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A la distancia el bosque de Wrengel podía definirse como algo hermoso, extraño y misterioso. Fácilmente te podrías sentir intrigado por saber qué habita en su interior.

Pero mientras más te acercas a él, tu arrepentimiento aparece y va en aumento, una pequeña sensación de terror te invade, pero aun así te adentras porque la curiosidad siempre será mayor que el miedo.

Es ahí cuando te arrepientes, dentro, tus sentidos de supervivencia desaparecen y son remplazados por miedo, mucho miedo a morir solo en él.

La belleza de el lugar te ciega y no ves el peligro presente hasta que ya es demasiado tarde.

Aquel con la insignia Imante es el único que no se deja segar por aquel lugar de fantasía y sus fuerzas aumentan al entrar. Es por eso que Danica y Gregg habían podido atravesar el lugar como si nada.

También es por eso que Cole y Sharon recorrieron todo el camino de regreso más pegados de lo general y asustandose a cada paso dado.

Jake, por su parte, había un poco de miedo en él, pero sabía a la perfección los efectos que producía estar ahí así que trató de pensar lo menos posible en los alrededores y centrarse en el plan.

Después de contar el plan se propusieron cruzar el nutrido bosque para poder llegar a la aldea de Wrengel, lugar donde se encontraba el gran castillo, que era dónde Miss Jane habitaba.

Unos treinta minutos más tarde, lograron llegar sin ninguna complicación al mismo lugar en el que Jake y los chicos habían pasado la otra noche.

Fue ahí cuando lo recordó, eso que ocurría cada cinco horas, ese pequeño peligro que les acechaba.

—¡Esperen! —gritó el al notar que todos se iban a adentrar a la zona—, Lo que ocurre cada cinco horas, ¿recuerdan?

Sharon y Cole entre abrieron los ojos al escuchar al rubio, en cambio, Gregg y Danica fruncieron el ceño, no sabían de que hablaba Jake ahora, ya que nunca habían llegado hasta allá.

Jake recordó que no todos estaban informados pero Cole fue el que dio el siguiente paso y les explicó:

—Verán, cada cinco horas, este gran patio limpio que ven aquí —señaló al gran espacio sin ningun árbol, en frente—. Ocurre un terremoto que ocasiona la agrietacion del campo y... bueno, literalmente se voltea.

—¿Cómo se voltea? —preguntó Gregg, haciendo comillas a las dos últimas palabras.

—Asi como lo escucharon, el suelo da un giro de 180° grados y vuelve a su lugar treinta segundos después. Es altamente peligroso caminar por ahí sin saber en cuanto tiempo va a volver a girar. —habló Jake esta vez.

—Entonces, ¿qué haremos? ¿Esperar a que vuelva a hacer sus cosas raras? —pregunta Danica, con aburrimiento.

—Eso o pasar corriendo, a toda velocidad, sin que de tiempo de parar a que haga lo suyo. —se hundió de hombros el rubio.

—Prefiero la segunda opción —habló Cole acercándose al resto—. Quiero salir cuanto antes, unos minutos más aquí y siento que me volveré loco.

—Opino exactamente lo mismo, hay que salir de aquí ahora, la idea de esperar a quien sabe cuando eso se mueva no me gusta —comentó Danica.

—Pues yo prefiero quedarnos —habló esta vez Gregg—. Nada perdemos con esperar solo un rato, además, todos estaremos a salvo.

Danica resopló, pero no comentó nada.

—Sí, yo también prefiero esperar —habló Sharon tímidamente.

—Bueno... dos a dos, parece que la decisión final es tuya, Jake —le comentó Cole mientras abrazaba a su novia por la espalda—. ¿Qué hacemos?

El rubio, quien en ese momento veía al lugar solitario absorto a la conversación, volteó y observó a Cole, pensando en alguna respuesta.

¿Qué hacer?

Por un lado, si se iban de una vez, corrían el riesgo de toparse con el fenómeno.

Por otro lado, si esperaban estarían perdiendo un tiempo valioso y sería peligroso para la misión.

Pero... había que tomar riesgos a veces, ¿no?

—Tenemos que seguir —afirmó—. Esperar no nos servirá de nada.

—¿De nada? oh bueno, tal vez servirá para. ¡¿Sobrevivir?! —exclamó Gregg, indignado.

—Hay que seguir avanzando, mientras más rápido lleguemos al castillo, mas rápido nos iremos de aquí —insistió Cole—. Vamos, sigamos.

Arrastró a Sharon —quien no parecía muy convencida con la idea— y empezaron a correr por el amplio pastizal.

—¡Demonios! —bramó Jake y se fue corriendo trás ellos.

Unos pocos segundos luego, Danica observó Gregg quien tenia una mueca.

—Vamos.

Gregg negó, seguía sin convencerle la idea de ir ahora, por lo que Danica maldijo en voz baja y lo observó con el ceño fruncido.

—Gregg, tenemos que...

Algo la interrumpió, un fuerte sonido proveniente de el limpio campo, volteó enseguida para ver de qué trataba. Gregg también fijó su vista en el pastizal y no le gustó lo que vio.

—¡Maldita sea! ¡te lo dije!

El gran campo empezó a formar una grieta justo en medio, Jake, Sharon y Cole fijaron su vista en el suelo, el cual se iba abriendo poco a poco y, de un segundo a otro, empezaron a correr por su vida.

Aún faltaba una distancia cuestionable para llegar al otro lado, y devolverse no serviría de nada, ya que la distancia era la misma.

Mientras más corrían, más parecía que lo lograrían. Jake tenía ventaja sobre la pareja a quienes las grietas casi los alcanzaban, de un segundo a otro Cole tomó fuerzas y empujó a Sharon para que llegara más rapido al otro lado, logrando su cometido, la rubia llegó a la misma distancia de la que Jake estaba.

Fue ahí cuando Cole se detuvo al tratar de esquivar unos grandes huecos de tierra lo suficiente profundos como para nunca salir con vida, pero le era imposible, por más que intentara correr a otro sitio, las ruinas llegaban hasta él.

Sharon se detuvo al llegar a lugar seguro y volteó inmediatamente al notar la ausencia de su novio.

Él se había detenido, entendió que ya no tendría escapatoria, por lo que su siguiente paso fue observar al frente, observarla a ella.

Sharon al entender la situación su primer impulso fue correr a socorrerlo, por suerte, Jake la tomó por la cadera para que no cometiera una locura.

—¡No! ¡suéltame! por favor... —suplicó en un aulido.

Cole no despegó su vista de ella, mientras el suelo parecía querer desprenderse de su sitio. Negó lentamente con una pequeña sonrisa al ver como su novia queria ir a su rescate. En sus labios formó un pequeño "te amo" que fue visible para Sharon, quien las lágrimas empezaban a brotar de sus ojos como cataratas.

Por más que Sharon trataba de soltarse de los brazos del rubio, su fuerza cada vez disminuía por el miedo.

En medio de la crisis, empezaron a rememorar aquellos momentos juntos, aquellos momentos de felicidad, de tristeza, de confianza, de amistad... todo por lo que pasaron, todo aquello de atravesaron... se iba a acabar.

«—No importa lo que ocurra, yo siempre estaré a tu lado —le sonrió mientras acunaba sus manos en sus mejillas—. Te protegeré cuando lo necesites, te sostendré la mano cuando tengas miedo y si tengo que morir para salvarte, lo haré.

Ella rió entre dientes y lo observó con una pequeña sonrisa.

—Que exagerado, lo último no es necesario.

—No sabes de lo que soy capaz por ti, Sharon. —aseguró—. Mientras yo este contigo, no va a pasarte ni un rasguño. Te amo.

Y yo a ti.»

Todos esos recuerdos se fueron tan repentinamente como llegaron.

Y así, de un segundo a otro, la tierra arrastró al australiano al fondo de ella.

De pronto, silencio.

Silencio y...

—¡NOOOOOO! —el grito desgarrador de Sharon se extendió por todos los rincones de aquel bosque mágico.

Los llantos y gimoteos fueron lo único que tuvo lugar.

Fue ahí, aún en brazos de aquel chico rubio, con la garganta desgarrada y la cara llena de lágrimas que lo entendió.

Había perdido a la única persona que logró ver color dentro de su faceta de blanco y negro. Aquella persona que logró sacarle una sonrisa sincera. Aquel que la apoyó y nunca dudo de sus capacidades.

Había perdido al amor de su vida.

El juego había cobrado otra víctima.

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Cole, discúlpame.

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