27._ Lazos Fuertes como Cadenas (3/4)


—Y ya que estamos ¿Sabes dónde podrían estar las familias de mis amigos?— inquirió.

Liliana y Arturo se giraron hacia ella. Habían estado pensando cómo sacar el tema, pero no habían encontrado la oportunidad. Fir los miró a ambos, un poco tensa.

—Mi papá se fue por su cuenta, pero a ellos dos los separaron de sus familias— indicó la brika.

Liliana bajó la mirada hacia la mesa de centro.

—En mis tiempos de ladrona busqué a mi familia o alguien conocido por los centros de esclavos de la ciudad, pero no encontré a nadie. Debieron haberlos vendido o transportado a otro lugar y no tengo ni la más mínima idea de dónde podrían estar.

—Cuando a mí me vendieron, mi amo me llevó de inmediato con él de viaje— indicó Arturo— si mi familia estaba en Vérgherel, nunca supe.

—Sí, sería estupendo si nos puedes dar una dirección en general— explicó Érica.

—Debe haber un cargo de mando que pueda pedir los registros de todos los nuevos esclavos que ingresan a Nudo— indicó Arturo— si podemos ir con él, debería poder usar la cadena de mando para llegar a nuestras familias.

Liliana se sentía algo sucia de pensar solo en liberar a su familia y no a todo el mundo, pero no es como si esa meta fuera posible para alguien como ella.

Fir se mordió el pulgar, aún tensa. Meditó un poco, luego suspiró.

—No, no será necesario. Les debo una por el mal rato que les hice pasar— les espetó — ¿Cuántos miembros hay en sus familias, además de ustedes?

—Tres y tres— contestó Arturo— seis en total.

—Bien, eso facilita las cosas.

Fir sacó un teléfono de su bolsillo para hacer una llamada sin moverse de su asiento.

—Hola, soy Fir'non. Disculpe llamarlo tan de repente— hizo una pausa mientras la otra persona saludaba— bien, gracias. Mire, lo llamo porque necesito un favor: necesito que encuentre a seis esclavos por mí de entre los que llegaron de Madre, ese mundo nuevo lleno de humas... no, no quiero que elija por mí, quiero que encuentre a seis en específico.

Entonces acercó el teléfono a los humanos.

—Díganle los nombres— les pidió.

Liliana se acercó y nombró a un hombre y dos mujeres. Luego Arturo nombró a dos hombres y una mujer. Érica intentó recordarlos todos, pero sus nombres se le fueron de inmediato. Fir volvió el teléfono a su oreja.

—Ya los tiene. Le haré llegar un informe con los detalles para ayudar a la búsqueda— hizo otra pausa y de repente sonrió con dulzura— sí, muchas gracias por tomarse las molestias. Nunca me olvidaré de esto... hasta luego.

Cortó, se guardó el teléfono y suspiró de nuevo.

—Muy bien, esto debería ser un buen primer paso— indicó.

Los tres humanos la miraban con desconcierto. Fir se extrañó.

—¿Qué?— alegó.

—Son seis personas, pensé que nos tomaría años buscarlos— indicó Liliana— tienes una influencia mucho mayor de lo que pensé.

—Quizás solo tuvimos suerte de sobrevivir al poder de una crivía— opinó Arturo.

—No es para tanto, solo son seis esclavos entre unos... ¿Cuántos? ¿Tres millones? Y apenas llevamos unos meses desde el inicio de la invasión. Aunque los hubieran vendido a todos, no tendrán más de un dueño. Pero no se hagan ilusiones, el proceso se va a tomar un buen tiempo. El personal ya tiene mucho trabajo... pero estarán bien— Fir se llevó una mano al pecho— Lili, Arturo, prometo encontrar y cuidar de sus familias.

Ambos se pusieron de pie, sorprendidos.

—¡¿De verdad?!— exclamó Liliana.

—Fir, si puedes hacerlo, te deberemos la vida— aseguró Arturo.

—No, no, yo soy quien les debe esto— indicó ella— me alegra que sea suficiente. Ahora, Érica, lo siento, pero todo lo que te puedo ofrecer es que te dejen entrar al castillo. Me gustaría ayudar más con las circunstancias de tu padre, pero va más allá de mi poder.

—Está bien, no necesitas disculparte— le indicó esta— pero gracias por ayudar a mis amigos, es mucho más de lo que podría pedir.

La brika miró a Liliana y a Arturo, ambos con los ojos un poco húmedos. Se sentaron, más calmados. Érica los tomó por los hombros para consolarlos, ambos pasaron sus brazos detrás de su espalda para contestarle el gesto.

—Fir, si no te molesta que pregunte ¿Por qué nos tratas tan bien?— inquirió Liliana— digo, con excepción de Érica, Arturo y yo no tenemos ninguna fuerza física ¿No nos desprecias?

Fir esbozó una sonrisa nerviosa.

—No lo sé, supongo que fue gracias a Sikika— indicó.

—¿Qué?— exclamaron los jóvenes.

Miraron a la guardaespaldas, pero esta, inmutable, solo dio un sorbo a su trago.

—Sikika me ha enseñado mucho sobre el mundo, sobre los nonis y otras culturas— explicó Fir— fue la guerrera más fuerte de su división por varios años antes de tomar su puesto como guardiana. También me enseñó que la fuerza tiene muchas formas y que cambia en el tiempo. Érica es una brika, Arturo tiene su magia y tú a tu múnima, pero son más que eso. Juntos, consiguieron oponerse a mí y a mis guardias. Se ganaron mi respeto y, si les parece, mi amistad.

—¡Claro!— exclamó Érica.

—Por mí bien— espetó Arturo— cualquiera que me alimente lo considero un amigo.

—Me encantaría— aseguró Liliana.

Fir sonrió de oreja a oreja y se giró un momento hacia Sikika como para decir "¿Ves? Hice nuevos amigos".

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El resto de la tarde se lo pasaron descansando y divirtiéndose en actividades que no requerían mucha energía. Fir les enseñó un juego de cartas muy popular en el imperio y puso una película en donde dos nonis feos y grandes peleaban hasta que se enamoraban, entonces peleaban más porque estaban enamorados.

—¿Qué les pareció?— inquirió cuando terminaron de verla.

—No creo que me pueda acostumbrar pronto al cine del imperio— comentó Liliana.

—Gustos culturales son algo difícil de cambiar— indicó Arturo.

—Me gustó que fueran feos— indicó Érica— en nuestro mundo los actores siempre son gente atractiva. Estos nonis parecían más normales.

Pero Fir se la quedó mirando desconcertada.

—Pero ellos son súper atractivos— se extrañó.

—Es lo que dice el muchacho— les espetó Sikika— los gustos entre una cultura y otra son muy distintos. Lo que nos parece bonito a nosotros siempre será horrible para otros y viceversa.

—Qué raro— se extrañó Fir— ¿Y qué encuentran atractivo ustedes?

Liliana se preparó a responder, pero entonces Érica y Arturo la señalaron.

—Ella— dijeron al unísono.

Liliana se puso roja.

—¡¿Yo?! ¡No, yo no soy...

—En nuestro mundo, todos se ponían nerviosos la primera vez que le hablaban, únicamente por su apariencia— comentó Arturo.

—¿Qué? Vaya, no me lo esperaba— comentó Fir.

Liliana se paralizó sin saber qué decir. Érica se giró a Arturo.

—¿Y cómo fue la primera vez que tú le hablaste?— preguntó— ¿Te pusiste nervioso?

—Lo dudo, la conozco desde que nací— contestó el mago.

—Crecimos juntos ¿No te acuerdas?— le espetó Liliana a Érica.

—¡Ah, verdad! Ya me lo habían dicho.

—No puede ser— saltó Fir— ¿Se conocen de toda la vida?

—Toda MI vida— indicó Arturo— Liliana es más vieja.

—¡Por un mes!— alegó ella.

—¿Toda la vida y nunca han sido novios?— se extrañó Érica.

Liliana y Arturo sonrieron, divertidos con la idea.

—Es verdad, nunca fuimos novios— observó Liliana.

—Nunca hubo necesidad— indicó Arturo.

Érica los miró desconcertada. No entendía cómo podían tenerse tanta confianza y no querer hacerlo todos los días.

—¿Es así como se comporta una pareja madura?— se preguntó.

Ella no tenía idea, nunca había estado en esa situación con nadie.

En eso sintió un bulto que le crecía en el pecho, debajo de la ropa. Chilló un momento, hasta que sintió un pelaje conocido rozándole la piel. Ante la mirada atónita de los presentes, se metió la mano bajo la bata del hotel y sacó a un animalito largo y blanco.

—¡Papel!— exclamó— ¡¿Qué haces aquí?!

—¡¿Cómo apareció debajo de tu ropa?!— exclamó Liliana.

—¡¿Qué es esa cosa?!— saltó Arturo.

—¡Eeeeeeeeek! ¡Eeeek!— chilló el animalito.

De inmediato se soltó de la mano de Érica, se acercó a Arturo y lo olisqueó un momento antes de hacer lo mismo con Fir y Sikika. Esta lo agarró con una de sus gruesas manos, pero Papel consiguió soltarse y terminó refugiándose debajo de los brazos de Liliana.

—¿Y eso?— inquirió Fir.

—Es... un animal que aparece de repente— explicó Érica— ¿De casualidad no conoces su especie?

—Para nada— contestó Fir.

—Nunca lo había visto— aseguró Sikika— ¿Segura que no es de tu mundo?

—Segura.

Arturo lo tomó y lo alzó para mirarlo bien.

—¡¿Qué es esta cosa tan rara?!— preguntó en voz alta.

—¡Eeeeeeek!— chilló Papel, ofendido.

Le gruñó de forma hostil y se retorció para zafarse al punto en que Arturo lo soltó por el susto. El animal se fue a refugiar con Érica.

—¿Y cómo esperas que te trate?— le preguntó ella a Papel— apareces de la nada.

—Kik— musitó, tímido.

—No le prestes atención, Arturo— le espetó Érica— Papel es muy quisquilloso, pero se acostumbrará a ti en un día.

—¿Pudo entenderme?— se extrañó el mago.

—Es muy inteligente— aseguró Liliana.

—No sabes todo lo que me demoré en ponerle un nombre, todo porque no le gustaba nada.

—Ik.

Érica le hizo cariño en el lomo y Papel se relajó. Arturo no le quitó la mirada de encima.

Después de eso fueron a cenar. La comida no fue tan formal como el almuerzo, pero estuvo igual de contundente.

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Por la noche, Fir los llevó al baño del hotel; una piscina temperada donde la gente iba a relajarse. A todos les pareció una buena idea, hasta que llegaron al lugar y se encontraron a varias decenas de nonis desnudos. Fir y Sikika se quitaron la ropa donde estaban, la colgaron y se fueron al agua. Érica se fijó en Liliana y Arturo, quienes se cubrían los ojos el uno al otro. Sus caras estaban tan rojas que se mimetizaban con el ambiente.

—Vamos, no es tan terrible— les espetó.

—¡Érica, no lo hagas!— alegó Liliana— ¡No te unas a ellos!

Pero Érica ya se había quitado la ropa del hotel. Con toda calma fue a colgarla en los tendederos y siguió a Fir y Sikika a la piscina, seguida de Papel. Desde ahí, los cuatro miraron a Liliana y Arturo, quienes se debatían entre quedarse donde estaban o huir de vuelta a la habitación del hotel.

—¿Qué les pasa?— inquirió Sikika.

—En mi mundo es mal visto andar desnudo— indicó Érica.

—¡¿Qué?! ¿Y no toman baños?— se extrañó Fir.

—Eeeek— chilló Papel, como intentando explicar la situación.

Érica lo miró. Como era tan largo, en el agua parecía una nutria estirada. Se movía sin problemas en la piscina temperada.

—Sí, pero nos vestimos de inmediato al salir— contestó la brika.

—¿Y a ti no te molesta estar desnuda?— preguntó la crivía.

—No, en verano me la pasaba desnuda en mi casa. Nunca me importó que la gente me viera— explicó.

—Ay, pero ellos se ven muy nerviosos— observó Fir— quizás deberíamos llevarlos de vuelta a la habitación.

—Podríamos hacer eso— indicó Sikika— pero no es necesario. La ropa del hotel es apta para el agua.

—¿De verdad?— saltó Fir— ¿O sea que no necesitan desvestirse para entrar a la piscina?

—Es válido— aseguró la guardaespaldas.

Érica se puso de pie y fue a decírselos, pero no por esto se relajaron.

—¡Todo el mundo está desnudo!— alegó Liliana.

Érica se rascó la cabeza.

—No es tan terrible. De todas formas son nonis, a nadie le va a importar cómo se ven ustedes— intentó convencerlos Érica— además, ya llevamos dos meses aquí, saben cómo es la cultura. Si no se acostumbran a ver gente desnuda, van a estar con los nervios de punta por el resto de sus vidas.

Arturo suspiró.

—Érica tiene razón, no hay manera en que podamos evitarlo.

—¡No, Arturo, no me dejes!— le pidió Liliana

—¡Tenemos que ser fuertes, Lili! ¡Vamos!

Liliana gruñó un momento, nerviosa.

—Está bien, pero no te separes de mí.

—¡Claro que no!

Ambos se quitaron las manos de los ojos del otro y miraron lo que tenían al frente: el cuerpo desnudo de Érica.

—¡Muy bien!— los felicitó.

—¡Ah!— exclamó Arturo.

De inmediato miró a otro lado, pero en ese lugar había un grupo de nonis conversando con los cueros al aire. Tuvo que voltearse por segunda vez para descansar. Al mismo tiempo, Liliana se paró frente a Érica para abrir los brazos y cubrirla.

—¡Érica!— exclamó.

—¡¿Qué?! ¿Me veo tan mal?

—¡No se trata de eso! ¡Lo estás poniendo nervioso!— alegó.

Érica miró a Arturo, extrañada. Luego a Liliana.

—Vamos, ambos saben que no me importa que me vean. Arturo, no necesitas verme si eso te incomoda. Voy a la piscina ¿Vienen conmigo?

Liliana se giró preocupada hacia Arturo. Este meditó un momento con la mano en la sien, luego echó un vistazo a Érica, la miró por tres segundos y finalmente regresó la vista a sus pies.

—Ya, eso es suficiente— dijo— si de verdad no te importa... no tengo mayor problema. Para ser sincero, también tengo ganas de meterme al agua ¿Qué dices tú, Lili?

Liliana puso sus manos en las caderas y suspiró.

—Está bien. Me hace falta un rato de relajo.

—¡Bien, vamos!

Érica los tomó a ambos de las manos y los llevó a la piscina temperada. Los dos jóvenes se abrazaron las rodillas y evitaron mirar a la gente al meterse al agua, pero al cabo de unos minutos, comenzaron a relajarse. La vergüenza dejó de importarles tanto.

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