38._ La Emboscada del Amor (1/3)
Las naves voladoras eran más rápidas que los autos, sin embargo, los países pertenecientes al imperio noni eran pocos y enormes, por lo que se demoraron una semana entera en llegar al límite entre Noradima y Kervel. La densidad de árboles aumentó a medida que avanzaban, hasta que debajo de ellos no hubo más que un manto azul, un enorme bosque que se perdía en el horizonte. Un poco más tarde, a pocos kilómetros del límite del bosque encontraron una ciudad separada por un gran río a la mitad.
—Ese río muestra la separación entre Noradima y Kervel— indicó Arturo, leyendo una guía en el computador de la nave— Eso que se ve no es una ciudad, sino dos: Saz, en territorio de Noradima, y Pimia en Kervel.
—Ciudades hermanas— musitó Liliana, mirando desde la ventana— Debe haber sido por un conflicto político de hace tiempo.
—Antes que se formara el gobierno centralizado actual— indicó Arturo, aún leyendo— Parece que los nonis no siempre fueron amigos entre sí.
Érica se paró para mirar por la ventana junto a Liliana.
—Entonces vamos a Pimia. Empezamos nuestra búsqueda de Tur por ahí.
—Como usted diga, capitana.
Arturo se buscó una posada en el mapa de la ciudad y se dirigió allá por calles chicas y poco visibles, como ya estaba acostumbrado a hacer. Estacionaron, se bajaron y se acercaron al mostrador, disfrazados con sombreros y una barba postiza. Para su fortuna, pocas personas los habían identificado desde que comenzaron a tomar precauciones.
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Luego de descansar, jugar un poco y comer, los tres salieron a buscar el paradero de Tur. Érica y Arturo probaron ser casi inútiles para esa tarea, pues como ya habían visto, tenían alergia a hablarle a gente desconocida. Para Liliana, por otro lado, era lo más normal del mundo y le divertía tanto que podría haberlo hecho todo el día. Así, preguntando y preguntando, los llevó a una de las calles del centro de la ciudad, en la zona colindante con el centro de Saz al otro lado del río. Ahí encontraron un bus que hacía un tour por la ciudad, por lo que pasaron la siguiente hora sobre el bus, admirando las estatuas, edificios y comentarios históricos de la guía. La pasaron bastante bien, mas de pronto el bus se detuvo frente a un hotel.
—Este es el hotel Gran Encanto— indicó el guía del bus— donde el mismísimo Primero se hospedó hace poco.
—¡¿Qué?!— saltó Érica y varios otros pasajeros más.
—Sorprendente ¿No es verdad? El hotel es famoso por su seguridad y sus lujos. Es uno de los mejores hoteles de todo el imperio noni.
Los niños miraron por la ventana hacia el enorme hotel. Era un castillo enorme, con un patio de varias canchas de ancho y tan bien cuidado que parecía un cuadro.
—¡Muy bien, Lili!— la felicitó Érica— ¿Cómo supiste que nos dirían eso?
La aludida sonrió.
—Tur es una celebridad, debe haber dejado a la gente comentando. Además, a las empresas que dependen del turismo les interesa recalcar ese hecho, para atraer la atención de las personas.
Érica y Arturo se miraron, contrariados. Lo que Liliana decía tenía mucho sentido, pero nunca se les habría ocurrido. Contentos, la felicitaron, se bajaron del bus al terminar su recorrido y se dirigieron al hotel. Al entrar se encontraron con una gran sala principal, espaciosa, de alto cielo y un ambiente extremadamente lujoso. Se veía incluso mejor que el hotel al que los había invitado Fir. Se dirigieron a la recepción, donde un esbelto sirivi de piel gris los recibió con una ligera reverencia y una cara estirada.
—Bienvenidos al hotel Gran Encanto— los saludó.
—Hola, hola, queríamos hacer una reservación— le espetó Liliana.
El sirivi le mostró con un gesto de la mano el libro de recepción. Liliana se acercó, pero se detuvo antes de hacer nada más, miró al sirivi y le sonrió.
—¿Cómo es aquí? Nunca he estado en Pimia ¿Algo que recomendar?
—Además de nuestro excelente hotel, puede disfrutar de agradables paseos en los bosques, decenas de entretenciones en los locales del centro y algunos de los mejores restaurantes del país. Le recomiendo el Comepiedras, tienen las mejores parrillas.
—Suena bien. Qué respuesta tan informada ¿Mucha gente le hace la misma pregunta?
—Menos de la que esperaría, pero debo estar preparado— aseguró el recepcionista.
—¡Jiji! ¡Qué profesional!— Liliana se inclinó sobre el mostrador en un gesto de confianza— Qué agrado encontrarse a alguien que se toma su trabajo tan en serio. Hay muchos que podrían aprender de su ejemplo.
—Oh, no merezco sus halagos, señorita.
—No, no, se merece todo el reconocimiento por su profesionalismo. La gente aquí debe respetarlo mucho, me imagino.
El sirivi se detuvo un momento y miró a ambos lados antes de contestar.
—El ambiente laboral es bastante agradable en este hotel— admitió.
—¡Ay, qué bien! Pero además de los compañeros, seguro que de cuando en cuando aparecen clientes hastiosos ¿No?
—No, no, para nada— aseguró. Luego volvió a mirar a su alrededor— bueno, quizás a veces.
Liliana rio tímidamente.
—Hablando de clientes demandantes, escuché que el Primero vino aquí hace poco ¿Es verdad eso?
El recepcionista asintió.
—¿Cómo fue? ¿Muy estresante?
—Más o menos— admitió el sirivi— llegó con muchos guardaespaldas, todos muy intimidantes. Todos nonis, por supuesto. Fuera de eso, resultaron clientes muy tranquilos; no hicieron ruidos molestos ni rompieron ningún mueble.
—Aun así, se oye atemorizante— comentó Liliana— ¿Cómo lo manejó usted?
—Intenté mantenerme tranquilo y todo salió bien, por fortuna.
—¡Lo sabía! Un profesional como usted lo manejó sin problemas. Me habría gustado verlo.
—Oh, no, no fue nada, solo cumplí con mi deber.
Ambos compartieron una risita.
—Aunque me llama la atención ¿Por qué el Primero vendría aquí? ¿Suele viajar mucho? Ah, pregunto porque vengo de otro mundo, no sé mucho sobre las costumbres de los nonis.
—Tampoco sabría decirle, señorita. Que yo sepa, los doce mejores no suelen venir mucho a Kervel, excepto por el Segundo, que viaja bastante.
—Ya veo, así que no es común que el Primero venga aquí ¿Estará en una misión especial? ¿Quizás para pelear con algún país enemigo?
—Espero que no, ciertamente— contestó el sirivi.
—Sí, sería terrible ¿No? Lo malo es que tengo pensado viajar por Kervel también y no me gustaría pasar por una batalla o un lugar prohibido ¿De casualidad sabe a dónde se fue el Primero? Ya sabe, para evitarlo.
El recepcionista hizo memoria.
—No es que pueda confirmarlo, pero... creo que uno de sus guardias mencionó que iban a ir a las ruinas de Ramnusia. Eso es todo lo que sé.
—¿Ramnusia?— repitió Liliana.
—Así es. Son antiguas ruinas de una civilización perdida. Pero si quiere apreciar historia antigua, hay otros sitios más populares no muy lejos de Pimia.
—Vaya ¿Y por qué el Primero habrá ido allá?— se preguntó Liliana en voz alta.
Continuó hablando unos minutos más con el recepcionista para no cortarlo de un momento a otro. Finalmente dejó el lápiz, hizo como que se le había quedado la billetera en otro lado y los tres se marcharon.
Se dirigieron a una agencia de turismo donde consiguieron un folleto y algo de información sobre las ruinas de Ramnusia. La antigua civilización que había construido esa ciudad no parecía nada fuera de lo común; habían erigido casas y edificios con los materiales a mano en su momento, habían peleado unas cuantas guerras con pueblos vecinos y finalmente sucumbieron ante una plaga que sacudió Nudo en ese tiempo. Las ruinas en sí habían sido completamente exploradas y no tenían nada que llamara la atención. No había razón aparente para que Tur fuera a ese lugar.
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Cuando el sol comenzó a ponerse regresaron a su hotel para descansar. Caminaban distraídamente por la vereda junto al río, hablaban de un tipo de pan azul aplanado, que según Arturo se consumía mucho en Kervel a diferencia de Noradima. En eso Érica desvió la mirada y se encontró con una persona que no esperaba ahí; se trataba de una mujer tapada de cuerpo entero excepto por su cara de color violeta pálido. Era una monja. De inmediato un recuerdo golpeó a la brika: mientras subían la torre de Tur hacia su oficina por primera vez, se habían encontrado con una monja, una igual a la que pasaba junto a ellos en ese momento.
Érica se la quedó mirando embobada. No sabía cómo se llamaba su especie, pero era hermosa; sus ojos agudos y amarillos, su piel limpia, su cuerpo delgado. La monja miró a Érica con seguridad y paciencia, cosa que la puso nerviosa y la hizo mirar a otro lado. La brika, avergonzada, se armó de valor y se giró nuevamente hacia la monja, solo para encontrarla sonriendo con seguridad. El corazón de la curtida forteme latió con fuerza, su cara se puso roja solo por recibir la atención de esos ojos amarillos. Quiso hablarle, pero no se atrevió. Cuando pasó junto a ella, sus ojos se forzaron hacia sus pies y no se levantaron de ahí por un buen rato. Siguió a sus amigos, su corazón palpitando con fuerza, sus nervios prohibiéndole actuar de cualquier forma.
Luego de casi un minuto, Érica se detuvo y miró hacia atrás. Quizás, si la monja también la buscaba con la mirada, quizás le entraría valor para ir a hablarle, sin embargo no se encontraba por ahí. La monja ya había desaparecido de la vista.
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Cuando volvieron a su hotel, Érica se arrojó sobre la cama a lamentarse en silencio.
—¿Qué sucede, Érica?— le preguntó Liliana al notarla triste.
—¡Nada!— exclamó con tono de derrota.
Liliana se sentó a su lado y le hizo cariño en el pelo, Arturo se acostó al otro lado.
—Está bien si no nos quieres contar— le espetó Liliana— pero recuerda que somos tus amigos.
—Sí, te escucharemos gustosos siempre que quieras— le aseguró Arturo.
Érica los miró a ambos contenta de tenerlos, luego suspiró con pesimismo.
—Es que vi a una chica muy linda en la calle. Creo que ya la había visto en otro lado, no estoy segura. No importa. El caso es que quería ir a hablarle, pero... bueno, no pude. Me siento un poco... tonta.
—¿Tonta? No, para nada ¿Cómo te sientes tonta por eso?— alegó Liliana— pero... ¿Por qué no pudiste hablarle?
—No me atreví— admitió.
Liliana se pasó una mano por el cuello. Sabía que Érica era introvertida, pero aun así se le hacía alienígeno que "no pudiera" o "no se atreviera" hablar con otra persona. Para Liliana era tan natural como respirar, nunca tuvo que armarse de valor para hacerlo con un extraño. Miró a Arturo esperando que él pudiera entenderla mejor. Este comprendió su mirada y asintió con un gesto de "déjamelo a mí".
—¿La vimos mientras caminábamos?— inquirió este.
Érica asintió.
—No sé si se fijaron, era una monja de piel violeta— indicó.
El chico hizo memoria. Recordaba a alguien con un hábito pasar junto a ellos, mas no se fijó en su cara.
—Entonces apenas tuviste unos segundos para decidirte— dedujo— eso es nada, Érica. No puedes tomar tamaña decisión en tan poco tiempo, no te sientas mal contigo misma.
La brika miró a su amigo con alivio. Supo que él la entendía.
—Vaya, ustedes los introvertidos sí que la tienen difícil— comentó Liliana.
—Es más que eso— le espetó Arturo— ir a hablar con alguien que encuentras atractivo requiere de mucho valor, es natural dejarlo pasar la mayoría del tiempo.
Liliana arqueó una ceja, extrañada.
—Sí, tienes razón— musitó Érica— ¡No es mi culpa que la haya dejado pasar! ¡Las condiciones simplemente no eran las ideales!... ¿Pero entonces qué condiciones son las ideales?
—¿Cómo lo has hecho hasta ahora?— inquirió Arturo— Piensa en tu último novio ¿Cómo se conocieron?
Érica lo miró con una mezcla de rabia y pena. Liliana aspiró entre dientes al recordar la situación de su amiga.
—¡Maldito! ¡Adivina!— exclamó la brika.
Arturo se giró hacia Liliana para obtener más información, esta lo miró con cara de que el tema era sensible.
—Érica... no ha conocido a la persona indicada aún— lo dijo de la mejor forma que pudo.
—¡No te tenido ningún novio en mi puta vida!— alegó— ¡Mi concha está más seca que un desierto!
—¡¿Qué?! ¡¿Tú eres virgen?!— exclamó Liliana, sorprendida.
Arturo se rascó la cabeza, meditó unos segundos antes de responder.
—Bueno, aún eres joven.
Érica se sujetó la cabeza entre las manos.
—¡Me voy a morir sin tocar un pene!— exclamó.
—Vamos, vamos, no es tan terrible— intentó calmarla Liliana.
—¡Solo lo dices porque eres linda y todos te quieren! ¡Yo soy un monstruo!
—Tampoco es que te pierdas de mucho— le espetó Arturo.
—¡Hablas como si no fueras virgen como yo!— bramó ella— ¡Tú deberías entenderme! ¿No te parece frustrante también que todos tus compañeros ya lo hayan hecho y tú no?
Arturo desvió la mirada mientras se le escapaba media sonrisa. Érica abrió los ojos como platos.
—¡No puede ser! ¡¿Tú?! ¡¿Qué edad tenías?!
—Como decía, no es nada del otro mundo— aseguró el mago.
Érica lo tomó del cuello de la ropa y lo sacudió.
—¡¿Qué edad tenías, maldito traidor?!
—Dieciséis— gruñó.
—¡¿Me llevas la ventaja por dos años?! ¡¿Cómo puede ser?!— bramó.
—Érica, nadie hace carrera para tener su primera vez— le espetó Liliana.
Érica se giró hacia ella con despecho.
—¿Y qué edad tenías tú?— inquirió.
Liliana se paralizó un segundo, luego miró a otro lado.
—Una señorita no debería andar hablando de estas cosas.
—¡Dímelo!— exclamó Érica.
Liliana suspiró.
—Quince
—¡Aaaaaaaaaah!— gritó.
Érica se tiró el pelo con rabia.
—¡¿Por qué nadie me quiere?! ¡¿Es porque mi alma es horrible?!
—¡No eres horrible!— alegó Liliana.
—¡¿Es porque soy una sicópata?!
—Érica, no eres...
—¡¿Es porque soy fea?!
—Sí, creo que es eso— indicó Arturo.
—¡Suficiente!— exclamó Liliana— ¡Érica, no eres fea ni sicótica ni horrible! Es solo que no has conocido a la persona indicada, es todo.
Érica se la quedó mirando, luego miró a Arturo.
—¿Crees que soy fea?— inquirió preocupada.
Mas él negó con la cabeza.
—Solo te tomaba el pelo. Eres muy linda.
Érica se puso roja. Tímida, se llevó las manos a la cara.
—¡¿En serio?!
—Sí, seguro que cualquier persona a quien le hables y le pidas una cita se sentirá afortunada.
—Y si te pones nerviosa, yo te puedo enseñar algunos trucos— le espetó Liliana.
—¡¿De verdad?! Ay, chicos, son los mejo...
Pero en eso el teléfono de la habitación sonó. Extrañada, Érica fue a responderlo.
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