•7•
Paredes blancas.
Piso blanco.
Luces completamente blancas.
¿Qué sitio era ese?
¿Estaba soñando?
Gregg se levantó del suelo, sus huesos estaban algo adoloridos por pasar tanto tiempo en él. Su mente trabajaba por entender dónde estaba y qué ocurría mientras el estallido de dolor en su cabeza aparecía.
Trató de encontrar algo conocido o alguien conocido. Recordaba perfectamente lo que había ocurrido minutos atrás y le buscaba alguna explicación.
En su cabeza solo pasaba el momento en el que la neblina dorada lo inundaba y el miedo reapareció.
—¡¿Hola?! —gritó agitado.
Parecía que estaba en un gran salón con suficiente espacio, claro que no sabía distinguir si era del todo cierto porque todo era completamente blanco.
Gregg se encontraba exactamente igual a como había dejado la habitación de su hermana, con sus zapatos deportivos, su camisa blanca, chaqueta negra y su jean. Su perfecto y peinado cabello castaño estaba un poco desordenado por haberse levantado del suelo tan bruscamente.
Su pecho empezó a moverse de manera agitada, el miedo lo había absorbido por completo, estaba quieto sin saber cómo moverse, apenas y sentía las piernas.
Un gran golpe en una de las paredes lo hizo sobresaltarse de su lugar, volteó hacia donde venía el ruido y se quedó allí observando con las cejas hundidas.
Luego otro golpe.
Y otro.
Y de repente una parte de la pared cayó junto con Danica.
Gregg se quedó observándola perplejo, y no completamente por el miedo.
—¡Demonios! —su voz era una mezcla de rudeza junto con algo de nerviosismo.
La chica se levantó tan rápido como pudo y observó el lugar, se logró notar como una pizca de decepción invadió su rostro, tal vez esperaba encontrar un lugar mejor. De pronto su mirada conectó con la del castaño y mantuvo su vista fija con la de él.
No dijeron nada, tan solo se veían detallandose el uno al otro.
La chica no cargaba ningún tipo de ropa extraña, solo un pantalón Capri, junto con una camiseta negra y chanclas. Su cabello que no era ni tan corto ni tan largo, completamente negro, sus ojos extravagantemente azules y su piel extrañamente pálida.
Ella abrió la boca en un intento de decir algo pero la misma neblina que los había arrastrando a donde sea que se encontraban los visitó de nuevo. Los dos chicos se pusieron alerta ante cualquier cosa.
La neblina pasó por donde estaban de pie, los rodeó por un instante y se detuvo frente a ellos. Ahora formaba un cuadro enorme como para que los dos pudieran verlo sin problemas.
Por arte de magia una figura apareció dentro del cuadro, como alguna clase de vídeo u holograma, era una mujer de no más de treinta y cinco años, con una perfecta cara perfilada, cabello rubio armado con un tipo de recogido elegante y un gran vestido blanco que abarcaba toda su piel desde la garganta hasta abajo, dejando a la vista nada más que su perfecta cara marcada y una parte de sus brazos.
Su sonrisa era brillante, su dentadura era perfecta, su nariz era perfilada, sus ojos azules y sus cejas pobladas.
—¡Bienvenidos sean a esta maravillosa tierra de Wrengel! —su entusiasmada y vibrante voz tenía algo que te hacía poner la piel de gallina—. ¡Ustedes han sido los afortunados en ganar el gran y privilegiado título de Imante!
—¿Qué? —murmuró Gregg sin entender absolutamente nada.
—¡Estamos sumamente agradecidos que por fin nuestra tierra tenga la protección que tanto se merece! —parecia que era un vídeo pre-grabado ya que la figura nunca hizo contacto visual con ninguno de los dos—. Un gusto darles la bienvenida, me llamo Jane Susett Barts II. Pueden decirme Miss Jane, así todos me conocen.
—¡¿Qué es esto?! ¡¿QUÉ ESTA OCURRIENDO?! —exclamó está vez la chica.
—Necesito que se reporten en mi castillo tan pronto como sea posible, todo su equipo de armas se encuentra en la habitación principal — de pronto en las paredes blancas apareció una puerta común y corriente de madera, sencilla —. Cuento con ustedes. —mostró una gran y curiosa sonrisa y el holograma desapareció.
Ahora esos dos chicos estaban más desorientados que nunca, aquellas palabras de esa mujer fueron tan ajenas a lo poco que sabían que no tenían idea de qué creer.
Y con poco, mejor se podría decir que no entendían absolutamente nada de lo que estaba ocurriendo.
Ninguno de los dos se movió de su sitio, sin embargo, se encontraban alerta ante cualquier situación. Ya no se veían las caras, ahora solo miraban la extraña puerta que apareció de la nada frente a sus ojos.
El chico reunió toda aquella valentía que daba por perdida y fue el primero en dar un paso hacia la puerta, dudoso elevó su mano derecha para llegar hasta la manilla y tocarla con el mayor cuidado posible, suspiró y entonces abrió la puerta.
Y como dijo la tal Miss Jane, allí aguardaban todo tipo de armas listas para ser usadas.
Desde pequeñas navajas hasta pistolas y revolvers.
Gregg se quedó parado en la entrada observando el lugar, buscando alguna trampa en la que diera un paso en falso y terminara arrebatándole la vida. Estuvo un poco dudoso al principio, aun así se atrevió a seguir.
Al ver que Gregg había ingresado a la habitación con éxito, Danica fue tras él.
Esa habitación no era blanca pero si igual de espaciosa, las paredes eran de madera y sostenían un montón de armas, el suelo tenía un leve color grisáceo y las luces brillaban al igual que en la sala anterior.
Gregg se adentró con un poco más de seguridad, pero seguía atento a cualquier cosa que pudiera atentar en su contra. Llegó hasta el final de la sala en la cual descansaban un montón de armas más y las observó como un niño cuando le dan la opción de elegir qué dulce es el que quiere.
Bajó tanto la guardia que no se dió cuenta cuando piso accidentalmente un botón que estaba entre las mesas y todo lo que estaba en esa pared empezó a moverse.
—¡Mierda! —se apartó rápidamente de allí chocando con un cuchillo que no se encontraba del todo dentro de una mesa tras de sí—. ¡Agh!
Danica caminó rápidamente, pero igual de manera cautelosa, hacia él, apartando el cuchillo para que no pasara a mayores.
—Gracias —pronunció Gregg un poco fuera de sí.
A Danica no le dio tiempo de pronunciar palabra cuando se dio cuenta de lo que había en la pared que recién estaba cambiando de sí, las mesas en esta desaparecieron y dejaron ver unos trajes perfectamente acoplables a sus cuerpos.
—¿Qué es esto? —preguntó Gregg aún más confundido.
Los trajes eran separados por una gran pared en medio de los dos, la cuál estaba allí para que pudieran cambiarse, seguramente.
Danica dio pocos, pero los necesarios pasos que necesitaba, para llegar hasta ellos.
Aquellos trajes eran de cuero innegable, completamente negros y super resistentes, iba desde el cuello hasta los grandes e igual de resistentes botines que descansaban en el suelo, los dos trajes tenían mangas pero no habían guantes.
Algo que se podía notar a simple vista era un broche dorado pegado en la cintura del lado izquierdo. Era dorado con toques grises, pequeño y de forma circular. En medio de este se podía notar la pequeña palabra Imante en ellos.
La chica observó al castaño quien tocaba su espalda exactamente en la parte en el que el cuchillo le dio, Se dio cuenta que había un poco de sangre allí pero no se inmutó.
Este llevó su mirada a Danica, quien se encontraba viendo la mano ensangrentada del chico con una leve preocupación.
—Estoy bien —aseguró Gregg cuando se dio cuenta de la expresión de ella.
Ella asintió lentamente y desvío su mirada a los trajes.
—Bueno, creo que tenemos que ponernos esto y elegir un par de armas.
Gregg asintió de acuerdo.
—Sí, creo que sí.
Y así con cierta incomodidad en el aire y sin decir nada más, caminó hasta donde se suponía era su traje y empezó a examinarlo.
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Primer vistazo de los Imantes juntos, ¡¡ahhh!!
Espero que les haya gustado el capitulo :^)
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