Capítulo 1
Era un día normal, la clase E estaba estudiando y aprendiendo como todos los días. Un hábito común entre los chicos, lo de siempre.
-Qué aburrido... -susurró para sí mismo el pulpo con una pequeña gotita en la sien.
Quería algo nuevo, algo interesante para que se enfrentan sus alumnos. Por lo que empezó a pensar, están en una clase de literatura antigua...
¿Y si sus alumnos escriben cartas a la antigua?
Fue como si una pequeña lamparita empezó a brillar en la cabeza del pulpo amarillo haciendo que sonriera.
-Bueno clase -habló fuerte y claramente el profesor-. Vamos a hacer mas interesante toooodo esto~
Todos los alumnos al escuchar eso miraron confundido a su querido profesor. Era una simple clase de literatura, no podía ser ni interesante ni divertida. Pero igualmente escucharon atentamente las palabras del mayor.
-Como saben, estamos aprendiendo literatura y... -De un movimiento rápido, el pulpo pasó una cinta de color negra por en medio del aula así dividiendo esta en dos-. ¿Por qué no aprender como se comunicaban sus antepasados? Ahora todos tienen sus celulares y blah blah, pero antes solo tenían una simple pluma y una blanca hoja.
-Eh -pronunció una chica de cabellos verdes con confusión-. ¿Acaso nos vas a hacer escribirte cartas de amor o qué?
-¡No, no! -rió el profesor para volver a su postura normal-. Cómo verán los dividí en dos partes. La parte derecha se encargará de escribir secretos íntimos. No importa si son vergonzosos o impactantes ya que serán anónimos. Y la parte izquierda se encargará de recibir esas cartas y darle una respuesta digna. ¿Les parece? -sonrió feliz el pulpo por su idea.
-Profesor -llamó nuestro protagonista, Nagisa-, ¿no sería mejor ponerle un apodo a cada persona?
-Mhm, ¡buena idea Nagisa! ¿Alguno tiene otra idea? -El profesor de un movimiento agarró unas cuantas hojas y las repartió al lado derecho del aula.
-Yo tengo una pregunta -levantó la mano el pelirrojo con cara neutral-. ¿Siempre nos tocará los mismas personas responder, o serán diferente?
-Creo que sería mejor que sea la misma nurufufufu -rió interiormente el pulpo, pensando a quienes juntaría-. Cada uno puede elegir su apodo, a si que... ¡empecemos!
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