• 02 •
—Lo siento.
—No, no lo haces.
La chica ni siquiera corrió, tan solo se dejó caer de rodillas mientras sollozaba y escuchaba el sonido de aquella risa maléfica que le erizaba la piel y le hacía temblar las manos con miedo. Uno tan grande que ni siquiera cabía sobre su pecho.
—¿Te sientes culpable? —esa voz volvió, se escuchaba tan lejana pero tan cercana a la vez—. Culpable es poco. ¡Me asesinaste, Danica!
Se derrumbó, no lo soportó. Sus lágrimas salieron mientras la culpa la carcomía, sintiéndose pequeña e inútil.
La voz de su hermana siguió gritándole, rompiendo sus cuerdas vocales contra ella, era horrible.
Pero entonces… despertó.
De un sobresalto terminó sentada en la cama, observando a su alrededor, dándose cuenta que ese sueño —o, mejor dicho, pesadilla—, le había atacado de nuevo. Como casi todas las noches vio a su hermana furiosa con ella. Quiso tratar de restarle importancia, como ya se había vuelto costumbre, y buscó la hora en la mesita a su lado.
Demonios, eran las 9:34AM. Ya su madre debía de haberse ido a trabajar hace más de hora y media.
Se levantó de la cama casi de inmediato, sin saber qué habría pasado con la pequeña Lia. ¿Le habría dicho a Danica para cuidar a la niña y ella se habría vuelto a dormir? Vamos, esperaba que no. Qué podría estarle pasando a la bebé si ese era el caso.
Ni siquiera midió su impulso, lo único que hizo fue salir de su habitación y correr a la de Lia. No esperó nada, solo abrió la puerta tan veloz que la persona dentro se sobresaltó.
O, mejor dicho, las personas.
La niña vio con una mueca divertida a la chica recién levantada. Danica, por su parte, no paraba de observar a la persona que sostenía de ella por los brazos. Lia estaba sobre sus piernas.
Gregg.
—¿Recién despierta? —preguntó él a pesar de lo obvio. Una pequeña sonrisa se fue formando en su rostro sin despegar la vista de Danica.
O mejor dicho, en la ropa de traía consigo.
Una enorme camisa que llegaba hasta mucho más abajo de sus caderas era aguantada por sus hombros y unos shorts apenas visibles en sus caderas. A Gregg le fue un poco imposible quitar la vista de ella.
Danica lo notó, pero solo rodó los ojos y caminó hasta Lia, haciendo que Gregg también observara a la pequeña.
—¿Qué haces aquí? —trató de no sonar tan hostil.
—Tu madre me ha llamado. —admitió él en cuanto Danica quitó a la niña de sus brazos—. Dijo que necesitaba de una niñera con urgencia ya que no quería despertarte.
Tal vez era porque Danica se había dormido muy tarde anoche gracias a llegar a altas horas por su trabajo.
—¿Y te llamó a ti? —a pesar de que no era su intención, sonó bastante incrédula.
—Aunque no lo creas, sé cuidar de mi hija.
—Sí, pero mamá no sabe que Lia es tu hija. —ella negó, empezando a caminar hacia la salida.
Lia estaba empezando a pesar un montón.
—¿Es necesario seguirla cargando? Ya sabe caminar, Danica.
—No tienes que decírmelo. Lo sé.
Últimamente Gregg y Danica pasaban mucho tiempo juntos, claro que con la excusa de cuidar a Lia. Aunque Gregg lo hacía un poco más que por eso.
Danica le había empezado a atraer desde hace mucho.
Claro que no se lo diría. Era capaz de asesinarlo si lo hacía y él prefería seguir respirando, la verdad.
A veces también le daba miedo.
Ella por fin soltó a la niña y Lia empezó a correr, dando marcha atrás y llegando hasta Gregg, quien la recibió con una tierna mueca, que se convirtió en una sonrisa de victoria en cuanto levantó la vista hasta la chica.
—Creo que Lia me prefiere a mí.
Danica solo rodó los ojos y salió de la habitación. No hizo falta decir nada ya que escuchó los pasos de Gregg y Lia tras ella. Los guió hasta la cocina.
—¿Tú no tienes que estudiar o algo así?
—¿Te molesta que pase tiempo con ella?
—No dije eso, es solo que… —buscó las palabras mientras habría el refrigerador—. Mamá hizo mal en llamarte, ¿qué sabía ella si estabas ocupado?
—Le dije que no lo estaba, que lo iba a hacer.
—Sí, pero, ¿y si en realidad no quisiste negarte?
—Danica —negó, pareciendole ridículo todo ello—. Quiero estar con Lia, es mi hija, la cuidare y estaré con ella si es necesario. Además, es día de gracias, claro que no tengo que ir a la universidad.
Ella detuvo todo lo que estaba haciendo de golpe. Un nudo atravesó y se incrustó en su estómago volviéndose algo doloroso por unos segundos mientras se daba cuenta de algo.
Ya hacía un año en que perdió a su hermana.
La cocina quedó en silencio, ninguno habló pensando justo en lo mismo, en Eliza. Claro, todo hasta que Lia empezó a jalar a Gregg del brazo y chillar.
—¿Qué pasa, pequeña?
—¡Hambre!
Él elevó las comisuras de sus labios al escucharla. Elevo su rostro y observó a Danica hasta que ella alzó una ceja.
—La niña tiene hambre —le dijo, sin quitar la sonrisa.
Ni siquiera la mirada asesina que le regaló Danica logró bajarle el ánimo.
Mientras Gregg cargaba a Lia para ponerla entre sus piernas, Danica preparó algo en la cocina para que la niña pudiera comer. Todo el rato lo pasaron en silencio, pero no fue incómodo, era normal no decir nada entre ellos por ratos.
—Toma. —ella dejó caer con suavidad el puré de papa que a Lia tanto le encantaba.
En cuanto la niña vio la comida, se abalanzó encima de la mesa para tomarla, Gregg tuvo que agarrarla con fuerza para que no hiciera una locura y, con una sonrisa, le acercó el plato.
—Ire a cambiarme. —avisó Danica mientras desaparecía por el pasillo.
No pasó mucho cuando volvió. Ya Lia estaba a poco de terminar con su comida y Gregg la seguía tomando del estómago para que no cayera.
El chico levantó la vista en cuanto Danica llegó, ya vestida mejor, y se apresuró en decir:
—Papá me acaba de llamar, tengo que ir…
—Está bien —asintió ella tan rápido como pudo, sin dejarlo terminar.
Un silencio incómodo se formó, Gregg se despidió de la niña con un beso caspo en su cabeza y observó a Danica, quien se había acercado a ellos para ahora cuidar de Lia.
Ambos se observaron por varios segundos, ninguno sabía qué decir ni hacer, era un tanto incómodo para los dos.
—Ahm… adiós. —se aventuró Gregg.
—Sí, adiós. —ella cortó el pequeño juego de miradas en cuanto llevó para observar a Lia.
Gregg quiso decir algo más, pero sus cuerdas vocales no se lo permitieron. Negó y dio media vuelta para empezar a caminar.
Pero la voz de Danica le hizo parar:
—Oye… ahm… siento lo que dije. —admitió—. Siempre eres más que bienvenido por pisar esta casa.
Él la observó desde su lugar, una pequeña sonrisa se formó en sus labios y asintió.
—Gracias. —dijo, totalmente honesto.
Entonces siguió su camino a la salida. La casa de su familia quedaba un tanto alejada de la de su hija así que usaba su auto para ir de un lugar al otro.
Su familia ni siquiera estaba al tanto de que tenía una hija… y aún no sabía cómo decirles la verdad.
También tenía un par de días que no visitaba a sus padres. Gregg tenía su propio departamento desde mucho antes de los sucesos del juego así que no iba mucho allá, pero su padre lo había llamado, tal vez para organizar la cena de esa noche.
Una donde tenía planeado llevar a Lia y presentarla ante toda su familia.
Estaba nervioso. Mucho.
Bajó del auto y empezó a caminar al hogar en que sus padres y su hermana Jenna vivían. No estaba pendiente de nadie a su alrededor, por lo que se sobresaltó en cuanto escuchó una pequeña y chillona voz.
—¡Gregg!
El chico volteó de inmediato, algo asustado por el inesperado grito, pero recuperó su sonrisa en cuanto observó a su pequeño vecino Carter.
—¡Hola, cake! —el niño siempre pidió llamarlo así y a Gregg le gustaba hacerlo—. ¿Cómo te ha ido?
—¡Genial! —llegó a su lugar, ambos empezaron a caminar a casa de los padres de Gregg.
Al chico le gustaba bastante ir allá, sobre todo por…
—Ay, no tú. —se quejó la chica, de cabello castaño y ojos verdes tan iguales a los de su hermano, en cuanto abrió la puerta.
—Siempre encantado de verte, Jenna; alias, la chica de mis sueños. —saludó el niño con una reverencia.
El pequeño Carter sentía una gran atracción por Jenna, a pesar de que tenían una pequeña diferencia de edad de siete años. Pero a ella no le gustaba nada cuando el niño se le acercaba, podía ser incómodo cuando un pequeño empezaba a soltarte frases enamoradas.
Gregg rio y saludó a su hermana con un abrazo.
—¿Dónde está papá? —preguntó él en cuanto su hermana cerró la puerta. (Donde, claro, dejó a Carter afuera)
—En la cocina. Mamá lo ha obligado a ayudar para la cena de esta noche. —empezó a caminar, sin esperar a que su hermano la siguiera.
Pero Gregg no se movió de su sitio ya que una llamada se lo impidió. Sacó su celular y revisó quién podía ser.
Contestó casi de inmediato en cuanto vio el nombre de Danica en pantalla.
—¿Pasó algo? —preguntó de inmediato. Danica no acostumbraba a llamarle.
Hubo un momento de silencio en la línea donde solo se escuchaba una respiración. Una lenta y casi sorda.
—¿Danica? —insistió él. La preocupación llegó con una velocidad extrema.
—Gregg… —por fin escuchó su voz. Era vacilante, hasta parecía aterrada, y él no pudo evitar pensar lo peor—. Jake está aquí.
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