13._ La Brika Forteme (2/2)


Al adentrarse en el pueblo, los ataques y emboscadas de los escrutarajos se volvieron más frecuentes. También comenzaron a aparecer nuevos tipos de bichos, como unos escrutarajos más grandes que embestían a los nonis como si fueran piezas de dominó y unos más chicos que arrojaban una sustancia ácida muy corrosiva desde puntos elevados. Corriendo y peleando, el grupo llegó a un agujero en medio del pueblo: una especie de espiral cuyo fondo no se alcanzaba a ver.

—Ese debe ser el nido de la reina— indicó Pol'kar, antes de comenzar a descender por el camino elíptico.

Los demás lo siguieron. Adentro había aun más escrutarajos, pero para ese entonces el grupo ya había asimilado cierta estrategia y se les hizo más fácil avanzar. Incluso los vagabundos comprendían bien cada uno de sus roles. Bajaron como una estrella fugaz por la pendiente hasta el fondo, donde encontraron una abertura hacia otra habitación. Era lo suficientemente grande para que los nonis cupieran sin muchos problemas.

—Los escrutarajos ocultan a su reina bajo tierra— explicó Pol'kar— Este debe ser su nido. Prepárense, hombres. Nos toca una pelea difícil.

Obedientes, el resto de los nonis hicieron los preparativos necesarios. Los que tenían heridas se las vendaron, los que tenían armas rotas las reemplazaron. Pol'kar miró a Érica, la cual se encontraba bastante relajada. Esta lo miró a él.

—La reina coordina a sus vasallos, les dice qué hacer a cada uno para aprovecharlos de la mejor manera. Elimina a la reina y los demás no sabrán qué hacer, serán presa fácil.

La niña asintió.

—Entonces tengo que ir contra la reina— dejó en claro— ¿Cómo la distingo de los demás?

—Es la más grande, la reconocerás sin problemas. Nosotros estaremos detrás de ti, te cubriremos. Te ayudaría a matarla, pero tengo que cuidar de los demás. Tú enfócate en ella ¿Puedes hacerlo?

—¡Ja! Lo dices como si fuera difícil.

Pol'kar le dio un empujón amistoso por pavonearse, luego se dirigieron al resto de los nonis para confirmar que estuvieran listos, y se adentraron a la cueva con Érica a la cabeza.

Después de un corto pasillo, la chica llegó a una cámara enorme y circular. Las paredes y el cielo estaban cubiertas con huevecillos del tamaño de una pelota de básquetbol, que se mantenían pegados por medio de una sustancia viscosa, amarillenta y apestosa. Frente a ella había un completo mar de escrutarajos, que correteaban asquerosos por todos lados. Al otro lado de la habitación se hallaba un monstruo gordo del porte de un camión, con la cara chica en comparación y grandes alas atrofiadas. Érica la reconoció sin problemas.

Por un segundo los bichos no notaron a la jovencita que había entrado en la cámara, hasta que la reina posó sus ojos sobre ella. De un momento a otro todos los escrutarajos se volvieron hacia la chica y se le lanzaron encima con frenesí. Érica se preparó para romper las filas, cuando varios disparos desde atrás mataron a los bichos que tenía en la mira.

—¡Concéntrate en la reina!— exclamó Pol'kar.

—Claro.

Enfocada, echó a correr entre los escrutarajos. Estos la arremetían sin lograr acercarse del todo, pues una lluvia de láseres les volaba la cabeza y les impedía le paso. La chica pasó como un rayo a través de los enemigos, tan rápida que apenas lograban tocarla. En medio de la carrera destrozó a uno de los bichos que disparaba, luego saltó sobre uno de los grandotes para partirlo por la mitad, se quitó a tres que se le encaramaron sobre la espalda, continuó corriendo, dio un salto largo y cayó sobre la reina, la cual abrió la boca con energía. Érica esperó un chillido de rabia de su parte, pero ningún sonido salió de su hocico.

—¿Se comunican en frecuencia alta?— observó.

La sujetó con fuerza mientras mantenía el equilibrio para pegarle con la otra mano, pero al intentarlo, la cabeza de la reina se retractó como una tortuga y una capa dura se cerró para protegerla.

—¡Tramposa!— exclamó la chica.

Le dio varios combos a la coraza, pero sin resultados. Los bichos se le encaramaban, le mordían las piernas y escalaban hacia su cuello. Entre que se mantenía sobre la reina y se sacaba al resto de escrutarajos de encima, Érica apenas pudo asestar un golpe.

—¡Argh, mierda! ¡Si solo tuviera un cuchillo o algo con qué atravesar este caparazón!

Entonces recordó el abrelatas y tuvo una idea. Dejó que los escrutarajos escalaran por su cuerpo para darse tiempo. Con esos pocos segundos le pidió a su timitio crear un cuchillo en su mano, y este obedeció. Sin perder tiempo, clavó el cuchillo con fuerza en la unión de la coraza, pero se le resbaló y el timitio volvió a su brazo.

—Tiene que ser algo más ajustado a mi mano— observó.

Le pidió al timitio tomar otra forma y este rápidamente obedeció. De los nudillos de la muchacha surgió una placa protectora con espinas. Algunos de los escrutarajos se preparaban para ensartar sus colmillos en su cuello. No tenía más tiempo.

En ese momento, Érica alzó su puño cubierto de timitio en el aire y lo estrelló con toda su fuerza en el caparazón, destrozándolo y machucando a la reina de los bichos en el proceso. Seguidamente se oyeron grititos leves en toda la sala; eran los bichos con los registros más graves, desesperados por perder la conexión con su reina. Los escrutarajos se volvieron locos: corrieron por todos lados, saltaron, rodaron por el suelo y chocaron unos con otros, dándoles facilidad a los nonis para exterminarlos uno a uno. En diez minutos ya no quedaba ningún bicho vivo, habían cumplido con la misión.

Pol'kar se acercó a Érica, la cual se encontraba descansando junto al cadáver de la reina. Se veía contento.

—¡Jaja! ¡Lo hiciste!— exclamó, con una sonrisa de oreja a oreja.

Sin esperar a su respuesta, la asió y la levantó para sentarla sobre uno de sus hombros. Entonces regresó con ella al resto de los nonis, los cuales no cabían en su alegría. La abrazaron con fuerza, le dieron palmadas en la espalda, le sacudieron el pelo con cariño y aseguraron nunca olvidarla. La chica se sorprendió de que estuvieran tan felices, si solo habían peleado contra unos bichos. Se dio cuenta que ellos habían estado aterrados desde hacía un buen rato.

—Vamos a celebrar esto en grande— anunció Pol'kar— ¡Que todos sepan que los escrutarajos de Vérgherel fueron vencidos por un puñado de desconocidos y la brika forteme! ¡Que se choquen los cuernos, por Érica!

—¡Por Érica!— exclamaron los demás.

Inmediatamente chocaron frentes unos con otros, con fuerza.

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Luego de regresar a Vérgherel, mientras festejaban su victoria y se emborrachaban en una posada barata, Érica le preguntó a Pol'kar sobre la forma en que la había llamado en la cueva.

—¿Qué es un forteme?

El noni abrió los ojos como platos, pero no se dejó impresionar más que eso. Rápidamente se limpió la espuma de cerveza de los labios con el pulgar y se acercó a la chiquilla para que lo oyera sobre el ruido general.

—Tu timitio— indicó— manejas timitio, así que eres una forteme. Así de simple.

—Ah...— ella tomó un sorbo de su jugo, sin saber qué pensar de todo eso.

—Los forteme son temidos y respetados en casi todos los mundos de la gran red— continuó Pol'kar— Ten cuidado a quién se lo muestras, pero sobre todo, ten cuidado con otros forteme.

—¿Por qué?

—Porque ellos pueden ver en ti una presa fácil. Te ven como una niña con poco timitio y deben pensar que eres débil, así que intentarán matarte para quitártelo. Cuidado con eso.

—¿El timitio se puede robar?

Pol'kar asintió.

—¿Cómo lo obtuviste tú?— le preguntó de vuelta.

Érica iba a decir que no sabía, pero no era cierto. Lo había obtenido tras derrotar a Cromo, el comandante de las fuerzas invasoras en Madre. Le explicó lo que había pasado y también el hecho de que los nonis bajo el mando del comandante la animaran a tomar su timitio.

—Es natural— explicó Pol'kar— venciste al soldado de mayor rango, tenías derecho a reclamar su timitio. De no hacerlo, probablemente te habrían acribillado ahí mismo.

—¿En serio? Pero si tomé algo que era de él.

Mas Pol'kar negó con la cabeza.

—Tomaste algo que ganaste por derecho. Dejarlo ahí habría sido visto como un acto de desprecio hacia el comandante, uno muy feo, por cierto. Así que hiciste bien.

—Entonces...— Érica tuvo que pensar un momento para relacionar las ideas— el timitio se gana en peleas.

—Sí, aunque no es blanco y negro. A veces aparece para ser tomado, a veces no, depende de la pelea. Es el timitio el que juzga al guerrero. Por eso te digo que tengas cuidado: lo que tienes adentro es un arma muy poderosa, pero también un tesoro muy codiciado. Muchos intentarán matarte para conseguir lo poco que tienes.

Érica sonrió.

—O sea que yo también puedo conseguir más.

Pol'kar se atragantó con un sorbo de cerveza.

—No te falta ambición, veo. Sí, puedes tomar más.

—¿Tú no eres un forteme?— quiso saber ella.

Pol'kar sonrió. Entonces miró con sus ojos su cuerno cortado. Érica le siguió la línea de los ojos y, para su sorpresa, vio cómo le salía un cuerno negro, idéntico al que aún tenía excepto en color.

—¿Cuánto tienes?— quiso saber ella.

—Es un secreto, no me gusta andar mostrándolo todo— se excusó— Pero no te acostumbres a ver a otros fortemes por las calles. Somos raros... aunque no tan raros como una brika, eso sí es algo que no se ve todos los años. Es más, tú eres la segunda que veo en mi vida.

—¡No puede ser! ¡¿Somos tan raros?!

Miró al suelo, algo compungida.

—Yo solo sé de mí y mi papá. No sé sobre otras brikas.

—Creo que existía un mundo donde se originaron, pero no sé su nombre. Tendrás que investigar más por ahí si quieres encontrarlas.

Érica primero se sintió emocionada de encontrar más gente como ella. Luego se dio cuenta que eso significaba necesariamente conocer a más personas. Se cansó de solo pensarlo.

—No importa, eso será después— cortó el tema.

Así que bebieron, comieron bien y más tarde descansaron como se debía.

En compensación por proteger a los más débiles, Pol'kar le ayudó a Érica a encontrar hospedaje cómodo y barato, y le enseñó un poco sobre su mundo. Cosas prácticas, detalles sobre la moneda común, dónde comprar comida, ropa y artículos útiles para sobrevivir a la intemperie y cómo manejarse en general.

Extrañamente, cuando Érica le preguntó cómo se llamaba la especie a la que pertenecía Papel, Pol'kar admitió que nunca había visto un animal como ese.

El noni forteme se marchó al día siguiente, después de mostrarle lo básico de su mundo, pero Érica no se olvidaría de él. Primero Cromo, luego Tur y finalmente Pol'kar. Aunque fueran una especie distinta, Érica sentía que congeniaba mejor con los nonis que con los suyos.

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