Karma volvía a casa con algo de temor. Después del asesinato de Kayano sus miedos crecieron drásticamente.

Entró a su morada pero se llevó una sorpresa allí adentro; sus padres estaban en casa. Se quejó en voz baja y se dispuso a ir directo a su dormitorio, pero su padre lo detuvo con voz firme.

—¿No piensas saludarnos? Has estado muy callado y extraño últimamente.

—No, no me pasa nada —Se dio vuelta una vez más.

Estaba mal que no supieran lo que pasaba cuando todo el mundo hablaba sobre los asesinatos de su clase todo el tiempo. No tenían interés, al parecer.

—¡Estoy harto de esa maldita actitud tuya. Hemos estado trabajando por mucho tiempo y tú solo estás callado y actúas muy raro!

—¡Y ustedes qué saben. No saben ni una cosa sobre mí! —Lo encaró finalmente.

—Karma, tu padre tiene razón. No nos consideras y estás siempre encerrado en tu cuarto sin decirnos nada —intervino finalmente su madre tomando del brazo levemente a su marido.
—Y ustedes nunca están conmigo, nunca me quejo y siempre que los necesito en un momento difícil para ustedes está primero el trabajo.

Decidió no continuar discutiendo más con ellos, así que se fue a su cuarto dejándolos solos. No dijeron nada más sobre el tema desde ese día.