•16•
El tiempo corría, los segundos volviéndose minutos, horas... pero ninguno de los tres chicos varados se había atrevido a salir de la cueva a inspeccionar algún peligro.
La comodidad en el gran lugar les había ganado, ninguno quiso irse.
—Hay que encontrar a ese chico y hacer que hable.
Las hermanas asintieron de acuerdo
—Ya debemos irnos —propuso Danica mientras se levantaba del suelo en el que los tres yacian—. Este lugar no me da buena espina.
Eliza y Gregg siguieron sus pasos y se levantaron del suelo para empezar a caminar a la salida. Se apresuraron en llegar al enorme lugar abierto.
Para su desgracia, antes de llegar un terremoto los tomó por sorpresa. Gregg se lanzó hacia las hermanas y las llevó a un conjunto de piedras para protegerse.
Fue tan fuerte que logró hacer que unas grandes rocas que se encontraban en la parte superior de la cueva, cayera impactando contra la salida.
—¡¿Esto es una jodida broma?! —bramó la hermana menor, saliendo del escondite al acabar las sacudidas.
Danica corrió hacia el lugar de las rocas y quedó observando las piedras que le obstruian el paso, con todo su enojo.
Gregg caminó hasta ella, con precaución a las rocas que podían desprenderse de la parte de arriba en algún momento.
—Danica, tranquila —le pidió su hermana, quien seguía en el escondite.
—Buscaremos alguna manera de salir —aseguró Gregg—. Ahora solo tenemos que volver...
—¡No me importa si una piedra cae! —le interrumpió—. ¡Ahora mismo es lo que más deseo!
—¡Hazme caso una sola vez en tu vida y volvamos! —le exigió Gregg con el mismo tono.
El pecho de Danica subía y bajaba con rapidez, su rabia hacia aquel lugar cada vez iba en aumento. Bramó con desespero y dirigió su mirada al chico que no le quitaba la vista de encima.
Abrió la boca para contestar pero algo la interrumpió.
De repente una mancha blanca apareció en el suelo, empezando a esparcirse y formando un gran cuadro bajo los pies de Danica y Gregg. El chico también observó con atención lo que ocurría y, antes de tan solo pensar en correr, el cuadro se elevó, formando unas paredes a sus costados.
Una clase de cuadrado completamente blanco se encontraba a su alrededor.
—¿Qué demonios?
—Eliza... ¡Eliza! —gritó Danica al darse cuenta que su hermana no estaba a su lado—, ¡¿Eliza, dónde estás?!
Repentinamente, en un pequeño cuadro de una de las esquinas de la gran caja, apareció la vista a la cueva, en donde Eliza se acercaba.
Allí se dio cuenta de que no era un cuadro, si no un agujero por el que podía pasar.
Por lo que lograron observar, la caja blanca flotaba a unos cuantos metros de la superficie de la cueva.
Eliza caminaba con pasos precavidos hacia el agujero que allí se encontraba, estaba demasiado alto como para subir sin ayuda.
Danica decidió salir de allí. A pasos rápidos caminó hasta la pequeña salida, pero al tratar de sacar su mano derecha una gran corriente eléctrica la tomo desprevenida.
—¡Agh!
Gregg se apresuró a caminar hasta ella y le tomó la mano que recibió el impacto.
—¿Estás bien?
Danica asintió al instante y quitó su mano de la de Gregg.
—¿Qué se supone que es eso si no se puede salir? —preguntó la chica, irritada, sobándose la mano.
—No se puede salir —repitió Gregg en un susurró, su vista se perdió por un momento en una de las paredes mientras su mente maquinaba—. Pero... ¿y si en realidad es para entrar?
—¿Entrar? —preguntó Eliza, quien estaba viendo todo desde afuera.
—Sí, tal vez es para eso.
—O tal vez es para que vean como muero.
Gregg bufó.
—A ver, busca una piedra y lanzala hasta acá, si entra, solo seguirá que tú también lo hagas y después vemos qué pasa —se hundió de hombros.
—¿Y si esta rara caja solo nos lleva a la muerte? —preguntó Danica.
—¿Tienes un mejor plan? —replicó él, observándola curioso.
La pelinegra no dijo nada y se levantó del lugar.
—O morimos en una cueva o morimos en una rara caja blanca —suspiró Danica—. Nunca creí que así sería mi final.
Gregg negó con la cabeza y volvió su vista a la hermana que se encontraba aún en la cueva, en sus ojos se podía notar el miedo y desesperación, algo que estaba tratando de ocultar.
—Vamos, yo te ayudo —ofreció con una pequeña sonrisa reconfortante.
Eliza cerró los ojos por un instante y suspiró.
—Bien.
Eliza corrió a buscar alguna piedra cualquiera, al lograr esto se acercó al hueco y le hizo al castaño una seña para que se alejara, a lo que él entendió y se quitó del lugar.
La hermana mayor lanzó la piedra con toda su fuerza, esta logró entrar sin ninguna complicación a la caja.
—¡Sí! —exclamó ella, alegre.
Gregg volvió a su sitio con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Venga! ¡Entra de una vez!
Eliza caminó hasta la pequeña entrada. Con tan solo un impulso de los brazos de Gregg eran necesarios para elevarla por lo que ese sería el menor de los problemas.
Al llegar a la distancia necesaria y alzar su brazo derecho para tomar la mano de Gregg, se dió cuenta de que el suelo de la cueva empezó a sacudirse.
—¡No, ahora no!
Gregg intentó tomar el brazo de la chica pero el lugar libre se cerró de un segundo a otro, dejándolos encerrados sin saber qué ocurría afuera.
—¡No, no, no, no! ¡Eliza!
Danica se desesperó y empezó a golpear las blancas paredes con toda su fuerza, esperando que con ello la dejara llegar al otro lado.
—¡Hey! —Gregg la tomó de los hombros y la obligó a observarla de frente—. Ella está bien, ¿okey? Ella está bien, cálmate, solo...
Gregg no pudo terminar de hablar ya que de un segundo a otro la gran caja blanca se esparció, dejándolos caer directamente al suelo de la cueva.
Habían vuelto, eso era seguro, pero lo que estaba en su campo de visión no era nada bueno.
El lugar estaba destruido. La cueva estaba llena de grandes rocas y polvo. La parte superior estaba agrietada, amenazando con caer en algún momento.
Y lo peor de todo, no había rastro de Eliza.
Lograron notar que la salida se encontraba abierta, por lo que la opción de que Eliza se hubiera escapado antes del derrumbe estaba activa.
Pero todo murió cuando escucharon su voz entre las penumbras. Una voz casposa, debil, apagada.
—¿Danica?
La menor buscó rápidamente el lugar en el que se encontraba, y al dar con ella corrió hasta su debil cuerpo.
Se agachó hasta llegar al suelo y con gran calma la acostó sobre sus piernas.
—No —logró pronunciar mientras posaba su mano en su fría mejilla—. Por favor, no.
—Estas aquí —pronunció con voz quebrada y le ofreció una muy debil sonrisa—. ¿Nunca te dije que eres muy mala fingiendo calma? No lo hagas ahora.
Danica negó con la cabeza y la observó con los ojos cristalizados.
—Vamos a ayudarte, a sacarte y...
—No siento mi cuerpo —le interrumpió—. No siento nada, no creo tener salvación.
—No digas eso.
—Supongo que este lugar tenía que cobrarse alguna victima.
—No...
—Oye... fuí la primera en algo —trató de reir pero inmediatamente su cara se contrajo del dolor—. Creo que sí puedo sentir mi cuerpo.
—Eliza... no, tú y yo va...
—Te dije que no trates de fingir calma donde lo la hay —se quejó, interrumpiendola—. ¿No vez que estoy a punto de morir?
—No digas...
—Cuida a Lia ¿sí? —la interrumpió de nuevo—. Cuiden a Lia por mí —trató de desviar su apagada mirada al chico quien lo veía todo a pocos metros de ellas.
Danica notó la mirada de su hermana y volteó hasta el chico castaño que se mantenía cabizbajo, a escasos metros.
—Si alguna vez llegaste a quererme como yo a ti, por favor, cuídala, con mucho amor. —finalizó devolviendose a su antigua posición—. Danica...
Danica devolvió su mirada a su hermana, quien respiraba con dificultad y la veía con una leve sonrisa.
—Lo siento, yo no puedo... —pronunció Danica sin valor a seguir hablando.
—Lo sé... y está bien.
Danica negó y cerró los ojos con fuerza dejando salir una pequeña lágrima.
—Está bien, estoy bien.
—Lo siento.
—¿Qué? —preguntó aunque ya sabía exactamente a lo que se refería.
—Yo...
—Dilo... está bien.
Danica ahogó un pequeño gemido y la observó.
—Yo no... yo no puedo salvarte, no podré... vas a morir y no podré impedirlo. —logró pronunciar.
Eliza sabía que fue algo difícil para su hermana lo que tuvo que decir, sus miedos a perder cosas amadas, seres queridos. Su preocupación por todos los problemas.
Odiaba no poder hacer algo, odiaba cuando todo se le iba de las manos. Justo como ese momento.
Eliza sonrió con toda su poca fuerza y la observó casi ida.
—Estoy bien sabiendo que mi hija estará en buenas manos, es lo único que me importa —afirmó—. No pude haber elegido una mejor tía... y un padre tan excelente. Gracias por todo.
Y allí, con su hermana en sus piernas, su pesada respiración y sus ganas de gritarle a la nada, Danica lo entendió. Entendió porque aquella actitud de Gregg, entendió aquellas miradas que se daban de vez en cuando. Lo entendió todo.
Eliza fue cerrando sus ojos poco a poco y su sonrisa se fue apagando lentamente. La vida abandonaba su cuerpo con delicadeza.
De pronto su brazo —el cual tomaba el brazo de su hermana—. Cayó al suelo de un segundo a otro, indicando que ya no se encontraba nadie en él.
Uno de los seis chicos había caído.
El juego había logrado su cometido.
Pero... ¿sería esta su única víctima?
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Sin comentarios...
No mentira, te amo Eliza, pero era necesario. :-|
En fin, espero que les haya gustado el capitulo, hasta el próximo :^)
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