•9•

La calma no era algo muy propio de ellos en ese momento. Pero aun así, con todo y el corazón en la boca, se propusieron tratar de entender un poco.

Claro, Jake, por su parte, seguía molesto por lo que había pasado y en ningún momento había sentido un poco de arrepentimiento por haberle mentido al resto de esa forma.

Pero debía pensar con claridad, debía pensar qué hacer para llegar al castillo de Miss Jane y terminar con ella sin la ayuda de los Imantes, porque, no pensaba ir a buscarlos. No quería siquiera tenerlos en frente, tan solo con el hecho de saber que ellos le arrebataron su sueño le daba dolor de cabeza y una horrible punzada en el estómago.

—¡Te estoy hablando!—le llamó Cole por tercera vez.

—¿Eh? —se limitó a decir, volviendo a la realidad.

El australiano suspiró con agotamiento, era el que mejor había tomado todo esto de lo del juego y estaba pensando alguna forma de llegar al castillo, según su poco conocimiento con el lugar. Sin embargo, cada vez que le hablaba a Jake por alguna duda, el chico lo ignoraba, parecía estar en alguna clase de hipnosis.

—¿Miss Jane aquí también tiene poderes psíquicos? —preguntó de nuevo, a diferencia que está vez contaba con la atención del rubio.

El solo asintió, no dijo nada más y vio hacía otro lado, estaba tratando de recordar algo, que, por más que intentara, le era imposible.

Ellos dos seguían en el inmenso campo que dividía un bosque con el otro, ahí no había nada de árboles, si no un abundante terreno libre.

Eliza y Sharon se encontraban recostadas en un gran árbol que yacia en el inmenso bosque, la australiana tenía los ojos cerrados, luchando con el dolor de cabeza que cargaba, mientras que la pelinegra estaba pensativa.

—Sin los Imantes de nuestro lado será imposible derrotar...

—¡Mierda! —exclamó Jack, interrumpiendo a el moreno.

Este lo observó inmediatamente, pero no vio nada raro en el rubio, más que se acercaba con gran rapidez hasta él. Jack llegó donde al lugar en que Cole lo veía con las cejas alzadas, y empezó a empujarlo a dónde las chicas estaban, Cole no entendió lo que le ocurría, pero aun así obedeció.

Al llegar al lugar, Jake le seguía sosteniendo del hombro y volteó hacia el campo.

—¡Tomense del árbol! —todos lo observaron confusos—. ¡Háganlo!, ¡Con fuerza!

No entendían qué ocurría pero prefirieron hacerle caso antes de formular alguna pregunta, Jake los guió hasta el lado del árbol que veía al gran bosque y se sostuvo también.

No había nada inusual, o por lo menos eso parecía hasta que...

El medio del campo, el lugar que dividía los bosques, se abrió como si hubiera un terremoto en solo ese camino. Una enorme raya de dibujó, la tierra se movía y el suelo se abría. De pronto el lugar empezó a moverse de manera inclinada, como si lo hubieran partido a la mitad.

Los chicos se sostuvieron del árbol con toda la fuerza para no caer. Ya pasados unos cuantos segundos, el terreno cesó y volvió a su lugar. Ellos se soltaron del árbol y respiraron profundo.

Eso había sido claramente inesperado por todos, menos por Jake.

Y es que Jake había olvidado eso, sabía que tenía algo importante que recordar, pero por alguna razón no lo hacía.

—Eso fue interesante —pronunció Cole luego de unos largos segundos en silencio.

—¿Qué acaba de ocurrir? —bramó Eliza, levantándose del suelo al cuál había caído por el susto, pero aún sin soltarse del árbol.

—Fue uno de las tantos modos del juego para... —pensó las palabras correctas por un momento—. Bueno, para quitarnos la vida.

Los tres abrieron tanto los ojos por la sorpresa, al mismo tiempo, que en otro momento hubiera sido gracioso.

—Ocurre cada cierto tiempo —continuó Jake—. Creo que es cada 5 horas.

—¡¿Cómo que crees!? —gritó Sharon alterada, muy alterada.

—Es que no lo recuerdo, fue hace tanto que puse esa opción que...

—¡¿Tu creaste la opción?! —volvió a interrumpir la rubia.

Jake suspiró ruidosamente, le molestaba tener que hacer esto, por lo que solo asintió, ya no tenía la menor gana de seguir con la explicación.

—Tu creaste todo esto, ¿no? —preguntó Cole, tomándose de la barbilla con el dedo.

—Sí. —contestó Jake con hastío, estaba harto de repetirlo.

—Bueno, tengo una pequeña duda —se aclaró la garganta—. ¡¿Por qué demonios solo nos trajiste con esta insignificante ropa?!

Las chicas —quienes seguían pegadas como chicle al árbol—, se sobresaltaron al escuchar el grito del australiano.

Después de todo este tiempo Jake se propuso en detallar sus atuendos. No eran más que botas mal gastadas y bragas grises que empezaban desde los tobillos y terminaba en sus cuellos, además de ser manga larga. No parecían más que albañiles o algo por el estilo.

La verdad era que el rubio empezó a reconstruir los atuendos de los Imantes, para volverlos lo más fuertes y resistentes posibles, y nunca se preocupó por la ropa de los otros chicos que quedarían allí.

Sí que estaba seguro que se convertiría en uno.

—Es que creí que sería más cómodo. —mintió

A veces sus mentiras eran tan malas.

Mejor dicho, sus mentiras eran pésimas todo el tiempo. Aún no sabía cómo se habían creído lo de los Imantes.

Claro que se dio cuenta de lo pésimas que seguían siendo cuando los tres chicos frente a él lo observaron ceñudos.

—¿Más cómodo? —soltó Eliza mientras negaba—. Qué estúpido.

Pero nadie dijo una palabra más respecto al tema.

Eliza caminó hacia Sharon, quien subía y bajaba el pecho con anormalidad, su respiración cada vez era más rápida. Los nervios y el miedo le estaban ganando. Eliza, al estar a pocos centímetros de ella, acarició su hombro, la rubia volteó a verla y le dedico una cálida y amable sonrisa.

—¿Estás bien? —le preguntó Eliza.

Ella negó, pero seguía con media sonrisa en el rostro.

—Pero si me sigues acariciando así tal vez pronto se me pase —rió con la boca cerrada.

—Sé que esto es una locura, no es fácil estar bien de buenas a primeras —confesó y volteó un momento a donde se encontraban Cole y Jake, discutiendo de nuevo—. ¿Es tu novio? —preuntó curiosa.

Sharon también posó su vista entre los chicos y asintió, agrandando su sonrisa.

—Sí, y solo está actuando así tratando de ocultar su miedo, lo conozco —comentó mientras su sonrisa desaparecía—. Es lo único que me queda.

Eliza la observó unos segundos y la detalló sin que se diera cuenta.

Era una linda chica, cara redonda, cabello rubio, nariz pequeña, cejas poco pobladas, tez pálida, ojos color miel y pecas en toda la cara.

Eliza no dijo nada respecto a su última frase ya que no la quería incomodar con preguntas, pero sí se quedó con la duda.

La rubia seguía viendo a su novio y en sus ojos se podía notar la tristeza que poseían, algo de lo que Eliza se dio cuenta por lo que trató de darle fuerzas.

—Nos sacarán de aquí —aseguró con una sonrisa—. Encontraremos a mi hermana y volveremos todos a casa, no morirá nadie.

Sharon puso una mueca.

—No lo sé. Todo esto parece tan peligroso —confensó, sin apartar la vista de los chicos—. De pronto estoy en mi casa y a los dos segundos me encuentro en un raro videojuego que quiere quitarnos la vida. Además, tengo una mal presentimiento.

Eliza negó con la cabeza.

—Él nos metió aquí y debe de saber cómo sacarnos también. Con vida. —recalcó la última palabra.

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