•18•

La extraña figura seguía allí tumbada en la pared con una sonrisa bastante grande que te podía poner los pelos de punta, con sus brazos cruzados y su cabeza un poco al frente.

Danica sacó rápidamente su arco y flecha para acomodarlos y apuntarle, a lo que él, al notarlo, negó divertido.

—No les haré nada —aseguró—. Solo los quiero ayudar.

Pero la chica no se inmutó y siguió amenazándolo con el arma.

El ser extraño se separó de la pared y caminó con pasos lentos hasta los Imantes con una sonrisa marcando unos lindos hoyuelos en su rostro.

—Verán, estoy de su lado —afirmó mientras seguía caminando hacia ellos, quienes no se movieron de su sitio al verlo dar unos cuantos pasos—. Miss Jane me desterró de su preciado pueblo, por lo que estoy completamente en su contra y de su... —los señaló—... lado.

Los Imantes observaban con gran desconfianza a la criatura que cada vez se les acercaba más, hasta que Danica se atrevió a hablar.

—¿Qué nos asegura que en serio quieres ayudarnos?

—Ustedes son los Imantes, cualquiera quisiera tener el honor de ayudarlos. —constestó seguro.

Ninguno de los chicos dijo ni hizo nada, por lo que el ser apodado Sarco, siguió:

—Además, tengo información útil para ustedes.

Pareció que con esas palabras fueron suficientes ya que Danica bajó el arma cuidadosamente mientras seguía observando a la extraña criatura frente a ella, Gregg, quien estaba a su lado, aún lo observaba con el ceño fruncido.

—¿Qué tipo de información? —preguntó esta vez el chico.

—La información necesaria para saber qué rayos hacen en este lugar y el porqué fueron traídos.

Eso alertó al dúo.

¿Sabía esa cosa que en realidad no son de allí?

—¿De qué estás hablando? —indagó Danica.

—Sé que no pertenecen a Wrengel —comentó tranquilo—. Sé que no son de este videojuego.

¿Cómo rayos el sabía eso?

Según lo poco que Gregg y Danica conocían de ese lugar, era que cada personaje se sentía como si en verdad fuera de verdad y no solo parte de un videojuego, pero, ¿y él qué?

Pero aun con las dudas, Danica caminó hasta él con cautela y lo observó, quedándose a unos escasos metros de distancia.

—A ver, habla —le exigió.

Sarco suspiró.

—No aquí —negó—. ¡Hay que ponernos cómodos!

Y como si esas palabras fueran mágicas, la sala dejó de mostrar la mesa de comida, para hacer aparecer un gran mueble color escarlata justo donde mismo antes yacía el objeto de madera.

—¡Vamos! ¡No sean tímidos! —Sarco caminó hacia el gran mueble para sentarse, acto seguido palmeó a su lado para indicar que se sentaran—, no tengo todo el día. Además, sé que les gustará esto que tengo que decirles.

Los Imantes dudaron en caminar hasta el ser extraño, ¿estaban haciendo lo correcto? es decir, a penas apareció, no podían brindarle toda la confianza cuando sabían perfectamente que este lugar nunca traía nada bueno, él no podía ser la excepción.

Danica fue la que decidió dar el primer pasó y sentarse a unos metros de Sarco, claro que sin haber bajado la guardia.

Gregg bufó, pero aun así la siguió y se sentó junto a ella, tenso y con el ceño fruncido. No confiaba para nada en él.

—Sé que no tienen ni idea de quién es el creador de este lugar ni para que lo hizo.

—¿Y tú si? —preguntó Gregg entre dientes.

—Yo lo sé todo.

—¿Cómo es eso posible? —debatió él, quien seguía ceñudo—. Tú solo eres un peón más que él controla.

—Sí y... no. —ladeó la cabeza mientras respondía.

—¿Entonces? —insistió Gregg impaciente.

—Es un poco complicado para sus limitadas mentes.

—No entiendo —habló Danica por primera vez—. ¿Para que querías hablar si no ibas a contar nada?

Gregg asintió de acuerdo.

—Te dije que no había que confiar —desvió su vista a la chica—. Pero claro, "confiaré en todos en los que Gregg no, solo para llevarle la contraria".

Danica iba a contestarle pero Sarco interrumpió:

—Tranquilos, los entiendo. Yo tampoco hubiera confiado a la primera, pero en serio les quiero contar algo importante.

—Estoy esperando —comentó Gregg cada vez más impaciente.

—Verán, sé quién creó este lugar y con que intenciones. Y también el porqué —aseguró—. Pero no se los diré porque ustedes tienen que averiguarlo por su propia cuenta. Lo que si les quiero contar es algo sobre este mundo y un poco sobre su creador.

Los dos estaban callados escuchando atentamente las palabras de Sarco.

—Jake Miller, chico de ventiun años que por un estúpido trauma creó un videojuego con la capaz de introducir personas en él. Ese chico está loco, y no de la buena manera —rió un momento para luego continuar—. Él es el creador de todo este lugar, de Miss Jane y de mí...

—¿Cómo sabes todo eso? ¿Miss Jane también lo sabe? —preguntó Danica.

—Algo así. Ella sabe algunas cosas pero no tanto como yo. Y por qué yo lo sé... bueno, es una larga historia —sonrió—. ¡Ah, cierto! Casi lo olvidaba, Jake los odia a ustedes dos —aseguró.

—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó Gregg esta vez.

—Porque le quitaron su preciado y anhelado puesto de Imante. Ese chico lo único que hacía era soñar con eso.

—¿Por qué? ¿Qué necesidad había?

—Mmm, no lo sé —se hundió de hombros, claramente divertido.

—Acabas de decir que lo sabías todo —puntualizó la pelinegra.

—¡Cierto! Entonces, tal vez lo sé —volvió a sonreír con una pequeña sonrisa de inocencia fingida—. Bueno, ahora a contarles lo más interesante.

Sarco frotó sus manos como niño entusiasmado de hacer alguna maldad.

—Al morir aquí, nadie podrá recordarte más que el resto de los jugadores que sobrevivan. Si es que sobreviven —murmuró lo último.

—¿A qué te refieres?

—Que si mueres, se borrarán todos tus datos, tus recuerdos y toda tu vida en el mundo real. Como si nunca hubieses existido, ni aquí, ni allá, ni en ninguna parte —admitió con una sonrisa tranquila.

—¿Es una broma? —preguntó el chico entre dientes.

—No podría bromear con algo tan interesante como esto.

Danica negó confundida y se levantó de aquel sillón para así caminar a pasos decididos hasta Sarco, quien estaba sentado muy cómodamente en su lugar con un brazo estirado por la parte de arriba del sillón.

—¿Estas diciendo que al regresar nadie recordará a Eliza?

Asintió sonriente.

—¿No es maravilloso? —rió divertido—. Que buena manera de liberarse de tus problemas, ¿no, Danica?.

—¿Cómo sabes mi nombre? —preguntó desconcertada.

—Ya te lo dije, yo lo sé todo —se encogió de hombros—, ¿Cómo se siente convertirse en padre de un momento a otro, de una niña de cinco meses Gregg? —preguntó desviando su vista al chico que lo acuchillaba con la mirada.

Los dos chicos estaban a nada de entrar en la locura mientras que Sarco solo reía, como si le hubieran contado el chiste más gracioso del mundo.

—¿Quieren té? ¿Whisky? ¿Gaseosa? — preguntó pasando la vista de la chica hasta Gregg, pero al notar que no respondieron, ni siquiera se movieron de su sitio, rodó los ojos y se levantó de su lugar, pasando por un lado de Danica sin quitarle la mirada de encima—. No es para tanto, todos morirán en algún momento. Que lo hagan aquí, ¿qué diferencia tiene?

Ninguno de los dos se movió, estaban tensos, sorprendidos... tristes.

—Día a día, segundo a segundo, mueren personas de todas las edades, recién nacidos, niños, adolescentes, los que fingen ser adultos, los abuelos, los que parecen que nunca morirán ¡Todos mueren! ¡¿Qué sentido tiene seguirle llorando a la muerte?! Siempre ocurrirá una muerte, la única seguridad que tienes para vivir es morir.

—¡Eso no significa que sea algo bueno! —defendió Gregg, furioso.

—¡Claro que es algo bueno! —aseguró Sarco alzando los brazos exageradamente —. ¿Crees que vivir es mejor? Sufrimiento, depresión, ansiedad, enfermedades, dolor, deudas, maldad... Y podría seguir y seguir —dio una pequeña risa—. Muchas personas le tienen miedo a la muerte por no saber qué hay del otro lado, pero. ¿Podría ser peor que lo que ocurre de este lado? —negó con la cabeza—. No lo creo.

Gregg no esperó a que Sarco siguiera con su charla para tomar a Danica del hombro, quien seguía inmóvil escuchando a Sarco, y empujarla hasta la salida.

—Tenemos que irnos —le susurró a lo que ella asintió.

Empezaron a caminar a pasos rápidos hasta la misma puerta por la que entraron, pero Sarco los detuvo.

—Oh no, ustedes de aquí no se van.

Acto seguido la puerta desapareció, dejándolos atrapados junto a ese ser extraño que cada vez se veía más peligroso.

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