38._ La Emboscada del Amor (3/3)
De repente advirtió que alguien pisaba pasto detrás de ella. Rápidamente se giró, al mismo tiempo que Brontes tomaba posesión de sus brazos para girar y bloquear un cuchillo dirigido a su garganta. Solo en ese momento María se dejó ver, retrocediendo para evitar el contraataque de Liliana.
Ante ella encontró a una mujer delgada, cubierta con un vestido largo que le llegaba a los tobillos. Su piel era de un violeta pálido, sus ojos grandes, sus orejas bestiales y sus dientes puntiagudos.
—¡¿Quién eres?! ¡¿Por qué nos buscas?!
María arqueó una ceja, algo confundida.
—¿De qué hablas? Ustedes tres tienen una generosa recompensa por entregarlos vivos ¿Sabías? Soy una asesina, pero este trabajo no es mucha molestia.
Liliana afirmó la guadaña en sus manos. Por un momento se le había olvidado lo de la recompensa. Entonces María señaló a Brontes.
—¿Eso es una múnima? ¿Cómo la conseguiste, niña? Te digo qué: si me la das, te dejaré ir.
—¡¿Qué?! ¡No! Además, las múnim...
—¡Pues qué mal!— la interrumpió— ¡tendré que quitártela por la fuerza!
María se quitó el vestido de un tirón para revelar un traje de combate ligero, lleno de bolsillos y correas con todo tipo de armas y artículos extravagantes. En su cintura tenía dos cuchillos idénticos, que extrajo y blandió con total naturalidad. Seguidamente echó a correr hacia Liliana, tan rápida y silenciosa que parecía un pedazo de tela moviéndose con el viento.
María volvió a arremeter. Liliana apenas logró bloquearla. Después María la rodeó y desapareció detrás de un árbol. Liliana la persiguió hasta el tronco en donde la había perdido de vista, pero no la encontró detrás. Más aun, el diámetro del tronco era demasiado corto para ocultar a una persona, incluso a alguien tan delgada como aquella asesina. No tenía cómo desaparecer.
—¡¿Es un fantasma?!— pensó, aterrada.
Si María era un fantasma, estaba en graves problemas. Rápidamente se concentró en los sonidos alrededor. Al sentir un roce sobre su cabeza, rodó por el suelo, volvió a ponerse de pie y bloqueó las dagas de la asesina con la hoja de su hoz. Sin embargo no se detuvo ahí; María comprendió que no podía saltarle por sorpresa, por lo que optó por una táctica más directa: sobrepasarla con su velocidad. Se separó un momento para arremeterla de nuevo. Movía sus brazos con una agilidad impresionante y se movía de un lugar a otro para atacarla de todos los ángulos imaginables. Liliana, incluso con la velocidad de Brontes en combates, apenas tenía tiempo para bloquear.
Dentro del bosque se vieron chispas saltando por todos lados. María daba saltos, se agachaba e intentaba rodearla, pero Liliana no le permitía una entrada. Sin embargo, de pronto se tropezó con una raíz y cayó de poto. María aprovechó para acercar su cuchillo y enterrárselo en el hombro. Liliana gritó de dolor, mientras que Brontes se abalanzó sobre la asesina. Esta saltó hacia atrás, esquivándolo a tiempo. De inmediato se escondió detrás de los árboles.
Liliana rápidamente se puso de pie. Mientras intentaba ignorar el dolor, corrió en la dirección contraria y se escondió detrás de uno de los troncos más gruesos que encontró. Ahí, para su sorpresa, se topó con alguien que no esperaba ver. Inmediatamente tuvo una idea para ganar la pelea.
—¡Necesito tu ayuda!— le instó, mirándolo con sus grandes ojos verdes.
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Desde la copa del árbol en que María se encontraba, podía ver todo el resto del bosque, sobre todo el campo de movimiento de Liliana. La vio intentando esconderse detrás de uno de los árboles más anchos y casi estalló en risas al ver su largo pelo asomándose por un lado y su cara de preocupación por el otro lado. Quizás esa niña tenía una múnima, pero carecía de cualquier clase de entrenamiento. Era como ver a un pajarito con un cañón.
Pensó en acercársele y terminar el trabajo rápido, pero entonces la misma Liliana comenzó a correr de árbol en árbol, sin siquiera saber dónde estaba su oponente. No tenía idea que podía verla perfectamente en todos sus escondites, y aunque no fuera así, hacía un montón de ruido al caminar.
Lentamente comenzó a acercarse a Liliana, atenta al mejor momento para darle el golpe de gracia, pero entonces la chica regresó sobre sus pasos a toda velocidad hacia el primer árbol en donde había intentado esconderse. Esta vez logró ocultarse completamente detrás del tronco.
—Bueno, por lo menos lo intenta— se lo concedió la asesina.
Pero aunque hubiera mejorado un poco, seguía sin tener posibilidades de ganar contra ella. Lista para terminar con su juego, se deslizó en completo silencio a través de las copas de los árboles hacia el escondite de su presa. En unos segundos se asomó por arriba, blandiendo sus cuchillos para saltarle encima y derrotarla de un golpe. Sin embargo, no la encontró.
Contrariada, miró en todas direcciones, pero no estaba por ningún lado.
—¿Desapareció?— se extrañó María.
No podía creerlo, y sin embargo ahí estaba, frente a sus ojos. Liliana había logrado escapar de su vista por unos momentos. María estaba impresionada, incluso un poco contenta, pero no se preocupó en lo más mínimo. Como no la veía por ningún lado, cerró los ojos y se concentró en los sonidos del bosque; eliminó el pasar de los autos, el eco de la calle y los pasos de la gente por las veredas. Se quedó solo con lo que había entre los árboles. Entonces un murmullo, un pequeño roce de hojas le llamó la atención, a pocos pasos del mismo árbol.
—Buen intento, niña, pero hasta aquí llegas.
Antes de dejarle intentar otro truco, María se lanzó hacia el arbusto en donde había oído las hojas moverse, lo apartó de un manotazo y agarró a Liliana del cuello... solo que esa no era Liliana, era un animal largo, blanco y de ojos azules como el sol.
—¿Y tú de dónde...
En eso oyó un golpeteo por un costado. Instantáneamente se giró para bloquearlo, pero a ese lado del árbol no encontró nada más que el aire.
—¿Qué fue...— se preguntó.
Se giró de vuelta al animal, pero entonces vio la hoja de Brontes aproximándose a su cuello. Impulsivamente se hizo hacia atrás, pero la múnima ya estaba demasiado cerca para esquivarla o bloquearla. Brontes atravesó su cuello de un tajo limpio y la hizo dormir al instante. María se desplomó en el suelo fuera de combate.
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Unos momentos antes, Liliana se fue a esconder de María, cuando se topó con Papel. En ese momento tuvo una idea algo loca que quizás podría funcionar.
—¡Necesito tu ayuda!— le instó.
Papel se la quedó mirando como siempre, con sus ojitos tiernos e inocentes. Sin embargo, Liliana sabía bien que era bastante inteligente para ser un animal.
—Cuando la mujer mala se acerque, necesito que la distraigas. Basta con que hagas un poco de ruido ¿Puedes hacer eso?
Papel giró la cabeza, seguidamente escaló la copa del árbol sin problemas y en completo silencio. Liliana lo miró hasta que desapareció, algo envidiosa. Si tan solo ella pudiera moverse con tal sigilo, tendría una ventaja sobre la asesina. Al mismo tiempo se llevó una mano al hombro. Le dolía un montón, quería llorar, pero necesitaba aguantarse. Érica había aguantado mucho más que eso.
—Debe estar oculta en algún lado, donde pueda verme— pensó Liliana— Brontes ¿Qué puedo hacer?
"Antes que nada, determina su posición" indicó el espectro.
—Pero para eso tendré que salir y ella me podrá ver.
"Es mejor que no moverse y esperar a que te ataque por sorpresa".
Liliana agachó la cabeza, Brontes tenía razón. Sin embargo, en esto se le ocurrió otra idea. Sin desperdiciar más tiempo y con los nervios saliéndosele por las orejas, echó a correr de árbol en árbol, siguiendo un camino aparentemente sin sentido. Era precisamente lo que necesitaba para su plan.
"Siento esperanza" observó Brontes "¿Qué tienes en mente?".
—Esa mujer debe ser una asesina profesional, tú mismo lo dijiste. Además, no parece tenerme en alta estima— explicó Liliana mientras se lanzaba de un árbol a otro, esperando que la asesina no predijera sus movimientos y la atacara por la espalda— Quiero que piense que estoy desesperada, que me subestime.
"¿Que te subestime?" se extrañó Brontes "¿La quieres engañar?".
Liliana, después de correr por todos lados, regresó al árbol grueso donde se había topado con Papel. Sabía que necesitaba moverse de ahí, pues María la encontraría sin problemas. Lamentablemente para ella, no tenía idea de dónde podría encontrarse esta.
"No, creo que sabes dónde está" le indicó Brontes.
—¡¿Qué?!
"O al menos puedes averiguarlo. Eres una chica empática, imagínate en su posición ¿Qué crees que hubiera hecho? ¿A dónde podría haberse ido a esconder? ¿Qué camino tomaría para venir a rematarte?".
—¡¿Cómo se supone que sepa eso?! ¡Ni siquiera la conozco!
"¡Sé que puedes, Lili! ¡Inténtalo! ¡No tenemos otra opción!".
Brontes tenía razón, no había otra forma. Liliana lo apretó en sus manos y se concentró. A pesar de los nervios que le bombardeaban la cabeza en ese momento, se imaginó a la asesina, con su vida del bajo mundo, sumida en esa situación. Para ella no sería más que otra recompensa, un trabajo fácil. Luego se imaginó la sorpresa de encontrarse con que su víctima poseía una múnima. Hasta el momento, todas las personas con múnimas que había visto Liliana eran fantasmas o gente muy fuerte, como Fir. Ver a una chiquilla que no pudiera hacer más que agitar su guadaña por todos lados sin ninguna clase de entrenamiento serio habría resultado en una sorpresa. Sin embargo, para ser una asesina debía ser cauta. Gente con múnima deben tratarse con cuidado.
—Se fue a un lugar donde pudiera verme— supuso Liliana— en la copa de un árbol, donde esté segura, pero pueda estudiarme y buscar puntos débiles.
"No supongas, convéncete de que es lo que pasó" le espetó Brontes.
Liliana asintió y continuó con su auto aprendizaje.
—Después de esconderse, me vio corriendo por todos lados. Pensó que no sabía qué hacer, pero esperó de todas formas a que me detuviera. Ahora que estoy quieta vendrá a atacarme por donde menos pueda defenderme, por arriba. Caminará por la copa de los árboles... ¿Pero cómo me escondo, si puede ver todo?
"No puede ver todo. Además, hay un claro en el medio. No podrá moverse por ahí. Concéntrate, Lili. Si la asesina solo se moverá de árbol en árbol, tiene dos caminos para venir a ti; por la derecha o por la izquierda ¿Por dónde vendrá?".
Liliana apretó más el mango de su múnima. Ya habían transcurrido unos segundos, la asesina no estaría muy lejos.
—Por donde haya más cantidad de árboles. Así podrá desplazarse mejor. Ley del menor esfuerzo. O sea que vendrá por mi derecha.
Liliana se concentró en los sonidos alrededor, con la esperanza de que la asesina cometiera un error y quebrara una rama o algo parecido. Pero María era una profesional, ella podía caminar sin hacer ruido incluso entre las copas de los árboles. Liliana rápidamente se dio cuenta de esto.
Asustada, rodeó un cuarto del tronco para ocultarse detrás de él. De esa manera María no podría verla hasta encontrarse completamente encima de ella.
—Aparecerá desde arriba, me atacará— pensó Liliana— Solo tengo esa oportunidad. Antes de eso estará escondida sobre los árboles, después de eso puede volver a esconderse y andará con más precaución.
"El momento clave será cuando se acerque" supuso Brontes "Pero no hace ruido ni podemos verla".
—¿No crees que puedas percibirla como lo hicimos con Víkala en el jardín del castillo?— inquirió Liliana.
"Pero en esa oportunidad lo que sentí fue su múnima. Esta asesina no tiene ninguna" indicó Brontes.
—¡No se me ocurre nada más!— alegó Liliana.
"Está bien, pero atenta. Necesitaremos cambiar de inmediato para sacar mi guadaña".
Liliana asintió, y con eso cambiaron de puesto. Ella se retiró a la marca en su pecho, mientras que la consciencia de Brontes tomó completo control del cuerpo de Liliana. Entonces cerró los ojos, contuvo la respiración, omitió el ruido de la calle y los autos alrededor. Se concentró únicamente en lo que lo rodeaba.
Estuvieron quietos varios tensos segundos. Tuvieron que volver a respirar un par de veces. Pero de repente sintieron un pequeño toque, más allá de su espalda. De inmediato volvieron a cambiar y dieron otro cuarto de vuelta alrededor del tronco para ocultarse de María al otro lado.
Liliana tragó saliva.
—¿Funcionó? ¿María está detrás de nosotros?— preguntó nerviosa.
"Concéntrate" le espetó Brontes "actúa como si todo estuviera saliendo a la perfección, no podemos permitirnos dudar ahora".
Liliana asintió. No sabía si María estaba detrás de ella, confundida, o si la estaba acechando desde arriba. No tenía forma de saber, solo podía esperar que su plan diera resultado. Esperó, tensa, lista para levantar a Brontes y usarlo para cortar lo que fuera. Solo tenía una oportunidad. Después de varios segundos de puro estrés, un repentino roce de hojas a un costado le llamó la atención.
—¿Papel?— pensó.
Al roce le siguió un rápido ruido; algo más grande se había metido a toda prisa en el mismo arbusto, como una mano que intentaba atrapar algo.
—¡La asesina!— pensó Liliana.
Rápidamente y sin mirar, dio un pequeño golpe con Brontes en el árbol para llamar la atención de María, mientras ella se desplazó rápidamente hacia el otro lado. Ahí la encontró, dándole la espalda y con Papel en una mano. Se llenó de dicha al darse cuenta que todos sus esfuerzos daban fruto, pero no podía descansar aún.
—¡Solo tengo una oportunidad!— se recordó, mientras tomaba a Brontes con ambas manos para trazar un tajo de 180 grados.
La hoja espectral cortó el cuello de María justo cuando esta intentaba esquivarlo. La asesina se desplomó sobre el suelo, soltó a Papel y quedó completamente dormida.
Liliana se alejó de un salto y volvió a asumir una pose de combate, tensa y atenta a su contrincante. María yacía sobre el pasto, inmóvil. Los segundos pasaron lentamente, muy lentamente. Liliana calmó su respiración y desaceleró sus latidos. Luego de varios segundos comprendió que María no se iba a levantar más.
"Está dormida" indicó Brontes.
Las rodillas temblorosas de Liliana cedieron, se desplomó en el suelo. El espectro regresó a su pecho, Liliana apoyó sus manos en la tierra y dejó escapar una última bocanada de aire amedrentado. Ya había terminado, por fin. Todo había sido muy rápido, pero había logrado vencer a la asesina.
—No puedo creer que lo logré.
Miró de nuevo a María, pensando que en cualquier momento desaparecería para atacarla por la espalda, pero su cuerpo delgado permanecía quieto.
Aun así, Liliana se volvió con sus amigos lo más rápido que pudo. Intentó echarse a Arturo al hombro, pero el cuerpo del chico era más grande que el de ella. Liliana no era muy fuerte, tanto así que no consiguió levantarse con la carga en su espalda, mucho menos con el peso añadido de Érica.
—¡¿Qué voy a hacer?!— alegó.
Comenzó a pensar que tendría que arrastrarlos por el suelo hasta el hotel, cuando de pronto una risa amigable la hizo voltearse.
—Jaja. Déjame, yo te ayudo, Liliana— le ofreció un hombre.
Liliana lo miró sorprendida...
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Lo siguiente que supo fue que frente a ella se extendía la ciudad, de noche, a través de la ventana. Ella agitaba su mano como si se despidiera de alguien.
Confundida, miró en todas direcciones. Se encontraba en la habitación del hotel. Érica y Arturo seguían dormidos, en sus camas.
Entonces se dio cuenta que algo andaba mal. Un segundo atrás había estado tratando de cargar a sus amigos en el parque. Se apoyó en la baranda, contrariada. Miró a la ciudad, pero ahí no había nadie lo suficientemente cerca para saludar.
Algo alterada, se llevó las manos a la cabeza.
—¿Qué fue lo que pasó?
"¿Qué pasa?" inquirió Brontes "¿No te acuerdas? Un hombre apareció y te ayudó a cargar a tus amigos".
—¡¿Qué?!— saltó Liliana— ¿En serio?
Repasó detenidamente los acontecimientos en su cabeza, recordaba perfectamente la pelea con María, verla dormida en el pasto, luego dirigirse con sus amigos y tratar de cargarlos ella sola... y una voz...
—¿Y qué pasó?— inquirió Liliana.
"Nada importante, regresamos al hotel. Él se acaba de ir."
Liliana miró hacia la ventana abierta.
—¿Por dónde se fue?
"Por ahí, saltó por la ventana".
Liliana se asomó para mirar hacia abajo, pero ahí no encontró nada.
—¿Dijo cómo se llamaba? ¿Recuerdas cómo era?
"Tenía puesta una máscara, tampoco dijo su nombre, aunque por como hablabas, me pareció que ya lo conocías".
—¿En serio?
Liliana meditó; si ella lo conocía y no había dicho su nombre por sorpresa, entonces debía ser alguien de quien se esperara que apareciera en cualquier momento.
—¿Podría ser... mi señor fantasma?— se preguntó a sí misma.
De repente Papel surgió desde un costado, la escaló hasta el hombro, contento y chilló para saludar.
—¡Papel!— exclamó Liliana, también feliz de verlo.
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