Capítulo 10
—¿Qué dijiste? —Me senté. Él también lo hizo.
De un momento a otro nos encontramos sentados en el suelo al pie de la cama.
—Fue cuando tenía como siete u ocho años.
—¿Cómo fue?
El me miró. Se veía muy serio.
—Ellos se vieron; no sé si se encontraron de casualidad o si quedaron en verse.
Si Joaquín estuvo ahí, no creo que haya sido premeditado, lo más probable es que fue casualidad.
—¿Fue en Lima?
Asintió pausadamente.
—¿Yo no estaba con mamá?
Parecía intentar recordar. Yo no recuerdo haber conocido a papá antes, o quizás lo olvidé.
—Ella estaba sola, la única que estaba era Mimí, pera bastante pequeña como para recordarlo.
Entonces si fue casualidad. ¿Por qué mamá no le habló de mí en ese momento? ¿No lo necesitaba?
—¿Tú sabías quien era ella?
—No tenía la menor idea. —Haló una de las comisuras de sus labios—. Solo sabía su nombre porque papá lo mencionó en cuanto la vio. No sé de qué hablaron tampoco porque no presté atención.
—Entonces... ¿Cómo es que sabes que era mi mamá? —Busqué su mirada.
—Lo supe recién. —Sonrió resoplando.
No comprendía bien. El notó mi expresión así que se acomodó para explicarme.
—El fantasma de tu mamá ha vivido desde siempre en la relación de mis padres. Ellos evitaban discutir frente a nosotros, pero la base de toda discusión siempre fue el nombre Angelina.
—¿No sospechaste nada cuando ya la habías conocido?
—La verdad es que no traje conmigo ese recuerdo, mucho menos cuando era niño. No comprendía nada. Fui entendiendo el sentido de ese nombre como fui creciendo, pero no le tomé importancia, a fin y acabo mis padres seguían casados. No fue hasta cuando nos enteramos de tu existencia. —Recostó la cabeza sobre la cama—. Fue ahí cuando el recuerdo de tu madre me vino como una ráfaga de viento. Solo en ese entonces lo comprendí bien.
—¿Cómo fue para ustedes enterarse de mí?
Nuevamente sonrió y negó con la cabeza.
—Puro drama, lágrimas por aquí y por allá. Aunque en realidad, pensé que mamá se mostraría más impactada...
Bajé mi mirada al suelo, será que ella... ¿si sabía de mí? Espero que el diario de mamá me lo diga todo.
—¿Cómo fue? —indagué.
—Pues papá y yo viajamos a Lima.
—Irene y Yago también. —Sonreí recordando como los había conocido.
—¿Cómo lo sabes?
Joaquín no recordaba que yo era la mesera que le atendí a él y a Irene. Claro, como iba a recordarme... Solo Yago lo hizo, y creo que Irene lo hacía vagamente, aunque supongo que Yago ya le habrá contado.
—Te lo contaré más adelante.
—Bueno. —Asintió—. La cuestión es que los tres regresamos y papá se quedó. Sin razón alguna. Luego regresó rápidamente, pidió licencia en el trabajo y nos reunió en la sala. Sin dar tantas vueltas nos dijo que tenía una hija, un año menor que yo. Ya te habrás imaginado la conmoción y todo. Lo crucial fue cuando dijo que tenía que volver a la capital. Mamá sufrió demasiado, pensó que volvería para formar una familia con tu madre y contigo. Más tarde nos enteramos del fallecimiento de tu mamá. La mía se sintió muy mal, pese a sus temores. Y bueno, luego llegaste tú para alegrarnos la vida —concluyó con sarcasmo.
Sonreí emitiendo un profundo suspiro.
—Tú... —Dudé en seguir la pregunta, no sabía si era correcto.
—¿Yo? —Me miró expectante.
—No estoy segura de hacerte la pregunta. —Entrecerré los ojos.
—Tranquila, con toda confianza.
Afirmé. Hice la pregunta con mucha cautela.
—¿Cómo fue que te enteraste que papá no era tu padre biológico?
Se quedó mirando hacia el techo y tragó saliva moviendo la manzana de Adán de arriba hacia abajo.
—Cuando tenía doce años, me metí en un accidente por travieso, y pues estuve muy delicado en el hospital.
—¿De verdad?
—Sí —aseguró posando su mirada en la mía—. Estuve muy mal, necesitaba sangre con urgencia. Soy B negativo. Nadie podía donarme de su sangre, nadie salvo mi padre biológico. —Suspiró—. Mi mamá lo buscó por cielo y tierra hasta que dio con él. Fue un escándalo.
—¿Papá no lo sabía?
—Sí lo sabía. El único que no lo sabía era yo. Incluso en ese momento no lo entendía bien, no sabía que para ser del tipo de sangre negativo uno de mis padres tenía que serlo. Pero papá supo que en algún instante yo lo sabría. Así que fue en ese momento que me lo dijo, que no era mi verdadero padre.
—¿Sufriste mucho?
Asintió melancólico.
—Como cualquier persona. Pero al mismo instante tuve curiosidad de mi padre biológico. Quise saber de él. Pero él no quiso saber de mí. —Bajó la mirada—. Desapareció tan pronto como llegó.
—Entonces... ¿no mantienes comunicación con él?
Negó con la cabeza. Taciturno. Me sentí mal por él. Sentí ganas de ayudarlo.
—¿No sabes nada de él?
—Sé dónde encontrarlo. Sé donde vive.
—¿En Lima?
—Bingo.
Continuamos conversando de muchas cosas importantes y no importantes. Nunca había conversado tanto con un chico. A lo mejor ya nos estábamos acostumbrando como hermanos, aunque me costaba verlo de ese modo, no como veía a Mimí, quizás porque somos de sexos opuestos. O porque no había ningún lazo sanguíneo de por medio. Y presiento que él tampoco me ve de ese modo.
La semana continuó su curso natural, aunque no tan natural porque pasó volando. Y al final de ella, llegó el cumpleaños número dieciocho de Kiara, que según ella lo iba a celebrar a lo grande. No en Trujillo sino en Laredo. Su tía y su esposo trabajan en un local campestre como guardianes, así que lo iban a prestar para que ella celebrara ahí su fiesta. Y estaría a todo dar —como dice Lola—, porque íbamos a acampar después de la celebración y pasaríamos el resto del domingo en ese lugar. Así que teníamos que llevar ropa de cambio y carpas. O sino a dormir en la intemperie.
Terminé de alistar todo lo que necesitaba. No tenía carpa, pero Lola me aseguró que tenía una y la compartiríamos con Kiara.
—Yo también quiero ir —dijo Mimí haciendo un puchero.
Estaba por responderle cuando alguien tocó la puerta.
—¿Estás lista Jasmine? —La voz de Joaquín.
—Sí, pasa.
Cuando entró nos quedamos mirando porque habíamos coincidido en la ropa, ambos llevábamos un polo azul noche, un pantalón jean y zapatillas negras.
—Parecen gemelos —se burló Mimí.
—Bah no importa, igual nos vamos a cambiar en la noche. Vamos Jasmine. —Miró la hora en su reloj de muñeca—. Nos van a recoger en el propio Laredo y luego nos llevan al local.
—Ya. Adiós hermana, cuídate. —Besé la mejilla de Mimí.
—Ay ya quiero ser mayor de edad para ir con ustedes.
Joaquín le revolvió el cabello.
Bajamos las escaleras. Papá y mi madrastra estaban en la sala.
—No se vayan en taxi es peligroso —dijo la señora Tania—. Vayan en combi.
Asentimos.
—La combi "S" azul va a Laredo —intervino papá—. ¿Les van a recoger no?
—Sí, el tío de Kiara nos recogerá a varios en la plaza de Laredo —contestó Joaquín.
—Bien hijos, vayan con cuidado —continuó papá—. Joaquín no apagues tu celular, no te emborraches y cuida de tu hermana.
El aludido sonrió incómodo. Yo también lo estaba.
Después de despedirnos salimos a la avenida donde pasan varias líneas. Subimos a la que dijo papá. La gente se aglomeraba demasiado, aunque no tanto como en Lima. Joaquín tuvo que ponerse de pie para darle el asiento a una anciana. Saliendo de la ciudad pudo sentarse nuevamente. Eran las seis de la tarde; a través de la ventana pude ver los sembríos de caña alrededor de la pista a ambos lados. Se inhalaba un olor particular; Joaquín me dijo que provenían de las fábricas de azúcar. Finalmente llegamos a Laredo. Un distrito pequeño con casas pequeñas también. Es otro ambiente, más acogedor.
Tal y como quedamos con los chicos de la pre, nos reunimos en la plaza, el primero en llegar había sido Yago, luego nosotros, después Lola, Tadeo, otros chicos más que eran amigos de Kiara, pero nunca Luana ni Irene. Pensé que ellas irían.
—¿Tu carnala la fresa? —le preguntó Lola a Yago.
—Anda indispuesta. Ustedes me entienden. —Nos señaló.
—Y pos la otra fresa no quiso venir si no venía la güerita.
—Así es.
—De verdad está mal —anunció Joaquín mostrándonos su WhatsApp, donde Irene le había mandado una foto tendida en su cama haciendo un puchero.
—No pos, el fin del mundo —se burló Lola.
—Te imaginas que a nosotros nos diera la regla —intervino Tadeo haciendo una mueca de asco. Los chicos imitaron su expresión.
—Se dan a morir —aseguró la mexicana riéndose a carcajadas.
Los demás chicos que no conocíamos se nos unieron al ruedo para preguntarnos a que hora nos recogería el tío de Kiara, y pues no tuvimos tiempo a responder porque una camioneta Toyota con tolva nos vino a recoger.
—¿Ustedes son los amigos de Kiara? —preguntó el señor desde el asiento de conductor.
Asentimos.
—Sí, son los únicos chibolos aquí —continuó la señora que iba junto a él—. Suban atrás hijos, se acomodan en unos cojines que hay por ahí.
La segunda cabina de la camioneta estaba ocupada con cosas para la fiesta. Le hicimos caso y empezamos a subir, pero no cabíamos todos.
—Chale —rezongó mi amiga—. A ver quien me carga. Tú será pues. —Sin esperar respuesta se sentó sobre las piernas de Yago. Este negó riendo.
—¿Ya se acomodaron? —preguntó la señora desde adelante.
—Siéntate sister —sugirió Lola—. En un bache te caes. Siéntate sobre tu carnal. —Señaló a Joaquín que estaba sentado junto a Yago.
—Es que... —No es mi hermano. Joaquín parecía entre incómodo y divertido.
—Ándale, no seas fresa. —De un jalón me hizo sentarme sobre mi hermanastro.
Me quedé congelada sobre sus piernas. Incómoda y avergonzada. Sentí a Joaquín estremecerse.
—Jasmine...—susurró a mi oído—. Lo estás aplastando.
No comprendí al instante. Tuve que echarle una pensada para comprender a qué se refería. Y al hacerlo me avergoncé más, así que rápidamente me senté más adelante, al borde de sus rodillas. Debería decirle a Lola y Kiara que no somos hermanos, sino hermanastros.
En menos de diez minutos luego de atravesar varias chacras, llegamos al local campestre llamado: Sol de Laredo. La entrada estaba adornada de una ramada de flores, casi toda la entrada que conducía al interior estaba adornada de flores violetas y rosadas. Era bastante amplio, lleno de plantas por doquier, pasto y flores, dos piscinas medianas, juegos para niños, dos canchas deportivas y una pista de baile con mesas y sillas a los costados. Estaba adornado con luces y la mesa central con bocaditos, bebidas y torta.
Kiara salió a recibirnos. Su cabello estaba cubierto con una toalla.
—¡Llegaron!
Se abrazó con Lola como si no la hubiese visto en un millón de años.
—¡Feliz cumple sister!
Una vez que se separaron pudimos acercarnos nosotros, saludarla y darle su regalo.
Armamos las carpas los que nos íbamos a quedar, y fuimos al cuarto donde Kiara se preparaba. La fiesta iba a ser en sport elegante, por lo que yo solo llevé un vestido sencillo, pero las muchachas me dijeron que tenía que usar un vestido más llamativo. Así que Lola escogió de los suyos un verde oscuro corto, pegado y hombros descubiertos.
—Este está bien, te hará lucir tus piernotas.
—Es que... —Estaba por decir que era demasiado descubierto.
—Nada nada, no seas mamoma —Me lo puso en la mano y me empujó hacia el otro cuarto.
No tuve más opción que ponérmelo. Cuando salí a que me vieran intentaba bajarlo y ellas no dejaban de reír.
—Jasmine te ves una mamacita —aseguró Kiara—. Tienes muy buenas piernas.
Sonreí. Ella también se veía muy linda con su vestido azul índigo, y ni hablar de Lola, su vestido coral la hacía lucir como una barbie.
Salimos a la recepción. Los chicos también se veían muy guapos.
—Mira güerito, ¿a poco tu carnala no está bien chida?
Joaquín me miró asombrado. Nunca me había visto de ese modo y yo me sentía muy muy avergonzada.
—Pero que guapas —dijo Yago. Se acercó a mí y me hizo dar una vuelta.
Llegaron más personas y el local parecía haberse achicado. Kiara nos presentó a sus amigos, a sus papás, a sus hermanos... casi a toda su familia. La música varió de electrónica a reguetón, salsa, cumbia, bachata, chicha, y al final las corta venas. Yo casi no bailaba, algunos chicos que jamás había visto en mi vida me invitaron a bailar, pero no acepté, al único que acepté fue a Yago. Pero fue una locura, él no bailaba al ritmo de la música, inventaba sus propios pasos. Pero me divertí. Otros se metieron a la piscina. Comimos hasta decir basta y cabe decir que tomaron hasta emborracharse. Entre ellos Joaquín, pese a que papá le había dicho que no lo hiciera. Luego Tadeo propuso jugar "la botella borracha" con los de la pre y otros amigos más de Kiara. No sé cómo, pero me convencieron. Nos sentamos cerca del campamento alejados del resto de invitados que aun tomaban y bailaban.
—Ya —dijo Kiara—, pico manda y poto obedece. Por ser la cumpleañera yo la giro.
Todos miramos expectantes. El pico dio a Lola y la base a un chico de cabello rizado.
—A ver que te mando... —Parpadeó.
—Cinco, cuatro... —Empezó a contar el muchacho.
—¡No, espera, dame chance!
—Tres, dos...
—¡Ya! Métete a la alberca con todo y ropa.
El chico hizo un puchero, pero accedió a la petición y se lanzó con todo y ropa.
Seguimos jugando y las chicas mandaron cosas muy malévolas. Mientras los chicos pidieron sus besos. Por suerte a mí no me tocaba. Una de las amigas de Kiara le pidió un beso a Joaquín, pero él no accedió por obvias razones y Yago le ayudó a serle fiel a su hermana. En vez, tuvo que bailar solo en medio de nosotros y lo hacía muy gracioso porque había tomado demasiado.
Kiara hizo girar la botella de cerveza una vez más hasta que el pico dio en Tadeo y la base en Yago.
—Ahora se te cumple hermano —dijo—. A ver, dale un beso a Jasmine.
Me quedé de piedra. Congelada. Mi primer beso no podía ser así.
—¡No pobre mi Jasmine! —expresó Kiara.
—No... yo...
—Tienes que cumplirlo —exigió Tadeo.
Miré a Yago con expresión suplicante. Pero él estaba demasiado tomado también. Se puso de pie dispuesto a cumplir su reto.
—¡Beso! ¡Beso! —exigían todos.
Yago caminó hacia mí con pasos endebles. Se estaba inclinando, así que cerré los ojos con fuerza. Solo me quedaba esperar su beso.
—¡Déjalos! —Escuché la voz de Tadeo—. Para que sea doblemente tu cuñado.
Abrí mis ojos para ver a Joaquín empujar a Yago, inclinarse, tomar mi rostro y posar sus labios sobre los míos. Mi corazón se detuvo en ese momento y el silencio reinando el ambiente me dijo que algo muy muy malo estaba por suceder.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top