41._ Algunos Piratas no son Buenas Madres (3/5)
Rápidamente se armó el pánico. Las personas saltaron de sus sillas y gritaron como locos mientras corrían hacia las salidas laterales. Los niños intentaron ver a la mujer de la que todos temían, pero había tanta gente corriendo de un lado a otro que no podían encontrarla. Luego de un minuto, el salón se quedó vacío excepto por el dueño de la posada, los piratas y los niños.
Recién entonces pudieron verla; Cárabak, la primera del grupo, avanzó hacia la mesa más cerca del centro, se sentó y subió los pies. Se trataba de una mujer grande y de contextura gruesa. Su piel era morena, su pelo sucio y plateado, casi blanco. Llevaba un sombrero triangular, semejante al de los piratas, una pistola en su cinturón y un tatuaje de una calavera en el cuello. Los hombres que la seguían se sentaron en las mesas alrededor, todos feos, sucios, malolientes y de apariencia peligrosa. Junto a la mujer se sentó una chiquilla volir con un mohawk celeste, delgada, orejas grandes que caían hacia los lados y piel azulada.
Los presentes guardaron silencio por más de diez segundos. Finalmente la mujer musculosa levantó una pierna y golpeó la mesa con su talón.
—¡¿Dónde está el camarero?!— gruñó.
Inmediatamente el dueño de la posada se le acercó, nervioso, pero dispuesto a defenderse.
—Si viene a saquear este lugar, le aseguro que no enc...
—Sí, sí, ya sé. No me importa, solo danos comida— alegó la mujer— Descuida, te pagaremos, no somos salvajes.
Esto pareció desconcertar al dueño.
—¿Entonces no nos harán daño?
—Eso depende del servicio— contestó la mujer.
El noni se tomó unos segundos para aceptar su situación, luego sacó una nota y un papel para anotar, pero la mujer lo interrumpió.
—¡Da lo mismo, hombre! Solo tráenos todo lo que haya en el menú, nosotros la repartiremos como veamos.
—Ya... veo. Vuelvo en un momento.
—¡Por mientras, tráenos algo para tomar!
El noni no dijo nada, pero se apresuró a la cocina a buscar lo que necesitaba. En eso, la mujer se fijó en los tres jóvenes que la miraban con curiosidad desde la barra. Con un gesto de la mano los invitó a que se unieran.
—¿Quiere que vayamos?— supuso Érica.
—Deberíamos irnos a otro lado, esto solo terminará en problemas— alegó Liliana.
—Esta gente se ve peligrosa, pero no me gustaría dejar al señor solo— indicó Arturo.
—No parecen malos. Iré a hablarle— avisó Érica.
Se bajó de su asiento y se acercó a la mesa del medio. Liliana y Arturo la siguieron a cierta distancia, tensos. El pequeño ejército de hombres a su alrededor los observaba con detenimiento, aunque Liliana no percibió malas intenciones de ninguno de estos, al menos no de momento.
—Hola— saludó Érica.
La mujer la miró y asintió con la cabeza a modo de saludo. Luego se fijó en los otros dos que se asomaban por su espalda.
—¿Cómo se llaman, jovencitos?— les preguntó.
Los aludidos se presentaron. La mujer los miró con curiosidad.
—¿Saben quién soy?
Érica negó con la cabeza.
—Cárabak, la pirata brika— contestaron Liliana y Arturo al mismo tiempo.
Entonces Érica se giró hacia ellos, sorprendida.
—¿Ustedes lo sabían?
—Es el tema del momento en esta ciudad— indicó Liliana.
—Sus carteles de "se busca" están en todas las calles— hizo notar Arturo.
Érica se sintió un poco tonta. Aun así, la mujer se presentó.
—Como dicen tus amigos, soy Cárabak, una pirata.
Érica se giró de nuevo hacia ella, más sorprendida.
—¿Es verdad que eres una brika?— preguntó con emoción.
—Claro.
La chiquilla miró a sus amigos como si se hubiera encontrado con su estrella de rock favorita.
—¡Yo también!— exclamó.
Cárabak dejó escapar una risotada, su tripulación hizo lo mismo. De pronto todos se reían y Érica se sintió algo intimidada, pero tan rápido como apareció, se fue con un gesto de mano de la capitana.
—Ya lo sé, Érica Sanz. Tu recompensa te precede— indicó.
Los niños se prepararon para defenderse, pero en vez de atacarlos, Cárabak les ofreció sentarse con un gesto de la mano.
—Tranquilos, aunque los capturara, no podría entregarlos. Yo también soy una criminal buscada ¿Lo olvidaban?
—Ah, claro.
Los niños se sentaron en la mesa, junto a Cárabak y la volir. Entonces apareció el noni dueño de la posada con un puñado de jarras de cerveza y se las repartió a todos.
—Yo invito— aseguró Cárabak, antes de agarrar su jarra y tomársela de un trago— ¡Ah! Puta, que me gusta esta mierda— sacó los pies de la mesa para dejar su jarra y sentarse mejor— ¿Y bien? ¿Qué los trae por aquí?
Liliana y Arturo compartieron una mirada nerviosa, preguntándose qué tanto podían revelarle a aquella criminal, sin embargo Érica no pensó de esta forma.
—Estamos buscando a mi papá— aseguró.
—¿Tu papá?
—Sí, desapareció de repente. Supongo que tú no sabes nada sobre Lucifer Sanz.
Mas Cárabak negó con la cabeza. Iba a preguntar por más detalles, pero Érica tomó la palabra.
—¿Y tú? ¿Eres una pirata y una brika? ¿Conoces a otras brikas?
—¡Pfff! ¡Claro! ¿Nunca has estado en Perka?
—¿Perka?— repitió Érica, sin idea de a qué se refería.
—¡Perka! El mundo originario de las brikas.
Al oír esto, casi se cayó de poto.
—¡¿El mundo de las brikas?!— se llevó las manos a la cabeza— ¡Así que así se llama!
Cárabak rio con su reacción.
—¿Y cómo es por allá?—continuó la chiquilla— ¿Cómo es vivir con otras brikas?
Cárabak se encogió de hombros.
—Nada divertido. La competitividad es muy desgastadora y los monstruos son agobiantes. Por eso muchas se van, como yo.
—¿Y cómo decidiste hacerte pirata?— inquirió Arturo, interesado.
—Ah, pues... no es que lo decidiera, simplemente fue lo que sucedió. Un día me fui de Perka, al otro día estaba asaltando bancos y centros comerciales con mis hombres.
Cárabak le dio una palmada en la espalda al volir.
—Noto fue el primero en acompañarme. No sé dónde estaría sin él.
—Seguramente muerta— comentó este, con una voz más o menos grave, pero aun femenina.
Arturo advirtió que Noto portaba varias dagas y bolsitas en su cinturón, le recordó a aquel sirivi contra el que habían peleado para salir de la prisión del Encadenador. Se preguntó si él pelearía de una forma parecida; centrado más en ataques rápidos que en fuerza. Liliana se fijó en que Noto tenía la figura y la voz de una mujer, pero Cárabak lo trataba como un hombre. Supuso que era trans.
Pronto comenzó a llegar la comida. Cárabak y sus hombres tragaron como animales. Los niños estaban llenos, por lo que solo acompañaron a los piratas con sus tragos en mano. Liliana bebió su cerveza sin problema, Arturo se la tomó lentamente y Érica no pudo beber más de la mitad, pues no solía tomar. Continuaron hablando animadamente. Cárabak era algo tosca, pero se notaba que era relativamente culta y que tenía mundo. Los piratas de repente comenzaron a cantar, alrededor.
—¿Y cómo funciona Perka, políticamente?— inquirió Arturo, dado que Érica no lo había preguntado.
—Hace tiempo creo que hubo distintos reinos, pero todo cambió al inicio del imperio. Las tribus brikas se unieron en un solo país y conquistaron al resto del mundo de la noche a la mañana— explicó Cárabak— La emperatriz tuvo hijas y nietas, que fueron tomando el puesto a medida que se hacían más fuertes que sus madres. Así llegamos hasta el día de hoy, con la octava emperatriz y su reino del terror.
—¿Reino del terror?— se extrañó Liliana.
—Así le decimos las fugitivas de Perka, porque está prohibido huir de ahí. Toda brika le debe servir, lo quiera o no. Solo algunas pocas tienen autorización para salir. Entre esas están las cazadoras— tras decir esto hizo una pausa, recordando amargos momentos— Estas cazadoras son brikas muy fuertes y con la confianza de la emperatriz. Salen de Perka para cazarnos a nosotras, las fugitivas. Son realmente odiosas.
—¿Y tú te has enfrentado a alguna?— inquirió Érica.
—Tengo a alguien siguiéndome el paso, pero creo que lo perdí. Tú ten cuidado también, seguro ya te están buscando.
Érica tragó saliva. Si una brika normal ya era algo de qué preocuparse, no se imaginaba cómo sería alguien que iba y las cazaba por trabajo.
—¿Y cómo fue que tú escapaste de Perka?— inquirió Liliana.
—No fue nada fácil, les digo— explicó Cárabak— hace varios años, yo era una soldado normal como cualquier otra. No me importaba hacer mi trabajo, pero mi superior inmediato era una hija de puta. Nos hacía trabajar más de la cuenta, nos culpaba de sus propios fallos y nos usaba como sacos de arena cuando le iba mal, que era casi siempre, porque era una incompetente y la reprendían en todo momento. Cierto día, en una misión normal en donde nada nos salía bien, nos vimos heridas, enfermas y rodeadas de cientos de monstruos, todos muy fuertes para tratar de luchar, pero aun así la muy estúpida dio la orden de pelear. Entonces nos hartamos y huimos, y la dejamos atrás. Lamentablemente, su familia tenía influencias. Cuando descubrieron lo que pasó, intentaron atraparnos y ejecutarnos. Algunas de mis compañeras murieron, pero yo logré huir a través de un puente hacia Nudo. Desde ese día he estado viajando.
—¡Vaya!— exclamaron los niños.
—Qué increíble historia— comentó Arturo.
—Debe haber sido triste dejar el mundo en que creciste— supuso Liliana— Me imagino que tenías muchos amigos y familia.
—Un par de amigas, un esposo y un hijo— recordó Cárabak.
—¡¿Qué?!— saltaron los niños.
—Ay, no. Qué pena— exclamó Liliana.
—Debió haber sido difícil— se imaginó Arturo.
En eso recordaron que ese era sensible para Érica. De inmediato se giraron para ver su reacción. Sin embargo, Érica no parecía triste; sus ojos estaban abiertos de par en par, su ceño apretado, sus hombros tensos.
—Fue doloroso... ¿No?— inquirió ansiosa— de haber podido, te habrías llevado a tu familia contigo ¿No?
Liliana y Arturo se miraron, consternados. Cárabak pensó un momento en su pregunta.
—No, tuve tiempo suficiente— aclaró— de hecho fui a decirle a mi esposo que me tenía que ir. Creo que me pidió que me quedara, pero así son los hombres ¿No?...— lo dijo como broma, mas en eso recordó que había varios hombres presentes— Bueno, me refiero a los hombres de Perka. Ellos son... bueno, ya saben, algo... sentimentales y todo eso.
Érica se levantó, con sus palmas golpeó la mesa. Parecía urgida.
—¿Y qué hay de tu hijo? ¿Lo dejaste ahí?
Cárabak se mostró confundida, pero no tuvo problema en responder.
—Sí... nunca fui muy buena con eso de los niños. Está mucho mejor con su papá. Además, es una joda tener que cuidarlo ¿Sabes?
En ese instante, sus amigos se voltearon a mirarla. Las ansias se transformaron en una profunda ira. Érica estaba emputecida.
—¡Éri...
En un instante tomó la mesa y se la arrojó con fuerza a Cárabak. El impulso disparó a la pirata atrás y la hizo golpearse contra la pared. La mesa se rompió y la comida se regó por el suelo. Por un momento todos la miraron, atónitos. Luego los piratas se giraron hacia Érica, sacaron cuchillos y espadas, y se lanzaron sobre ella. Esta contestó con combos y patadas. Al ver que se armaba una pelea grande, Liliana sacó a Brontes para poner a dormir a los piratas que atacaran a Érica por la espalda, mientras que Arturo tomó control de las sillas metálicas para apresar sus brazos y piernas y enviarlos lejos.
Liliana se giró hacia Érica para decirle que estaba mal, que no podía atacar a la gente por no estar de acuerdo con sus decisiones, pero entonces tanto ella como Arturo vieron su cara de ira y odio y frustración. Recordaron la vez que les contó sus temores sobre su madre. No se atrevieron a decirle nada.
En eso Cárabak se puso de pie y se acercó a ellos a paso rápido, muy enojada. Apartó a sus propios hombres a empujones, se plantó frente a Érica, la agarró del cuello antes de darle tiempo a reaccionar y la levantó.
—¡Si hay personas que odio son las niñitas engreídas como tú que creen que pueden hacer lo que quieran!
—¡Y yo odio a las personas como tú!— contestó Érica— ¡Padres que abandonan a sus hijos como si nada! ¿Crees que el tuyo nunca te necesitó? ¿Crees que le hiciste un favor al abandonarlo?
Esto hizo enojar aun más a Cárabak, quien la mandó con fuerza contra el piso.
—¡Es mi vida! ¡No tienes derecho de meterte!
Pero Érica se puso de pie de un salto y le mandó un combo en la quijada, que Cárabak bloqueó. Entonces Érica la afirmó de la cabeza para mandarle un rodillazo en la cara, que la pirata no se esperó y recibió de lleno. Pero no cayó con eso; contraatacó con un combo al estómago que Érica bloqueó con ambas manos. Sin embargo Cárabak formó un martillo con timitio en su otra mano y le dio un golpe por el costado, que la mandó a volar un par de metros.
La muchacha intentó recuperarse, pero Cárabak se le adelantó y corrió a embestirla con todas sus fuerzas. De un golpe la mandó volar de nuevo, azotándola contra la pared. Cárabak echó a correr a toda velocidad. Antes que Érica pudiera salir de ahí, saltó y la interceptó con una patada voladora. El golpe fue tan poderoso que ambas atravesaron la pared hacia el exterior de la posada.
Liliana y Arturo continuaron peleando con los piratas, que a diferencia de Cárabak, no eran fuertes ni tenían habilidades extraordinarias. No tuvieron muchos problemas en derrotarlos. Arturo desarmó e inmovilizó a todos los que se le acercaron, mientras que Liliana los atravesó con Brontes. En pocos minutos los niños se vieron solos entre pilas y pilas de piratas inconscientes. Luego se giraron al hoyo en la pared por donde se habían ido ambas brikas.
—Ay, Érica— suspiró Liliana.
—Ya no importa, solo queda apoyarla— le espetó Arturo— Vamos.
—Sí.
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