21._ Un Nuevo Amigo y un Gran Estómago (2/2)


Se quedaron un rato ahí, sentados en el techo, descansando. Finalmente Arturo se atrevió a volver a preguntar, esta vez con más tacto.

—¿Tú también perdiste el contacto con tu papá desde la invasión?

Érica se quedó callada un buen rato. Se podría decir que su papá se fue casi al mismo tiempo que ocurrió la invasión, pero responder que "sí" sería mentir.

—Fue por esos días que se perdió— admitió al fin.

Arturo asintió.

—Los nonis raptaron a mucha gente. Al menos no fueron solo a exterminar humanos, porque lo habrían conseguido muy fácilmente.

Érica no lo creía. Su papá y ella podían haber acabado con esa invasión de nonis, estaba segura, pero no le interesaba alardear de casos hipotéticos.

—No fueron los nonis los que raptaron a mi papá— aclaró— en verdad no creo que lo raptaran, pero su desaparición fue culpa de alguien.

—¿Quién es ese alguien?— saltó Arturo, preocupado

—¿Has oído hablar del Encadenador?

Arturo asintió. No todos en Nudo lo alababan, pero era un dios conocido y casi todas las ciudades tenían al menos un templo dedicado a él.

—Sí ¿Qué con eso?

—Mi papá es perseguido por el Encadenador.

—¡¿Qué?!— saltó él— ¿Crees en ese dios?

—¡No creo que sea un dios!— alegó ella, enfadada— ¡No me importa lo que sea! ¡Ese tipo me separó de mi papá!

En ese momento a Arturo le brillaron los ojos.

—¿Qué es lo que sabes?

Érica suspiró. Procedió a explicarle a grandes rasgos su historia, aunque no mencionó el nombre de Liliana porque le dolía pensar en ella. Arturo escuchó todo con atención, se notaba que usaba más sus orejas que su boca.

—Y por eso estoy buscando al mago de esta ciudad— finalizó Érica, después de varios minutos.

Luego de escucharla, Arturo se rascó la cabeza.

—Creo que entiendo todo. Es... interesante ¿Pero por qué crees que el mago sabe cómo llegar al Núcleo?

Érica arqueó una ceja.

—Porque es alguien inteligente ¿No? Se supone que sepa cosas que el resto de los mortales no.

—Pero que sea inteligente no quiere decir que sepa nada. Puede que sea tan ignorante como cualquier otro.

—¡Pero es mi mejor posibilidad hasta ahora!— protestó Érica— Mira, puede que tengas razón, pero ese mago es lo único que tengo. Lamentablemente no soy muy buena hablando con la gente ¿Okey? Necesito encontrar al que sepa y tú me ayudarás.

Arturo asintió continuamente hasta que escuchó esto último.

—Espera ¿Qué? ¿Quieres que te ayude a encontrar al mago?

—Sí.

—¿Por qué yo?

—Porque dos son mejores que uno— se excusó, aunque en verdad quería que él fuera preguntando a la gente en vez de ella, porque al hacerlo se llenaba de ansias e inseguridad— ¡Vamos, andando!

Sin decir más ni esperar su respuesta, se puso de pie e instó al chico a hacer lo mismo. Luego lo tomó de la espalda y las piernas como princesa y saltó desde el edificio sin miramientos, indiferente a sus gritos y protestas.

Aterrizaron en el asfalto con la fuerza de una bola de demolición, por suerte sin matar a nadie. Ante las miradas atónitas de la gente alrededor, se marcharon a descubrir el paradero del dichoso mago.

Tres cuadras después, cuando se encontraron en un lugar que a Érica le gustó, Arturo comenzó a preguntar a los que pasaban cerca por el paradero del mago, pero la gente apenas levantaba la mirada o contestaba con un "no sé" rápido para seguir en lo que estaban haciendo. Pronto ambos se dieron cuenta que este método no iba a funcionar.

—Malditos nonis— gruñó Érica, enojada— Quizás tenga que sacarles la información a golpes.

Lo dijo solo para descargar un poco su rabia, pero Arturo lo consideró dentro de sus planes y dio con una idea, una extraña idea.

—¡Eso es! Érica, los nonis respetan a los fuertes.

—Sí, pero yo soy más fuerte que nadie y no están mostrando mucho respeto ¿No?

—Porque no se los has mostrado. Tienes que hacerles ver tu fuerza para que te respeten.

—¿O sea pegarles?

Arturo no había querido decir eso. Pensó rápido en una forma en que Érica pudiera hacer uso de su fuerza sin recurrir a la violencia.

—¿Por qué no mejor los levantas? Son muy pesados, seguro que te ponen atención si lo haces.

—¿Levantarlos?— se extrañó ella— ¿Dices, como tirarlos para arriba?

—No, solo levantarlos suavemente. No queremos hacerle daño a nadie ¿Cierto?

—Ah, claro, por supuesto. Puedo hacer eso.

Érica miró a todos lados, se fijó en el noni más cercano, pero se detuvo al ver que iba caminando con dos nonis chiquititos. Luego notó una mujer más atrás.

—¿A ella?— le preguntó a Arturo, insegura.

El chico se encogió de hombros, tan inseguro y ansioso como ella. Érica tragó saliva, nerviosa, y decidió ignorar tal sensación. Rápidamente se dirigió a la mujer alta y roja, la tacleó como había visto en algunas jugadas de rugby, la tomó de los muslos y la levantó todo lo alto que pudo en el aire sin lanzarla. La mujer no gritó de susto como se había temido, solo emitió un leve chillido de sorpresa y esperó a que Érica la bajara.

—Eres una chiquilla muy fuerte— comentó, un tanto sorprendida— No pensé que una huma pudiera levantarme tan fácilmente.

Érica se paralizó un momento, pero en eso recordó por qué había hecho algo tan extraño.

—Yo... quería preguntarle algo.

—¿Qué quieres preguntar, corazón?— inquirió la señora, con toda la disposición del mundo.

—Dicen que en esta ciudad hay un mago ¿Usted sabe algo? Es que lo estoy buscando.

—¡Ah! Sí, he oído hablar del mago. No vienen muchos por esta región, así que es todo un evento— se tomó un instante para hacer memoria— No sé cómo encontrarlo... pero mi prima me dijo que lo vio por aquí cerca, unas tres calles más al oeste. Dijo que lo vio hacer levitar un auto entero con la mente. A mí me encantaría poder hacer algo así.

Érica y Arturo se miraron, sorprendidos. No era mucho, pero era un avance. Rápidamente se despidieron de la señora y se dirigieron al lugar que les había indicado. Ahí no había señales del mago, así que repitieron el proceso, esta vez con un noni canoso y guatón, quien felicitó a la chica por su fuerza. También le preguntaron sobre el mago, mas nuevamente, él no sabía nada.

—Aunque ahora que lo mencionan...— hizo una pausa para hacer memoria— mi hijo me contó que había visto algo que solo un mago podía hacer, por allá por la calle E alfa 43. Dijo que un hombrecito recompuso un paradero de bus que había estado roto por diez años, todo en un instante y sin tocarlo.

Los jóvenes nuevamente dieron las gracias y se dirigieron al lugar indicado. Ahí repitieron su método para llamar la atención de uno de los nonis y otra vez recibieron otro relato fantástico del mago, en una zona distinta de la ciudad. Así estuvieron por varias horas, apurados por las calles de Bivifera. El mago al parecer había dejado su rastro por toda la ciudad y en los recuerdos de los ciudadanos, pero nadie sabía quién era ni a dónde había ido. Algunos decían que era un duendecito, otros que era una nueva especie de monstruo, otros que era un "lúmini", fuera lo que fuera eso, o un noni naranjo, o quizás incluso un humano.

Después de cuatro horas buscando por todos lados, Érica y Arturo compraron más sándwiches para ir a comer a una plaza que pillaron por ahí. Érica se comió el suyo de mala gana y luego suspiró, desilusionada. Arturo no supo qué decirle.

—Nunca voy a encontrar a mi papá— dijo apesadumbrada.

El chico se asustó. Sabía que no iban a encontrar al mago, pero no esperaba que la muchacha se viniera abajo por eso.

—Vamos, Érica. Quizás estuvimos buscando mal— le sugirió.

—¿A qué te refieres? ¿Le preguntamos a la gente equivocada?

—No, me refiero a que buscar al mago fue una mala idea desde el principio. Ni siquiera sabemos si conoce una forma de llegar al Núcleo.

—¿Y qué sugieres? ¿A quién le preguntamos entonces?

Arturo calló. En verdad no sabía.

Érica se puso de pie de un salto. Estaba molesta, irritada, cansada, frustrada y más que nada extrañaba a su papá. Juró que si volvía a verlo con vida, lo primero que haría sería darle un combo entre las cejas por irse tan de repente, sin importar por qué.

Luego se volteó hacia Arturo. El chico la miraba con preocupación, lo cual le provocó una sonrisa.

Todavía no piensa que soy un monstruo— se dijo.

Y prefirió dejarlo así, no podía soportar que la abandonaran de nuevo, no cuando no tenía el apoyo de su papá. Sin darle más vueltas, se puso de pie y comenzó a caminar. Arturo rápidamente se paró para seguirla, pero Érica lo detuvo con un gesto de la mano.

—Será mejor que nos separemos aquí.

El chico abrió la boca para discutirle que, objetivamente, estaban mucho mejor juntos que solos, mas Érica insistió.

—Arturo, por favor. No puedo pasar mucho tiempo con nadie.

El chico enmudeció, contrariado. Antes de dejarle protestar, Érica echó a correr como un cohete y saltó sobre los edificios de la cuadra siguiente, perdiéndose de vista por completo.

Arturo comprendió que ya no tendría comida gratis, pero más importante aun, que su nueva amiga lo necesitaba.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top