica.
La brika quiso dispararse hacia él para atraparlo de una buena vez, sin embargo Liliana la detuvo con un gesto de su brazo.
—Espera, mejor vamos todos juntos.
—¿Ah?
Érica no entendió por qué Liliana quería tomar esas precauciones, cuando momentos antes había estado tan preocupada por el tiempo, pero le hizo caso. Los tres se dirigieron a la discoteca a paso veloz, entraron destruyendo la puerta y avanzaron unos metros. Adentro estaba un poco más oscuro que afuera, dado que el edificio tenía ventanas pequeñas y escasas. Desde donde se hallaban, podían ver los últimos rayos del sol proyectando la forma de las ventanas en la pared contraria, con siluetas alargadas. Buscaron por todos lados con la mirada, mas no hallaron al soldado.
—¿Qué tienes en mente, Lili?— inquirió Érica.
La muchacha se adelantó unos pasos y extrajo a Brontes de su pecho.
—Nadie se desvanece así como así. Además, me parecía extraño que solo uno de los generales de Tur intentara detenernos ¿Dónde está Víkala?
Érica y Arturo abrieron sus ojos como platos al darse cuenta que se habían olvidado de la naga.
"¡Lili!" exclamó Brontes.
La muchacha supo de inmediato de qué la advertía. En un instante pasó entre sus inadvertidos amigos y bloqueó una daga dirigida a Arturo. Seguidamente su atacante cayó al suelo. Intentó otra arremetida, pero Liliana volvió a bloquearla con su guadaña. Luego contraatacó, pero el soldado esquivó, tomó distancia y se reveló.
Érica y Arturo se giraron, confundidos. Recién en ese momento advirtieron al noni frente a ellos. Este los miraba con una sonrisa de oreja a oreja, mientras mantenía sus dagas en alto.
—¡¿Quién eres?!— saltó Érica.
—¿Qué sucede, Érica? ¿No me reconoces?— habló el noni con una voz femenina.
—¡Es Víkala, está disfrazada!— les indicó Liliana.
—¡Oh, Lili! ¡Quería que adivinaran!— alegó el noni.
Entonces la imagen del soldado se disolvió en el aire como si fuera humo. En su lugar apareció una mujer de torso humanoide y una enorme cola de serpiente en lugar de piernas: era Víkala. Esta, además de sus dagas en sus manos, llevaba amarrada a su cola un arma que asemejaba a un aguijón, más o menos del tamaño de un brazo y tan puntiaguda que podía atravesar un cráneo como si fuera papel.
La naga rio, complacida.
—Muy bien, Lili. Me descubriste a tiempo— la felicitó.
—¿Qué habrías hecho si yo no te detenía?— quiso saber la muchacha.
La sonrisa de Víkala se ensanchó, su boca enorme le dio otro sentido a "sonreír de oreja a oreja".
—¿Qué crees que les habría hecho?— preguntó— ¿Qué crees que les haré, cuando los derrote a todos ustedes?
—¡Ni en tus sueños!— bramó Érica.
Se disparó hacia ella. Sin embargo Víkala la eludió como si nada y le dio un piquete con su mano detrás del cuello. Érica rodó por el suelo y terminó desplomándose. Inmediatamente quiso levantarse y volver a atacar, pero no pudo hacerlo. Además de su caja torácica y su cara, no podía moverse.
—¡¿Qué me hiciste?!— alegó.
En vez de contestar, Víkala se lanzó contra Arturo. Este erigió una pared para bloquearle el paso. A la velocidad a la que iba, calculó que la naga debería estrellarse de cara. Sin embargo esta se sumergió en la superficie sólida como si estuviera hecha de pintura. Se desmaterializó por completo e introdujo su sombra dentro de la superficie. Luego su sombra rodeó la roca en un instante, volvió a materializarse por el otro lado y atacó al mago.
Liliana saltó entre ambos y bloqueó a Víkala con el filo de Brontes. La naga volvió a hacer distancia y preparó sus dagas y su aguijón en una amenazante posición de batalla.
—¿Crees que puedes conmigo solo porque tienes una múnima? ¡Ja! ¡Te faltan años de entrenamiento para ser como yo, niña!
Víkala se disparó hacia Liliana, tan rápido que apenas le dio tiempo para reaccionar. Sus armas chocaron con fuerza, el impacto mandó a Brontes al suelo, rompiendo la guardia de Liliana. Víkala levantó su aguijón para enterrárselo en el cuello, pero en ese momento un pilar de roca surgió a toda velocidad desde el suelo y la golpeó en la cara, haciéndola retroceder.
—¡No te olvides de mí!— alegó Arturo.
La naga le dedicó una mirada de desprecio, antes de sumergirse en el suelo. Liliana miró a donde la serpiente había estado: solo quedaba su sombra, o más bien, Víkala se había convertido en sombra.
—¡¿Qué clase de habilidad rara es esa?!— saltó la chica.
—Usó lo mismo para evitar el golpe, antes— observó Arturo
Liliana pensó en la habilidad de desvanecerse de las sombras, pero no podía ser el caso. Desvanecerse significaba impedir al rival ser consciente de la presencia de uno; lo que Víkala hacía era cambiar su cuerpo completamente.
Mas antes de que pudiera entender qué había hecho, la sombra de Víkala desapareció de su vista, se alejó en un parpadeo y se confundió con la oscuridad del ambiente. Sin embargo, la chiquilla tenía una idea de a dónde se dirigía. Rápidamente se giró hacia el mago.
—¡Arturo, huye!
Pero antes de darle tiempo de reaccionar, Víkala emergió detrás de él y le dio un toque detrás del cuello. El chico se desplomó paralizado.
—¡No!— exclamó Liliana.
Entonces Víkala se plantó frente a ella y la miró amenazante. Su boca llena de colmillos y su cola gruesa y larga no ayudaban mucho.
—¿Sorprendida?— inquirió— Tengo un montón de trucos bajo la manga. Desaparecer no es más que el principio.
Seguidamente se llevó una mano a la espalda.
—Entretenme un rato; solo te atacaré con una daga— aseguró— mis dos manos son las vidas de tus amigos, mi cola es tu vida. Si me obligas a usar dos armas, les perdonaré la vida a tus dos amigos. Si me obligas a usar mi tercera arma, te perdonaré la vida a ti... si me vences, te diré cómo llegar con Tur.
Liliana arregló su postura y cambió a Brontes de posición. Sus condiciones no la afectaban en nada, aun así necesitaba ganarle para salvar su mundo. Víkala solo estaba jugando con ella, saboreándola antes de darle el golpe de gracia.
Entonces la naga se le acercó en un parpadeo y comenzó a atacarla con tajos de su daga derecha, avanzando con su cuerpo para hacerla retroceder. Liliana bloqueó sus golpes; desde arriba, desde la derecha, estoque, diagonal. No tuvo mucho problema al principio, pero los tajos se volvieron más rápidos, y más rápidos. Pronto, aunque vio la daga acercándose, su cuerpo no alcanzó a anteponer a Brontes. La hoja rozó su hombro.
Liliana retrocedió, afirmándose la zona lastimada. Sangraba, le dolía un montón, pero no podía huir ni detenerse en ese momento, Víkala no la iba a esperar.
—¡Es demasiado rápida!— exclamó en su mente— ¡Y solo está usando un brazo! ¡¿Cómo es posible?!
"¿No será porque tiene una múnima?" supuso Brontes.
Esto sorprendió a Liliana.
"Creo que puedes hacer lo mismo" indicó el espectro.
Liliana se fijó en Víkala. Había perdido su sonrisa, parecía algo decepcionada, como si Liliana no fuese suficiente entretenimiento. Volvió a atacar.
—¡No puedo hacer algo así!— clamó la muchacha, mientras bloqueaba las ráfagas afiladas de Víkala.
"¡Sí puedes, ya lo has hecho!" le aseguró Brontes "¿No recuerdas cuando saltaste a defender a Érica en las minas de timitio? ¡Pensaste que era tu fin! ¡En ese momento lo hiciste!".
Liliana recibió otro tajo, esta vez uno horizontal en su pecho, justo bajo las clavículas. Saltó hacia atrás, alarmada.
—¿Qué pasa? ¿No has aprendido nada en todo este tiempo?— le recriminó Víkala— Creí que tendría un duelo decente, pero no eres más que una niña con un arma que le queda grande ¡No mereces esa múnima! Ahora te mataré por desilusionarme.
La mujer serpiente cruzó las distancias entre ambas nuevamente, en un parpadeo, mientras Liliana intentaba comprender a qué se refería Brontes.
Y de pronto recordó: La fuente de timitio, el puente que llevaba a la salida, Érica saltando para sacrificarse por ella y Arturo, luego ellos saltando para defenderla. Pero no recordaba pelear contra los territi, al menos no como lo hacía siempre. En esa ocasión lo que salió de ella fue un tornado negro que golpeó a sus enemigos con una velocidad difícil de seguir con la mirada. En ese momento de desesperación, Liliana había podido manejar a Brontes como Víkala hacía con su daga. Por un momento, Liliana y Brontes habían sido uno.
—¡Eso es!— exclamó Liliana.
Víkala comenzó a aumentar la velocidad de sus tajos. Pero en vez de concentrarse en bloquearlos y usar a Brontes como un escudo, Liliana lo hizo fundirse con sus brazos. Entonces Víkala le enterró la punta de su daga en el otro hombro. Liliana lo sintió, pero Brontes apartó el dolor de su cerebro para que se concentrara. De un movimiento se quitó la hoja y contraatacó a Víkala. Esta eludió a Brontes y continuó atacando, pero Liliana desvió su tajo y volvió a arremeter. La naga sacó su otra daga para bloquear la hoja.
Así se quedaron un segundo, hasta que Víkala se dio cuenta que había usado su segunda arma.
—Jeje, parece que tus dos amigos se salvan— comentó.
Miró a Liliana, como esperando una respuesta, pero la chica no dijo nada. Su cara había perdido toda expresión, sus ojos brillaban levemente en la oscuridad de la habitación. Liliana había dejado de distraerse por nervios o pequeños movimientos y tenía toda su concentración en los puntos críticos de su contrincante.
Ambas hicieron distancia y luego volvieron a atacar. Sus brazos se movieron rápidos como el viento, sus armas chocaron con tal frecuencia que los impactos parecían más ametralladoras disparando que hojas afiladas.
Liliana no entendía qué estaba pasando, sus ojos no alcanzaban a ver las dagas de Víkala, pero podía más o menos sentirlas a medida que se acercaban a ella. Sus brazos se movían precisos y fugaces para contrarrestarla. Brontes había transformado sus brazos en espectros y se había fusionado con ellos para darle esa velocidad. Liliana ni siquiera sentía el roce del aire.
Ambas se atacaron y bloquearon a la otra con sus filosas armas a varios tajos por segundo. Iban más o menos empatadas, aunque Víkala se veía dichosa.
—¡Eso es, Lili!— exclamó— ¡Ya estás captando cómo se hace! ¡Pero aun así no eres rival para mí!
La naga sacó su aguijón adelante y lo metió dentro de la lluvia de hojas afiladas con las que atacaba a la muchacha. Esta se vio superada, pero entonces, de la nada, Érica saltó contra la naga a toda velocidad y la embistió con un cabezazo. Esta perdió el equilibrio un momento, mas antes de poder recuperarlo, un pilar de roca surgió desde el suelo en diagonal y la golpeó en el estómago con gran fuerza.
En aquel momento de distracción, en que el cuerpo de Víkala reaccionaba al golpe, Liliana advirtió la punta de su cola frente a sus ojos. Salió sin querer de su trance de velocidad, pero no perdió al objetivo de vista. Con su múnima sujeta firme en sus manos, se preparó y trazó un limpio corte para atravesar la cola de un lado a otro.
En unos segundos Víkala se recuperó y levantó su cola para defenderse incluso antes de saber qué estaba ocurriendo, mas al hacerlo se dio cuenta que la punta, que sostenía su aguijón, no le respondía. Extrañada, se giró a mirarla. Sentía un cosquilleo fuerte en la zona, además de que le era imposible mantenerla rígida.
—¡¿Ah?! ¡¿Está dormida?!— se sobresaltó.
Se dio cuenta Liliana había puesto a dormir la punta de su cola, y con ello, su múnima. Antes de dejarle recomponerse, un montón de roca emergió desde el suelo y formó una torre sólida alrededor de ella, atrapándola. La estructura cubrió casi todo su cuerpo, salvo por la cola, que le salía desde un hoyo por debajo, y la cabeza, que no podía meter por el orificio del cuello.
Víkala intentó zafarse, trató de romper la estructura de roca y convertirse en sombra para deslizarse por debajo, pero ni siquiera pudo hacer eso. Luego de unos segundos de lucha, comprendió que esos niños le habían ganado.
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