24._ Pasando la Tormenta, hasta que la Tormenta los Llama (1/2)


Por un momento todo fue oscuridad. A su alrededor podía oír la roca rompiéndose con un fuerte ruido constante. No sabía a qué velocidad iban, pero iban rápido. Érica tuvo que abrazarse a sí misma para soportar el repentino frío.

—Ya casi llegamos— le espetó Arturo.

No mucho más tarde, la pequeña plataforma sobre la que se encontraban comenzó a ascender en pendiente y finalmente en línea recta, hasta que salieron a la superficie. Emergieron en una pequeña habitación maltrecha. Estaba oscura, pero cualquier lugar era menos oscuro que el túnel por el que habían salido.

Érica abrió bien la boca para tragar una bocanada de aire. Cuando se dio cuenta que ya no había nada que temer, se desplomó sobre el piso. Por su parte, su compañero de viaje se dirigió a una ventana rota con cortinas rajadas y miró a través de la mugre que la cubría hacia la calle de afuera.

Luego la chica se incorporó. Contempló sorprendida al muchacho, pero no perdió la oportunidad de inspeccionar la habitación; el suelo estaba roto, las paredes trizadas y llenas de grafitis, las ventanas mugrientas y los muebles no se veían por ningún lado. Estaban en una casa abandonada.

—Así que aquí te escondías— musitó.

El chico gruñó por toda respuesta, lo cual no le agradó mucho a ella. Érica se le acercó y se recostó contra la pared adyacente a la ventana para mirarlo a la cara. Él no la miró, muy pendiente de lo que ocurría afuera.

—Oye...

—Tengo que vigilar. No quiero que sepan que estoy aquí— se excusó él.

Impaciente e irritada, Érica agarró a Arturo del cuello y lo arrastró al piso.

—¡Presta atención!— le exigió.

—¡Me rindo! ¡Me rindo!— Arturo golpeó varias veces el suelo con su palma.

Érica lo soltó. El chico inmediatamente se alejó un poco por precaución y se sentó en el suelo. Sabía que Érica tendría muchas preguntas, solo que no estaba seguro de cómo lo tomaría. Abrió la boca para comenzar a explicarse, pero ella se le adelantó.

—¡Así que tú eres el mago!— exclamó.

—Sí, discúlpame por no decirte antes.

Érica se cruzó de brazos.

—¿Por qué no lo hiciste? Nos hubiéramos ahorrado un montón de tiempo ayer— le recordó.

—Lo sé...— Arturo se llevó una mano a la cabeza— Perdón. No te lo dije porque tú te veías tan entusiasmada, y... bueno...

—¿Bueno qué?

Arturo subió la mirada, se notaba algo compungido.

—Tú querías encontrar un mago para que te dijera cómo llegar al Núcleo, pero yo no tengo idea de cómo hacerlo— se miró las manos con desgano— Hace apenas unas semanas me convertí en uno. No sé cómo ayudarte.

Érica apretó los labios, pensativa.

—¿Y por qué me raptaste?— inquirió.

Arturo se la quedó mirando con sorpresa.

—¿Cómo que por qué? No te rapté, te salvé. La crivía te iba a matar.

Érica infló los cachetes con indignación.

—¡No!... eh... ¡Todo era parte de mi plan!

—¡No tenías ningún plan! ¡Solo mírate, estás hecha un desastre! ¡¿Cómo se te ocurre ir a enfrentarla tú sola?! ¿Para qué?

Érica apretó los dientes, frustrada.

—Tur'non y mi papá son amigos. Pensé que si le preguntaba a alguien de su familia, podría decirme cómo encontrarlo.

Arturo lo meditó un momento. Comprendió que no era una mala idea, si no le importaba morir en el proceso.

—Espera ¿Tu papá y el Primer noni son amigos?

Érica se encogió de hombros.

—Eso fue lo que me dijo Tur.

Arturo se le acercó, cada vez más sorprendido.

—¿Hablaste con el Primer noni en persona?

—Ah ¿No te dije? Era el noni que estaba bailando con la mujer serpiente.

Arturo se pegó en la cabeza, recordando la historia que Érica le había contado el día anterior.

—¡Por supuesto! ¿Cómo no me di cuenta?

—¿Ahora ves por qué quiero hablar con esa tipa?

Érica se puso de pie para ir a la puerta.

—¿Qué haces?— alegó Arturo.

—Regresaré al desfile, no deben haber ido muy lejos— contestó, alargando la mano hacia el pomo de la puerta.

—¡No, espera!

Arturo se apresuró hacia Érica para sujetarla de los brazos.

—¿Qué?— alegó esta.

—En este momento todos te están buscando. Interrumpiste un evento importante y desafiaste a alguien de la primera familia. Nadie puede hacer eso y salir vivo.

—¿Y qué? ¿Habrá unos policías buscándome? ¡Pfff! Eso no es nada.

—No solo la policía. La guardia de Fir'non también estará por ahí, y son mucho para ti.

Érica frunció el ceño, algo ofendida, aunque en el fondo de acuerdo. La misma Fir le había dado problemas ella sola, no sabría cómo manejar además a sus guardaespaldas.

—Quédate aquí un rato mientras las cosas se calman— sugirió el mago.

Érica dejó la puerta y se devolvió hacia el centro de la habitación. Luego se giró hacia Arturo, extrañada.

—¿Qué?— reclamó él, al ver su cara de duda.

—Te arriesgaste por mí.

Arturo se sonrojó, tímido.

—¡Claro!— clamó— ¡Tú me salvaste ayer! No podía dejar que la crivía te hiciera más daño.

Sin embargo, a pesar de haberse explicado ya, Arturo se volvió a encontrar con la mirada inquisitiva de Érica. Él era un chico tímido, por lo que no pudo soportar sus ojos más de unos instantes. Miró al suelo para encontrar refugio.

Érica, por su parte, sentía que algo había encajado sin todas sus piezas; pues no recordaba la última vez que alguien se hubiera arriesgado para salvarla, además de su papá. Salvarse mutuamente, eso era lo que hacían los amigos ¿No? Al pensar esto se sintió inusitadamente contenta.

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Fir entró a la prisión de Bivifera junto a su guardaespaldas mayor. El alcaide mismo la recibió y la condujo a una sala de visitas. Después de un par de minutos, llevaron a la persona que había ido a ver: Liliana. Esta apareció desde la puerta contraria, escoltada por un noni casi del doble de su altura.

Ambas chiquillas se examinaron mutuamente. Liliana observó la compostura, el color de piel y la ropa de Fir, además de la guardiana forzuda que tenía al lado. De inmediato se dio cuenta que debía ser alguien importante. Por su parte, Fir se extrañó de encontrar a una muchacha humana tan delgada. Había esperado alguien similar a su guardaespaldas.

—¿Podría ser una brika como Érica Sanz?— se preguntó.

Sentaron a Liliana en la silla contraria. Para su fortuna, no le habían hecho nada más que el choque eléctrico que usaron para capturarla. Apenas si le habían esposado las muñecas para ir a hablar con esa señorita importante. No había querido intentar escapar con Brontes, habría sido una locura que podía dejarla muerta en unos minutos, pero se preguntó si podría escapar si los hacía dormir a todos en esa sala de visitas.

"Ni se te ocurra" le espetó su múnima "No estás preparada para algo así, no tú sola".

Liliana suspiró. Brontes le había dicho que esperara, que seguramente la venderían como esclava, que era mucho mejor salir por las buenas de la prisión. Liliana no podía negar que escapar era mucho más seguro cuando no había nadie armado alrededor, pero tampoco le entusiasmaba la idea de que volvieran a ponerle ese collar maldito en el cuello.

—Entonces tú eres el ancla de ese espíritu malvado— le espetó Fir.

Liliana puso su mejor sonrisa de niña buena.

—¿Y quién eres tú?

Fir abrió mucho los ojos, extrañada de que alguien no la reconociera. Luego recordó algo que le habían dicho en el viaje.

—Ah, claro, tú eres de ese mundo nuevo ¿No? Entonces no sabes sobre la familia imperial.

Liliana sintió que le caía una bola de fierro al estómago.

—Me llamo Fir'non Rialal, hija del Primer noni Tur'non y hermana mayor de Cilo'non— entonces se inclinó sobre la mesa— quería conversar contigo sobre la múnima que le quitaste a mi hermano.

Liliana quiso encogerse y esconder su cabeza, pero se mantuvo con una sonrisa cordial.

—¿Quitársela? Creo que hubo un malentendido— le espetó Liliana— Brontes se hizo mi amigo, prometí llevarlo fuera de ese lugar para que conociera el resto del mundo. En ningún momento se lo quité de alguien más.

—Entonces admites que lo tomaste— continuó Fir.

Liliana apretó los dientes un segundo. Fir se veía joven, más joven que ella, pero era buena presionando a la gente. Además, ella no tenía mucho con qué defenderse.

—Como dije, solo nos hicimos amigos.

—Y después asaltaste a Cilo cuando intentó recuperarla— continuó Fir.

—¡¿Asaltarlo?! ¡No, en ningún momento! ¡Fue él quien nos asaltó!

—Después de que le robaras su múnima.

Liliana buscó una manera de persuadirla de lo contrario, pero Fir estaba empecinada en ponerla en el puesto de la perpetradora.

—No creo que Cilo hubiera estado listo para...

—¡Cilo'non!— la interrumpió la guardia— Llámalo como debes, huma.

Liliana calló. Extrañaba a Érica, ella habría explotado repartiendo golpes con un comentario así.

—No importa— le restó importancia Fir— ¿Dónde está?

Esto tomó desprevenida a la humana.

—¿Qué?

—Tu múnima. Te dejó una marca en alguna parte del cuerpo ¿No? ¿Dónde está? Muéstramelo.

Liliana se llevó una mano al pecho, desconcertada. No se sentía muy cómoda mostrando su piel en una sala con desconocidos, pero no tenía muchas opciones. Se desabrochó los primeros botones de la blusa y le mostró la marca de Brontes a Fir.

—Ven— ordenó esta.

Liliana tuvo que ponerse de pie, rodear la mesa entre ambas y acercarse a la crivía. Esta también se paró. Entonces Liliana se dio cuenta que era casi de la misma altura que Érica. Fir miró la marca del colmillo negro en su pecho un segundo, luego alzó una mano y la presionó con su palma.

Liliana sintió una exasperación dentro de ella; Brontes estaba enfadado, mas no con ella. Miró a Fir, pero esta se veía completamente ida, en un profundo trance.

—¡¿Qué estás haciendo?!— alegó.

Se fijó un momento en su mano y notó, sorprendida, que ella también tenía una marca de múnima: en el dorso tenía la mitad de una estrella. Liliana intentó quitarse, pero la noni grandota que acompañaba a Fir la detuvo con una mano sobre su hombro y la hizo quedarse donde estaba.

Después de unos segundos, Fir separó su mano y la sacudió como si un animal la hubiera mordido.

—No me esperaba un sirivi— comentó.

—¿Un sirivi?— se extrañó Liliana— ¡¿Qué hiciste?! ¡¿Cómo supiste que Brontes es un sirivi?! ¡¿Le hiciste daño?!

Fir abrió mucho los ojos, contrariada.

—¿De qué hablas? Está muerto, no puedo hacerle daño.

Liliana suspiró con alivio. Todo estaría bien mientras ambos estuvieran sanos. Entonces Fir le tomó una mano para palpar los músculos de su brazo. Seguidamente tocó su torso como si buscara paquetes escondidos. Finalmente sujetó su mentón y la obligó a mirarla a la cara.

—¿Cómo lo hiciste?— quiso saber— ¿Cómo pasaste las pruebas del shakma de tu múnima? No pareces fuerte ni ágil, ciertamente no te vez como una brika. Esas esposas no serían más útiles que un pedazo de papel para mantenerte atada. No me digas que eres una maga.

Liliana no entendía del todo, pero negó con la cabeza.

—No hubo pruebas— contestó Liliana— Brontes tenía intención de devorar mi alma, pudo haberme asesinado en cualquier momento, pero eligió ser mi amigo.

Fir dio un paso atrás y cerró los brazos en posición meditativa.

—Podrías inventar una mejor excusa, huma— le gruñó la guardaespaldas— Mi señora, permítame interrogarla.

Liliana miró a la mujer grandota. Su cara era más cuadrada que la de muchos humanos, sus músculos eran incluso más grandes que el común de los nonis varones. Con un solo golpe podría romperle lo que fuera, no se veía sobreviviendo mucho a un interrogatorio.

—No, no será necesario— indicó Fir.

Liliana reprimió un suspiro de alivio. Al subir la mirada, advirtió que la crivía la miraba fijamente.

—Tengo una mejor idea. Sikika, eso será todo por hoy.

La guardaespaldas asintió. Entonces ambas se retiraron y dejaron a Liliana sola. No sabía qué iban a hacer, pero no le gustaba la manera confiada en que Fir hablaba.

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