24._ Pasando la Tormenta, hasta que la Tormenta los Llama (2/2)
El resto del día Érica lo pasó dentro de la casa abandonada, por petición de Arturo. Este salió a comprar comida y unos cuantos útiles de aseo. A pesar de que ninguno era del tipo conversador, se entretuvieron contándose sus historias.
El mago le relató lo que había acontecido hasta ese momento. Confesó que aunque pudiera usar magia, solo tenía control sobre sólidos y solo a un nivel básico: movía pedazos grandes de roca o hielo, podía hacerlos arrastrarse por el suelo, levantarlos en el aire, incluso romperse, pero nada muy espectacular.
—¿Y qué es la magia?— le preguntó Érica.
Arturo movió las manos con las palmas hacia el cielo, admitiendo ignorancia.
—En verdad, no lo sé. Cuando me convirtieron en mago no me dieron ningún manual, pero si tuviera que adivinar... diría que es la capacidad para mover materia con la mente.
—Eso suena a telekinesis.
Arturo se encogió de hombros, admitiendo ignorancia. Con eso, la cara de Érica se iluminó.
—¡Quizás haya varios tipos de mago, y tú seas tipo roca!
Arturo sonrió por la referencia.
—Yo también conozco ese videojuego, pero dudo que sea así.
—Aw...
Entonces el chico tomó una fruta amarilla y jugosa del tamaño de su mano y la devoró en tres grandes mordiscos. Érica lo miró con admiración mientras él se chupaba los dedos y continuaba con un sándwich.
—Se nota que sigues creciendo— comentó ella, aunque Arturo tenía su misma edad.
—La verdad, creo que es efecto de la magia.
—¿Qué cosa? ¿Tu hambre?
Arturo asintió con la cabeza, muy ocupado comiendo. Necesitó un buen rato para tragar lo que tenía en la boca.
—Aún no he leído nada al respecto, pero la magia no es tan etérea como se ve. Para mover un pedazo de roca necesito de todas maneras la energía requerida para hacerlo. Me parece que esa energía sale de mi cuerpo, al menos pareciera tener una relación directa con el hambre que siento.
Érica se echó a reír.
—¿O sea que usar magia usa grasa de tu propio cuerpo? No sé si es algo bueno o malo.
—¡Es horrible!— alegó, también risueño— Sobre todo en este mundo. No tengo ni un puño para comprar comida, ni sé cazar animales. He tenido que sobrevivir de la basura y de la limosna. No sabes la vergüenza que me da.
Érica rio y rio, pero de pronto la risa se le acabó y volvieron a estar en silencio. Se llevó una mano al cuello, algo le picaba. Se vio a sí misma disfrutando con ese extraño, sintiendo lástima por él, con ganas de ayudarlo y que él la ayudara a ella. Quería pedirle que fuera su nuevo compañero, que viajara con ella en busca de su papá... pero tenía miedo a lo que vendría más tarde.
Lo miró sonriente, satisfecho por el momento, le gustaba verlo así. Se lo imaginó mirándola a ella con miedo y desprecio, deseando nunca haberla conocido. Algo en su interior se arrugó. Había visto esa escena muchas veces en su mundo, Liliana se la evitó y simplemente desapareció, quizás un gesto amable de su parte. Arturo no sospechaba nada, era muy inocente. Érica no quiso abandonarlo, no en ese momento, pero sabía que algún día tendría que hacerlo de todas formas.
—Quizás pueda pasar la noche aquí— se dijo— Sí, será lo mejor. Además me están buscando. No me queda de otra... temprano por la mañana me iré, no se dará cuenta.
Continuaron hablando de tonterías, entre las cuales Érica le mostró cómo funcionaba su timitio, a lo que Arturo se mostró muy interesado. Se aburrieron varias horas, pero también rieron y la pasaron bien. Finalmente cayó la noche y se echaron a dormir sobre el suelo.
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Al otro día Arturo se despertó primero, bien entrada la mañana. En silencio, para no despertar a Érica, se deslizó por la puerta para ir a comprar comida para el desayuno. La policía no lo buscaba a él, se había asegurado de que nadie viera su cara en el instante en que interrumpió la pelea de Érica y Fir, mas aun así se fue con extremo cuidado: los matones que lo buscaban todavía podían estar rondando la ciudad y no tenía ninguna intención de toparse con ellos.
Para su fortuna, no los vio. Las calles tenían poca gente. El mago se dirigió al mini mercado más cercano, al que ya había ido un par de veces antes, tomó un puñado de paquetes y bolsas, y se paró en la fila de la caja. Era una mañana hermosa, el sol brillaba con más intensidad que de costumbre y el cielo se veía un poco más claro. Los niños jugaban con sus mascotas y los adultos se sonreían y caminaban erguidos, positivos. Arturo se sentía feliz de tener una nueva amiga, sentía que podía confiar en Érica.
Mientras esperaba en la fila notó que justo a su lado había un montón de diarios, puestos de tal forma que se viera la portada. Inevitablemente, la mirada del chico se posó sobre los títulos más grandes: "Terroristas atacan a la crivía" era el más vistoso. Debajo aparecía una foto de Érica tomada desde arriba, la habían capturado con una expresión caricaturesca, como si fuera la malvada de la película. Unos días más tarde, Arturo recordaría esa foto y pensaría que captaba muy bien a la chiquilla. Más abajo decía algo sobre la economía, a la izquierda ponía algo sobre cierto actor que lo habían pillado peleando en un bar, y perdiendo, que parecía ser lo peor según el escritor de la noticia, y por una esquina, en el recuadro más chico de la primera plana, la foto de una muchacha muy parecida a Liliana.
Arturo notó que la fila avanzaba, así que dio un paso para...
—Espera ¿Lili?
Se devolvió a mirar de nuevo la portada. Ahí en la esquina se encontraba la foto de Liliana. Se veía triste o adolorida, se notaba que había llorado. Detrás, un noni parecía llevarla esposada. El título decía "La huma que robó el tesoro de Cilo'non. pg 36".
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Varios minutos más tarde, Érica se despertó en la guarida de Arturo. De inmediato notó la tenue luz del sol azul entrando por la ventana en un ángulo que ya no podía llamarse "temprano".
—¡Me quedé dormida!— exclamó para sus adentros.
Miró para todos lados, pero no encontró al mago. Recordó que él había mencionado la noche anterior que iba a ir a comprar el desayuno.
—Bien, esta es mi oportunidad— se dijo.
Rápidamente tomó sus cosas, abrió la puerta con cuidado para salir, dio un paso afuera y se encontró con el chico, que venía caminando apresurado.
—¡Arturo!— exclamó, sorprendida.
Este no contestó, ni siquiera la miró. Nada más se le acercó, caminando rápido, mirando al suelo en todo momento y entró. Confundida, Érica lo siguió adentro. Entonces notó que el muchacho botaba el diario al suelo.
—¿Qué pasa? ¿Te encontraste con esos matones de nuevo?— inquirió.
Mas el chico no contestó. Se dirigió a la ventana para mirar hacia afuera, pero no duró ni tres segundos. Estaba nervioso, tenía que moverse y pensar. Pensar. Tenía que hacer algo ¿Pero qué? Él era solo un chiquillo. Su magia no lo ayudaría...
Érica se lo quedó mirando mientras daba vueltas por la casa. Obviamente algo lo tenía preocupado, tanto como para no contestarle. No le importó, por lo general la gente se preocupaba por cosas que a ella no le afectaban, por lo que fijó su atención en el diario de ese día. De un movimiento lo tomó, esperando leer la noticia de la que era responsable y quizás la causa de la preocupación de su nuevo amigo.
Tal y como esperaba, su interrupción al desfile del día anterior salía en la primera plana. Satisfecha, resopló con orgullo por la nariz. Luego continuó por los otros cuadros, justo como había hecho Arturo, hasta que dio con un nombre que no se esperaba leer.
—¡¿Lili?!— exclamó.
Esto llamó la atención del mago. Se giró, sorprendido, pero Érica ya no le prestaba atención a él. Ansiosa, se agachó para extender el diario sobre el suelo y comenzó a buscar la página 36 con frenesí. La noticia relataba el incidente del shakma de Brontes y que dos humanas habían prácticamente asaltado al criví Cilo'non y le habían quitado su múnima. Luego explicaba a grandes rasgos qué era una múnima, aunque Érica decidió no creerle mucho al autor, puesto que decía que eran armas de tecnología avanzada y que los shakmas eran templos antiguos, cuando ninguna de las dos era verdad. No decía qué había pasado con la prisionera, solo que esa misma noche sería trasladada a la capital y vendida como esclava, como solía hacerse con prisioneros humanos. Érica se llevó una mano a la boca al leer que Liliana había sido capturada el día anterior, cerca del mediodía.
—Fue justo cuando nos separamos— comprendió— ¡Entonces no me abandonó! ¡La raptaron!
Seguidamente levantó la mirada para explicarle a Arturo, pero este se adelantó.
—¡¿Conoces a Lili?!
Esto la desconcertó, pero se espabiló y asintió.
—¡¿Tú también?!
Mas no necesitó respuesta; la angustia de Arturo era obvia.
—Es mi mejor amiga en toda la vida... no sé qué haría si algo le pasara.
Con eso, Érica se puso de pie.
—Vamos a sacarla de ahí.
—¡¿Qué?!— exclamó el mago.
—¡Claro! ¿No es lo que quieres?
—Pero... ¿Cómo lo lograremos? Solo somos dos humanos, nunca nos harán caso.
Esto desconcertó a la brika.
—¿De qué hablas? No digo que vayamos a pedirles a los nonis que la suelten— y para enfatizar su punto, se golpeó el pecho— ¡Vamos a sacarles la madre a esos tontos y a salvarla!
—¡¿Qué?! ¡¿En serio?!
—¿Se te ocurre algo más?
Arturo negó con la cabeza. Ya llevaba varios minutos intentando idear un plan, pero ninguno resultaba.
—¿Y cómo quieres hacerlo? ¡Nos enfrentamos a toda una ciudad de nonis! ¡Además, la guardia de la crivía te está buscando y seguramente a mí también! ¡No hay forma en que podamos siquiera...
Sin embargo, antes de dejarle terminar, Érica lo abofeteó. Controló su fuerza para no romperle nada, pero aun así lo hizo saltar y caer sobre su espalda. Estupefacto, el muchacho se llevó una mano a la mejilla y se la quedó mirando.
—¡¿En serio vas a dejar que Lili se vaya así como así?! ¡¿Tan fácil te rindes?!
—¡Pero no hay solución!— exclamó él— ¡No hay forma en que logremos sacarla de ahí!
—¡La hay!— bramó Érica.
Esto lo dejó mudo. Al ver que no era apoyada, Érica dio media vuelta y se fue por la puerta, lista para hacer lo que fuera por recuperar a Liliana.
Con eso, Arturo se dio cuenta que Érica correría directo al peligro.
—Lili... —musitó.
Rápidamente se paró y se fue tras ella. El plan de Érica era el más tonto que hubiera oído en su vida, pero no había tiempo para pensar, mucho menos para investigar y formar una estrategia mediocre. Quizás ese tiro al azar era lo único que tenían.
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