41._ Algunos Piratas no son Buenas Madres (4/5)
Atravesaron la puerta principal y se alejaron de la posada hacia donde se escuchaban estruendos. Ese barrio de posadas y bares estaba lleno de vida por la noche, más encima al centro se hallaba una gran plaza donde los jóvenes de todas las especies iban a tomar despreocupadamente y a pasar el rato. Sin embargo en ese momento la gente huía despavorida, algunos edificios ardían en llamas, unos cuantos autos yacían en medio de la calle destrozados. Al centro de la plaza, ambas contendientes se cernían en una pelea estrepitosa y violenta como un huracán.
Se movían tan rápido que apenas alcanzaban a distinguirse la una de la otra, golpeaban tan fuerte que hacían temblar la tierra y rompían árboles a su paso. Por un segundo parecían igualadas, pero pronto comenzó a verse la mayor fuerza de Cárabak; Érica le mandó un golpe, pero esta apenas se movió. Inmediatamente contraatacó con un combo y una patada, que dejaron a Érica en el piso. La muchacha retrocedió y se puso de pie en un instante, pero Cárabak acortó las distancias y continuó golpeándola.
Cuando menos se lo esperaban, un pilar de tierra concentrada surgió entre ambas y golpeó a la pirata por sorpresa, con tanta fuerza que la mandó a volar lejos. Entonces Liliana y Arturo se acercaron a Érica, listos para defenderla.
Cárabak, al comprender qué había sucedido, destrozó el pilar de tierra con facilidad y volvió a acercárseles de un salto. Los contempló irritada.
—¿Creen que porque son tres pueden vencerme?— reclamó.
—Chicos...— musitó Érica, sorprendida de verlos ahí, protegiéndola.
—Cárabik, sé que estás enojada— le espetó Liliana— pero es un tema sensible para Érica. Por favor, disculpa que te...
Pero entonces Érica le sujetó un hombro sin dejar de mirar a la pirata.
—No te disculpes por mí— alegó— aunque me cueste la vida, no te disculpes por mí, por favor.
—Pero... ¿No piensas desistir?
Érica negó con la cabeza.
—Nada ha cambiado desde que empezamos. Le voy a hacer ver a esa imbécil lo equivocada que está.
Liliana apretó los labios. Luego miró a Arturo, quien asintió en silencio. Al final Liliana suspiró.
—Está bien. Si es así, te defenderé— le espetó— pero no digas que te vas a morir. No te dejaré.
—Una, dos, tres, da lo mismo— bramó Cárabak— no los voy a esperar.
La pirata se disparó hacia los tres. Un gran bloque de tierra emergió del suelo y la bloqueó, pero ella lo rompió de una patada. Se lanzó contra los jóvenes y los arremetió con un martillo de timitio. Érica saltó para bloquearla. Liliana y Arturo la rodearon y arremetieron por los costados, con tajos y lanzas de tierra.
El timitio de Cárabak bloqueó la hoja de Brontes y desvió las lanzas de roca sin problemas. Érica le dio un le saltó encima para golpearla. Cárabak entonces retrocedió una gran distancia de un salto.
—Entre los tres me tienen acorralada, necesito una estrategia— pensó.
Los niños se le lanzaron a toda velocidad. Cárabak pensó rápido.
—¡El mago!— se dijo.
Se deslizó hacia Arturo a toda prisa para darle una patada en el pecho. El muchacho vio venir el pie de Cárabak, pero en vez de esquivarlo o bloquearlo, la atacó a ella con sus lanzas y le ensartó una en un hombro. Luego recibió el impacto, voló por la plaza hasta la calle y rodó por el suelo.
Cárabak se quitó la lanza del hombro, y gritó por el dolor. Había esperado esquivarla, pero Arturo consiguió desviarla al último momento. Se apresuró a cerrar la herida con timitio.
—Debí protegerme con mi timitio— pensó.
En eso Liliana le mandó un tajo del que tuvo que protegerse. Érica apareció por el otro lado, sin dejarla reaccionar. Le mandó un combo tan fuerte que la mandó al piso y la arrastró varios metros por la tierra. Incrédula, se dio cuenta que estaba perdiendo.
Érica se le lanzó de nuevo, de frente, pero Cárabak la esquivó y la arremetió por un costado con fuerza para mandarla lejos. Entonces Liliana apareció desde otro lado para atacarla con Brontes, pero esta vez la pirata logró verlo a tiempo. Con sus manos detuvo la hoja frente a su cara. Liliana se quedó helada, nunca nadie había sujetado a Brontes más que ella. Aunque este le otorgaba gran parte de su destreza como maestro de la guadaña, no la hacía más fuerte. Cárabak echó a Brontes a un lado y acortó las distancias entre ambas para mandarle un rodillazo al estómago. Liliana describió una parábola en el aire y cayó pesada contra el suelo, retorciéndose de dolor.
Al separarlos, Cárabak se quedó con Brontes en las manos. En ese momento la múnima se volvió increíblemente pesada y las energías de la brika comenzaron a desvanecerse a través de sus manos. Comprendió que no podía usarla, así que la arrojó al piso. Estaba jadeando, ya no podía más. Esos niños eran demasiado para ella, aún tenía que derrotar a Érica y no tenía energías para eso. Entonces la chica regresó, con fuerzas renovadas y la atacó con todo lo que tenía. Cárabak esquivó una patada, desvió un combo con ayuda de su timitio, pero Érica la superó en velocidad y conectó un golpe en su quijada, luego en su estómago, luego en su muslo derecho, y con eso Cárabak ya no pudo detenerla más. Los golpes de Érica destrozaron las pocas fuerzas que le quedaban y la tumbaron al suelo con un estruendo tan grande que encendió la alarma de los autos estacionados a lo lejos.
Érica se dio un momento para respirar. Le tomó unos segundos darse cuenta que por fin había derrotado a Cárabak. Al saberse victoriosa, respiró hondo para recobrar el aliento.
—¡Lo logramos!— pensó, aliviada— ¡Oh, por la chucha, lo logramos!
No había dejado de odiarla, pero a través de la pelea una inmensa preocupación por sus amigos la había invadido. Comprendió que, aunque no se arrepentía de enfrentar a Cárabak, había sido muy estúpida de involucrar a sus amigos de esa manera en una pelea contra una mujer tan peligrosa.
Al contemplarla tirada en el suelo no vio timitio salir de su cuerpo, mas creía entender por qué; el timitio buscaba al más fuerte, no al ganador. Érica había ganado, pero no sola, así que el timitio de Cárabak no la buscaría como su nueva maestra.
Sin esperar más, se dio media vuelta a comprobar el estado de sus amigos. Liliana comenzaba a ponerse de pie, Arturo se les acercaba sucio y cojeando. Los tres estaban bien heridos, pero bien al fin. Contentos, se miraron las caras y sonrieron.
—¡Lo hicimos!— les espetó Érica— ¡Vencimos a una brika! ¡Somos los mejores!
A Arturo no le agradó mucho que celebraran por vencer en un tres contra uno, pero no le importó tanto, ya se había acabado. Por su parte, Liliana solo estaba contenta y cansada, lo que más quería en ese momento era una cama donde tumbarse. En eso, Érica los tomó por los hombros. Se veía arrepentida.
—Perdón por meterlos a una pelea tan de sorpresa— les espetó de pronto— fue... muy tonto de mi parte. Nunca más lo haré.
Pero estos palparon su cabeza como si fuera un perrito y le restaron importancia.
—Todos nos enojamos por cosas que hacen los demás— recordó Liliana.
—Sí. Además, no serías nuestra Érica si no fueras tan impulsiva— indicó Arturo.
—Pero sí, fue muy repentino— indicó Liliana— la próxima vez que quieras cambiar la opinión a alguien intenta dialogar. Es más, pídenos ayuda. Es impresionante lo que puedes llegar a hacer con las palabras correctas y un buen trago.
Érica agachó la cabeza y aceptó la crítica. No quería volver a pasar el miedo de que algo malo les pasara por un simple capricho suyo. No podía evitar volver a enojarse cuando recordaba el trato de Cárabak con su hijo, mas sabía que no podía andar por la vida golpeando gente de un momento a otro.
Agradeció en silencio que sus amigos se tomaran tan bien su naturaleza destructiva. Luego verificaron sus heridas para asegurarse de que ninguno se encontraba en peligro inminente.
—Vamos, regresemos a la posada— apremió Arturo.
Se giraron para volver, pero en ese momento, el sonido de pasos cerca de ellos los alertó. De un momento a otro Liliana y Arturo cayeron al suelo con los ojos abiertos y expresiones tensas en sus caras; estaban paralizados.
Érica, desconcertada, se volteó y se encontró con Noto. Entonces se dio cuenta que no lo había visto en toda la pelea. De inmediato preparó un golpe, pero el volir fue más rápido que ella y con dos dedos extendidos desde su mano tocó su frente. Esto la tensó por completo al punto de paralizarla. Su cuerpo cayó pesado sobre el pasto, junto al de sus amigos. Seguía despierta, podía ver y oír perfectamente, pero aparte de algunos músculos de su cara y pecho, no se podía mover para nada.
En ese estado vio cómo Noto se dirigía hacia su capitana, sacaba un frasquito de una de sus bolsas y se lo daba a beber. Transcurrieron diez segundos en donde no pasó nada. De pronto Cárabak se sentó de golpe y se puso de pie, como nueva.
—¡Ah, por fin!— exclamó Cárabak— ¡Bien hecho, Noto!
El aludido asintió con la cabeza. Seguidamente Cárabak se acercó a los niños, aún paralizados. Se agachó para agarrar a Érica del pelo y levantarla. La muchacha no pudo hacer nada más que emitir unos débiles gemidos y apretar los dientes. La pirata la miró con ira y satisfacción.
—¡Jajaja! ¿Qué pasa, niña? ¿Sorprendida? ¡Ja!—
Le mandó un combo a la cara que la botó al suelo. La pateó y la volvió a levantar.
—Este es el mundo de los adultos, imbécil ¿Creías que una pirata como yo ha sobrevivido todo este tiempo a pura fuerza? Yo soy la bruta del equipo, pero sé perfectamente que hay gente más fuerte. Por eso tengo a Noto conmigo, él es mi carta de triunfo.
Érica no podía creer que se le había ido un detalle tan importante. No había visto a Noto desde el inicio de la pelea, es decir que había estado esperando su oportunidad todo ese tiempo. Nunca tuvo posibilidad de vencer a Cárabak.
La pirata la dejó caer al suelo y apoyó su pie sobre el pecho. Érica no podía respirar, pero aparentemente no lo necesitaría por mucho tiempo, pues la capitana formó una larga daga de timitio desde el dorso de su mano y la apuntó a su cuello.
—Esto te pasa por meterte en los problemas de otros, niña estúpida.
Le mandó un tajo para degollarla. Érica entrecerró los ojos, nerviosa. Entonces Cárabak se detuvo. Al mirar de nuevo, la chiquilla se dio cuenta que una mano grande sujetaba el brazo de la pirata.
—Ya es suficiente— le espetó una voz viril y potente.
—¡¿Qué?!
Pero Cárabak no pudo exclamar nada más, pues en ese momento un golpe rápido y fuerte la mandó al suelo, a unos metros de distancia. Noto inmediatamente se deslizó hasta la espalda del hombre que había atacado a su capitana. Intentó paralizarlo, pero antes de conseguirlo, el hombre le mandó un combo hacia atrás sin siquiera mirar. El combo mandó por el aire al volir hasta la copa de un árbol.
Para ese entonces el efecto del truco paralizador comenzaba a desvanecerse. Pronto los niños pudieron girar sus cuellos para mirar a su salvador: un hombre grande, robusto y con una cara amigable. Era Bel.
Este miró a sus amigos un momento, pero no dijo nada. Luego se giró hacia Cárabak, la cual se ponía de pie con cierta dificultad.
—Mierda ¡Mierda! ¡¿Cómo me encontraste?! ¡Maldición!— vociferaba, rabiosa— ¡Maldito príncipe! ¡No me atraparás!
Entonces Bel alzó un brazo, del cual surgió una gruesa espada de dos metros de largo, que sujetó como si nada. El material de su arma se movía y aparecía desde su piel como si fuera timitio, pero en vez de ser negro profundo, el timitio de Bel era azul oscuro.
—¡¿Qué vas a hacer con eso?!— chilló Cárabak, asustada.
Bel no dijo nada, solo avanzó hacia ella con calma. Cárabak retrocedió, pero los nervios la traicionaron. Tropezó y cayó de espalda. Bel alzó su enorme espada en alto.
—¡No! ¡Espera, no!— exclamó ella.
La espada cayó y arremetió a Cárabak. Esta formó un escudo de timitio sobre su cabeza, pero la espada azul de Bel atravesó el escudo negro de Cárabak como un cuchillo cortando flan y cayó pesada sobre su cabeza. El impacto mandó a Cárabak contra el piso y le enterró la cara varios centímetros bajo tierra. La pirata no se levantaría por un buen tiempo de ese golpe.
Cuando todo terminó, Bel se acercó a los niños y les dio de beber un extraño brebaje, algo espeso y mal oliente, pero que pronto les hizo recuperar sus energías como si recién salieran del baño por la mañana. Ya mejor, se pusieron de pie y se lo quedaron mirando, muy confundidos. Más encima, en ese momento se les acercaron Severa y Morgana, sus guardaespaldas.
—¡Uf! Menudo escándalo— comentó Severa.
Morgana se fijó en los niños, los cuales miraban extrañados a Bel. Este no sabía muy bien qué decir.
—¡¿Qué chucha fue eso?!— exclamó Érica, al fin.
Bel bajó la mirada, sin saber qué responder. Su enorme espada de timitio azul regresó dentro de su cuerpo.
—¡Bel!— exclamó Érica— ¿Eres... ¿Eres una brika?
—Un brika— le corrigió Morgana.
—Jeje. Vaya, es verdad que no te conocen, Bel— le espetó Severa— Quizás deberías presentarte.
—Sí, tienes razón— el hombre carraspeó— siento no haberles mostrado mi verdadera identidad, amigos. Solo... no sé, no lo sentí necesario. Mi nombre es Belfegor Duarte Virimal, primer y único hijo de Brígida Duarte, la emperatriz del imperio brika.
—¡¿QUÉEEEEEEEEEEEEEE?!— exclamaron los niños.
—¡¿Eres un príncipe?!— saltó Liliana.
—¡¿Eres el príncipe de todas las brikas?!— alegó Érica.
Bel supuso que tendría mucho qué explicar.
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Poco después del conflicto, la milicia local apareció y arrestó a los piratas, con excepción de Cárabak, a quien Bel tomó en su nave. Los niños se temieron que el dueño de la posada quisiera denunciarlos a ellos también, pero aparentemente no había visto el inicio de la pelea, por lo que pensaba que los piratas habían provocado todo ese revuelo ellos solos.
Mientras esperaban su turno para dar su testimonio, Papel se subió a los hombros de Érica. Esta le acarició la cabeza. Bel, sentado a su lado, se fijó con curiosidad en el animalito.
—¿Te gusta? Se llama Papel— lo presentó Érica— de casualidad no sabes cómo se llama su especie ¿O sí?
Mas Bel negó con la cabeza.
—En todos mis viajes, nunca he visto a un animal como este— aseguró— fue él quien me avisó que estabas en problemas ¿Sabías?
Érica abrió los ojos de par en par, luego miró a Papel.
—No jodas ¿De verdad?
—Sí, apareció de repente chillando a pulmón vivo— indicó Bel— debe ser muy inteligente.
Érica le volvió a acariciar la cabeza.
—Sí, lo es. Gracias, Papel.
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